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Capítulo 20; ¿Escuchar al corazón ó dejarse guiar por la razón?

Ámbar contuvo una risita al observar el rostro del sacerdote, se sentía como una niña que acababa de ser pillada en una travesura, allí sentada sobre el regazo del hombre, aún con el sabor de su boca en los labios, y la excitación latente en su bajo vientre.

—Ave María purísima...— nuevamente se escuchó, entonces Ámbar con cuidado de no hacer ruido se puso de pie y con un dedo sobre sus labios, le indicó a Samuel que guardara silencio. —¿Padre?...— Ámbar, se agachó, colocándose de rodillas frente a él, en un ambiente extremadamente reducido, debía agacharse para evitar ser vista, pero la verdad era que el espacio era diminuto, a penas y cabía, no lo pudo evitar, sonrió con picardía al imaginarse que podría estar en aquella posición... con finalidad diferente. —¿Padre, está usted bien?

—Si, si hija... Sin pecado concebida — abrió la ventanilla para llevar a cabo la confesión, sintiendo que todo él temblaba... había pecado, él era quien necesitaba una confesión, había cedido a sus encantos y había besado a Ámbar... su primer beso.

—Padre, he pecado... me encuentro en una situación difícil.

—¿Qué... sucede, hija?— preguntó pasando saliva.

—Padre, he caído en tentación, me he acostado con un hombre que no es mi marido — Ámbar abrió los ojos y miró a Samuel conteniendo una risa. — ya no me siento bien con el hombre que me casé, padre... le amo, porque es así, pero no sé en qué momento del camino lo perdí, ya nada parece funcionar entre nosotros, cada vez llega más tarde a casa y yo... me siento tan sola.. sé que no es excusa.

—No hija, no lo es... tú... has prometido fidelidad y...

—Lo sé padre, y quizás usted no pueda entenderlo, pero este otro hombre me hace sentir bien, yo siento que me estoy enamorando de él. ¿Qué puedo hacer?

—Huir de la tentación —respondió mirando a Ámbar, quién elevó una ceja. — ve y ora hija mía, Dios te dará la fuerza.

—¿Mi penitencia, padre?

—Diez padre nuestro y diez ave María. Ve en paz y que Dios te fortalezca.

—Amén...— la mujer se marchó y Samuel esperó atento por si había alguien más. Después de un par de minutos, ella se puso en pie y lo miró a los ojos.

—¿Es eso lo que piensas hacer?, ¿Crees que huir de mi es la salida?

—Si—admitió.

—O sea que, ¿Vas a negar lo que sientes?— Samuel la miró directamente a los ojos y pasó saliva.

—Obtuviste lo que querías, ahora... por favor, debes irte, alguien puede volver, Ámbar.

—No obtuve lo que quería, sigues mintiéndote, se supone que debías convencerme.

—Por favor, debes irte, alguien puede venir y... por favor.

—Prometeme que irás a mi casa para hablar de esto.

—¿Estás loca, Ámbar?, no puedo hacer eso. —tragó en seco.

—Solo tu palabra de hablarlo me hará salir de aquí.

—Por favor, vete ahora...

—¿Irás a mi casa?

—¡Si, si, iré, ahora márchate antes de que alguien nos vea!

—¿Lo juras?

—¡Lo juro!— dijo angustiado.

—Bien—sonrió Ámbar— te esperaré hoy en mi casa Samuel, espero no faltes a tu palabra.

—Solo es para hablar.

—Por supuesto, no he dicho nada más — se giró y descorrió un poco la cortina color púrpura y entre abrió la puerta del confesionario para mirar fuera, hasta donde le dió la vista no alcanzó a ver a nadie, entonces rápidamente salió y cerró la puerta tras ella, caminado con paso firme para abandonar la iglesia, justo en la entrada se giró, encontrándose con el Cristo sobre el altar— espero no te enojes demasiado, después de todo, sigo siendo tu hija.

Samuel respiró con fuerza, hundiéndose en su asiento, cerró los ojos y se concentró en respirar con normalidad, llevó una mano a sus labios... Un beso... su primer beso y... ¿Por qué le había gustado?, ¿por qué le gustaba Ámbar?, ¿Por qué?.... No podía pecar de hipócrita y seguir negándose a asumir que ella le gustaba, ella le atraía como mujer, por primera vez en su vida, se lamentaba no poder ceder a sus instintos, por primera vez en la vida dudaba de sus votos y su llamado, por primera vez en la vida se preguntaba si su padre siempre había tenido razón, y haberse convertido en sacerdote, había sido un error, él estaba dudando de ser capaz de sostener sus votos de castidad... nunca su celibato le había pensado como ahora.

Ámbar, decidió caminar hasta su departamento el ejercicio físico le serviría para aplacar la adrenalina que corría por su cuerpo, no solo lo había besado, sino que él había correspondido y... el hecho de que estuvieran muy cerca de descubrirlos, había enviado a su cuerpo una descarga de dopamina y serotonina, se sentía satisfecha con los resultados, pero a la vez tenía una fuerte sensación de ansiedad. Él había prometido ir a su casa, aquella tarde podría ver hasta donde era capaz Samuel de llegar.

No le era indiferente, y si, quizás estaba siendo insistente con él, pero... no se trataba solo de que ella lo deseara, estaba temiendo que se estaba enamorando de él... no podía evitarlo aunque quisiera, esos hermosos ojos... todo él despertaba sentimientos en ella y eso le asustaba un poco, una cosa era el deseo, pero... ¿Amor? el amor era algo más complejo e impredecible, y si... terminaba locamente enamorada y él no correspondía plenamente. Por qué si, lo alteraba, lo perturbaba y podía jurar que hasta lo deseaba pero... ¿Podía Samuel librarse de sus vestiduras sacerdotales para poder amarla?, ¿Podía ella cargar con eso?, ¿Y él?, ?si lograba hacerlo, había posibilidades de que terminara odiandola o reprochandole, haberse desviado de su santo camino?

Suspiró con pesadez, ¿Valía la pena correr el riesgo?, ¿por qué tenía más preguntas que respuestas?

Quiso gritar frustrada, todo en su vida era difícil. Cuánto diera por tener en aquel momento un madre que le escuchara, la aconsejara y le orientará en qué debía hacer. ¿Escuchar a su corazón o dejarse guiar por la razón?

Caminó hasta llegar a se departamento, en dónde dejó el bolso sobre la mesa, tenía hambre así que decidió preparar algo de comer y esperar, decidió preparar un poco más, quizás Samuel quisiera comer algo mientras conversaban.

Al día siguiente, empezaría sus actividades en Marshall & Asociados, quería estar tranquila para la ocasión, sin embargo, la ansiedad por ésta nueva etapa comenzaba a apoderarse de ella, se esforzaría al máximo para poder hacer un excelente trabajo.

Luego de preparara la comida, sacó su celular y decidió marcarle a Amy, se lo había prometido a Markus. Su amiga respondió al tercer repique.

—¡Ámbar, qué alegría!

—Hola Amy, ¿Puedes hablar?

—Aún no salgo de la oficina, linda. Pero puedo dedicarte un par de minutos.

—Yo... esta mañana he visto a Markus...

—Tiene lógica, trabajarán juntos— la rubia intentó que su voz sonara tranquila— lo verás diario.

—Si... eh, bueno, verás Amy, él me ha pedido decirte que quiere verte.

—Lo sé, no hace más que llamarme y venir a mi edificio, creo que no fue buena idea buscarlo—su voz se quebró — estoy a punto de ceder Ámbar, pero sé que no es bueno para mí.

—Lo sé, sé cuánto lo quieres, pero... le he dicho que no le prometería nada—suspiró— pero cumplí con darte su mensaje.

—Gracias, Ámbar... debo dejarte.

—Claro, tomemos un café con Meli está semana.

—Por supuesto, nos pondremos de acuerdo, ahora debo irme.

—Te quiero.

—Y yo a ti— sin más, la comunicación se cortó. Ámbar suspiró y dejó el celular en la mesa.

Esperó y esperó, la noche ya comenzaba a caer y se sintió decepcionada al imaginar que Samuel la plantearía... observó su celular con ganas de llamarlo y recordarle que le había dado su palabra, pero negó devolviendo el artefacto a la mesa, quizás era lo mejor, quizás deberia tomarlo como una señal para alejarse de aquel hombre de Dios.

Pero justo en ese momento, el timbre de su apartamento sonó, Ámbar tragó en seco sintiendo como respiraba con dificultad. Corrió a a abrir la puerta.

—Si viniste— le dijo mirándolo a los ojos, allí en su puerta estaba el objeto de su ardiente deseo.

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