Capítulo 75; Sé mi esposa.
Los meses avanzaron lentamente y aunque nada había vuelto a ser como antes, las emociones parecían aplacarse poco a poco con el paso de los días, cinco meses eran mucho tiempo ó poco tiempo, todo dependía de la perspectiva con que le vieras.
Ámbar se esforzaba mucho en el trabajo y estaba considerando la propuesta que Samuel le había hecho hacia un mes atrás.
— Me gustaría que vinieras a trabajar conmigo a la empresa— le dijo mientras acariciaba a desnudez de su cuerpo, estrechado contra su propio cuerpo sudoroso que se reponía despues de una ardua jornada de pasión y placer. Ámbar levantó la mirada y la fijó en el su cabello despeinado, sus mejillas sonrojadas y sus ojos aun más claros por el brillo de la pasión.
—¿Qué podría hacer yo en la empresa?
—Trabajar en el área contable, por supuesto.
—No lo sé, no quiero que piensen que me das el trabajo solo por ser tu mujer.
—Claro que no, eres muy buena en lo que haces, de no ser así, no estarías en Marshall & Asociados.
—Si, pero eso no lo sabe el personal... no lo sé, cariño, quizás pueda pensarlo, aunque si me lo preguntas lo mejor sería que me quedaa sonde estoy, al menos por ahora. Has demostrado ser muy capaz de dirigir la empresa, eres excelente mi amor.
—Gracias, cariño— dijo y suspiró— de acuerdo, repeetaré tu decisión, pero te pido que lo pienses.
—Lo haré— le sonrió con cariño— claro que lo haré,
—Ahora har algo que quiero darte— le dijo y se sentí en la cama, ella lo imitó entoces Samuel le acarició la mejilla con ternura— hubiese querido hacerlo diferente, pero siento que si sigo buscando el momento perfecto no lo haré nunca, así que lo haré ahora.
—Comienzas a asustarme, Samuel.
—No hay motivos para aquello— le sonrió— Amor mío, parece que ha pasado una etenidad desde aquella primera vez que te vi sentada en las bancas de la iglesia, llorando y sumida en lamentos, una eternidad desde que vi esos hermosos ojos por primera vez... desde entonces este amor ha sufrido muchas adversidades y contra todo pronostico, segumos aqui.
—Amándonos todavia más— le dijo ella con una sonrisa.
—Así es, amadonos cada día más, porque no era un capricho, no era lujuria, no eran deseos desenfrenados, ésto que sentimos es amor, en su más pura expresión— sonrió y se giró hacia la mesita de noche de donde sacó una cajita de terciopelo rojo, los ojos de Ámbar se llenaron de lágrimas al comprender lo que estaba sucediendo. Samuel abrió la caja y dejó ver un hermoso anillo que brillo bajo la tenue luz de la habitación— no es la propuesta más romantica del mundo, pero solo nos necesitamos tu y yo, nadie debe ser testigo de este moeto tan intimo. Te amo, no tengo ni una fibra de dudas en mi ser... te amo y me harias muy feliz si aceptas casarte conmig. Ámbar Hobbs, ¿Quieres ser mi esposa?
—¡Por supuesto que si!— gimió ella de inmediato con las lágrimas bajando y bañando sus mejillas— ¡Te amo, Samuel, si quiero ser tu esposa!— extendió la mano hacia él y Samuel la tomó deslizándo el anillo en su delgado dedo que se ajustó perfectamente a él. La alegria los inundó y se besaron, al mismo tiempo que las lágrimas de Ámbar y las de él se mezclaban allí donde sus labios se unían.
Ámbar feliz le contó a sus amigas.
—¡POR DIOS!— chilló Jessie al ver el anillo a través de la pantalla— ¡SERÁS LA SEÑORA THOMPSON!— Melina habia llorado de alegría mientras la abrazaba feliz y Amy se había arrojado a su brazos felicitandola y compartiendo con ella la noticia de su recién descubierto embarazo, así que después de aquella tragedia que marcó la vida de todos tras la perdida de Aibal, al fin la felicidad volvía a ellos.
Samuel, se estaba esforzando al máximo en la empresa, la relación con su madre estaba tensa, Ana seguía furiosa por lo del testamento y le recriminaba a Samuel el hecho de que apoyara a Melina y no a ella.
—No es que la apoye a ella, apoyo la voluntad de mi padre y la respeto, tu deberias hacer lo mismo, madre. — así que aquella frase no había hecho más que incrementar la tensión ente madre e hijo.
Melina, batallaba por mantener la cordura y el animo de vivir, había vuelto a su departamento y nada más entrar los muchos recuerdo de Aibal a su lado le hacían sentir un nudo en la garganta y una presion e el pecho. No sabía si volver habia sido la mejor decisión, pero si sabía que no podía seguirse aprovechando de la hospitalidad de Samuel y Ámbar, debía afrotar su situación, el hombre que amaba ya no estaba y jamás volvería y su pequeña le necesitaba, así que después de tantos meses de dolor alli estaba, en casa, sosteniendo a su hija contra su pecho.
—¿Está bien, señora?— Melina parpadeó volviendo a la realidad, giró su rostro para encontrarse con los ojos de Martina, una mujer bajita, regordeta, con ojos alegres y mirada cariñosa.
—Estoy bien— mintió a la niñera. Samuel y Ámbar, se habían encargado de conseguir a una mujer bastante capacitada para ayudarle con la niña. Su pequeña hija balbuceó y se removió inquieta, Melina se giró para verla, la pequeña la miró sonriente, era muy parecida a Anibal, solo que tenía los hermosos ojos azules de su madre. — No te preocupes cariño— le dijo a su beba— mamá está bien— le regaló un beso en la mejilla —¿Podrías llevarla a tomar la siesta?
—Claro que si, señora— asintió la amable mujer tomándo a la niña en brazos y alejadose mientras la arrullaba,cantandole una canción de cuna. Melina suspiró y se recargó del sofá cerrando los ojos.
—Dame fuerzas, amor...— susurró— cada vez que veo a nuestra hija, te veo a ti, es tan parecida a ti, dame fuerzas amor, por favor, dame fuerzas...
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—¡Ana... Ana!— escuchó que le llamaban, Ana abrió los ojos y se sentó en la cama, abriendo los ojos ante la imagen... era una bola de luz, no se distinguia figura alguna, solo una luz cegadora.
—¿Quién... quién eres?— preguntó asustada. —¿Eres... dios?
—Si, Ana... soy yo.
—¿Qué quieres de mi, dios?
—Cumple con tu misión, Ana... es hora, no puedes esperar más.
—¿Debo hacer... justicia ahora?
—Si, es ahora, Ana. Exparse mi fuego...
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