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¿Qué piensas de mi cuerpo?

Onodera Ritsu estaba molesto, se notaba en su forma de andar y en el como resoplaba cada cierto tiempo como si fuera un caballo quejándose de que su jinete lo había golpeado demasiado. Y vaya que estaba enojado, pero como siempre, trataría de que sus emociones no afectaran sus acciones, por muy difícil que esto fuera.

El joven editor no solo estaba enojado, era un cúmulo de cosas que pasaban por su mente y como casi todo lo malo y bueno en su vida, la culpa la tenía su jefe. O sea, puede que el pelinegro no haya hecho nada más que asentir ante una pregunta pero ese mero gesto ya le daba suficiente para imaginarse el resto de la respuesta.

-¡A mí no me importa si a Takano-san le gustan las chicas que tienen buen cuerpo!-Pensó con clara irritación mientras introducía su dinero dentro de una máquina dispensadora cerca del departamento Esmeralda y sacaba un café. Abrió la lata y tragó su contenido de golpe.

La escena cruzaba por su mente una y otra vez.

El menor tenía el permiso para utilizar la sala de conferencias donde se encontraba su jefe luego de que la reunión se terminara. Aún así, no quería toparse con Takano—temiendo que hiciera alguna escena vergonzosa frente a los demás—, por lo que decidió esperar un rato para evitar que sus caminos se cruzaran.

Se apoyó en la pared que daba al pasillo donde se encontraba su objetivo y se escondió de la manera más disimulada posible. Escucho como la puerta de la habitación se abría y unos cuantos pasos hacían eco alrededor del lugar, los jefes habían terminado su reunión. Tal vez fue mala suerte, tal vez fue que Onodera era un chismoso y quería saber que pensaba el editor en jefe acerca de esos temas, pero el castaño no pudo evitar escuchar atentamente la conversación cuando entró a colación el tema de las citas programadas.

El menor tenía algo de experiencia en eso, como único hijo, su madre lo había obligado a ir a unas cuantas—aunque siempre le recriminaba que no encontraría a mejor chica que An—. Sin embargo, el tema de las citas desembocó en el tema de las mujeres y este a la vez, en el tema de su apariencia.

Fue una conversación corta, no habrán durado más de cinco minutos parados frente a la puerta de la sala de conferencias pero Onodera los sintió eternos. Y cuando uno de los jefes que no reconocía se dirigió hacia Takano para preguntarle cuál era su tipo de chica, bueno, su corazón se detuvo por un instante. El pelinegro negó cualquier cosa que pudiera ser malinterpretada y sacada de contexto, no obstante, cuando el jefe le preguntó sí le gustaban las mujeres con buenas curvas y tetas grandes...

Takano asintió lentamente.

Onodera sacudió su cabeza y botó la lata de café en la basura al lado de la máquina.-¡Eso no es de mi incumbencia! ¡No es de mi incumbencia si él es un maldito pervertido!-El castaño miró hacia el suelo, haciendo un berrinche y sintiendo sus mejillas calentarse de la rabia.

Podría parecer enojado, pero sus ojos tenían un tenue tinte de tristeza.

-¿Qué te pasa hoy?-Pregunto Takano, mirando con expresión extrañada al chico que venía sentado como a mil metros alejado de él en el tren a pesar de que este iba completamente vacío.

-Nada.-Onodera apretó con fuerza su bolso y volteó la mirada, evitando encararlo y pegándose aún más a la pared. No quería terminar delatándose a sí mismo.

-Has estado muy raro...-El pelinegro alzó una ceja, sin dejar de mirarlo fijamente.-Más de lo normal.-Como el castaño no lo estaba observando, Takano se permitió sonreír levemente al ver la clara molestia de su subordinado, el chico no era bueno para mentir. Demasiado puro para no ser un ángel... su ángel.

Pasaron varios minutos en esa posición, hasta que el mayor se cansó, se levantó y lo acorraló contra la pared del tren. No había mas nadie en el vagón así que no tendrían problemas con eso, era demasiado tarde como para que alguien más los viera.

-¡¿Qu-?!-Onodera frunció el ceño y lo volteó a ver rápidamente. Takano agarró sus muñecas con fuerza para evitar que se moviera.-¡Su-suélteme!-El menor se retorció.

-Pareces molesto.-Exclamó el jefe, acercando su rostro al de su subordinado, quien se empezó a avergonzar de su cercanía.-¿Y ahora qué pasó?-

-¡Na-nada, ya suélteme!-El menor comenzó a moverse con más fuerza, consiguiendo que su bolso terminara tirado en el suelo.

-Me viste, ¿verdad?-Dijo Takano, logrando que el castaño se detuviera.-Me viste hablando con los otros jefes sobre chicas, por eso estás molesto.-Para otros podría ser una estupidez, algo que solo un loco podría hacer, pero para él, Onodera nunca pasaría desapercibido, no importaba incluso si estaba escondido.

-¡Cla-claro que no!-El menor se sonrojó fuertemente al sentirse descubierto.-¡Usted no me interesa para nada!-Replico con voz firme pero temblorosa ante la fría mirada de su jefe.

-Estás celoso.-Takano sonrió al resaltar lo obvio, consiguiendo avergonzar aún más al editor quien había dejado de moverse.

-No me importa.-Onodera desvió la mirada y cubrió sus ojos con su cabello, no quería verlo ahora. No solo estaba celoso y molesto, también estaba triste.-Si quiere a una chica, vaya y hágalo con una chica, eso haría las cosas más fáciles para mí.-Susurro lentamente, al tiempo que deslizaba sus manos por entre el fuerte agarre que su jefe había estado disminuyendo.-Yo no quiero que me toque un pervertido...-Dijo con apenas algo de dignidad.

-Un pervertido, ¿eh?-Takano se sentó al lado del menor, sin dejar de mirarlo con clara molestia al escuchar tremendas acusaciones. El mayor respiro profundo para calmarse y espero hasta que el tren paro en su estación.

Ambos editores se bajaron y Onodera hubiera comenzado a correr a toda velocidad para alejarse de su jefe pero este tenía otros planes para esa noche. Takano agarró al menor de la mano y lo jaló para obligarlo a ir con él.

-¡Su-suélteme!-Onodera sacudió su brazo con fuerza, tratando de lograr que el fuerte agarre del pelinegro lo soltara para conseguir su libertad.

-¿Acaso aún no entiendes tu situación, Onodera?-Explicó Takano, sujetándolo con aún más fuerza.-Un pervertido te está secuestrando.-

Los colores se le subieron a la cara al castaño, haciendo que el pelinegro consiguiera calmar sus réplicas y se dejara llevar hasta su apartamento con tranquilidad fingida.

Una tranquilidad antes de la tormenta.

-¿Es en serio?-Onodera se cruzó de brazos, sentado en el sofá de la sala del apartamento de su jefe.

-Muy en serio.-Takano cerró la puerta de su casa con llave, escondiendo la llave en un cajón con un candado que tenía contraseña. El castaño estaba secuestrado.-Así que...-El pelinegro se sentó enfrente del menor.-Empiezas a hablar o alargarás tu estancia en mi casa.-

-No tengo nada que decir.-Replicó, frunciendo aún más el ceño y evitando mirarlo fijamente.

-Ya sé que es lo que estás pensando, Ritsu.-El menor se estremeció levemente al escuchar el tono con el que lo había llamado por su nombre.-Pero quiero que tú me lo digas, esto es comunicación, algo muy importante entre las parejas.-

-¡No somos pareja!-Onodera se sonrojó fuertemente.-¡Usted no es nada más que un jefe pervertido que me acosa sexualmente solo porque no consigue una chica tetona y con buen cuerpo que se acueste con usted!-Grito todo rápidamente.

-Te voy a aclarar una cosa, Ritsu.-Los ojos de Takano estaban cubiertos por su cabello y el tono de voz había pasado de una suave y tranquilo a uno mucho más grave, estaba enojado. El mayor se levantó, cruzó sus brazos sobre su pecho y lo miró desde arriba con desdén.-Yo no me acuesto contigo porque tu cuerpo me parezca particularmente atractivo.-Sus ojos avellana brillaban con intensidad ante la sorpresa de su subordinado.

-¿Entonces...?-Susurro Onodera, mirando hacia el suelo, incapaz de seguir siendo hipnotizado por el fulgor de su mirada.

-Bájame el pantalón.-Ordenó con voz potente e intensa.

-¡¿Qué?!-El menor alzó la mirada para verlo con una expresión completamente avergonzaba, sus mejillas rojas, sus labios abiertos en una mueca y sus ojos brillando ante la expectativa.-¡N-no lo haré!-Onodera callo al sentir como el editor en jefe se inclinaba sobre él y cubría sus mejillas con sus manos.

-Ritsu...-El menor lo miraba directamente a los ojos.-Tu cuerpo me parece atractivo, sexy y excitante, nunca dudes de eso.-Dijo con toda seguridad.

-Pero acaba de decir...-Replicó el editor, nervioso.

-Sé lo que dije.-Takano cerró los ojos para pensar con cuidado su siguientes palabras.-Pero no es por tu cuerpo, Ritsu.-El mayor acarició las mejillas del pequeño con sus pulgares, haciendo círculos. Sonreía inconscientemente y Onodera se avergonzó al verlo tan contento.-Es porque te amo.-

-¿Qu-qué tiene que ver eso?-El castaño miraba a todas partes alrededor, tratando de no mirarlo directamente, estaba avergonzado por su actitud tan infantil.

-Pues...-Takano lo tomó de la mano y lo levantó del sofá para luego sentarse y poner al castaño encima de sus piernas, con las rodillas del menor a los lados de su cintura y sus rostros frente a frente. Onodera fue sospechosamente pasivo en dejarse acomodar.-Es que yo sé que eres hermoso, pero yo no te veo simplemente como eso.-Ritsu apoyo sus manos en el pecho del pelinegro.

-¿Entonces... cómo me ve?-Las rodillas del menor se cansaron y lo obligaron a sentarse de lleno en las piernas de su jefe.

-Como lo más hermoso del mundo.-Takano alzó la mano para tocar la mejilla del castaño y sus dedos fueron bajando, dando caricias desde el cuello hasta arriba.

-N-no diga tonterías, Takano-san.-Replicó Onodera, con los pómulos rojos como una manzana madura.-No tengo senos, no tengo cintura... no soy bonito.-El castaño acercó su mano hasta su pecho, tocándose la inevitable falta de volumen.

-Puede ser que tú lo veas así pero yo no.-Masamune rodeó la cintura de Onodera con sus brazos y lo obligó a acercarse más a él.-Yo te amo y por eso me gusta tu cuerpo.-El mayor comenzó a pasar su mano por toda la espalda del castaño.

-¡Eh!-El castaño se sorprendió al sentir la mano del editor en jefe entrar por su camisa.

-Me gusta tu pecho plano, tus pezones siempre están suplicándome que les preste algo de atención.-Takano alzó la camisa de su subordinado y aprovechó para llevarse uno de los botones rodados a la boca para comenzar a chuparlo. Onodera se crispó al sentir el frío de su lengua.-Ah...-Se separó un poco.-También me gusta tu cintura cuadrada, se acopla perfecto a mis manos cuando la rodeó, no tan pequeña, no tan grande.-El mayor apretó su cintura con sus dedos, consiguiendo que una corriente eléctrica pasara por todo el sistema nervioso del menor y lo hiciera soltar un ligero sonidito de satisfacción pura.

-Hah...-Onodera estaba avergonzado, y eso era poco decir, todas las palabras de su jefe calaban hondo en su corazón y estás no serían la excepción.

-Otra cosa que me gusta son tus piernas.-Takano paseo sus manos por todo el muslo del editor.-Me rodeas con fuerza cuando quieres correrte rápidamente.-Acercó sus labios a su cuello para comenzar a frotar su nariz contra él.-Ah, tu cuello me encanta...-Lamió y mordió toda la piel a su alcanza, consiguiendo que Onodera apretara aún más sus manitos alrededor de su pecho.-Y sé que te gusta que lo chupe antes de correrme dentro.-

-N-no, a mí no...-Trató de replicar con nerviosismo, nunca admitiría abiertamente una cosa tan penosa como esa.

-Tú puedes engañarte lo que quieras pero tu cuerpo es más sincero así que lo escucharé a él.-El mayor roto las posiciones en las que estaban y acomodó al menor debajo de su cuerpo, boca abajo contra el sofá.-Oh, casi se me olvida.-Takano comenzó a bajar los pantalones del editor, ante la vergüenza y expectativa de este qué lo miraba de reojo, apoyando sus antebrazos en el mueble.-Tu trasero.-Escuche el leve quejido de sorpresa del menor al decir eso, Takano sonrió ante eso y se puso justo encima de su espalda baja, acomodando sus manos en sus nalgas.

-Takano-san... n-no.-Onodera no quería que mencionara algo de esa parte en específico, pero sus piernas le temblaban y la poca fuerza que le quedaba estaba siendo utilizada para no caerse de cara contra el sofá.

-Oh sí, claro que sí.-El mayor metió sus dedos por entre el espacio que había entre las nalgas del castaño, consiguiendo un tierno espasmo de parte suya.-Hah...-Suspiró al encontrar por fin lo que estaba buscando, su entrada, su ano, esa parte del cuerpo humano que no debería estar siendo usada para propósitos tan infames pero que ahí estaba él, teniendo a su pené soltando líquido nada más de verlo, de ver el culo del chico que le gustaba.-Me encanta como se contrae y se abre, como pidiendo que me apure.-

-N-no, no.-Onodera fue capaz de usar uno de sus brazos para tratar de taparse esa parte tan vergonzosa de su cuerpo que deseaba fervientemente algo que no debía entrar por ahí. Takano agarró su mano y la apretó en su espalda, dejando completamente desarmado al menor.

-¿Y qué? ¿Acaso yo no te gusto porque soy un hombre?-Ante su pregunta cuya respuesta tenía bien clara, Takano sonrió y el menor se sonrojó fuertemente al verlo tan confiado.-Lo voy a poner.-El pelinegro no podía esperar más y estaba seguro de que su subordinado tampoco al ver como este se limitaba a quedarse completamente quieto, esperando a que lo hiciera.

Se desabrocho por fin el pantalón, bajándolo junto a su ropa interior hasta el nivel de las rodillas y tomó su miembro entre sus manos para comenzar a meterlo por la entrada del otro editor. Onodera echo para atrás la cintura, queriendo que terminara de torturarlo de una vez por todas. Takano se metió de una sola estocada dentro del pequeño, consiguiendo un fuerte gemido de sorpresa de parte del pasivo. Ritsu apretó el sofá con sus manos y tapó sus gemidos pegándose contra el.

El pelinegro lo volteó para poder penetrarlo de frente, aún dejando al menor debajo, y tomó el pené de su amante entre sus manos para comenzar a masturbarlo con lentitud. Subía y bajaba la intensidad dependiendo de sus estocadas, volviendo loco al castaño nada mas de sentirlo. Takano se inclinó sobre él para besar y chupar sus labios, consiguiendo un poco de lucidez por parte del menor.

-A mí también me gusta tu cuerpo.-Pensó Onodera, teniendo la lengua de su jefe entrelazada con la suya.-Me gusta tu cabello negro, es suavecito.-Alargó sus manos hasta poder tocar el pelo del hombre arriba suyo, haciendo rulos con sus manos mientras se besaban.

-Lindo...-Pensó Takano al sentir las manos del castaño en su cabello, sin querer separarse ni un centímetro de la lasciva boca de su amante.

-Me gustan tus labios, siempre me obligas a abrirlos para besarnos bien y eso me encanta.-Takano lo agarro de la cintura y él le rodeó la suya con sus piernas.-Me gusta que sepas lo que me gusta, sabes como hacerme venir rápidamente.-El menor se sonrojó al ver la cara de excitación del pelinegro.-Me gustan tus ojos...-Rodeó el cuello de Masamune con sus brazos y se alzó para poder besarlo de nuevo, al tiempo que sentía que aumentaba la fuerza que estaban ejerciendo contra su pelvis.-Me gusta su color, me gusta lo lindos que son y... que siempre me están mirando a mí.-Onodera cerró los ojos para besarse con el mayor, sintiendo como su orgasmo lo obligaba a reprimir un gemido en la boca de su jefe y como este dejaba salir todo su caliente semen en su interior.-Me gustas... te amo.-

Al parecer, su jefe sí era un pervertido...

Pero uno que le gustaba mucho.

Escribí esto en la lucidez del día... que vergüenza. Aunque, personalmente, es de mis headcanons favoritos.

Tenía ganas de dividirlo en dos capítulos pero pensé que eso sería muy mierda de mi parte así que aquí está.

Cambio y fuera mis amigos. Aquí Todoroki19.

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