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Capítulo 74; La voz de dios.

— ¿Hablar?, yo no quiero hablar contigo, ¡eres una descarada!— le dijo furiosa, pero controlada— No tengo nada que hablar con una mujer como tú , nada que hablar con la que fue la amante de mi marido.

  —Fui la mujer que amaba— le dijo Melina segura de si misma, le avergonzaba haber amado a un hombre que aun estaba casado, si, estaba moralmente mal, pero no se arrepetìa de haber amado a Anibal— Le pedí conversar a solas porque creo que nos debemos una conversación, usted y yo tenemos mucho de que hablar.

  —No pienso conversar contigo— dijo intentando abandonar la habitacion, pero fue la voz de Samuel la que la detuvo.

  —Madre creo que deberias darle una oportunidad a Melina— le dijo— no podran limar asperesas sino conversan.

  —¿Quieres que me siente hablar con esta mujer?— señaló a Melina sintiéndose completamente indignada y traicionada por su hijo. —¡Por supuesto que no!, ¡No tengo que limar asperesas con ella, no deseo hacerlo!

  —Yo sé que nunca habrá una buena relación entre nosotras, Pero al menos puede haber un trato respetuoso. Usted le entregó a Aníbal un hijo maravilloso, y durante muchos años; la mayor parte de su vida, fue la mujer que él amó. Yo no tuve tanta suerte, no pude tenerlo lo suficiente conmigo, ni siquiera pude ver su cuerpo, asistir a su entierro y despedirlo como Dios manda, hasta eso se me negó, aun así estoy agradecida de todo el amor que recibí de él— sus ojos se llenaron de lágrimas— pero también lo amé y el me amó, tenemos una hija, tenemos mucho en común — los ojos de Ana se llenaron de lágrimas.

—Tu y yo no tenemos nada en común tu y yo nunca tendremos ningún tipo de relación y si tienes algo de dignidad no vuelvas a pisar mi casa, no te dirijas a mi y no vuelvas a decir que tu y yo  tenemos ago en comun, yo soy una señora, una mujer respetable y tu...

—Lo intenté— la interrumpió — este fue mi único intento de llevar ésto con armonía porque creo que así  lo hubiese querido Anibal y creí que al ser usted una mujer devota tendria un poco de amor al prójimo y el suficiente coraje para perdonar, pero... me equivoqué, sin embargo tenga siempre presente que no soy menos mujer que usted, Anibal me amó y ni usted, ni nadie puede cambiar eso — levantó el mentón de forma orgullosa. Ana la miró levantando también la barbilla y girandose para marcharse justo en el momento en el que las lagrimas caían de sus ojos deslizandose por las mejillas.

— Te pido que la disculpes por favor Meli— intervino Samuel— la separación no ha sido fácil para mi madre, y ahora con mi padre muerto, ella de algún modo siente que ha perdido todo— Melina solo asintió en silencio y se limpió las lágrimas, volvió junto a la silenciosa Ámbar que sostenía el coche de la niña.

—Ya hemos escuchado la última voluntad de Anibal. ¿Qué debemos hacer ahora?

—Debe firmar la documentación aceptado las condiciones de mi cliente— dijo el abogado.

—De acuerdo, dígame donde firmo, quiero irme de aquí.

Ana avanzó caminando directamente a su cuarto de oración, cerró la puerta y le dió rienda suelta a las lágrimas. La presencia de aquella mujer era humillante, Anibal aun después de muerto seguía haciendole daño. Caminó hasta su banquillo de oración y se puso de rodillas frente a la imagen del enorme Cristo.

—Ser una elegida no es facil— dijo mirándo la imágen— ser una escogida es un peso bastante grande, pero lo asumo con devoción, buen Dios. Estoy muy dispuesta a seguir siendo tu mano de justicia aqui en la tierra, esas mujeres y esa niña deben purificar sus pecados para que puedan ser libres, y mi hijo pueda regresar a tu camino. — Ana cerró los ojos y se concentró en escuchar la voz en su cabeza... la voz de Dios.

—Ana...Ana... Eres una elegida, una escogida para hacer mi voluntad en la tierra. Debes ser fuerte Ana, debes hacer lo que tengas que hacer.

—Debo hacer lo que tenga que hacer, debo ser fuerte— se dijo y luego se repitió— debo hacer lo que tenga que hacer.

—Confío en ti, Ana. Eres mi hija, debes alegrar mi corazón, Anibal necesitaba purificar sus pecados.

—Lo sé, señor— dijo con dolor— pero me duele haberlo perdido, realmente lo amé, lo amé mucho, me duele que ya no esté.

—Pero tienes mi amor— escuchó aquella voz dulce, que parecía seducir sus sentidos y hacerla sentir bien. — No necesitas nada más, no has hecho nada mal Ana, todo está bien, yo estoy contigo.

—Gracias, dios.— dijo suspirando y secándo sus lágrimas— asumo mi llamado con amor. Gracias por escogerme para esta misión.

—Ahora hay que purificar a Melina, a Ámbar y a la niña, hay que purificarlas para el perdon de sus pecados.

—¿Cómo lo hago, dios?, ¿Qué debo hacer?

—Fuego, Ana... Fuego, deben arder para ser limpias, prende fuego, Ana— Ana abrió los ojos grandemente, parecian salir de sus orbitas, su respiración se agitó y su labio inferior tembló.

—¿Fu...Fuego?— preguntó asustada.

—No lo dudes, Ana... es la voz de dios, la voz de tu dios.

—Si... fuego... el fuego va a purificarlas.

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—¿Etás bien, mi amor?— preguntó Ámbar, quien salía del cuarto de baño y caminaba hasta meterse a la cama y abrazar a Samuel, quien parecía triste y absorto en sus pensamientos.

—No estoy bien— negó triste— estoy muy triste, estoy... brumado, por decirlo de alguna manera— ella asintió comprendiendolo, lo abrazó con fuerza y le dio un beso en la mejilla, Samuel la abrazó estrechándola con fuerza de la cintura y cerró los ojos, buscando refugio en el calor de la mujer que amaba— me duele no tener a mi padre, me duele que mi hermanita no le conocerá, me duele que mi madre esté sufriendo, me duele que Melina tenga que enfrentar esta etapa sin papá... es dolor, un profundo dolor lo que siento y ahora... toda ésta responsabilidad, encargarme de la empresa de mi padre... si, he aprendido mucho durante todo este tiempo, pero... ¿dirigir la empresa?, no soy un CEO, Ámbar, siempre he sido un sacerdote, ¿cómo haré ésto?

—No te angusties más de lo pertinente, mi amor. Eres muy inteligente, tu padre te estaba enseñando bien, conoces el funcionamiento de la empresa y tienes personas dispuestos a apoyarte para que aprendas lo que hace falta, también me tienes a mi, todo estará bien, amor. Te prometo que todo estará bien.

Pero por supuesto que no lo estaría, las voces y visiones de Ana continuarían y estaban a poco de que la desgracia llamara nuevamente a sus puertas, pues Ana estaba en un aterrador descenso a la locura.

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