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Capítulo 53; Piel a piel. 🔥

Aníbal estaba acostado en su cama descansando de largo día de trabajo y abrazado al cuerpo de Melina quien ya dormía plácidamente, escuchó su celular timbrar y solo rogó que fuese algo realmente importante, se sorprendió mucho al ver en la pantalla el nombre de su hijo, debía atender, si Samuel llamaba era porque era algo muy importante.

—Hola hijo, feliz noche. Debo confesar que me extraña que estés llamando tan tarde pensé que te tenían prohibidas las llamadas.

—Así es, pero he vuelto a la ciudad y estoy ansioso por verte.

  —Vaya, pero que agradable noticia— le dijo con alegría— me hubieses avisado y hubiese ido por ti al aeropuerto.

—No quería alterar tus planes padre, aunque me hubiese encantado verte en el aeropuerto. Padre, tengo que verte, necesitamos hablar.

—Claro que sí, tú me dices si nos vemos en la iglesia o si quieres venir mañana a la oficina.


  —Sabes que siempre he preferido la iglesia es el lugar con el que me he identificado toda mi vida, sin embargo, hay muchas cosas de las que debemos hablar y me encantaría un terreno más neutral, así que nos vemos en tu oficina a eso de las ocho de la mañana. ¿Te parece?

— Por supuesto que sí hijo, estaré esperándote.

  —Por favor, no hables con mi madre hasta que tú y yo hallamos conversado.

  —Muchas cosas han cambiado, últimamente no hablo con tu madre, pero ya tendremos tiempo de ponernos al día mañana.

  —Por supuesto que sí, padre. descansa.

  —Igual tu, hijo. Te amo.




  —Ahora sí— dijo Samuel después de cortar la llamada— por ahora soy un hombre libre para amarte— le regaló una sonrisa. Tomó a Ámbar en brazos y se encaminó directamente a la habitación. Al llegar Samuel la depositó con ternura en la cama pero Ámbar no estaba dispuesto a ser pasiva y quedarse allí esperando, nunca lo había hecho y aunque en su corazón sintió un poco de temor al recordar la escena vivida con Matteo, se obligó a recordar que quién estaba dedicándole todo su amor y su ternura era Samuel no aquel despreciable hombre, por lo tanto trabajó en enfocarse en él y él no dejar de mirarlo ni por un instante.

Se bajó de la cama y lo besó con ardor, mientras él devolvía al gesto envueltos en la bruma de la pasión, pronto la ropa empezó a estorbar, Samuel comenzó a desnudarla no dejaba de besarla y acariciar cada trozo de su piel que quedaba expuesto, era un deleite a los sentidos de Samuel que estaban alerta después de tanto tiempo separado de ella, Ámbar también se dedicó a quitarle la ropa con lentitud, deleitándose en la piel de su amado, cada beso, cada caricia, cada vez que lo tocaba, se estremecía violentamente y podia sentir como él también temblaba ante su tacto.

Eran un amasijo de besos y abrazos, cuando sus cuerpos estuvieron desnudos, Ámbar quiso saborearlo, así que pronto se puso de rodillas para él, desde su posición vulnerable elevó la mirada, los ojos de Samuel estaban cargados de deseo. Lo tomó con seguridad para comenzar a acariciarlo.

—Te extrañé tanto— le dijo y él sonrió — está separación ha sido una tortura.

—Pero ha terminado, estoy aquí y no volveré a irme, por te amo— Ámbar sonrió complacida y procedió a saborearlo. Samuel estaba encantado con lo que veía; una Ámbar apoderándose de cada centímetro de él con su húmeda boca.

Poco tardó en sentir como su sabor le inundaba, amaba hacerlo para él y Samuel quiso recompensar su esfuerzo.

Cuando Ámbar se acostó en la cama y sintió la suavidad del colchón bajo su espalda sonrió al ver que Samuel la cubría con su cuerpo, él se dedicó a besar sus labios mientras acariciaba y oprimía su piel a su paso, hizo un camino de besos en descenso hasta llegar al valle entre sus senos, estaba deleitándose y Ámbar se retorcía ansiosa bajo las caricias de él, que si bien no eran las manos de un experto eran precisamente las manos del hombre que amaba y las únicas que quería sobre ella.

  Samuel se deleitó con sus pechos y luego siguió su descenso en busca del centro de su placer y justo cuando él se inclinó para besarla allí en su punto más sensible, Ámbar no pudo contener el gemido que escapó de su boca, arqueó la espalda, su cuerpo entero expresaba la satisfacción que sentía, Samuel fue dedicado en otorgarle placer y llevarla al punto más alto haciendo que su cuerpo se estremeciera de éxtasis cuando el clima la reclamó .

  Mucho más tarde cuando estuvieron preparados para la unión, Samuel se ubicó entre sus piernas y no dejó de mirarla ni por un instante mientras avanzaba abriéndose paso en su interior, Ámbar por un instante sintió como su cuerpo entraba en tensión, por más que se estaba esforzando no podía evitar recordar la última vez en la que su cuerpo había sido poseído, sus ojos se llenaron de lágrimas porque sentía que Matteo había profanado aquel cuerpo que ella había decidido dedicar única y exclusivamente para Samuel, parpadeó varias veces intentando ahuyentar las lágrimas.

—Mi amor— le dijo con ternura—¿ estás bien?, ¿ acaso te estoy lastimando?— le preguntó con ternura.

—Por supuesto que no, no me lastimas, estoy bien mi amor— le respondió ella— solo que estoy muy feliz.

—No dejes de mirarme— le pidió mientras retomaba la tarea de deslizarse en su interior.

Ámbar alcanzó la cima primero llegando a ella de una manera brusca y violenta, mientras que el clímax reclamó el cuerpo de Samuel cuando no pudo contenerse al sentir como el interior de su amada lo oprimía como queriendo apresarlo dentro de ella y conservar para siempre la unión de sus cuerpos, así que con un ahogado gemido Samuel inundó su interior y segundo después cayó desplomado junto a ella, con un brazo la rodeó acercándola y depositando un tierno beso en su frente.

—¿Estás bien mi amor?— le preguntó con ternura.

—Siempre que estás a mi lado, estoy bien — respondió ella con seguridad abrazándose con ternura el cuerpo de el. —Nunca vuelvas a dejarme mi amor.

—Nunca más, amor mío. Lo prometo, lucharé por lo nuestro siempre.

La mañana los sorprendió, y era poco lo que habían dormido, el reencuentro de sus pieles era una adicción pasional, y se amaron varias veces. Ámbar sonrió cuando despertó y se encontró con Samuel en su cama, su cuerpo relajado, sus labios ligeramente separados, ese largo cabello color chocolate cubriéndole parte del rostro, se veía realmente sexy.

Ella agradeció y suplicó porque nada cambiará, esa era la visión que quería cada mañana al despertar.


  Samuel llegó puntualmente a la oficina de su padre, la secretaria le dio acceso asegurando que Aníbal lo estaba esperando, en cuanto cruzó el umbral de la puerta de la oficina, su padre se puso de pie y fue hasta él para darle un gran abrazo, sonrío mientras devolvía el cálido abrazo.

—Por Dios hijo mío, qué alegría verte pensé que pasaría mucho más tiempo hasta que pudiésemos encontrarnos nuevamente.

—Ha sido un viaje largo—respondió Samuel— lo siento por no haber podido llamar, pero como ya sabes la comunicación con familiares, amigos y conocidos estaba prohibida.

—Por supuesto hijo,no me lo tomó mal ni como algo personal. Por favor siéntate, ¿ quieres tomar algo?

—No—respondió él tomando asiento— ya he desayunado— sonrió al recordar a Ámbar— te pedí que no hablaras con mi madre antes de hablar conmigo por qué tengo algo muy importante que decirte y quería que lo escucharas de mí y no  de labios de mi madre.

—Eso lo explica todo, mi teléfono no ha dejado de vibrar y tengo aproximadamente unas quince llamadas de tu madre, así que supongo que estamos hablando de algo bastante serio.

—Efectivamente padre— lo miró directamente a los ojos— mi madre no se ha tomado para nada bien esta noticia y hasta me ha dejado bastante claro que me estoy convirtiendo en su decepción, hasta cree que puedo cambiar de opinión, pero he intentado dejarle claro que tal cosa no sucederá, mi decisión es firme e irrevocable padre.

— Dios mío hijo, me tienes angustiado. ¿ De qué estás hablando?, ¿ acaso piensas irte a vivir lejos de nosotros en otro país?, ¿es acaso eso es lo que quieres decirme?, ¿ qué tras tu viaje ministerial has tomado la decisión de mudarte a África?, porque sin duda alguna eso acabaría con la cordura de tu madre.

—No es algo tan sencillo padre y créeme que ciertamente creo que mi madre ha perdido la cordura cuando le dije que dejaré de ser sacerdote.

—¿Que tú qué?— preguntó Aníbal con sorpresa abriendo mucho los ojos y mirando fijamente a su hijo. —¿Estoy escuchando bien?

—Así es padre, he visitado El Vaticano y he solicitado mi baja  ministerial, aunque mis superiores se han preocupado diciendo que seguramente me arrepentiré de la decisión, es algo que tengo bastante claro. En cuanto llegue mi baja ministerial y mi reemplazo para la iglesia, dejaré de ser sacerdote para convertirme en un hombre como cualquier otro.

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