Capítulo 55; Votos de amor. ❤️
Ana estaba furiosa no solo con su hijo sino también con su esposo, al parecer sus hombres se habían puesto de acuerdo para desestabilizarle la vida, ¿ cómo era posible que Aníbal no la apoyaran en hacer recapacitar a Samuel, en pedirle que cambiara su opinión y se mantuviera fiel a sus votos? pero no solo eso, ¿ cómo se atrevía Samuel siquiera a pensar en abandonar los hábitos?, ¡ todo estaba mal, las cosas parecían no querer mejorar y Ana estaba comenzando a perder la cordura al ver cómo su familia se desmoronaba.
—Debo hacer algo— se dijo a sí misma incapaz de resignarse al hecho de que el hijo que había recibido de manos de Dios para su servicio, se negara ahora a cumplir la misión que le fue encomendada— debo hacer algo — Anibal debia regresar a su lado como correspondia ya que era su legítimo esposo, de la misma manera Samuel debía regresar a Dios porque era muy claro que se había alejado de él, solo que no supo identificar en qué momento.
A la hora del almuerzo Aníbal se encargó de llamar a Melina para hacerle una solicitud.
—Amor espero que no te incomode esto pero, quiero pedirte un favor.
—Claro que sí cariño, soy incapaz de negarte algo, solo dime en qué puedo ayudarte. — le dijo con amor.
—Me gustaría organizar una cena en tu casa.
—También es tu casa ahora, Aníbal —le dijo con cariño— sabes que este departamento es tan tuyo como mío.
—Y te lo agradezco mi amor pero no hablo del departamento, hablo de organizar una fiesta en la casa que te regalé a las afueras de la ciudad.
—Esa también es tu casa, todo lo mío también es tuyo. Es una idea fantástica, claro que sí, ¿para cuándo quieres hacerlo?
—De ser posible para mañana en la noche quiero que conozcas a mi hijo y a la vez conocer a la novia de él.
—Mi amor pero, ¿ no te parece que podríamos organizar más bien una cena en un restaurante exclusivo?, digo para no hacerlos ir hasta la casa, esta bastante retirado.
—No es posible hacer eso Mel, al menos no por ahora, mi hijo es sacerdote, sé que no te lo había comentado antes, pero ahora ha solicitado su baja ministerial y quiere presentarme a la mujer que ama sin embargo, como sigue siendo sacerdote hasta que llegue su permiso no podemos vernos en un restaurante común, ya sabes ...
—¡ Qué linda historia de amor!— dijo Melina sin siquiera imaginar que hablaba de Ámbar— Por supuesto que sí yo me encargo de que todo esté listo para la cena y te aseguro que será para mañana, así que puedes decirle a tu hijo con toda confianza.
Era la hora de almuerzo cuando Ámbar tomó la oportunidad de su momento de descanso para hacerle una llamada a Jess, por el cambio horario supo que su amiga al menos debería estar libre del trabajo para responderle la llamada y fue así, al tercer repique Jessie atendió.
—Me sorprende es que me llames a esta hora, ¿ no deberías estar en el trabajo?
—Hola Jess, estoy en hora de almuerzo— le dijo tranquilamente— pero debo darte una noticia y no puedo esperar a más.
—¿Qué sucede?, espero que sean buenas noticias, Ámbar.
—Son las mejores, estoy tan feliz— le dijo con muchísima alegría y rió un poco para acentuar su felicidad— Samuel está de regreso en la ciudad.
—Eso es increíble— le dijo en tono animado— y me imagino que por tu felicidad, te buscó.
—Imaginas bien y no solo eso, me refiero a que solo me buscó sino que vino a compartir conmigo el hecho de que ha solicitado su baja ministerial y que muy pronto estará libre para amarme, me ha confesado que el tiempo lejos le ha servido para pensar y para extrañarme mucho y que por eso después de su viaje pasó al Vaticano para solicitar su baja, obviamente sus superiores no están muy feliz con la decisión que ha tomado y no puedo culparlos, si él hubiese escogido sus hábitos, yo tampoco estaría feliz y me siento quizás un poco culpable por estar tan dichosa de que me haya escogido a mí por encima de su vocación religiosa.
—¡Oh Ámbar, estoy muy feliz por ti, por ustedes!— corrigió— realmente se merecen ser felices y estoy muy contenta por ti, porque porque la espera ha valido la pena y al fin tienes la recompensa a tu paciencia.
—No podría explicarte en palabra lo dichosa que me siento, además vino y pasó la noche conmigo— dijo con ternura— fue tan satisfactorio despertar a su lado que estoy muy ansiosa porque lleguen pronto los días en los que no tenga que ocultarse, en que ya pueda quitarse los hábitos y dormir a mi lado cada noche.
—Te entiendo, pero ya has esperado lo mucho ahora solo toca esperar lo poco mientras llega su permiso y pueden al fin darle rienda suelta a su amor, mientras tanto deben seguir guardando prudencia y que él no se vea afectado.
—Lo sé, lo sé —dijo animada— espero que sea muy pronto porque estoy desesperada por estar con él... —así siguieron conversando por alrededor de diez minutos mientras Ámbar contaba lo feliz que se encontraba y Jessie correspondía alegremente a la dicha de su amiga.
Ámbar había llegado cansada a la casa después de su ardua jornada laboral, tomó una ducha y se dedicó a preparar algo para la cena, preparó un poco más con la intención de que si Samuel llegaba a quedarse esta noche tuviese algo que ofrecerle.
No había podido hablar con él durante el día ya que le había llamado en una ocasión y él respondió diciendo que se encontraba ocupado, así que ella se disculpó diciéndole lo mucho que lo amaba.
Cerca de las siete y media de la noche Samuel no había llamado, ni tampoco había llegado al departamento Así que ámbar tomó la decisión de tomar la iniciativa y comunicarse. El teléfono replicó dos veces antes de ser contestado.
—Ámbar mi amor, lo lamento, he tenido un día sumamente complicado, algunos feligreses han tenido días difíciles así que he estado ocupado con ellos y además tuve que salir de la ciudad por una reunión, hace poco llegué a la iglesia y despedí al monaguillo.
—No te preocupes mi amor supuse que al no comunicarte conmigo se debía que estabas ocupado, pero dime si ya despediste al monaguillo, ¿vendrás a comer y a dormir a casa?— preguntó ilusionada.
—Me encantaría mi amor, pero mañana tengo que levantarme muy temprano porque tengo que salir de la ciudad nuevamente a una reunión eclesiástica, estoy resolviendo algunos asuntos para mí remplazo, pero te prometo que por la noche voy a verte— Ámbar sintió tristeza en su corazón porque quería que pronto llegará su permiso para poder así disfrutar de las noches acurrucadas contra el pecho del hombre que amaba.
—No te preocupes amor, supongo que ya tendremos tiempo para vernos— dijo intentando ocultar su tristeza—... ¿ sabes qué?— dijo un momento después de pensarlo— no quiero dormir hoy sin haberte visto y sin haberte dado al menos un beso de buenas noches, estuvimos muchos tiempos separados y no quiero que pase un día más sin verte, quizás no pueda quedarme contigo y tú no puedas venir aquí esta noche, pero puedo ir a por mi beso— dijo con ternura— así que procura abrirme la puerta porque voy saliendo para allá— y sin más colgó la comunicación. Samuel sonrió mientras miraba su celular pensando en lo impulsiva que era Ámbar en ocasiones, pero sintiendo ternura por la manera en la que ella expresaba lo mucho que lo extrañaba.
Ámbar no tardó en llegar a la iglesia y Samuel le abrió rápidamente la puerta para que ingresara, en cuanto a la puerta se cerró tras ella Ámbar se arrojó contra la boca de él en busca de sus labios, Samuel le rodeó la cintura estrechandola contra su cuerpo mientras correspondía ardientemente a su beso. Se besaron por largo rato hasta que se separan por falta de oxígeno, ella le tomó ambas mejillas a Samuel y dejó muchos besos en su rostro.
—Te extrañé muchísimo, mi amor— le dice con ternura.
—Yo no dejé de pensarte ni por un instante, aún cuando estuve en aquella reunión eclesiásticas, lo único que tenía en mente eran tus ojos —le tocó la punta de la nariz con ternura.
—Ojalá pudieras dormir junto a mí cada noche.
—Muy pronto sucederá, solo debemos tener un poco más de paciencia —ella asintió con ternura y miró hacia el altar, allí donde estaba la imagen del Cristo, le sonrío porque pensó que Dios no la miraría con reprobación, él mejor que nadie sabía cuánto amaba a aquel hombre, así que tomó a Samuel de la mano y lo instó a caminar con ella directamente hacia el altar, él obedeció aún sin comprender lo que ella quería.
Al llegar al altar, ella se giró hacia él quedando de frente mirándolo directamente a los ojos.
—Sé que quizás esto no tenga ningún sentido en este momento y hasta sea contradictorio o mal visto por mucho, pero quiero hacer algo simbólico.
—¿De qué se trata?— le preguntó con una sonrisa.
—Yo, Ámbar Hobbs, te acepto a ti Samuel Thompson como el hombre que amo y al cual voy a amar eternamente —Samuel sonrío al descubrir que ella estaba haciendo votos de amor— prometo amarte, respetarte, serte fiel, ser tu compañera, tu apoyo incondicional en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y la pobreza, hasta que la muerte nos separe, mi amor.
—Yo, Samuel Thompson— respondió él siguiéndole la corriente— te acepto a ti Ámbar Hobbs, como la única mujer que ha amado y amaré hasta el fin de mis días, prometo amarte y respetarte, serte fiel cada día de mi vida, ser tu compañero leal e incondicional en las buenas y en las malas, en la salud y la enfermedad, en la riqueza y la pobreza, hasta que la muerte nos separe, amor mío —terminó con ternura— bueno, supongo que ahora puedo besar a la novia— dijo con una enorme sonrisa.
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