Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Viruela-1790

-Carlota -me llama mi jefe-, ¿Puedes venir a mi despacho?

-Supongo -respondo mientras me seco las manos.

Cierro la puerta detrás de mí y me siento en la silla que está frente su mesa.

-Verás, los del comité de enfermedades quieren hablar contigo para que les expliques tus conclusiones con respecto a los recientemente fallecidos por ébola.

-¿Mis conclusiones o la incompetitividad de los miembros que trabajan aquí?

-Sabes perfectamente lo que tienes que decir -borra la sonrisa de su rostro-. Eso es todo.

Salgo sin siquiera despedirme y maldigo mi mala suerte. Lo último que necesitaba era tener a mi jefe en mi contra.

-Carlota -dice una enfermera por el pasillo-, te buscan.

-¿Quién? -respondo de malas formas mientras cruzó los brazos sobre mi pecho.

-Un señor que dice ser tu padre.

-Dile que se largue. Perdona -añado al ver su cara-, no tengo por qué pagar mi enfado contigo. Independientemente, ¿podrías indicarme amablemente que estoy trabajando y que lo último que quiero es verlo?

-Por supuesto. Por cierto, tienes un paciente en el Box-4.

-Gracias.

***

Cuando regreso a mi casa de la reunión con el comité me encierro en mi cuarto y pulso el 'play' del contestador automático.

-Cariño -oigo la voz de mi madre-, creo que tenemos una conversación pendiente. Mañana te voy a estar esperando a la salida de...

Borro el mensaje antes de darle opción a continuar.

***

A la mañana siguiente despierto con una extraña opresión en el pecho.  Mi primer pensamiento va dirigido a mi madre.  Pienso en dónde puede esperarme y por un instante me lamento por haber borrado su mensaje.  Mientras pienso en eso me visto y tomo un café.  Minutos después salgo de mi casa y entro en el ascensor.  Espero pacientemente a que se detenga y cierro los ojos esperando la transformación.

-¿En serio? -digo mientras observo cómo un vestido recargado aparece en mi cuerpo.

Las puertas del ascensor se abren y no me lo pienso antes de saltar a través del agujero.

***

Aparezco en el salón de una casa en apariencia rica.  La silla en la que me encuentro sentada está tapizada de forma meticulosa y todos los cuadros que decoran las paredes son grandes obras de arte.

La puerta se abre y deja pasar a una atractiva mujer por ella.  Va vestida de forma similar a la mía, solo que presenta marcas en la cara.  Cuando se da cuenta de mi presencia se echa a llorar entre mis brazos.

-Vete, vete, aún estás a tiempo -solloza.

Intento decir algo pero no puedo.  Le acaricio la espalda con delicadeza y la aparto un poco de mí.

-¿Qué sucede?

-La enfermedad -explica-.  Está acabando con todos nosotros.  No queda nadie en la calle, no hay médicos, no hay remedios.  Vete al campo, donde no haya llegado todavía la viruela.

Insiste tanto que al final me veo obligada a aceptar.  Esa misma noche la mujer se encarga de preparar mis maletas y ordena que un carro me lleve hasta las afueras de Londres.

***

En la granja a la que me han llevado paso la mayor parte del tiempo cuidando los animales.  Un día, mientras ordeño una vaca, se me acerca un hombre que rondará la treintena.

-¿Aburrida? -pregunta.

-¿Aburrido? -contesto.

Sonríe y se sienta a mi lado.

-Edward Jenner -se presenta-.  Encantado.  Soy virólogo y un hombre muy aburrido.

-Carlota -digo yo-.  Soy médica y una mujer muy desesperada por encontrar a alguien que no conteste en vacuno a cada cosa que digo.

-¿Nos hacemos compañía?

-Nos hacemos compañía.

Los días se hacen más llevaderos desde que conocí a Edward.  Pasamos mucho tiempo juntos compartiendo nuestros conocimientos y conclusiones.  Un día, mientras estamos paseando por el campo se nos acerca una granjera.

-¿Os podéis hacer cargo de los animales durante un tiempo? -pregunta.

-Supongo -contesto-, pero...  ¿por qué?

-Nosotras también hemos enfermado de viruela.  No podemos hacernos cargo de los animales.

-En ese caso, no os preocupéis, los cuidaremos.

***

Las semanas pasaban pero los síntomas de las mujeres no iban a más.  Símplemente se les formaron pústulas, ni siquiera tuvieron fiebre.

-¿Te has dado cuenta de que estas granjeras no han enfermado como el resto? -le digo una tarde a Edward.

-¿A qué te refieres?

-A que igual el virus de las vacas es distinto al de los humanos y, por tanto, tiene distintos efectos en nuestro cuerpo.

-Entonces...

-Eso quiere decir que un tratamiento eficaz podría ser introducir ese virus en los humanos para generar anticuerpos y de esa forma atacar a sus otras variantes.

-Sí -continúa él-, claro.  ¿Por qué no se me había ocurrido antes?

-¿Porque no estaba aquí contigo? -sonreímos ambos al unísono.

-Tenemos que ponernos a trabajar ahora mismo.  Coge una muestra de la sangre de la vaca y llévala al laboratorio.  Entre tanto yo me encargaré de preparar una disolución.

Asiento y salgo de la casa.  Me siento frente a una vaca y comienzo a extraerle sangre de la pierna.  Cuando tengo lleno un vial vuelvo a entrar, solo que esta vez me dirijo al sótano.  Dejo la muestra en una pequeña placa y observo a través del microscopio su composición.

-Ya tengo la disolución de agua y sales preparada -dice Edward girándose hacia mí-.  Dame una gota cada vez.

Asiento y le tiendo la probeta.  Al cabo de varias horas tenemos más de cien disoluciones.  Nos sentamos en el suelo, espalda contra espalda, y entrelazamos nuestras manos.

-¿Cómo vamos a llamar a este experimento?

-Ni idea -responde.

-Tendrá que ser algo relacionado con las vacas.  ¿Qué te parece "vacuna"?

-No está mal.  Mañana inocularemos la primera dosis.  Espero que todo salga bien.

-Ya verás como sí.

El sueño nos vence a ambos y acabamos dormidos en el duro suelo del laboratorio.  A la mañana siguiente encuentro que él ya está levantado.

-Nos tenemos que ir ya -dice-.  ¿Estás lista?

-Supongo.

Salimos juntos de su casa y llegamos hasta otra.  Entramos en ella y nos encontramos a un niño que rondará los ocho años sentado en la cocina.  Edward comienza a sacar la inyección de su bolsa y mientras yo destapo el brazo del niño.

-Tranquilo, será sólo un instante -le digo cuando introduzco la aguja en su brazo.  Comienzo a soltar el líquido y cuando acabo tapo la herida con un pequeño trapo.

-¿Cómo te sientes? -pregunta Edward colocándose detrás de mí.

-Bien -dice el niño.

Poco a poco me voy alejando de ellos por culpa de la luz que trata de absorberme.  Antes de desaparecer sonrío y le lanzo un beso a Edward.  Él responde de la misma forma y me deja marchar.

***

Salgo corriendo del ascensor al darme cuenta de que voy a llegar tarde al trabajo.  Mientras corro hacia mi plaza me pincho en un dedo sin querer.  Maldigo por lo bajo e introduzco el dedo entre mis labios.  Enciendo el coche y guardo la jeringuilla en la guantera.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro