Capítulo 77; Deben pagar el precio.
Habían transcurrido ya más de veinticuatro horas y Melina no había tenido noticias de su hija, estaba perdiendo la cordura de a poco, y sentía que estaba llegado al límite, por otra parte, Ana estaba disfrutando imaginarse a Melina al borde de la locura, mientras la pequeña descansaba tranquilamente en la cama junto a ella. Así que tomó el telefono desechable que había comprado y colocó un pañuelo en él para realizar la llamada.
En cuánto el telefono comenzó a timbrar Melina lo tomó con desesperación.
—Hola...
—Si quieres volver a ver a tu hija, espero que esta llamada no esté siedo rastreada, no quiero policias, ni terceros— el corazón de Melina se detuvo sintiendo un miedo paralizante.
—No... nadie más está escuchando— respondió angustiada, mientras se metía al cuarto de baño evitando así que Samuel o Ámbar pudiesen escuchar la conversación. No habia podido quedarse en su departamento ya que estaban recolectando pistas de alli, ademas se creia incapaz de quedarse allí sabiendo que Martina estaba mal... ella estaba en el hospital debatiendose entre la via y la muerte. — estoy sola.
—¿Me estás engañando?
—No, lo juro— lloró— estoy sola.
—Si te atreves a engañarme, te juro que no verás de nuevo a tu hija.
—Juro que haré lo que me pidas.
—Eso espero. Te daré una dirección, vendrás aquí sola, si policias, sin amigos, sin nada, solo tú y nadie más.
—Lo haré, lo juro.
—Y si llegas a engañarme entonces te juro que jamas verás a tu hija, de nuevo.
—Nooo, no por favro, lo hare como tu digas, lo juro...— y dicho aquello se preparó para escuchar las indicaciones.
Melina salió a la sala topandose con Ámbar quien la miró de forma extraña.
—¿Qué sucede, Meli?
—Voy a salir— dijo lo más calmada que pudo.
—¿Salir?— la miró confundida—¿A dónde?— preguntó Ámbar preocupada— si necesitas salir, voy contigo.
—No... no hace falta, solo iré a... la farmacia, necesito... unas medicinas.
—De acuerdo yo voy por ellas— se ofreció— o esperemos que llegue Samuel, solo fue a la oficina a firmar una documentación y vuelve.
—No hace falta, Ámbar— le dijo comenzando a impacientarse— necesito cainar para despejar un poco mi mente, no puedo seguir encerrada en estas paredes o voy a volverme loca, estaré bien, por favor solo déjame ir—Ámbar percibió la angustia y tuvo un extraño presentimiento al ver la turbación en sus azules ojos.
—De acuerdo, de acuerdo, está bien. Pero prometeme que volverás pronto.— le dijo controladose.
—Claro solo saldré un mometo y volveré rápido.
—De acuerdo, te esperaré.
—Si, esperame aquí— dijo y salió tratado de discimular que estaba apresurada. Ámbar no creyó lo que decía Melina, sí que salió apresuradamente tras ella, corrió por las escaleras abajo y llegó al estacionamiento justo cuando Melina entraba en su auto, Ámbar subió al suyo con la intensión de seguirla de lejos, algo andaba mal y lo sabía, Melina parecía ansiosa, nerviosa y llena de angustia.
Con mucho cuidado la siguió en un largo trayecto, parecía salir de la ciudad y aquello le angustiaba, ¿A dónde se supone que iba?, tuvo que tener cuidado de que Melina no la viera, tenía ganas de llamar a Samuel, pero no sabía exactamente qué debía decirle, así que prefirió esperar, siguió manejando, permitiendo que algunos autos se interpusieran entre el auto de Melina y el suyo, se sorprendió cuando la vio tomar un desvio... ¿Qué rayos?, ¿A donde se suponía que iba?
Siguió manejando por al menos media hora más, Melina parecia entrar en un pequeño pueblo, una zona rural, La siguió de forma sigilosa y cuando a lo lejos la vio detenerse en una casa retirada por mucho de algun vecino, su corazon latió con fuerza, ¿Qué estaba sucediendo con Melina?, ¿De que iba todo aquello?, la vio bajar del auto y caminar apresuradamente a la casa, llamar con fuerza, poco después la puerta se abrió, ella parecia hablar con alguien y luego Melina entró a la casa.
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Ana escuchó el llamado a la puerta y sorió, tomó el arma y se dirigió a abrir la puerta, se encontró con una Melina al borde de una crisi nerviosa, la apuntó a la cara con el arma.
—¿Vienes sola?
—¿Tú ?— preguntó con los ojos llenos de lágrimas— ¿Eres tú quien ha estado detras de esto?, ¿qué quieres con mi hija?, ¡Es solo una bebé, Ana!
—¿Vienes sola?
—Si.
—Pasa— le dijo y Melina asintió, entrando de inmediato. —Jura que vienes sola.
—No le he dicho a nadie, no he querido poner en riesgo la vida de mi hija. ¿Qué demonios te pasa, Ana?— preguntó con los ojos llenos de lágrimas.
—Quiero que camines y te sientes en esa silla.
—Lo haré, claro que lo haré, haré todo lo que me pidas, pero déjame ver a mi hija— suplicó.
—La verás cuándo yo lo diga, no cuando tu me lo pidas, asi que sientate en esa silla. ¡AHORA MISMO!— le gritó exigiendo mientras la apuntaba con el arma— si no lo haces, te pondré un balazo en la cabeza y no verás a tu hija nunca más.
—Tranquila, Ana— le dijo de inmediato comenzó a caminar lentamente hasta la silla, Ana le entregó una cuerda.
—Ata tus piernas y procura hacerlo bien— Melina asintió obedeciendo a la orden, luego Ana le dijo— manos atrás— y nuevamente ella asintió llevándo sus manos atrás— voy a atarlas, procura no querer darme sorpresas o será tu pequeña hija la que pagará las consecuencias.
Varios minutos más tarde Melina estaba atada y vulnerable, expuesta ante la desquiciada Ana.
—Ya, estoy tal y como me querías... ¿puedo ver a mi hija, ahora?— preguntó con los ojos llenos de lágrimas.
—Si... no te muevas, ni grites, te lo advierto.
—No lo haré. — La vio marcharse para luego volver con la niña en brazos, la pequeña la vio y sus ojitos se llenaron de alegría, Melina comenzó a llorar, estando tan cerca de su pequeña y sin poder tocarla. — mi amor, chiquita mía — le dijo con cariño. — aquí está mamá, tesoro, aquí está mamá — Ana sonrió y colocó una silla delante de Melina, dónde se sentó con la niña en brazos. —¿Qué quieres, Ana?, déjanos ir, por favor.
—Por supuesto que no, no irán a ninguna parte Melina.—acarició la mejilla de la bebita— solo falta traer a Ámbar.
—¿Para qué?, ¿qué quieres hacer con nosotros?
—Ustedes deben pagar por sus pecados. Aníbal pagó el precio, ahora es turno de ustedes.
—¿Qué?— preguntó Melina aterrorizada—¿Qué hiciste?, ¿que le hiciste a Aníbal?— preguntó removiendose bruscamente en la silla—¿Qué fue lo que hiciste?
—Yo soy la mano de Dios en la tierra— le dijo elevando la cabeza con orgullo— soy la elegida para impartir su justicia.— Melina le miró aterrorizada, sintiendo miedo, respirando agitadamente pero luchando para calmarse. Lamentablemente su vida y la vida de su hija estaba en sus manos.
—¿Tú... mataste a Aníbal?— preguntó asustada.
—Hice justicia, que es diferente, fue el medio para hacerle purificar sus pecados.
—Pero... fue un accidente... fue un accidente — dijo con voz angustiada.
—Eso fue lo que les hice creer. — sonrió— y ahora Ámbar, tú y ésta criatura deben ser purificadas.
—¿Vas a... matarnos?— Ana no respondió, solo le dedicó una enorme sonrisa.
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