Te prometo que siempre estaré ahí.
Daniel.
Abro los ojos de golpe y lo primero en lo que pienso es en ella. ¿Qué voy a hacer si ella no está conmigo nunca más?
Carlota.
Cuando despierto, el terror invade mis venas. ¿Y si Jafar no ha cumplido y definitivamente ha acabado con Daniel?
-Carlota -dice una voz temblorosa-. ¿Dónde estás?
-Aquí -contesto con un hilo de voz.
Veo una sombra sobre mí, unos dedos que tocan mi cuello, unas manos fuertes que me levantan y me ponen sobre una superficie blanda y una cara que nunca pensé me alegraría tanto ver.
Sonrío y él me devuelve la sonrisa. Fijo la vista en el cielo cuando me ponen una máscara de oxígeno, pero extiendo mi brazo para tomar su mano.
***
-Buenos días -digo mientras me pongo de lado-. ¿Qué tal la vida?
-No me puedo quejar. Despierto con la mujer a la que amo, eso sí, no como me gustaría, pero no se puede tener todo en la vida.
Daniel me sonríe y me guiña el ojo.
-¿Crees que hoy nos dejarán levantarnos?
-No creo -tuerzo el gesto.
En ese momento entra un médico a la sala y se sitúa frente a mi cama.
-Buenos días, ¿cómo está?
-Bien, gracias. ¿Cuándo cree que podré salir de aquí?
-No es seguro -contesta el médico cuyo nombre no sé-, han pasado muchas cosas.
-¿Muchas cosas?
-Sí. Verá, una bala alcanzó su vena cava superior, otra su pierna, pero apenas si queda cicatriz. Además, presenta una quemadura curiosa en la mano -y sí , por una quemadura me han vendado el brazo entero- que no entendemos. Y finalmente, se ha curado misteriosamente de la viruela que padecía.
-Supongo que han pasado demasiadas cosas, sí.
-¿Quiere algo?
-No, gracias.
-A mí sí que me gustaría un café -murmura Daniel.
-No es bueno que esté sin hacer nada -continúa ignorándolo-. ¿Quiere que le haga compañía?
-Vale -comienzo.
-No -me corta Daniel.
-Le he preguntado a la señorita -responde el médico con retintín. Me mira significativamente esperando una respuesta por mi parte.
-La verdad es que con Daniel estoy bien.
-No lo creo, él no está en condición de acompañar a una dama como usted. Tal vez cuando mejore, pero ahora seguro que no.
-Estoy perfectamente, pero gracias por preguntar.
-Daniel, no es de buena educación interrumpir a la gente.
-¿Alguien te ha pedido tu opinión? -pregunta.
-No, pero yo la doy. ¿Qué más te da que se quede un rato?
-Pues que a mí me está molestando -se cruza de brazos y vuelve a mirar al techo.
Me giro hacia él con una sonrisa al ver su expresión. El médico nos mira alternativamente y finalmente opta por salir de la sala.
-¿Estás celoso? -pregunto cuando se va.
-¿Yo? Qué va -se pone de lado, dándome la espalda.
-¿Seguro? Tu expresión decía todo lo contrario.
-Bueno, tal vez un poco, pero no entiendo por qué tienen que coquetear contigo.
-¿Conmigo? -comienzo a reírme-. Perdona que me ría, pero la verdad es que no me ha dado esa sensación.
-Pues ya te digo yo que lo hacía. ¿Tú has visto cómo se ha acercado para auscultarte?
-¿Estaba de espaldas?
-Carloti -sí, le ha dado por llamarme así-, estaba claro.
-Lo que tu digas. No me habré dado cuenta porque sólo tengo ojos para un hombre.
-¿Sí? ¿Y quién es?
-¿Tú qué crees?
Me levanto de la cama y voy hasta la suya lentamente. Me tumbo junto a él y dejo que me abrace.
***
Una semana después, nos dan el alta a los dos. Según el doctor pegajoso -apodo de Daniel-, estamos todavía débiles y tenemos que cuidarnos mucho, así que hemos decidido vivir juntos. Él vino a mi casa, y aquí nos hemos quedado.
Lo malo es que Jafar ha cumplido su trato al completo. Me ha devuelto a Daniel, pero también me hace hacer lo que él quiere. Poco a poco me he acostumbrado a sus comentarios, a sus decisiones absurdas, como pintar mi casa de verde, y he descubierto que cuando él duerme es cuando recupero mi lucidez. Y esos momentos son los que más aprovecho.
Paso más tiempo con Daniel. Él me nota rara, normal, tan pronto distante como cercana, pero no quier explicarle nada. Sé que se volvería loco al saber que Jafar está consiguiendo que lo odie. Porque sí, aprovecha sus "mensajitos" para ponerme en contra de él.
Estamos cenando, uno frente al otro, pero el ambiente no puede ser más frío. Intenta entablar conversaciones, pero Jafar bloquea mi mente para que no le pueda contestar.
-¿Vemos algo? -me pregunta cuando acabamos de recoger la mesa y nos sentamos en el sofá.
-Vale -sonrío y me acomodo a su lado.
Apoyo los pies sobre las piernas de Daniel y dejo que me los acaricie lentamente. Fijo mi mirada en la pared y pienso en todo lo que me está pasando. Al cabo de unos cuantos minutos noto que mi mente se relaja, que él ya no me controla y que soy libre de pensar.
Jafar está en mi mente, cierto, pero no en mi cuerpo, lo que quiere decir que si mi cuerpo desaparece, él no tendrá ningún medio material para seguir en ese mundo, ¿verdad? La pregunta es cómo acabar conmigo misma.
-¿En qué piensas?
-En nada -respondo evitando la pregunta-. ¿Damos una vuelta?
-¿Ahora? ¿No crees que es un poco tarde?
Claro que es tarde, pero ahora soy yo y quiero disfrutar contigo, ¿sabes?
-Tienes razón -contesto-. Voy a dormir. Buenas noches.
-Ahora iré yo. Buenas noches a ti también, Carloti.
***
Unas horas después despierto con una capa de sudor sobre mi cuerpo. Y sé que es el momento. Me levanto y me dirijo a la cocina sin dudar. Abro el cajón y tomo un cuchillo entre mis manos. Miro el filo reflejar la luna. Lo tomo del mango y salgo de casa silenciosamente. Subo las escaleras hasta el piso superior.
Miro los edificios y respiro el aire frío de la noche. Pienso en todo lo que voy a dejar, a mi familia, a Daniel... Me doy la vuelta y me pongo en el centro de la azotea. De pronto se abre la puerta haciendo que me gire bruscamente.
-¿Qué haces aquí? Te vas a poner mala -lo veo acercarse y maldigo mi suerte. Todo sería mucho más fácil si él no estuviera aquí.
Baja la mirada y ve el cuchillo en mi mano.
-¿Qué significa esto? -traga saliva con fuerza y se acerca a mí.
-Respeta mi decisión, por favor, no puedo seguir así. No soy yo, ¿vale? No puedo más, estoy harta. Es la única solución que he encontrado.
-Carlota, no lo hagas. Por favor -me pide. Se pone de rodillas y me abraza las piernas-. No me hagas esto.
-No veo otra solución. Escúchame -tomo su rostro entre mis manos-, no pasa nada, ¿vale? Estoy bien, mejor que nunca. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida, nunca pensé que diría esto, pero me alegro de haber trabajado contigo -una lágrima se escurre por mi mejilla-. Prométeme que vas a rehacer tu vida, que vas a encontrar a otra mujer y que le vas a dar una oportunidad. No te cierres al amor, no dejes que mi decisión acabe con tu vida también. Te mereces tener a tu lado a alguien que te corresponda, a alguien que te sepa amar. Prométemelo.
-No puedo -susurra él mientras apoya su barbilla sobre mi cabeza-. No me pidas que te lo prometa.
-Por favor -lo interrumpo-, dime que lo harás. No puedo vivir así, no sabiendo que algún día puedo sentir un impulso de matarte. No puedo estar contigo sabiendo que no soy yo.
-Sí que eres tú.
-No. No lo soy. Sólo a ratos. ¿De qué me sirve ser consciente unas horas? El resto del tiempo es él quien está contigo, yo no te miro, yo no soy quien te acaricia la espalda por las noches, y quiero serlo. Echo de menos sentirte, saber qué se siente a tu lado, pero no puedo hacer nada, nunca volverá a ser igual, y yo necesito que volvamos a ser lo de antes, una pareja normal. Y aunque digas lo contrario, sé que sabes que no soy yo.
-Pero yo te quiero igual.
-Ese es el problema. Que yo no. Y quiero despedirme de ti amándote, no odiándote. Por favor, no te estanques, sal adelante, sonríe todas las mañanas y busca la razón de tu vida, prométemelo.
-¿Te he dicho alguna vez que eres una cabezota?
Levanto la cabeza y nuestras risas se mezclan con nuestras lágrimas.
-Te prometo que siempre estaré ahí, que nunca te voy a olvidar, pero que lo intentaré. Intentaré seguir adelante.
-Gracias -susurro.
Acerco el cuchillo a mi pecho y lo miro por última vez antes de introducirlo en mi piel.
Noto una explosión en mi interior, una liberación. Veo mi alma romperse en pedazos, salir de mi cuerpo, abandonar esta vida. Expiro y suelto la mano de Daniel.
Narrador externo.
La explosión se ve desde la calle. Varias personas levantan la mirada, pero no ven nada, así que siguen caminando como si nada. El hombre se agacha al lado de la mujer, le acaricia la cabeza con cariño, deposita un beso en su frente y la abraza con fuerza. Grita enfadado, maldice a Jafar, golpea el suelo hasta que se hace sangre en las manos y llora. Llora hasta que ve una sombra acercarse a él. Un objeto cae del cielo, a su lado. Él ve el collar, lo toma entre sus manos y lo aprieta con fuerza.
Dos almas salen de un mismo cuerpo, pero cada una sigue una trayectoria diferente. Una amarilla flota sobre la pareja y empieza a hacerse transparente. Una roja sale disparada hacia el cielo.
-No me fastidies -murmura el príncipe al verse en el espacio-. Carlota, ¡me las pagarás!
Se pierde en el espacio, la verdad cae sobre él, le demuestra que ella nunca fue suya, y se lo hace pagar muy caro. Aterriza sobre un anillo. Identifica el planeta como Saturno y maldice su suerte al notar que no le queda otra opción que correr sobre él.
Y para toda la eternidad.
N.A.
Este capítulo se lo dedico a Yownne, gracias por todo tu apoyo.
¿Qué les parece? Lo admito, he llorado escribiendo la despedida, y siento de veras haber tenido que hacer esto, no me odien.
Esta novela corta se acerca al final. Va a haber un epílogo sí. Para leerlo, sigan adelante. Y NO SE OLVIDEN DE VOTAR Y COMENTAR.
La pregunta es... ¿quieren segunda parte?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro