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Capítulo 72; Amor de madre ❤️

Melina yacía en la cama del hospital, exhausta y dolorida después de la cesárea de emergencia. Las lágrimas aún rodaban por sus mejillas, pensando en el hombre que amaba y que ya no estaba, así como en la pequeña hija que no conocería a su padre.


  Samuel y Ámbar, habían estado allí acompañándole, Pero tuvieron que marcharse por asuntos del fallecimiento de Aníbal y le destrozaba no poder levantarse de la cama e ir también a verlo... quería verlo, lo necesitaba... necesitaba convencerse de que aquello realmente estaba sucediendo.



  De repente, una enfermera se acercó con una sonrisa.



  — Melina, tu bebé está lista para que la veas— dijo con voz amable. Ella asintió, ansiosa por conocer a su hija, a pesar de estar terriblemente dolorida, necesitaba ver ansu pequeña.



  La enfermera la ayudó a bajar de la cama y sentarse en la silla de rueda, luego la llevó hasta la unidad de cuidados intensivos neonatales. Melina se detuvo frente a la encubadora, su corazón latiendo con emoción. Se quedó inmóvil frente a la encubadora, su mirada fija en la pequeña criatura que yacía dentro. Su corazón estaba dividido entre el amor instantáneo que sentía por su hija y el dolor que la consumía por la pérdida del hombre que amaba.



  — ¿Es ella?— preguntó con la voz cargada de emoción. La enfermera asintió.



  — Sí, tu pequeña luchadora. Pesó 2,5 kilos y mide 45 centímetros.


  — Es tan pequeña...— susurró Melina, su voz temblando. La enfermera la rodeó con un abrazo.


  — Lo sé, Melina. Pero es fuerte igual que tu— empatizó la mujer a la cual le había contado un poco de lo que sucedía—tienes que ser fuerte para ella. No tiene a nadie más que a ti, eres su madre y ella te necesita— Melina asintió, secando sus lágrimas. Se sentía vacía, como si una parte de ella se hubiera desvanecido con la noticia de la muerte de Aníbal, y la otra parte que estaba agonizando, florecía ante la.imagen de su pequeña


  — ¿Cómo puedo hacer esto sin él?— preguntó, su voz apenas audible. La enfermera la miró con compasión y le colocó una mano en el hombro.


  — No estás sola. Estás aquí para tu hija, y ella necesita de ti— Melina sonrió al ver a su bebé, conectada a cables y monitores. Su pequeño rostro estaba fruncido, como si estuviera concentrada.— Puedes tocarla, Melina. Puedes poner tu mano en la incubadora.

  Melina introdujo suavemente su mano en la incubadora y acarició la cabeza de su bebé. La pequeña abrió los ojos y miró a su madre. quien sintió una conexión instantánea.


  — Hola, mi amor— le dijo con lágrimas en los ojos.La pequeña abrió los ojos y miró a su madre. Melina se sintió como si su corazón se hubiera detenido. La enfermera sonrió.

  — Verás, Melina, aunque no puedes cargarla ahora, puedes hablarle, cantarle, estar cerca de ella. Ella te necesita y sentir tu presencia y escuchar tu voz le hará mucho bien.

  Melina asintió, sintiendo una conexión instantánea con su hija.

  — Te amo— susurró. — Eres tan hermosa— susurró mientras le acariciaba. La pequeña pareció responder con un movimiento leve de su manita. Melina sonrió, sintiendo una paz momentánea en medio del dolor.


  — Sí, lo es.—La enfermera respondió y sonrió.

  Melina se quedó en silencio durante un momento, absorbiendo cada detalle de su hija.


  — Me parece que no es real, es tan bella— dijo finalmente. La enfermera asintió.


  — Lo es, Melina. Es real, es hermosa y es tuya. — Melina sonrió débilmente.


  — Gracias— dijo.

  — Te dejaré un rato con ella, les hará bien estar juntas, luego volveré por ti para llevarte a la habitación, también necesitas descansar—le dijo y ella asintió aceptando.

  La enfermera se retiró, dejando a Melina sola con su hija. Melina se quedó allí, acariciando a su bebé, sintiendo una mezcla de emociones que la abrumaban.


  — Te amo— susurró de nuevo. Y en ese momento, supo que haría todo lo posible para darle a su hija la vida que merecía, sin importar el dolor que sentía.— Voy a estar aquí para ti, siempre— prometió.— sé que ésto es difícil amor mio, pero te prometo, te juro que saldremos adelante, tal y como tu padre hubiese querido— dijo con voz temblorosa mientras nuevas lagrimas derrapaban por sus mejillas.

******************

—Hijo, pensé que no llegarías nunca— dijo Ana llorosa, mientras abrazaba a su hijo y decidía ignorar por completo a Ámbar, no sin antes dedicarle una mala mirada, que Ámbar decidió ignorar.

—Lo siento madre, ha Sido una noche caótica — respondió en tono melancólico — el parto de Melina se complicó pero por fortuna todo salió bien, la niña ha nacido bien— Ana presionó los dientes con fuerza.

— Espero que esa mujer no pretenda presentarse en el servicio fúnebre de tu padre— Samuel frunció el entrecejo.

—No creo que pueda, tiene que recuperarse al igual que mi hermana. Pero si pudiera asistir tu deberías respetar eso madre.

—Anibal aún era mi esposo.

—Pero vivía con Melina, acaban de tener una hija, y ni tu ni nadie puede cambiar eso. — Ana presionó con fuerza la mandíbula, Pero prefirió no decir nada, de nada valdría discutir con su hijo. — Me encargaré de todo lo necesario para el entierro de mi padre, Pero antes... necesito verlo...

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Melina casi enloquece de dolor al saber que no podría estar presente en el entierro de Aníbal, no podría despedir su cuerpo porque los medicos no autorizaban aún su salida y porque su hija seguia en cuidados especiales.

Era una niña fuerte si, pero prematura y debían asegurarse de que todo estuviese en perfecto estado antes de permitirle marcharse con la niña a casa.

Así que aquella tarde mientras amigos, familiares y empleados despedían en cuerpo de Aníbal Thompson, Melina no podía más que llorar y aferrarse a la manito de su hija en un intento desesperado por buscar un poco de fuerza y consuelo para su alma. Algo que la ayudará a no perder la razón y ¿qué mayor fuerza que la que le daba su pequeña hija?

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Ana lloro con una mezcla de amargura, culpa y rabia, mientras él ataúd descendía para ser sepultado, Ana no podía evitar aquella mezcla de sentimientos.

Las cosas pudieron ser tan diferentes, si tan solo Aníbal no hubiese sucumbido al pecado, si tan solo hubiese mantenido su promesa de amor y lealtad, si tan solo no le hubiese permitido a aquella mujer meterse en sus vidas...

Allí estaban las consecuencias...

La autopsia reveló que Aníbal había sufrido un infarto que lo llevo a perder el control del vehículo y finalmente estrellarse... tal y como la mujer le había prometido, no había rastro alguno de la hierba que había venido aquella tarde.

Esto es solo el inicio... pensó Ana... aún quedan muchos pecadores por expiar sus culpas... Melina debía pagar... Ámbar debía pagar y hasta aquella criatura, producto del pecado...

Todos debían pagar para poder tener una oportunidad de limpiar sus almar y vislumbrar el paraíso.

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