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Capítulo 18; Hombres prohibidos

—¿Te preocupa algo, hijo mío?— la voz de Ana, se escuchó con fuerza, logrando sobresaltar a ambos hombres con los cuales compartía la mesa. Padre e hijo, levantaron la vista hacia ella— y al parecer también hay algo que le preocupa a tu padre—miró a Anibal, quién batalló con todas sus fuerzas para no desviar la mirada de los ojos de su esposa— Ninguno ha probado bocado y seguramente sus comidas están frías de tanto ser revueltas en esos platos. ¿Me dirán qué sucede?

Anibal y Samuel, se miraron a los ojos, y luego nuevamente a Ana.

—Yo... solo estoy preocupado por algunos asuntos de la iglesia. Ya sabes madre, los feligreses siempre tienen problemas.

—Lo sé, hijo, pero preocuparte no dará soluciones. ¿Se trata de la joven del departamento?— la respiración de Samuel se detuvo unos segundos al escuchar que su madre nombraba a Ámbar, sintió un extraño escalofrío recorre el la espina dorsal.

Ámbar, Ámbar Hobbs... iba a volverlo loco.

—No, no, ella está muy bien, está muy agradecida por tu ayuda, madre.

—Solo fuimos el medio que Dios uso para bendecirla. Quizás deba visitarla y llevarle algún presente para darle la bienvenida a este lado de la ciudad, siempre disfruto poder ayudar a otros.

—No creo que la encuentres en casa, madre, bendito sea Dios, logró encontrar un nuevo empleo.

—Si que son buenas noticias, bueno podría ir por la noche, realmente me gustaría conocerla. Espero que las cosas sigan mejorando para ella.

—Que así sea, madre. —respondió un poco incómodo, ya que llevaba un par de días en los cuales Ámbar no había abandonado su mente no por un instante y quello lo perturbaba.

—¿Y tú?—Ana miró a su esposo—¿Sucede algo?

—Asuntos de trabajo—mintió, estaba pensando en Melina— intento no preocuparme, ya sabes que no me gusta traerme los problemas a casa. Lo siento.

—Afanarnos no traerá soluciones —sonrió Ana— cada día trae consigo su propio afán, lo mejor es dejar todo en manos de Dios.

—Claro...—respondió Anibal devolviendo su vista al plato. Samuel decidió comer también un poco, sin dejar de pensar en Ámbar, esa mujer estaba trastornado su vida. La confesión de ella solo había despertado en él un deseo insano de verla y no quería ceder a ello. Lo mejor era mantener las distancias.

¿Sería adecuado hablar con sus padres de lo que le estaba ocurriendo?, Anibal quizás lo comprendería, pero Ana, sin duda se desmayaría con aquella información.

—¿Te quedarás a dormir, hijo?—la voz de su madre lo sacó nuevamente de sus cavilaciones.

—Si—sonrió, en aquel momento le pareció más atractivo dormir en casa de sus padres y no en la soledad de su habitación en la iglesia.— pero madrugaré mañana para irme temprano, tengo asuntos que atender.

—Por supuesto hijo, ahora terminemos de comer en familia.

****************

Melina, en aquel momento, acostada en su cama suspiraba, recordando el segundo encuentro que había tenido con Anibal. Buscó su celular y observó una foto del hombre, era mayor, mucho mayor que ella, evidentemente no solo le doblaba la edad, sino que sumaba un poco más, pero aquello no era algo que le importara realmente, su edad palidecía ante el hecho de que estaba casado, comenzaba a sentir cosas muy fuerte por él, y sabía que enamorarse de Aníbal Thompson, sería una locura, pero por como se estaban dando las cosas, estaba encaminada precisamente a ello. Cerró los ojos, dejando el celular a un lado... la manera en la que Anibal le hacía el amor, era... magnífica, él era un hombre que sabía lo que hacía, sabía dónde tocar a una mujer para estremecerla y su cuerpo reaccionaba instantáneamente a su toque.

Sabía que se estaba involucrando en algo delicado, sería juzgada por muchas personas, sería señalada como la amante, la otra, la rompe hogares, pero... ¿Cómo podía resistirse al hecho de sentirse tan apreciada?, ¿cómo podía resistirse a los sentimientos que Anibal comenzaba a despertar en ella?

—Me gustas demasiado, Anibal—dijo Melina tomando nuevamente el celular y observando la fotografía; alto, guapo, elegante, con las cienes plateadas que solo añadían atractivo, esa mirada dulce y un poco entristecida... esa boca... esa boca carnoso y deliciosa... Anibal era un hombre increíble. —No deberías ilusionarte muchos, Melina—se aconsejó a sí misma— es un hombre prohibido...

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Amy, rechazó por quinta vez la llamada de Markus, él no dejaba de enviar mensajes e insistir, le desesperaba saber que había pensado que todo había acabado ya, pero retomar el contacto, aunque solo fuese por ayudar a Ámbar, había abierto nuevamente la puerta de conexión entre ellos, y ahora... Markus batallaba por volver y Amy, por no ceder al amor que sentía por él.

Su celular sonó anunciando un mensaje, era Markus como esperaba.

"¿Hasta cuándo vas a evitarme, Amy? solo quiero que conversemos."

"No tenemos nada de que hablar, todo ha quedado claro, Markus"

"Quizás para ti, pero yo aún tengo mucho que decir"

"Lo único claro es que sigues siendo un hombre casado, y yo no quiero volver a pasar por esto, Markus, entiéndelo"

"Todo se solucionará, lo prometo "

"No me hagas promesas, Markus. Hace mucho que deje de creer en ellas"

"Te amo Amy"

"Yo también te amo, pero no podemos estar juntos. Ya deja de llamar y escribir o voy a bloquearte"

Arrojó el celular en la cama, sintiendo como las lágrimas bailaban en sus ojos, luchando por salir... Lo amaba, realmente Markus era su amor, pero tal y como había dicho; No podían estar juntos.

*****************************

Con la llegada del nuevo día Ámbar se dirigió a la clínica para realizarse los exámenes pertinentes, luego pasó al trabajo para poder leer y firmar su contrato, estaba feliz, al colocar su firma en aquel documento sentía que iniciaba una nueva etapa.

—Eso sería todo, señorita Hobbs, recibiremos los resultados médicos por correo esta tarde, y mañana podrá iniciar su turno. Acompáñame a registrar su huella en el sistema de empleados, su ingreso es a las ocho, recuerde ser puntual.

—Por supuesto, señorita Lenus. —despues de terminar los trámites y que Kiera le señalará cuál sería su área de trabajo y su escritorio, le dijo que podía irse a casa. De camino a la salida, se topó de frente con Melina, compartieron un calido abrazo.

—Me alegra mucho verte, Ámbar, hacía mucho que no coincidíamos.

—Lo siento, no he resultado tan buena amiga—sonrió avergonzada — pero prometo remediarlo, deberíamos tomar algo en algún momento de la semana, después de la salida. Mañana será mi primer día y... te agradezco mucho Meli, sé que ayudaste para que esto fuese posible.

—Nada que agradecer, lo hice con mucho gusto. Sabes que te quiero mucho.

—Si, lo sé, al igual que yo a ti. Siento que con las ocupaciones nos habíamos distanciado un poco, pero estoy feliz de estar nuevamente juntas.

—¿Recuerdas esos días universitarios?—sonrió—Jessie, Amy, tú y yo, cuatro locas amigas juntas.

—La pasábamos increíbles —de pronto sonrió triste — Jessie, me hace mucha falta.

—Es normal, son demasiados años de amistad. Ojalá pueda venir pronto, nos haría bien salir las cuatro y recordar viejos tiempos.

—Se lo propondré, quizás se anime. —sonrió Ámbar.

—Y yo también la llamaré, por si tiene alguna duda. Debo volver al trabajo, nos vemos mañana—un nuevo abrazo de despedida. Ámbar salió de Marshall &Asociados, caminando directamente a la iglesia, y tomando bocanadas de aire e llenaba de valor.

—No puedo seguir así, debo hablar con Samuel, debo saber que piensas y esta vez no le permitiré huir de mi.

Cuando llegó, se percató de que él estaba confesando. Había una persona de rodillas en el reclinatorio y una mujer de mediana edad esperando su turno. Ella, se sentó para esperar tranquilamente su oportunidad, en cuánto ambas mujeres terminaron su confesión se marcharon para cumplir penitencia, él había quedado solo, así que decidida a no dejarlo escapar, no fue al reclinatorio, sino que abrió la puerta del confesionario, se coló dentro y cerró las puertas tras de si, reconociendo que el lugar era bastante pequeño.

Samuel que estaba sentado en la silla abrió los ojos sorprendido y la miró sin comprender que ocurría.

—Ámbar...— fue lo que dijo, mirándola con preocupación.

—Ave María purísima, padre—sonrió— vine a terminar mi confesión— una enorme sonrisa iluminó su rostro. Samuel estaba allí, prisionero, en aquel diminuto espacio, y ella bloqueaba la puerta de salida a sus espaldas, no había nada que él pudiese hacer para escapar, había llegado el momento de hablar...

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