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Capítulo 24; Un imposible.

Samuel, se acostó en su pequeña y austera cama, luego de largas horas de oración, buscando tranquilizar su abatida alma, y por más que lo intentaba no podía dejar de pensar en Ámbar, en sus hermosos ojos y en todo lo que había provocado en él, con su boca, en un solo día lo había arrastrado a un mar de sensaciones absolutamente desconocidas y muy placenteras.

¿Era aquello solo un pequeño abre bocas del inmenso placer que podía sentir una persona estando en pareja?

Había ido a su casa con la intensión de hablar, pedirle que dejara de insistir y dejar claro que nada de aquello podía continuar. Por el contrario, había terminado cediendo a los deseos de su carne, había Sido débil frente a ella... frente al amor y el deseo que despertaba en su inexperto cuerpo. Batalló con las ganas que tenía de tomar su celular y llamarla, no, no debía hacerlo, además no sabía cómo interpretaría ella el que la llamara. Pero, tenía tantos deseos de al menos escuchar su voz.

Sentía deseos de conversar con alguien sobre lo que estaba sintiendo y le estaba ocurriendo, pero... estaba consciente de que sería severamente juzgado, un sacerdote, un elegido, un hombre de Dios, jamás podía sentir lo que él estaba sintiendo, no era moral, ni socialmente aceptable, él tenía prohibido sentir.

Suspiró con fuerza.

Lo que sentía por ella era un imposible.

Apagó la luz de la habitación quedando en penumbras y volvió a la cama esperando poder tener un sueño reparador. Justo después de apagar la luz y cuando estaba por subir a su cama, vio como la pantalla de su celular alumbró la habitación, lo tomó, quizás fuese una emergencia. Cuando vio el nombre de Ámbar en la pantalla, su corazón se estremeció.

No sabía si responder a aquella llamada, considerando que minutos antes, él mismo había deseado llamarla... la tentación fue mucha y accedió.

—Ámbar...

—Hola, ¿Interrumpo?

—Yo... estaba por irme a dormir.

—Oh, lo siento, yo... solo deseaba darte las buenas noches— Samuel cerró los ojos, aturdido por los acelerados latidos de su corazón, aquella desconocida sensación era adictiva.

—Gracias... también deseo que tengas feliz noche.

—Bien... Gracias. Yo... no he dejado de pensar en ti desde que te fuiste. —confesó— hubiese dado cualquier cosa por qué te quedaras.

—Ambar, por favor, debes detenerte... esto se está saliendo de control. Lo que sucedió hoy...

—Fue delicioso—lo interrumpió — te gustó y lo disfrutaste, no hay nada de malo en eso.

—Tal vez no, si fuese un hombre normal, pero no lo soy.

—Para mi, lo eres. Samuel, no tienes idea de lo que sentí hoy, solo de recordarlo me estremezco porque... me encantas, me encantó complacerte, me encanta tu olor y aún más tu sabor... eres delicioso. Si tan solo entendieras que no me importan las críticas, yo estoy dispuesta a todo por ti.

—Esto es un imposible. — le dijo, admitiendo en alta voz, los pensamientos que había tenido poco antes.

—Los amores no deberían ser imposibles o prohibido, el amor es para ser vivido — Samuel cerró los ojos... "Amor", ¿significaba aquello que ella también lo amaba?, ¿también estaba enamorada de él?, ¿estaba ella sintiendo lo mismo que él sentía?

—Ámbar, estás poniendo mi mundo patas arriba. Yo nunca he dudado de mi servicio. ¿Por qué me haces ésto?... No quiero dudar, no quiero sentir, no quiero dejarme arrastrar por los deseos de la piel.

—¿Te gusto como mujer?— contrarrestó ella.

—Ambar...

—Responde, pero respóndeme con la verdad. Entre tu y yo, no deben haber mentiras Samuel, solo la verdad.

—Si—admitió.

—¿Te gustó lo de hoy?

—Sabes que sí — respondió mientras negaba con un movimiento de su cabeza, con el dolor de admitir su pecado.

—A mi también me gustó, y quiero repetirlo Samuel, quiero hacerlo no una, ni diez, ni cien, sino muchas, muchas veces, tantas que no pueda contarlas. Atrévete a experimentar, a explorar lo que sientes, quizás descubras que has nacido para quererme.

—¡Ámbar, por piedad! —gimió.

—Ven a mi casa mañana.— lo invitó.

—No...—susurró en un intento de rebelarse contra el escalofrío que lo estremeció.

—Te enseñaré un poco más de placer. — prometió.

—¡Ámbar, hoy he pecado!

—¡Y yo también, pero me supo a gloria!, ¡Vamos Samuel... ven a mí... mañana a las siete en mi casa!

—Oh por Dios, no...

—Estaré esperándote, sueña conmigo Samuel Thompson, que yo soñaré contigo. Adiós — y así, cortó la comunicación, él se quedó con el celular en su oído, intentando calmar los latidos de su corazón.

Dios mío, ¿Por qué aquella prueba?, ¿por qué la carne se rebelaba en contra de su espíritu?

************

El primer día de Ámbar en Marshall y Asociados, había resultado ser todo un éxito, llegó con mucho tiempo de anticipación y se sintió muy a gusto con su supervisor directo, que extrañamente no resultó ser Markus, también se sintió muy a gusto con su línea de compañero de trabajo, feliz de volver a desempeñar sus actividades contables, se dedicó a cumplir sus tareas. Tomó su almuerzo con Melina, estaba feliz de recuperar el contacto con ella, llamaron a Amy con quién acordaron de verse al día siguiente después del horario de salida.

Tras una excelente jornada laboral, volvió a casa con la esperanza de que Samuel atendiera a su llamado.

Tomó una ducha, y cepilló su cabello, un lindo vestido y un poco de fe para esperarlo.

Se sobresaltó cuándo su celular sonó, corrió hasta él para decepcionarse al ver el nombre de Mateo en la pantalla.

Matteo no era a quien quería.

—ahola, Matteo.— respondió saludándole.

—Hol, preciosa. Es un gusto saludarte, ha pasado mucho desde la última vez que hablamos.

—He estamos ocupada, conseguí nuevo empleo, así que todo ha sido muy movido últimamente.

—Oh, que bien. Sabes?, fuí a tu departamento pero me encontré con la sorpresa de que está desocupado.

—Me mudé, mi nuevo trabajo me exigía estar más cerca, así que tuve una buena oportunidad y la aproveché.

—Bien... ¿Podemos vernos?

—De momento, no me es posible, Matteo. Lo siento.

—¿Significa eso que no nos veremos de nuevo?— preguntó un poco decepcionado.

—No te prometeré nada.

—Eso me decepciona un poco, tenemos química, la pasamos bien.

—Lo sé, sé que es así, pero en este momento estoy priorizando situaciones en mi vida. Matteo... Admito que la pasamos increíble juntos, eres pasional y ardiente, eso me encanta, sin embargo, no puedo prometerte más que encuentros ocasionales. De hecho, no estoy segura de eso, de momento no puedo asegurarte nada.

—De acuerdo. No tiraré de la cuerda, preciosa, será como tú digas. Espero tener un poco más de suerte para la próxima. Si me necesitas, llámame, siempre estoy disponible para ti. Adiós.

—Adios, Matteo.— suspiró colocando el celular en la mesa. Se sintió un poco frustrada, Matteo era igual a una noche increíble pero, ella no podía pensar más que en su inocente sacerdote.

Pasaba un poco más de las siete, cuándo Ámbar se convenció de que Samuel no asistiría, se dejó caer sobre el sofá queriendo gritar de desconsuelo, pero en ese momento el timbre sonó y ella rogó tener un poco de suerte.

Corrió a abrir y una enorme sonrisa se dibujo en su rostro.

—Luché, Dios sabe que luché, pero no pude resistirme, heme aquí—dijo mirándola directamente a los ojos.

—Bienvenido al paraíso, Samuel— le dijo con voz cargada de sensualidad.

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