EPÍGRAFE
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HEART ATTACK
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LA SANGRE CAÍA POR LOS LADOS de su cara como un río cruzando un terreno montañoso, dejando su piel pálida cubierta de un espeluznante y brillante tono rojo. Aquel reguero descendía desde el nacimiento de su pelo hacia su mentón, manchando ligeramente sus párpados y dificultando por completo su visión. Además de eso, las gotas se reunían en el final de su mentón, cayendo en el suelo debajo de sus pies con un sonido sordo, pero que sus oídos parecían captar de igual modo.
Su respiración salía a fuertes bocanadas de sus labios, que temblaban ligeramente por el esfuerzo. Cada bocanada de aire dolía como si alguien le estuviera pateando el esternón con fuerza, haciendo que tuviera que apoyarse en lo más cercano que encontró: el tronco de un árbol.
Kaede se limpió la sangre de los ojos, en un intento de poder ver mejor que era lo que había a su alrededor. Tomó varias bocanadas profundas de aire, ignorando el dolor en su pecho que eso suponía, en un desesperado movimiento por tratar de recuperar un poco la compostura. Debía analizar qué era lo estaba a su alrededor, cómo estaba ella y qué era lo que podía y no podía hacer.
Pero tenía algo muy claro.
No podía quedarse quieta como una estatua. No cuando estaba en plena batalla. No cuando héroes y villanos no dejaban de luchar en incontables localizaciones, la mitad de ellas ignorantes para ella.
No, quedarse quieta y sentada no era una opción que manejara.
Kaede se enderezó lentamente, midiendo el dolor con cada pequeño movimiento. Su espalda se recargó en el tronco de árbol que tenía detrás, mientras ella se esforzaba por normalizar su respiración tanto como le fuera posible. Y, según podía notar, estaba mejorando poco a poco. Seguía notando aquel pequeño dolor con cada inhalación, pero ya no era lacerante, señal que necesitó para saber que la mitad de aquella sensación estaba en su mente.
Aunque, por supuesto, el dolor tenía una causa física que no podía ignorar ni, aunque lo deseara. Porque ella no era tonta, y sabía que las batallas que había tenido en las anteriores horas la habían dejado con alguna magulladura. Y, por supuesto, no descartaba tener alguna costilla en mal estado por ese mismo motivo.
—Maldita sea...— murmuró con mal humor, escupiendo un poco de sangre a un lado, limpiando sus labios con el dorso de su mano luego de realizar aquel movimiento.
Había pocas cosas que Kaede detestara, pero una de ellas era sentirse inútil.
Y no iba a dejar que su dolor la dejara sentirse de aquella manera.
Apretando los dientes para ignorar cualquier dolor en su cuerpo, Kaede comenzó a moverse. Lentamente, para medir el nivel de tolerancia y, al mismo tiempo, para observar que otros lugares de su anatomía podían estar sufriendo en ese momento. Midió cada paso que daba, limpiando la sangre de sus ojos y frente para poder ver.
Siguió caminando lentamente, su respiración mejorando conforme podía adecuarse al ritmo de sus pasos. Levantó su cabeza lentamente, observando a su alrededor, pues estaba comenzando a dejar el bosque en el que había estado durante un tiempo indeterminado. Ni siquiera sabía dónde estaban los demás miembros del equipo al que la habían asignado, o si quiera si su equipo de comunicación funcionaba. Por ese mismo motivo, se limitó a seguir caminando, pues su razonamiento le decía que no tardaría en encontrar a alguien.
Luego de varios minutos caminando, sus oídos escucharon un leve sonido. Siguió caminando en aquella dirección, escuchando más sonidos. Muchos más, de varias intensidades y distintos timbres. Uno que Kaede podía identificar, pues se trataba de aquellos que se generaban en una batalla. Así que sí, tenía claro que más adelante había gente, aunque no tenía claro de si eran solo héroes, villanos o los dos a la vez.
Por ese mismo motivo, caminó con cautela. No podía saber si alguien la iba a atacar, así que intentó ser sigilosa, mientras sus orbes esmeraldas se movían para escanear el horizonte. Sus brazos se movieron lentamente hacia delante de su cuerpo, preparados para usar su kosei en cualquier momento.
Sus ojos visualizaron algo en la distancia, aunque no era lo que se esperaba. Y por ese mismo motivo prácticamente vio aquella escena a cámara lenta, como si el mundo se estuviera parando a su alrededor. Y, lentamente, sus orbes se abrieron con sorpresa prácticamente hasta su tope.
¿El motivo?
Estaba viendo, lentamente, como Shigaraki Tomura había atravesado a Bakugou Katuski con tres tentáculos de su kosei.
A Bakugou, el mismo que la ponía de los nervios.
El mismo que discutía con ella todos los días posibles.
El mismo que le gritaba cada vez que tenía oportunidad.
Entonces, ¿por qué Kaede sentía que se le paraba el corazón durante unos milisegundos? ¿Por qué sentía que se le cortaba la respiración durante un breve lapso de tiempo?
—¡Bakugou!—Su apellido salió de sus labios antes de que ella se diera cuenta, mientras sus piernas se movían por sí solas, corriendo hacia el rubio, quién parecía estar cayendo a cámara lenta hacia el suelo.
A unos pocos metros, Midoriya Izuku giraba la cabeza en su dirección, sus orbes verdes abriéndose con horror al ver qué era lo que había pasado. Al ver que su amigo de la infancia era el motivo por el que Shigaraki no lo había atacado a él. Y la misma razón por la que la ira lo llenó por completo, llevándolo a lanzarse contra el villano mientras activaba su kosei.
Por su parte, Kaede atrapó a Bakugou, impidiendo que cayera de lleno contra el suelo. La cabeza del rubio colgó sobre el hombro de ella, sus orbes rojos mirándola.
—...chicle...
—Oi, idiota...—Kaede frenó sus insultos al percatarse de las heridas del rubio, sus orbes esmeraldas abriéndose de golpe ante la mirada rubí de él—. Mierda, mierda, mierda....
—Oe....
—Cállate, idiota, no malgastes energía—lo chistó ella, buscando algo para bloquear las sangrantes heridas del chico, mientras él no apartaba la mirada de ella—. Vas a ponerte bien, ¿me escuchas, pedazo de inútil?
Las comisuras del rubio se elevaron ligeramente hacia arriba, divertido por el mal humor de la chica. Ni siquiera cuando lo intentaba curar era capaz de ser amable con él.
Aunque, Bakugou sentía que los esfuerzos de ella eran totalmente inútiles, por mucho que no lo fuera a decir en voz alta.
—Mierda, mierda...— Kaede seguía blasfemando, pues había logrado detener las hemorragias de dos partes, pero seguía habiendo una tercera que no encontraba—. Oi, voy a romper tu traje, no me mates luego.
—...Tch...—Bakugou solamente logró chasquear la lengua.
Kaede lo ignoró, rasgando el pecho del traje del chico, buscando la tercera herida que había ocasionado el tercer tentáculo del kosei de Shigaraki al alcanzar a Bakugou. Y vaya si encontró la herida.
Sus orbes esmeraldas se abrieron con horror.
—...Mierda....
Los orbes rubíes de Bakugou siguieron mirándola a la cara.
Aunque, poco a poco, fueron apagándose.
—No, no. Oe, idiota—Kaede lo golpeó en las mejillas con el dorso de la mano—. Ni se te ocurra morirte ahora, pedazo de mierda. Ni se te ocurra, ¡me oyes! —siguió golpeándolo para hacerlo reaccionar—. ¡Todavía no me has visto ser la número uno y patearte el maldito trasero! ¡Ni se te ocurra, Bakugou! ¡Despiértate! ¡Despiértate, maldita sea!
Kaede no tenía ni idea de cuando había empezado a llorar, pero sentí las mejillas mojadas de lágrimas, mientras seguía intentando tener alguna reacción del chico mediante sus usuales gritos y golpes en las mejillas.
Sus gritos fueron escuchados por algunos Pro-Héroes que se acercaban para ver qué era lo que estaba pasando. Y por Midoriya, quien se sentía más lleno de ira al no escuchar a Bakugou gritarle en respuesta a la chica.
Porque Kaede seguía intentando traer de vuelta a Bakugou, insultándolo como siempre y dándole ligeros golpes. Incluso cuando Mirio Togata y Edgeshot se acercaron a ayudarle. Incluso cuando el rubio mayor la tomó de las axilas y la arrastró algo lejos del ojirubí para que el héroe profesional pudiera observarlo de cerca.
Solamente registró ser consciente de decirle una palabra a Edgeshot:
—Sálvalo.
Porque por mucho que Kaede y Katsuki se odiaran en un principio, ninguno de los dos se había dado cuenta de la realidad debajo de sus sentimientos.
Y, lentamente, Kaede se estaba dando cuenta. Mientras sus orbes observaban a Edgshot haciendo algo, siendo retenida por Mirio, la realidad se instaló en su mente y corazón.
Kaede no quería un mundo en el que Bakugou no estuviera. Aun si fuera para gritarle y pelearse con ella, seguía necesitándolo allí: vivo, agresivo y siempre con ambición suficiente como para enfrentarse a ella todos los días.
La realidad era, pues, que, si Katsuki no volvía, Kaede tendría el corazón roto en dos. Tendría un ataque al corazón.
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MXGICSARCXSM 2023
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