Cuatro
Él creía que yo era hermoso.
Por eso me acariciaba.
—Eres muy suave, Lou —había dicho un día.
Harry se encontraba con sus manos puestas sobre mi cuerpo, acariciando cada rincón, sin despegar sus ojos de los míos.
Yo le sonreía tímidamente, estábamos en el punto culminante donde entre nosotros ya no había secretos. No había nada más que no fuera amor y palabras cariñosas.
Ese día, a la luz de la luna bajo un árbol lejos de todo, Harry me hizo el amor con tanta delicadeza que temí que todo fuera un mal sueño del que pronto me despertaría.
Pero no fue así.
Él estaba justo a mi lado, siempre que lo necesitaba.
—Te amo demasiado, Harry.
—Yo te amo mucho más, pequeño.
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