
Capítulo 8: ¡Por un hijo!
Caminaba con rapidez por los pasillos. Ni siquiera quiso dejar el casco de la moto candado a la rueda, todavía lo llevaba en su brazo. Tampoco se quitó la chaqueta. Lo único en lo que pensaba era en no perder tiempo, pero recorrerse aquel hospital no iba a ser cuestión de segundos. Era un hospital muy grande y las enfermeras no darían información sobre los pacientes. En cambio, su padre debía estar por algún lugar y sólo esperaba que no tuviera ninguna operación en curso.
Algunas enfermeras le miraban pasar. Los susurros se hacían audibles, seguramente porque por su cuello aún asomaba alguna línea negra de tatuajes. No podía evitar que hablasen sobre ello o que creyeran que pertenecía a alguna banda o cosas así, tampoco era algo que le importase demasiado. Todos los susurros se silenciaron de golpe cuando su padre apareció por el pasillo, acompañando al último paciente hacia la recepción.
- ¿Law? ¿Qué estás haciendo aquí? Deberías estar en clase.
- Papá... necesito un favor.
- ¿Estás enfermo? ¿Necesitas que te eche un vistazo? – hizo el amago de llevar su mano a la frente de su hijo, pero éste la apartó.
- No, no, estoy bien, yo estoy bien. Es sólo que...
Las enfermeras miraban. Quizá ninguna entendía cómo de un médico tan prestigioso como era su padre, podía salir un hijo así, lleno de tatuajes y al que habían confundido con un pandillero cualquiera.
- ¿Podemos hablar en privado? Por favor – susurró – y por cierto... te llamarán del instituto.
- Ya me imagino – sonrió su padre – vamos a mi despacho y me cuentas con calma lo que ocurre.
Aún de camino a la consulta de su padre, podía escuchar susurros entre las enfermeras, muchas de ellas diciendo cosas como "¿de verdad es su hijo?", "mira sus tatuajes" y cosas semejantes. Nadie allí era consciente de quién era, hasta que llegó a la consulta de su padre y la recepcionista le reconoció enseguida.
- ¿Law? Pero qué sorpresa, hacía años que no venías por aquí. ¿No deberías estar en el instituto? – se preocupó por él, como siempre hacía desde que era niño.
- Se ha escapado al parecer – sonrió su padre.
- Eso no es propio de ti.
- ¿Tengo hueco para atender a mi hijo unos segundos?
- Sí, sí – comentó la mujer mirando la agenda – tienes la siguiente cita en diez minutos, aún no ha llegado para la revisión.
- Perfecto.
Esperó a que su padre abriera la puerta y tras despedirse de la secretaria con formalidad, entró a la consulta. Dejó el casco de la moto en uno de los asientos y revisó toda la sala antes de sentarse frente al escritorio. Era su sueño llegar a ser médico en el hospital y le daba igual cuál, así que en parte, se sentía cómodo estando allí.
- ¿Qué ocurre, Law? – preguntó su padre con preocupación pero cuando el chico quiso empezar a hablar, una llamada hizo que se callase nuevamente dejando a su padre contestar - ¿Sí? Pásamelo – comentó su padre a la secretaria –. Hola, director, ¿en qué puedo ayudarle? – sonrió, dando a entender a su hijo que era el director del instituto – sí, lo entiendo, lamento mucho el suceso, mi hijo no se encontraba bien y ahora mismo está en mi consulta, mañana mismo llevará la justificación. Muchas gracias por su llamada, que pase un buen día.
Law sonreía sin poder evitarlo. Era algo normal que el instituto pusiera en conocimiento de sus padres que se había fugado de las clases, por suerte, habían llamado a su padre y no a su madre, tal y como esperaba.
- Sabes que no puedes ir saltándote las clases siempre que quieras, ¿no?
- Es la primera vez que me salto clases – se quejó Law.
- Y te haré el justificante médico, pero no lo tomes como costumbre. Ahora cuéntame qué está ocurriendo.
- Es... por un compañero de clase. Hay rumores de que... bueno, que podría estar en el hospital y...
- Alto ahí, jovencito, no voy a darte información confidencial de un paciente.
- No es eso, sólo... quiero saber si está bien, no hace falta que me des el informe médico ni nada así. Una llamadita... por favor – puso sus ojillos de cordero degollado para que su padre terminase de caer.
- No hay quien pueda contigo. Dame unos segundos. ¿Cómo se llama?
- Ace, creo que su apellido es Portgas, pero no estoy seguro del todo.
- ¿Sabes el motivo por el que puede estar ingresado? – preguntó su padre tras marcar el número de la recepción.
- Ni idea. Tampoco sé qué médico puede estar llevando su caso.
Su padre hizo un gesto con el dedo pidiéndole que esperase un segundo en silencio y entonces, ambos escucharon la voz al otro lado del teléfono.
- Sí, verá, me he despistado un poco. Un compañero me ha pedido que vaya a revisar a uno de sus pacientes pero se me ha olvidado por completo la habitación que me ha dicho se encuentra, ¿sería tan amable de indicarme dónde debo dirigirme? – preguntó su padre y evidentemente, a ellos les salía llamada de un doctor, por lo que no tenían por qué dudar de su palabra – sí, el paciente es Portgas, Ace.
- Portgas D. Ace – susurró la enfermera al otro lado – habitación 402 parte este.
- Muchas gracias.
- ¿402? – preguntó Law – ¿eso no es... traumatología?
- Sí. Dame un segundo que llame a la planta, espero que lo lleve algún traumatólogo de los que conozco.
El teléfono sonó una vez más. Estaba nervioso, quería saber qué ocurría pese a que su padre estaba realmente tranquilo. Nadie le negaría a él una información, era el mejor cirujano que tenían en el hospital. Todos le conocían y solían pedirles segundas opiniones, por lo que no dudaban de su palabra ni un segundo. A eso aspiraba Law a llegar en la vida. Admiraba a su padre.
- Sí, ¿con quién hablo? ¡Ah, doctor Minguez! Verá, quería pedirle un pequeño favor. Me han comentado que en su planta se encuentra un chico, se llama Portgas D. Ace y...
La voz de su padre se cortó, escuchando lo que el otro médico le comentaba. Parecía estar pidiéndole ayuda en el caso por cómo sonaba su voz.
- Sí, claro, podría acercarme después de mi último paciente. No hay problema, llamaré a casa, puedo hacer alguna hora más, sí, sí... ¿podría indicarme un poco más sobre la situación?
¡Alarmante! Law no podía escuchar el otro lado del teléfono pero sabía por la cara de su padre y lo que estaba apuntando que debía ser algo grave para que le dijeran de pasarse a revisar el caso.
- Lo tengo. Me pasaré en cuanto pueda. Muchas gracias, le veo en un rato.
- ¿Qué ocurre? – preguntó Law con rapidez al verle colgar el teléfono.
- Law... siéntate – dijo con seriedad al verle cómo se había incorporado a la velocidad de la luz con preocupación -. ¿Cuánto conoces a ese chico?
- Pues... - se sentó Law – no mucho, la verdad. ¿Qué le ocurre?
- Está en traumatologia, no puedo darte demasiados detalles y menos sin haberle revisado pero... tiene una pierna fracturada por un gran impacto. Le han operado y soldado el hueso.
- ¿Una fractura abierta? Eso no es tan grave...
- No era fractura abierta pero casi. Y no me desvíes del tema, no puedo darte esa información.
- Pero entonces...
- Law, voy a decirte algo y espero que te mentalices en esto pero... no creo que ese chico vuelva a ser el que era, al menos no el que conocías.
- Ya te digo que no le conocía demasiado. ¿Qué le ocurre?
- Creen... bueno... está sordo – confesó su padre finalmente, porque es lo que le habían comentado.
- Pero... eso no es tan grave, es decir, se le puede poner un implante coclear, he leído que en casos como el de Ace, en chicos que podían escuchar antes funcionan realmente bien y...
- Law... para, me han pedido que revise su estado por si se les ha escapado algo y se le pudiera operar pero... creen que ha sufrido un daño irreparable. Siguen haciéndole pruebas pero no hay posibilidad de operarle con éxito, por eso iré a revisarlo yo mismo en persona.
Por un instante, aquellas palabras no fueron asimiladas por su cerebro. Para él un médico debía tener siempre una respuesta y no le servía un "no es posible", su mente había pensado automáticamente en el implante para que volviera a escuchar pero no pensó ni por un segundo qué ocurriría si no podían ponerlo. Ahora mismo estaba helado. ¡Tenía que haber soluciones! Era lo único que le venía a la cabeza. Sólo tenía que estudiar más, sólo mirar más casos... siempre tenía que haber algo que pudieran hacer y eso mismo fue lo que su padre vio, un desconcierto demasiado grande para que su hijo lo asimilase.
- Law, ven aquí – se levantó de la silla y rodeó la mesa para poder abrazarle – te diré algo cuando le vea, ¿vale? Aún no sé si se puede hacer algo por él o no, pero... creo que deberías prepararte para... escuchar algo que quizá no quieras escuchar. A veces, no está en nuestras manos poder ayudar.
- Tiene... diecisiete años – se quejó Law – no puede quedarse sordo aquí, él no... tiene mucha vida por delante, muchas cosas aún que podría escuchar y...
- Law, haremos lo que podamos por él.
Le costó sus minutos recuperarse de aquella información. Al parecer los rumores sobre que Ace estaba en el hospital eran ciertos, pero todo era mucho peor de lo que pintaban. Salió de la consulta de su padre, cabizbajo y deshecho, sentándose en una de las sillas de la sala de espera y tratando de recuperarse. El paciente de su padre entraba en ese momento y él no quería retrasar las obligaciones. Fue a los cinco minutos de estar allí sentado, con las manos agarrándose el cabello con firmeza y con el rostro agachado mirando el suelo, cuando se dio cuenta de algo todavía peor... ¿Cómo habría tomado aquello Ace?
Sus piernas, pese a que sentían un agotamiento extremo y estaban casi paralizadas, empezaron a moverse. Tenía que comprobar por sí mismo cómo estaba. Por eso mismo, impulsado por una fuerza desconocida, caminó hasta el ascensor y presionó el botón del cuarto piso en cuanto pudo entrar a él. Pese a la gente del ascensor, él no pronunció palabra alguna y bajó en su piso, buscando en el pasillo el cartel con el número de la habitación.
401... 402... y se detuvo. Su corazón latía a mil por hora pero la escena que vio a través de la puerta abierta, le hizo detenerse completamente incapaz de entrar. Un chiquillo de unos once años estaba allí, hablaba con él y por el físico, supuso que debía ser su hermano pequeño. El rostro melancólico y triste de ese chiquillo que intentaba contarle algo alegre sobre el colegio y que... había olvidado que no podía escucharle, hizo que casi se le saltasen las lágrimas.
- Ace... - susurró, pese a que ahora el chico era consciente que no podía escucharle, así que dio la vuelta a la camilla y se puso frente a su hermano para que pudiera verle, cambiando a una sonrisa como si eso pudiera alegrarle.
Ace no pareció moverse. Miraba por la ventana y daba la espalda a Law, pero ese chiquillo sí le vio por un segundo antes de que él se apartase. Dejó pasar unos minutos y cuando quiso revisar que todo estaba bien, el chico se había tumbado en la camilla junto a su hermano. Ace agarraba su cintura, acercándole a él, pero no era eso lo que hizo que Law decidiera no entrar... sino las desgarradoras lágrimas de Ace que dejaba caer sobre la espalda de su hermano, humedeciendo su camiseta.
¡No iba a entrar! Ni siquiera conocía a Ace, sólo habían intercambiado un par de palabras y nada agradables. ¿Qué podría decirle? No eran amigos, no tenía que estar allí, ni siquiera a Kid se le permitió ir a verle y seguramente, Ace no querría ver a nadie ahora mismo, mucho menos a él. Por eso mismo, caminó hacia atrás y volvió al ascensor.
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