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Capítulo 36; Estás jugando con fuego.

—¿Estás seguro de que es lo que quieres hacer?— Samuel sonrió, estaba seguro de que aquello era lo que necesitaba.

—Si—asintió— eso me haría muy feliz, he querido hacerlo desde hace mucho.

—Pero estás bien en tu congregación, todo marcha en orden. — no podía comprender lo repentina de aquella decisión.

—Lo sé, su señoría, y no sabe lo agradecido que estoy, pero necesito hacer esto.

—De acuerdo, padre Samuel, en ese caso déjame hacer los preparativos y todo estará listo pronto.

****************

Ámbar entró a la oficina del jefe, aunque su ánimo estaba por el piso, debido a su relación amorosa, al menos se sentía muy feliz de poder disfrutar de su puesto fijo en aquellos empresa.

—Bienvenida, señorita Hobbs, tome asiento.

—Muchas gracias, señor.

—Bueno, tal y como te indiqué, has pasado el periodo de prueba, he hablado con tus supervisores y están muy contentos con tu desempeño, es por ello que deseo ofrecerte un contrato fijo.

—Estoy muy feliz con esa noticia, Señor Marshall, le prometo que no se va a arrepentir.

—Eso espero, ya he dado la orden a recursos humanos y el área administrativa para que firme usted los documentos pertinentes, así mismo desde hoy gozará de todos los beneficios de nuestros empleados. Espero aproveche está oportunidad.

—Por supuesto que sí, señor. Estoy muy agradecida...

La próxima semana pasó muy rápidamente y se obligó a ahogarse en trabajo para evitar ir a la iglesia, afortunadamente había sido una semana bastante ajetreada, la esposa de Markus había fallecido por lo tanto estuvo de permiso, Amy se mantuvo a distancia pero brindándole el apoyo emocional que él necesitaba, se había reunido con las chicas para cenar y Melina feliz había contado sobre aquel particular presente que recibió de Anibal, y Ámbar las puso al día de lo acontecido con el sacerdote, así mismo recibió palabras de apoyo de sus amigas, quienes aseguraron que todo mejoraría con el tiempo y ella quiso creerles, aunque no estaba segura.

Samuel, por su parte había tenido una reunión con sus superiores, había rendido cuentas de la congregación, así mismo había hecho una solicitud que sorprendió al arzobispo, pero que no le negó.

—Serás de gran ayuda— le había dicho, Samuel asintió agradecido.

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Ámbar, estaba en el aeropuerto en espera del vuelo de sus padres, estaba un poco ansiosa, nunca había tenido con ellos esa relacion cercana y amorosa, y si, sentía que sus padres siempre le reprochaban haber alterado sus olanes con su nacimiento, comos i fuese algo que ella pudiese controlar.

—¡ÁMBAR!—exclamaron alegre en cuánto la vieron, ella caminó hacia ellos y los envolvió en un abrazo, los quería tanto, aunque no tuviesen la típica relación, eran sus padres y los amaba.

—¡Los he extrañado un montón!— dijo feliz. —Es una alegría que estén aquí.

—A nosotros también nos alegra — aseguró el padre. —Estas muy guapa.

—Gracias, papá — volvió a abrazarlo.

—Guapísima, aunque quizá necesites un corte de cabello— la madre le tocó el cabello como evaluandolo, con el ceño fruncido y mirada analitica.

—Mi cabello está perfecto, mamá — contuvo la frustración al sentirse siempre juzgada o reprobada por su madre— lo cuido mucho y me he hecho un corte no hace mucho, está muy sano y bonito.

—Si tu lo dices— la mujer se encogió de hombros. — deberíamos ir por las maletas para marcharnos, estoy ansiosa de llegar al hotel y descansar. Ha sido un viaje largo.

******************

Al siguiente día, Ámbar abandonaba la oficina después de una larga jornada laboral, el ascensor estaba por cerrarse cuando vio que una mano lo impidió, su jefe, el señor Marshall entró y al mirarla le dedicó una sonrisa.

—Señorita Hobbs.

—Señor Marshall, un gusto saludarle.

—Lo mismo digo... ¿Quizás... quieras aceptarme un café, algún día?

—Yo... eh... si, claro. — se sintió extraña ante aquella propuesta, al llegar a planta, ella avanzó para salir y su jefe debía seguir al sótano donde estaba el estacionamiento, se despidió y se fue directo a casa.

Al llegar, se liberó de los tacones, y se sentó en el sofá, justo cuando su celular comenzó a timbrar, al ver qué era Matteo, se le revolvieron las emociones, no le gustaba que la llamara.

—Hola, Matteo— respondió con un suspiro.

—Hola, preciosa. Llamaba para invitarte una copa.

—No, es imposible, ya tengo compromisos— mintió.

—Decepcionante—le dijo—¿Son ideas mías o has estado evitandome?

—Supongo que son ideas tuyas...

—Entonces veámonos, me muero por una noche de buen sexo.

—No será posible, ya te he dicho que tengo compromisos.

—No creas que soy idiota—dijo en tono serio— para mí resulta evidente que me has estado utilizando. El mismo patrón, me llamas por compañía y luego desapareces. ¿A qué juegas?

—No estoy jugando a nada. Deja de ser tan paranoico.

—No es ser paranoico. Ya descubrí lo que haces, usarme para sacarte las ganas, eso no me gusta, preciosa. No me gusta sentirme utilizado, no soy tu put* juguete.

—Por supuesto que no, pero vamos. ¿De qué te quejas?, es lo que todo hombre desearía, buen sexo ocasional, sin compromisos, ni atadura, el sueño de toda la población masculina.

—Mis sueños, no son sueños colectivos, te equivocas.

—Dejemos está conversación para otro día, estoy agitada y aún me queda mucho por hacer. Tengo compromisos que cumplir.

—Estas jugando con fuego, preciosa y quizás, termines por quemarte— y dicho aquello cortó la comunicación. Ámbar, se quedó con el ceño fruncido, aquello había sonado a amenaza. —dos segundos más tardes su celular comenzó a timbrar, no era Matteo así que suspiró y atendió.

—Hola...

—Ámbar, que bueno escucharte. Soy Ana.

—Oh si—ella sonrió— hola, ¿está usted bien?

—Por supuesto querida, te llamaba para invitarte a cenar.

—Que amable de su parte.

—Espero que no te niegues, he ordenado preparar un menú delicioso.— dijo animada.

—Oh, claro que no me negaría nunca a la buena comida.

—En ese caso toma apuntes de mi dirección, te espero a las siete...

Después de tomar una ducha y prepararse se miró al espejo, estaba preciosa, la madre de Samuel le agradaba, si, aunque no dejaba de pensar que le exigía demasiado a su hijo, pero en términos generales, era una mujer agradable.

Así que con animos de ser muy puntual, llegó a la casa justo a la hora indicada, la mujer la recibió con mucha amabilidad y le invitó a pasar.

—Es una alegría que hayas venido—le dijo sonriendo.

—Le agradezco mucho haberme invitado. Le he traído un detalle— una caja de galletas, y una de bombones, no sabía si llevar una botella de vino hubiese sido adecuado, en vista de lo muy religiosa que parecía aquella mujer.

Al entrar y llegar al salón, se quedó de piedra, allí estaba Samuel, quién parecía igual de sorprendido que ella, algo en su pecho se removió, llevaban una semana sin verse, y había sido la semana más dolorosa en la vida de ambos, Ámbar quiso llorar, pero no podía exhibirse ante Ana.

—Pasa querida, mi hijo está aquí, el padre Samuel nos acompañará está noche, también lo invité para poder cenar los tres juntos.

—Muy buena idea— dijo no muy convencida— padre, buenas noches, es un... gusto verlo.

—Buenas noches, hija. Lo mismo digo.

—Bien, y ahora que estamos completos, en vista de que Aníbal no vendrá, pasemos a la mesa— Aquella estaba resultando una cena bastante incómoda, y tanto Samuel como ella, estaban dando su mayor esfuerzo por disimular sus emociones. Pero si Ámbar pensaba que aquella cena era un desastre, un caos emocional, y una prueba de autocontrol, todo estaba por empeorar cuando le escuchó decir.

—La cena ha estado deliciosa, madre— le regaló una sonrisa. — me alegra estar aquí —evitó ver a Ámbar— quería aprovechar esta noche para informarte que estaré fuera una temporada —Ámbar frunció el ceño, y su corazón se aceleró.

—¿Fuera?, ¿de qué hablas, hijo mío?

—En dos días me iré de viaje. Me iré de misiones a tierras africanas, estaré en el continente dos o tres meses, aproximadamente.

—¡Que buena noticia, hijo!— exclamó la mujer feliz, pero Ámbar estaba por echarse a llorar, sabía que él, estaba haciendo aquello para alejarse de ella—¡África es duro, pero allá hay mucha gente que necesita de la palabra de Dios!, siempre he sabido que eres un escogido para el buen servicio de la obra.

—Padre, pero...—ella no sabía cómo decirlo, o qué decir exactamente— ¿y la iglesia?, y los feligreses?

—Todo está resuelto por el arzobispo, mañana llegará un padre sustituto, estará en la congregación mientras estoy fuera

—Pero... ¿No le parece que África está muy lejos?

—Oh, querida,.la palabra debe llegar a todos—Ana le regaló una hermosa sonrisa. Samuel evitaba a toda costa mirarle, sabía que vería confusión, súplica y desconsuelo en su mirada. Necesitaba ser fuerte, necesitaba estar lejos una temporada para re descubrir su vocación y matar ese deseo carnal que lo consumía con solo verla.

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