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Capítulo 6; Un excusa para verlo.

¡Lo había intentado, sí que lo intentaba, pero no daba resultado!

Pasaba de medio día cuánto Ámbar entró con paso firme a la iglesia, habían unas pocas personas en los banquillos, de rodillas
elevando plegarias, en apariencia, almas abatidas que buscaban un milagro o, cercanía con Dios.

Y luego estaba ella, con intenciones egoístas y prohibidas, que no podían ser controladas.

Caminó hasta la segunda hilera de banquillos y se sentó...

—Aquí estoy, de nuevo... sabes que una parte de mi quiere resistirse a esta necesidad que siento, pero... me conoces, ¿Para que mentirte?, sabes que el deseo que siento por él es mayor, sé que querrás castigarme por mis deseos y pensamientos, pero... ¿Será un precio muy alto?... estoy dispuesta a pagarlo, dame la penitencia que debo cumplir, pero quiero verlo, necesito verlo de nuevo, mi cuerpo me lo pide.. Batallé toda la mañana para evitarlo, pero... heme aquí.

—Has vuelto, hija mía. —aquella voz la hizo estremecer.

—Padre Samuel— se giró hacia el hombre para poder verlo, y de inmediato sintió el escalofrío recorrerle la espina dorsal, su cuerpo entero entró en estado de alerta. Miró aquellos hermosos ojos verdes... ¡Qué tentación de hombre!— ¿cómo está?

—Muy bien, gracias al Señor. ¿Cómo estás tú?

—Más tranquila—se encogió de hombros— he tomado la decisión de no angustiarme, lo solucionaré, de nada sirve el estrés, solo complicará mi situación así que me lo tomaré con calma.

—Una sabía decisión, la palabra establece que no debemos afanarnos por los días que vendrán, cada día trae consigo su propio afán —sonrió y ella también lo hizo.

—Padre, yo...—hubo un silencio en el cual ella luchaba por no desviar su vista de manera descarada hacia sus labios— quería pedir su ayuda.

—¿De qué se trata, hija?— le preguntó tomando asiento junto a ella, Ámbar sintió como sus pezones se endurecieron de inmediato, presionandose con fuerza contra la tela de su sujetador— será bueno saber que sirvo de ayuda.

—Verá padre...ahora que estoy sin empleo, y en busca de uno, no puedo seguir pagando el departamento que habito, me urge conseguir una nueva vivienda, es por ello que... bueno, quizás usted conozca de algo disponible ya sabe... por eso de que muchas personas vienen a la iglesia.— Ámbar miró aquellos carnosos labios y parpadeó con rapidez, obligándose a concentrarse en sus ojos... ¿Por qué esos ojos tenían ese brillo tan particular?— yo le estaría muy agradecida si usted pudiera ayudarme.

—Es una buena idea, no solo conozco muchos feligreses que asisten aquí, sino que soy apreciado en la comunidad. Estoy seguro de que encontraremos algo.

—Seria un enorme alivio, padre —abrió su bolso y sacó de él una pequeña libreta y un bolígrafo para apuntar su número telefónico y extenderselo. Samuel lo tomó y sonrió con amabilidad. — por ahora no poseo un gran presupuesto, pero... podría evaluar opciones.

—De acuerdo, no dudes hija mía de que en cuanto tenga alguna información te la haré saber, Dios suplirá tus necesidades.

—Muchas gracias, padre.

—Y dime, ¿Hoy si te confesarás, hija mía?—preguntó con tono apacible y una tierna sonrisa dibujada en su rostro. —Quizás sea la hora de entregar esas cargas al Señor

—No... yo no lo creo, quizás en otra oportunidad. Puede que mis confesiones sean muy... difíciles de asumir, quizás le escandalizarian, padre, o terminarían por avergonzarlo.

—Créeme que he escuchado de todo en el confesionario —le sonrió— no estoy para juzgarte o señalarte, sino para acercarte a Dios. Además, te proteje el secreto de confesión, sin importar lo que digas, no puedo repetirlo. —ella lo miró, tentada por hacerlo entrar al confesionario y confesar todas sus culpas y todo lo que había estado sintiendo, sus deseos más bajos, los sueños de la noche anterior... ¿Cómo reaccionaria?, ¿acaso le prohibiría volver?.

—Quizás luego...—Samuel asintió.

—Cuando tengas la disposición de corazón, hija. Me retiro—se puso en pie—te dejo a solas con Dios, para que sigas conversando con tu creador.

—Gracias, padre—el hombre asintió y se alejó, ella lo observó mientras se caminaba, la imágen de esa imponente figura sobre su cama inundó su cabeza... ¿Podría despertar la llama del deseo en aquella mirada llena de inocencia? —Hora de irse, Ámbar...

Amy la esperaba en el café acordado, en cuanto la vio entrar, saludó efusivamente con una mano.

—¡Por fin, llegas!— se puso de pie y le dió un abrazo, luego cada una tomó su asiento.

—¿Llevas mucho esperando?

—No, sólo unos minutos—le sonrió ampliamente— tomemos algo—elevó la mano para llevar a un mesero, el joven llegó hasta ellas y sonrió, pero su mirada fue directamente hacia Ámbar, quién sonrió y desvió la vista.

—Queremos dos capuchinos, con dos trozo de pastel de zanahorias y almendras... Oh, lo siento Ámbar,siempre pedimos lo mismo... ¿O tomarás algo más?

—No, así está bien —sonrió.

—Linda sonrisa— dijo el chico con los ojos fijos en Ámbar.

—Muchas gracias, tu tienes lindos ojos— el joven le guiñó un ojo y se alejó con la orden.

—¿Estás coqueteando?—preguntó Amy sonriendo.

—Solo devuelvo un cumplido. —se encogió de hombros.

—Posiblemente necesites algo de... atención —Amy sonrió con picardía —demasiado tiempo sola, amiga mía.

—Lo sé...—suspiró e inevitablemente pensó en el sacerdote.

—¿Cómo llevas lo del despido?

—Dificil, pero decidí asumirlo bien, estoy buscando un departamento más pequeño, algo que pueda pagar sin gastar todos mis ahorros, además me encantaría algo cerca de aquí, ya sabes que vivo bastante lejos y esta zona, es zona de oficinas, además de que estaría bien encontrar algún empleo.

—Ya sabes que puedes mudarte conmigo—sonrió—sería muy agradable vivir juntas y ayudaría compartir gastos.

—Si... es solo que no quiero alterar tu espacio, ni tu intimidad.

—Si lo que te preocupa es escucharme en unas olimpiadas de sexo, estás equivocada, hace algún tiempo que no llevo a nadie a casa.

—No lo digo por eso—sonrió— me lo pensaré.

—Bien... en cuánto al empleo... me he puesto en contacto con Melina, al parecer hay una posibilidad en su firma.

—¿Lo dices en serio?—preguntó agrandando los ojos.

—No es nada seguro, así que no nos apresuremos... Esperemos noticias de Melina.

—Oh por Dios, Amy, ojalá y sea positivo. Te lo agradeceré toda la vida, y a Meli también. Por cierto, tengo un tiempo que no la veo, deberíamos reunirnos pronto. Es una pena que Jessie esté lejos.

—Lo es, pero deberías alegrarte porque esté siendo feliz.

—Claro que me alegra... es solo que... a veces me siento tan sola. No me malinterpretes, te adoro...

—No me ofende, Jessie y tú han sido mejores amigas por toda una vida—sonrió. En ese momento llegó el chico con una bandeja, allí llevaba el pedido de ambas, que acomodó sobre la mesa con mucha destreza, demorando un poco con la taza de Ámbar, la miró a los ojos y le sonrió con picardía, antes de alejarse. —Vaya, creo que ha quedado flechado. Le gustas.

—Es evidentemente más joven que yo—sonrió Ámbar.

—¿Eso qué?, podrías darte oportunidad a una noche de placer...—sonrió— repito; quizás necesites un poco de atención y... acción —los ojos de Samuel llegaron a ella y sonrió, quería acción, pero no con el jóven mesero, sino con el ardiente e inmaculado sacerdote...

— Amy... ¿Qué tan malo puede ser sentir deseo por un hombre prohibido?

—¿En serio me estás preguntando eso a mí, Ámbar Hobbs?— preguntó rodando los ojos. — ¿Acaso se te olvida que salí con un hombre casado?—suspiró triste—en ocasiones suelo extrañarlo...

—Lo siento, lo siento Amy...

—Los dos mejores y peores años de mi vida—aseguró— necesito una nueva conquista, necesito retomar mi vida romántica y sexual.

—Necesitamos— dijo y suspiró.

—Si, necesitamos y el mesero es buena opción, está joven y bastante guapo. Pero a ver... ¿De que hombre prohibido hablas?

—¡Ay Amy, no podrás creerlo...!

—Ponme a prueba—sonrió— tengo una mentalidad muy abierta.

—Se lo conté a Jessie y casi me mata—sonrió.

—Cuentaselo a la buena Amy...

—Quiero sexo salvaje con un sacerdote.—confesó.

—¡Carajo!—exclamó y luego rió— está bastante fuerte amiga.—Ámbar le dió un pequeño resumen de la situación, de cómo lo había conocido, su apariencia física y lo ardiente que le resultaba, mientras comían y bebían de su café Amy escuchaba atenta y emocionada por el relato—¡Yo también quiero ir a la iglesia!—rió.

—¿Qué tan pecaminoso puede ser?

—Mucho, Ámbar. No estás codiciado el hombre ajeno, el marido de otra, estás codiciado a un hombre de Dios...

—¡Lo sé, pero es algo que me supera, Amy!, Es un deseo mucho mayor a mi voluntad...— la conversación siguió por mucho, conversaron mucho en torno al sacerdote y a lo "casi imposible" que sería para Ámbar lograr algo con él, aquello no hacía más que incrementar su deseo por el hombre.—Es como una obsesión... —pidieron la cuenta, y el joven se acercó, Ámbar quiso pagar pero Amy no se lo permitió, asegurándole que cuando tuviese nuevo empleo, ella pagaría la cuenta, a lo que Ámbar aceptó. El jóven volvió con la factura y la tendió a Amy, mientras que tendió otro papel a Ámbar, con un número telefónico en él y su nombre en él. — ¿Matteo?

—Para servirte— dijo el hombre devolviéndole la sonrisa— llámame y salimos a tomar algo— le guiñó un ojo y se alejó.

—Está guapísimo el jovencito—dijo Amy— creo que podrías darte la oportunidad y salir... quién sabe, es carne fresca, quizás logré sacar al curita de tu cabeza.. —Ámbar elevó la mirada, observando a Matteo, quién la miraba fijamente y le regaló una amplia sonrisa.

¿Podría una noche de desenfreno, arrancarle aquellos deseos impuros?

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Querido lector, ¿Qué te está pareciendo la historia?, no olvides dejar tus comentarios y reseñas.

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