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Capítulo 79; Tu amor es un pecado.

Samuel había llegado a casa, después de ir rápidamente a la oficina y encargarse de firmar algunos documentos, necesitaba estar con Ámbar, también con Melina mientras obtenían alguna información sobre su pequeña hermana. Se sorprendió cuando encontró la casa vacía, ¿A dónde habían ido?

—¡ÁMBAR... MELINA!— gritó— ¡YA LLEGUÉ!— pero no obtuvo respuesta. Instintivamente se preocupó, ¿sería posible que hubiese venido la policia?

Su celular timbró anunciando que tenía un mensaje, al abrir se encontró con unos mesajes de Ámbar, una ubicación y tras leer el extraño texto abrió el video... sus ojos se llenaron de lágrimas ante lo que estaba viendo. Su madre... su madre había enloquecido, ella tenía a la niña, ella tenía a Melina y ahora también tenía a Ámbar, ó no la tenía pero Ámbar intentaría ayudarlas.

Rápidamente llamó al detective a cargo del caso, le reenvió los mensajes y el video que había recibido de Ámbar, entonces el detective le dijo que iba de camio a la dirección.

—Yo también voy saliendo para allá.

—Señor Thompson, es peligroso.

—Se trata de mi madre, mi prometida, mi hermana y la mujer que amaba mi padre— dijo rápidamente llegando al estacionamiento para entrar a su auto— por supuesto que no me quedaré en casa esperándo mientras los nervios acababan conmigo, yo también voy, nos vemos allá.

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Tras unos minutos y a punta de pistola Ana había logrado también atar a Ámbar, pero ella más astuta y enfocada que Melina, separó un poco sus pies al ser atados de manera que no estaba tan inmovilizada, cuando Ana ató sus manos, las colocó también de una forma que sus manos no estaban tan apretadas como las de Melina.

—Esto no está bien, Ana— le dijo Ámbar mirándola a los ojos— tú sabes que no está bien.

—Solo cumplo la voluntad de dios— le respondió ella, tomándo una silla y colocándola frente a ellas— no es fácil ser una elegida, pero dios me ha mirado de una forma especial.

—Ana, déjanos ir, la niña debe ir a casa con su madre, ella la necesita, así como Samuel te necesita a ti— le dijo con voz tierna, los ojos de Ana se llenaron de confusión— tu eres una buena persona y Samuel está orgulloso de ser tu hijo y...

—¡CÁLLATE!— el grito de Ana la hizo enmudecer, Melina gimió a la vez que sus ojos se llenaban de lágrimas— ¡NO TE ATREVAS A HABLAR DE MI HIJO, PECADORA LUJURIOSA!

—Lo siento Ana— le dijo con voz tranquila mietras movía suavemente sus manos, intentando aflojar las cuerdas— yo no quería que las cosas se dieran así, solo... me enamoré.

—Tu amor es un pecado y esta amiga tuya igual, tu amor también e sun pecado Melina— la miró con desprecio y le apuntó con el arma, la mujer solo lloró.

—Lo sé— respondió Ámbar— pero es que él es tan bueno, lo educaste bien, hiciste de él un hombre maravilloso. — Ana sonrió con orgullo.

—Mi hijo es el mejor de los hombres, un elegido digno de servir a dios, todo hasta que llegaste tu y lo arruinaste, por tu culpa Samuel ha mancillado sus vestiduras y ha cedido a los placeres de su carne. ¡Y tú!— señaló a Melina— Anibal era tan bueno, tan dedicado a mi, tú lo arruinaste, lo arruinaste todo, tú acabaste con mi matrimonio, pecadora— Melina quería gritarle que que mentía que su matrimonio era un caos aun antes de su llegada, que ella misma había arruinado su matrimonio y todo el amor que sentía por ella, pero no quería provocarla, no quería que ella perdiera la poca cordura que le quedaba, quería medir las posibilidades de salir de allí con vida y con su beba en brazos.

—Siento tanto haberte lastimado Ana, perdoname— lloró— si pudiera echar el tiempo atrás... yo jamás te haría daño.

—No puedes cambiar el pasado— sentenció poniendose de pie y caminó alejandose, saliendo de la habitación dejádolas a solas.

—¡Dios mio, va a matarnos Ámbar, ha perdido la cabeza, va a matarnos!— dijo llorando—¡Necesito sacar a mi hija!

—Basta, Meli— le dijo en tono tranquilo— perder la cabeza no nos ayudará, deja de llorar y trata de enfocarte, estoy intentando soltar mis manos— susurró— no están atadas tan fuertes.

—¿Pero, cómo...?— la conversación fue interrumpida por Ana que volvía cargando a la niña, que ahora estaba dormida, sonriendo la acostó en el sofá que estaba lejos de ellas— Ana... por favor...— rogó al ver a su pequeña hija.

—Guarda silencio— la reprendió— vas a despertar al pequeño fruto— Melina frunció el ceño y sus ojos permanecieron fijos en su hija que dormía placidamente en aquel sofá, ajena completamente a la locura que pensaba cometer esa mujer. Una vez más se alejó saliendo de la habitación.

—Está loca Ámbar, quiere quemarnos vivas. ¡Va a quemarnos vivas!— sollozó Melina— no soportaré ver que queme a mi pequeña.

—No nos quemará— dijo con determinación— no moriremos Melina, saldremos ilesas de esto— le dijo mirándola a los ojos— pero debes ser fuerte, debes ser fuerte por tu hija, ella te necedita, si flaqueas entonces sí moriremos, así que enfocate Melina, enfocate por favor. — Melina asintió llenándose de nuevas fuerzas, pero aquellas fuerzas renovadas la abandonaron cuando Ana regresó cargando dos enormes envases.

—Iniciemos— dijo mientras comenzaba a regar el combustible, Ámbar giraba sus manos con desesperación buscando liberarse, con los ojos llenos de lágrimas ante el fuerte olor, Melina comenzó a llorar y la niña despertó asustada llorando también mientras agitaba sus manitos y pies, ansiosa de atención. Ana, seguía exparciendo el combustible mientras pronunciaba lo que parecia ser una oración— Gracias dios por elegirme para cumplir esta dura misión, gracias porque me has escogido, te pido que aceptes esta ofrenda, un acto de purificación y limpieza de los pecados de estas almas, perdona sus pecados y permiteles partir de este mundo con el perdon.— Ámbar tiró con fuerza logrando sacar una de sus manos del nudo, respiró con dificultad, aturdida por el llanto de Melina y de la pequeña, Ana estaba de espaldas así que aprovechó para soltar su mano y dejar caer al suelo la cuerda, se agachó rápidamente para soltar también sus pies. Melina abrió mucho los ojos acariciando la esperanza, Ámbar le hizo una señal con un dedo en la boca, indicandole que guardara silencio y Melina asintió— ¿Qué se supone que...?

—¡AAAHHHHH!—gritó Ámbar poniéndose de pie y corriendo hacia ella, el envase grande que sostenía cayó de las manos de Ana, el cuerpo de Ámbar colisionó con el de ella, ambas cayeron al suelo y rodaron por la casa mientras  el liquido se desparramaba por el suelo.

—¡Maldit4 mujer!—exclamó Ana furiosa luchando con todas sus fuerzas, Ámbar no comprendía cómo ella podía tener tanta fuerza siendo mucho mayor que ella, sin embargo ella con una descarga de adrenalina batallaba con ella. La golpeó con fuerza en el rostro y Ana gimió de dolor.

Ámbar se puso en pie mirándo a todos lados, en busca  del arma, pero pesó en todo el líquido inflable en el lugar, activar el arma quizás sería detonar su propia muerte. No sabía qué hacer, o cómo pedir ayuda, solo quería el arma para intimidarla, pero no la encontraba a pesar de que miraba a todos lados, y aquellos momentos de dudas le costaron la victoria.

—¡CUIDADO, ÁMBAR!— gritó Melina asustada y cuándo ella se giró solo alcanzó a ver la imagen borrosa de Ana, ella se había puesto de pie y tomando un palo de madera se lazó contra ella, cuando Ámbar se giró el golpe le alcanzó en la cabeza, el golpe fue tan fuerte que le arrancó la conciencia de inmediato, se desplomó sobre el suelo con un golpe en la frente y la sangre saliendo de allí tiñendo su hermoso cabello ondulado.

—¡PERRA!— gimió Ana arrojando el palo al suelo, y limpiando el hilo de sangre que salía de su boca.

—¡ÁMBAAAAR, NOOOO!—gritó Melina llorando, la pequeña niña lloró co más fuerza como si estuviese lamentandose de la esperanza que habían perdido.

—Creyó que podía impedir la voluntad de dios, pobre estúpida.— dijo con desprecio observando el cuerpo inmóvil en el suelo. — Sígamos con ésto. — caminó buscando el mechero igorando los gritos de suplica y lamento de Melina, que gritaba por auxilio.— llegó la hora de expiar sus culpas— arrojó el mechero encendido, la llama cobró vida y comenzó a expandirse, los gritos de Melina crecieron, angustiada  por ver que las llamas estaban cerca de su hija y las otras se acercaban peligrosamente al cuerpo de Ámbar en el suelo y a ella misma. Ana caminó hacia la puerta de la entrada—Buen viaje— les dijo saliendo de la casa, sonriendo al ver como las llamas consumían las cortinas y las paredes.

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