Uno
Él creía que yo era hermoso.
Por eso siempre me sacaba fotos.
—Vamos, Louis, sonríe —diría—. Amo tu sonrisa. Te amo.
Entonces, levantaría su cámara y el flash me dejaría momentáneamente ciego.
Mientras que yo intentaría quedarme en mi lugar, mantener el equilibrio, él se apresuraría para estar a mi lado y mantenerme firme. La sensación de sus brazos alrededor de mi cintura es indescriptible; el olor de su piel, perfectamente irreal. Me inclinaría hacia atrás y me pegaría a él, convirtiéndonos en inseparables.
Estábamos hechos el uno para el otro.
De alguna manera, el destino había entretejido nuestros caminos.
Y yo era feliz por eso.
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