Capítulo 4
Chanyeol debería haber previsto que la felicidad y la calma no eran cosas que pudieran durar mucho.
Después de que Baekhyun y él por fin fueran uno, habían pasado apenas unos días, unos días en los que pensó que realmente no podía ser más feliz. Ambos habían acordado esperar al final de esa semana, al Día del Reino en el que sus padres siempre lo visitaban, para que Chanyeol hablara con sus padres e irse de allí. Apenas faltaban tres días, pensó, no pasaba nada por esperar, y así no tener que lidiar con una criada malhumorada o un criado receloso de llevar su mensaje a los monarcas.
Pero justo la mañana en la que esperaba la llegada de sus padres, un estruendo fue el que lo despertó, junto al grito de Baekhyun.
- ¡Chanyeol! -la urgencia de su voz hizo que abriera los ojos deprisa y se alzara, mareándose un poco por el movimiento rápido, aunque también lo mareó la escena ante sus ojos.
Había un hombre en su habitación, uno mucho más grande de lo que jamás había visto, vestido con una larga túnica y con runas tatuadas a lo largo de toda su cara y su cráneo, pues no tenía pelo. Una mano basta apretaba el brazo de Baekhyun y lo sostenía en el aire mientras el mismo hombre flotaba en una neblina sin llegar a tocar el suelo. Al notar que Chanyeol se movía, fijó sus ojos en él y el príncipe ahogó una exclamación, porque tanto sus pupilas como la esclera eran completamente negras.
- Suéltalo -le ordenó al hombre con una voz calmada que le sorprendió hasta a sí mismo.
- ¿Y quién eres tú para darme órdenes? -la voz gutural y rasposa de aquel hombre hizo que se le cortara el aire, porque no sonaba humano-. Eres un ladrón, robaste lo que era mío.
- Yo no he robado nada -el alto frunció el ceño, pero el hombre gruñó, zarandeando a Baekhyun y éste lloriqueó por el agarre de su brazo.
- Me robaste a mi unicornio.
Entonces, algo hizo "click" en la cabeza del príncipe. El día que apareció, Baekhyun le había dicho que había huido de un lugar en el que lo tenían preso, pero no imaginaba que había huído de un hechicero.
Los hechiceros eran los más oscuros y poderosos de los magos. Los que se pervertían, los que jugueteaban con la magia negra, la transmutación humana y animal, y, en su mayoría, vendían su alma a demonios para conseguir aún más poder. Tenía sentido que alguien así quisiera el poder de un unicornio para sí. La curación no entraba dentro de las habilidades de los hechiceros, no una curación sana, así que necesitaban de otro tipo de magia para tal fin. La magia pura de un unicornio no sólo los curaba, sino que los hacía más fuertes y resistentes, y eso era un premio demasiado suculento como para dejarlo ir.
- Yo no te he robado nada -repitió el príncipe, esta vez con más fuerza-, porque Baekhyun no es un objeto que poseer.
Y sin previo aviso, lanzó una bola de fuego al brazo del hechicero, lejos de donde tenía agarrado a Baekhyun, pero lo suficientemente cerca como para hacerlo abrir la mano de dolor y soltar al chico. El rubio cayó, pero Chanyeol estaba allí para cogerlo. Usando su fuego de nuevo, hizo volar las puertas de sus goznes y, tomando al menor de la mano, salieron corriendo.
- ¿Puedes curarte el brazo mientras nos movemos? -le preguntó Chanyeol, mirándolo con preocupación.
- S-sí -respondió entrecortadamente el otro, y para demostrarlo, la herida comenzó a brillar, signo de que estaba curando-. ¿A dónde vamos?
- A la sala del trono -informó el alto con convicción-. Hay un pasadizo secreto por el que se puede salir al exterior allí, y allí normalmente no hay nadie.
Giraron en la esquina, pero antes de hacerlo, el príncipe miró por encima de su hombro y pudo ver al hechicero que se deslizaba con rapidez hacia ellos, a unos buenos veinte centímetros por encima del suelo. Maldijo en voz alta y aceleró, siempre mirando que Baekhyun pudiera seguirle el ritmo.
Bajaron las escaleras casi de tres en tres. Divisó la puerta de la sala del trono al fondo del pasillo y obligó a sus piernas a ir un poco más deprisa, a pesar de que empezaba a notar pinchazos en éstas porque no estaba acostumbrado a correr de esa manera, ni por tanto tiempo. Los arcos del pasillo a su izquierda la indicaban que el sol estaba alto y que pronto el castillo estaría a rebosar de gente que acudía a la celebración, por lo que debía darse prisa. Pero justo antes de llegar, Baekhyun gritó y tiró de él hacia abajo, haciendo que cayeran al suelo justo cuando el hechicero pasaba volando sobre ellos.
El golpe fue doloroso para su hombro y su barbilla, pero tuvo que reaccionar y levantarse, colocando a Baekhyun detrás de él. Ninguno había estado en una posición así, teniendo que pelear por protegerse, pero al menos su poder sí había demostrado que podía hacerle daño al hechicero. Pudo ver a un par de doncellas huyendo despavoridas de allí, y se alegró: no quería hacerle daño a nadie por accidente.
- Devuélveme lo que es mío -exigió la horrible voz de aquel hombre.
- Baekhyun no es tuyo -volvió a insistir el príncipe, creando bolas de fuego con sus manos, mostrándole que no iba a rendirse con facilidad.
Las manos del unicornio se posaron entonces sobre su hombro, sanando la posible herida y eliminando el dolor, en un intento de ayudar a quien amaba. El alivio fue casi instantáneo y él sonrió al rubio, recibiendo un beso en la mejilla a modo de ánimo. Sin embargo, un grito de rabia y frustración los hizo mirar de nuevo al hechicero, quien parecía aún más fuera de sí que antes.
- ¡Tú! -señaló con el dedo al príncipe-. ¡Seduciste a mi unicornio! ¡Él es mío, no puedes poseerlo!
- No sé de qué hablas -le respondió, confuso de repente por esa acusación.
- ¡Su magia te cura en segundos! -parecía a punto de estallar, sus runas tatuadas comenzaban a brillar peligrosamente con un tono púrpura que no le gustó nada. El hombre se giró hacia Baekhyun-. ¡Fuiste un idiota que se dejó seducir y ahora le has entregado tu magia!
- ¡Repito que no sé de qué hablas! -gritó Chanyeol, preocupado y enfadado porque, ahora, el objetivo de su ira parecía ser Baekhyun.
- ¡Chanyeol! ¿Qué haces fuera de tu cuarto?
La enfadada voz de su padre lo sorprendió. Desvió su vista hacia la derecha y descubrió a sus padres y su hermano que, al parecer, se dirigían a la sala del trono en aquel momento a través de un corredor, y se habían encontrado con aquella grotesca escena.
- ¡Marchaos! -les ordenó, angustiado.
Pero el hechicero notó la angustia en su voz, y antes de que nadie pudiera siquiera parpadear, había alzado a sus padres en el aire y parecía estar asfixiándolos. Su hermano se había quedado congelado en el sitio, incapaz de moverse o emitir sonido alguno.
- ¡Suéltalos!
- No -respondió con calma el hombre, contrastando drásticamente con su actitud fuera de sí de antes-. Si quieres que vivan, el unicornio y tú vais a venir conmigo.
- ¿Por qué quieres a Chanyeol ahora? -Baekhyun salió de la protección del cuerpo del príncipe y lo encaró, ignorando los intentos de Chanyeol de que no lo hiciera.
- Porque te has entregado a él, unicornio estúpido -escupió con rabia-, y ahora tu magia sólo funcionará si es él quien te pide que la hagas o si tú quieres complacerlo con ella.
Aquello lo sorprendió. No sabía que, al hacerse uno con Baekhyun, su magia pasaría a estar ligada a él. Pero no era el momento de pensar en eso, no cuando sus padres cada vez estaban más blancos. Extinguió una de las bolas de fuego de sus manos para agarrar a Baekhyun y ponerlo a su espalda, mientras lanzaba la otra contra la cara del hechicero. Éste consiguió evitar la mayoría de las llamas y no soltó a sus padres, por lo que sonrió con suficiencia al alto.
- Ya me sé tus trucos, niño, y no sirven -se carcajeó-. Esta vez, no los soltaré.
Siguió lanzando una bola de fuego tras otra, pero el hechicero las esquivaba todas, con la mala suerte de que había carbonizado algunos tapices que colgaban de las paredes de piedra y el olor a quemado de la tela vieja y algo polvorienta le estaba quemando en la nariz.
- Chanyeol, puedo ayudar -Baekhyun lo agarró del brazo para infundirle las fuerzas que comenzaban a fallarle al ver a sus padres quedarse cada vez más lívidos, con los labios morados, y perder la consciencia-. Pídeme que te ayude, y mi magia lo hará.
Chanyeol lo miró a los ojos con miedo de perderlo, pero el rubio lo besó suavemente y él asintió.
- Ayúdame a salvar a mis padres -susurró.
Baekhyun asintió y se movió hacia su izquierda, hacia los ventanales.
- ¡Sigue atacándolo! -le dijo-. Su punto débil es la runa grande en su garganta.
- ¡Idiota, os estoy escuchando! -se rió el hombre.
Pero el príncipe hizo caso omiso y comenzó a lanzar pequeñas pero rápidas llamas con una precisión milimétrica a ese punto. El hechicero aflojó el agarre sobre sus padres para poder defenderse de aquellos ataques certeros, y él vio sus pechos volver a subir y bajar, muestra de que estaban recibiendo aire, por lo que siguió atacando, envalentonado con todo aquello.
- ¡Suéltalos! -le ordenó mientras seguía lanzando sus llamas desde distintos ángulos, moviéndose de un lado a otro.
- ¡No hasta que ambos seáis mis prisioneros!
Con todo el tumulto, el hechicero no le estaba prestando atención a Baekhyun y a lo que estaba haciendo. Su magia no estaba hecha para atacar, pero sí para la vida, para el crecimiento. Se había acercado a la ventana y había hecho crecer la hiedra que crecía por la fachada del castillo, provocando el crecimiento peculiar de sus ramas, que entraron como reptando por las paredes y el suelo del castillo, creando una red alrededor del hechicero de la que no era consciente.
Chanyeol, al estar frente a él, sí lo vio, y fue consciente de que el rubio esperaba su señal para lanzar la enredadera contra el hechicero y atarlo en el sitio. Lo miró, fijando sus ojos en los oscuros y decididos del menor, y asintió.
El hechicero vio ese movimiento, pero no fue lo suficientemente rápido. Los tallos se lanzaron contra él, enredándose alrededor de su cuerpo conforme crecían y se hacían más fuertes, las hojas brotando de ellos sin cesar, hasta que estuvo completamente amordazado. Los reyes cayeron al suelo, y Baekhyun no perdió tiempo atravesando el pasillo a espaldas del hechicero y acercándose a los cuerpos inertes, comenzando a salvarlos, como Chanyeol le había dicho.
Sin embargo, el cuerpo de aquel hechicero estaba hecho de pura maldad, su magia era oscura y poderosa, y una enredadera, aunque hubiera crecido con la ayuda de un unicornio, no era rival para él. La planta se podría y se desintegraba reducida a polvo por partes, y Chanyeol no dudaba de que pronto, no quedaría nada de ella.
Por eso, alzó los brazos y los bajó como si tuviera un arco en las manos. Solo que sí lo tenía, tenía un arco creado completamente por sus llamas, y una flecha ardiente preparada en éste.
Chanyeol hacía muchísimos años que no practicaba tiro con arco. Desde que lo habían encerrado no había vuelto a tocar un arco, sin embargo,recordó las palabras de su maestra de arco, y de lo mucho que ella había alabado su buen ojo. "Tienes que respirar hondo, Chanyeol," le decía la mujer. "Esos dos segundos de concentración pueden ser la diferencia entre que aciertes en un blanco o no."
Chanyeol cerró los ojos e inspiró. Espiró y los abrió, tensando la cuerda de fuego entre sus dedos, y apuntando al punto débil del hechicero. Veía cómo trozo de la enredadera caían para convertirse en nada al chocar con el suelo, no tenía mucho tiempo.
Uno.
Las ramas chasqueaban al romperse, liberando al hombre.
Dos.
Un grito de júbilo surgió del pecho del hechicero, viéndose ya casi libre de las ataduras.
Y entonces, la flecha voló.
La saeta de fuego surcó el aire rápida, certera y mortal, clavándose en el punto exacto en el que debía hacerlo. La carcajada del hombre se cortó con un gorgorito nauseabundo. Sangre negra comenzó a manar de la herida, y también chorreaba por su boca, asfixiándolo, porque la flecha le había obstruido el flujo de aire. El hechicero trató de coger la flecha y arrancarla de su garganta, pero no podía tocarla, no podía agarrarla, porque las llamas se le escapaban de entre los dedos. Fijó su negra mirada en el príncipe, sus ojos llenos de ira mientras se le escapaba la vida, antes de caer hacia adelante. Impactó contra el suelo, o más bien, su ropa lo hizo, porque al igual que la planta que había destruido, su cuerpo se volatilizó en mero polvo al contacto con el suelo. Tan sólo la larga túnica quedaba como rastro de que todo aquello alguna vez, fue real.
- ¡Chanyeol!
La voz de Baekhyun lo trajo de vuelta de sus pensamientos, y corrió hacia él. Sus padres tenían color en las mejillas, su madre, de hecho, comenzaba a moverse.
- ¿Madre? -la llamó con precaución, ayudándola a incorporarse cuando ella hizo el amago.
- Chanyeol -los ojos de su madre buscaron los suyos y, por primera vez en mucho tiempo, no vio el miedo reflejado en éstos-. ¿Qué ha pasado?
- Es largo de explicar -le susurró con una sonrisa trémula, demasiado feliz de verla con vida-. Mejor cuando padre despierte.
- Chanyeol nos ha salvado la vida -dijo Baekhyun, llamando la atención de la reina-. Nos ha salvado con su poder.
- Es verdad -añadió una voz temblorosa que los hizo girarse para ver a su hermano, que parecía haber recobrado al fin la capacidad de movimiento-. Él se ha enfrentado a esa cosa, la ha vencido y nos ha salvado.
El rey se movió en ese momento y fueron a ayudarlo. Con ayuda de todos, consiguieron llevarlos hasta una de las habitaciones disponibles y sentar a ambos monarcas en un sofá, mientras le explicaba todo lo que había pasado.
Cómo comenzó a salir al bosque a practicar sus poderes, su encuentro con Baekhyun y cómo habían estado viviendo juntos en su habitación durante todos esos años. Omitió los detalles más íntimos, pero terminó su relato contándoles que quería hablar con ellos para poder vivir su vida con Baekhyun en libertad, cuando aquel hombre había aparecido, reclamándolo y poniéndolos a todos en peligro.
- Has sido muy valiente -lo alabó su hermano, impresionado-. No sólo por hoy, sino por todo.
Aquellas torpes palabras lo hicieron sonreír con suavidad, sabiendo que su hermano no se refería solo al valor de enfrentarse al hechicero, sino al valor de sobreponerse ante aquel encierro, al miedo que provocaba en los demás.
- Has sido muy imprudente -dijo su padre con severidad-, pero has demostrado que nuestros temores y nuestro comportamiento fueron infundados.
- Te mereces ser libre y vivir tu vida como quieras, Chanyeol -asintió su madre-. No hay nada de lo que podamos preocuparnos.
Chanyeol miró entonces a Baekhyun, quien le sonrió de esa manera especial que guardaba solo para él, y lo abrazó, feliz de saber que no tendrían que vivir más en secreto, ni escondiéndose. Podrían ser ellos mismos, y ser libres.
No sabía dónde, ni cómo iban a vivir, manteniéndose por sí mismos, pero mientras miraba a los ojos del chico que amaba, a Chanyeol todo eso no le importó.
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