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¿Sabes una cosa? Creo que te quiero.

-Carlota, Carlota -me llaman en la distancia.

-No...  Déjame -me revuelvo en la cama intentando escapar de la presión, de Jafar.

Siguen agarrándome de los brazos cuando abro los ojos.  Me incorporo de golpe, sudorosa, y miro a mi alrededor.

-Daniel -susurro-, no me dejes.

Él dice que nunca lo hará y me abraza con fuerza.  Noche tras noche se repite lo mismo:  Jafar me tortura la mente, me habla, me hace hacer cosas que no quiero y Daniel siempre está ahí para mí.

***

Unas horas después me despierto con el brazo de Daniel sobre mi cintura.  Lo retiro con cuidado y me incorporo lentamente.

-¿Qué te parece si hacemos algo juntos?

-¿Estás despierto? -pregunto-.  Creía que dormías.

-No, estaba pensando.

-¿En qué?

-En nosotros.  ¿Crees que resultará?

-No lo sé -y de pronto soy consciente de lo complicado que va a ser que esto salga bien-, pero te prometo que voy a ponerlo todo de mi parte para que vaya bien.  ¿Sabes una cosa?  Creo que te quiero.

Me mira fijamente y me abraza por la cintura.

-¿Qué me dices de darnos un baño?

-¿En la ducha? -frunzo el ceño.

-No.  Eso es demasiado cutre.  Tengo una idea mejor -deposita un beso en mis labios y se levanta rápidamente.  No dudo en seguirlo.


Sorprendentemente, me lleva hasta un lago.

-¿Un lago?  ¿En serio?

-¿Algún problema? -aparca el coche y me mira.

-Ninguno.  ¿Vamos?

Salimos del coche y me quito las zapatillas.  Él hace lo mismo y las mete en el maletero.

-Eres consciente de que hay barro y de que vamos a acabar con los pies de aquella forma, ¿verdad?

-Te aseguro que eso no me importa.

-¿No?  ¿Y qué es lo que te importa?

-Estar contigo.

Me toma entre sus brazos, entierro mi cabeza en su cuello y abrazo con fuerza su espalda.  Noto el agua fría adentrarse en mis pantalones.  Se está tan agusto con él a mi lado, que no me importa nada más.

-Está fría -murmuro.

-Lo sé.

Me mira fijamente y me besa.

-¿Mejor?

-No.  Pero ahora sí -vuelvo a juntar nuestras bocas y rodeo su torso con mis piernas.  Con mis manos revuelvo su pelo y me pego más a su cuerpo.

De pronto algo frío se pone en contacto con mi cuello, justo cuando él empieza a adentrar su mano en mi camiseta.

-¿Qué es eso?

-¿El qué? -pregunta él mientras se separa de mí.

Comienzo a mover los brazos para mantenerme a flote y señalo la cadena que cuelga de su cuello.

-¿Esto?  Es un colgante familiar.  Ha ido pasando de generación en generación, de los padres de mis padres hasta mí.

-Mierda -murmuro.

-¿Qué pasa?

-Que creo que ya sé qué es lo que quiere Jafar.

***

Una hora después, fuera del lago, sigo dándole vueltas a todo.  ¿Debo darle el colgante a Jafar?  ¿O debería dejar las cosas como están y disfrutar de estos días con Daniel?  Aunque él no diga nada, sé que será un golpe muy duro para él perder el collar, pero no sé si está dispuesto a dar su vida por él, y, la verdad, no sé cómo planteárselo.

Me giro para mirarlo.  Está sobre su espalda, mirando al cielo.  Estiro una mano hacia él para acariciarle el rostro, pero me quedo a medio camino.

-¿Carlota? -pregunta al darse cuenta de que lo observo-.  ¿Qué pasa?

-Mi... estoy...

Se incorpora y me toma la mano entre las suyas.  La inspecciona con cuidado y me mira, intentando transmitirme calma.

Mi mano es traslúcida.

***

-Carlota, ¿qué quieres de cenar?

Daniel se da la vuelta y me mira mientras se limpia las manos en el delantal.

-Carlota, te he hecho una pregunta.

Me mira y se acerca.

-¿Otra vez él? -asiento-.  ¿No te está dejando hablar? -ladeo la cabeza dándole a entender que así es.

De pronto siento un impulso irrefrenable que me hace extender mi mano hacia él.  Cierro mis dedos transparentes alrededor de su colgante y tiro con fuerza de él.  Daniel grita por la fuerza con la que se rompe la cadena contra su cuello y se aleja rápidamente.

-Gracias -digo con la voz de Jafar.

Caigo al suelo de rodillas y comienzo a sollozar.  El colgante se fija en mi piel, se queda en mi mano incrustado, como si lo hubiera pegado a ella.  Tiro con todas mis fuerzas, pero lo único que consigo es que un dolor agudo me cruce el brazo.  Siento unos brazos fuertes rodeándome por detrás y después, negro.

***

-Daniel, me está llamando.  Quiere verme -nos incorporamos los dos de la cama y nos abrazamos.

-Voy contigo -contesta.

Se levanta, se pone los vaqueros y me espera en la puerta.  Salimos juntos y lo guío hasta una especie de cueva.  Algo ha tirado de mí, dicéndome qué camino tenía que seguir.  Entramos de la mano y puedo ver el terror en la mirada de Daniel.  Él pone un brazo sobre mis hombros de forma reconfortante, pero aún así los nervios no desaparecen de mi estómago.

-Me alegro de que hayas sabido llegar -dice una voz.  El eco nos envuelve y no nos deja saber de dónde viene.  Giramos sobre nuestros pies y nos encontramos de frente con él.

-Jafar, deja de subestimarnos, por favor -susurro.

-Perdona que lo haga, pero la verdad es que me lo pones difícil.  Pensante que podías escapar de mí, pero siempre he estado vigilándote -se ha acercado peligrosamente a mí, tanto que noto su aliento en mi frente.

-Aléjate -murmuro.

-No -contesta mientras me hace perderme en sus ojos.

-Te ha dicho que te separes de ella -Daniel me abraza de forma sobreprotectora y me lleva hacia atrás-.  Acaba con esto cuanto antes.  Por favor -añade.

-Está bien, está bien -al fin se aleja con las manos levantadas, en señal de paz-.  Dame tus manos.

Las estiro con desconfianza y él las toma.

-Ah, y por cierto, ¿qué estás haciendo tú aquí? -chasquea los dedos y Daniel cae al suelo.  Ahogo un grito y encaro a Jafar.

-¿Qué le has hecho?

-Símplemente dormirlo.

-Despiértalo -exijo.

-Tal vez luego, tenemos mucho de lo que hablar.

Pone su mano sobre la mía y murmura unas palabras que no comprendo.  Inmediatamente después un calambre recorre mi brazo.  Cuando bajo la mirada el colgante ya no está en mi mano.  En cambio, hay una gran quemadura.  Levanto los ojos de nuevo y los fijo en los de Jafar.

-¿Puedo irme ya?

-No tan rápido, ternura mía -hay que ver cuánto odio ese maldito apodo-, hagamos un trato.

-No quiero tener ningún trato contigo.

-¿Y si el trato incluyera a...  Daniel?

Si las miradas matasen, en este momento, Jafar se habría desintegrado.

-Si quieres que él viva, cosa que va a ser difícil, tendrás que hacer algunas cositas por mí.  Verás, digamos que yo estoy encerrado en esta dimensión, pero tengo algunos negocios, por así decirlo, en el mundo real.  Y necesito a alguien que los cierre por mí.

-¿Qué tiene eso que ver conmigo?

-Estoy dentro de tu cabeza, no será difícil que hagas lo que yo quiera.

-¿Y si no acepto?

-Entonces volverías tú al mundo real, pero dejarías aquí a Daniel.

Tomo aire profundamente y miro su cuerpo.  Tirado en el suelo, con sangre en la cara, dormido, no puedo evitar pensar en lo que lo quiero.  Y no, no puedo dejarlo aquí.


N.A.

¿Qué les parece?  ¿Lograrán salir adelante?

Hay doble actualización para celebrar el comienzo de las vacaciones🥳 lean la siguiente parte, pero no olviden votar.  Gracias.

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