Capítulo 10; Deseos de un beso.
El sonido del celular reclamó su atención, escuchando como el aparato no dejaba de sonar corrió hasta él para tomarlo, esperando que quizás fuese Jessie, pero al tomarlo no reconoció el número en pantalla.
—¿Si?
—¿Ámbar, eres tú?— aquella voz despertó en ella un delicioso escalofrío que recorrió su espina dorsal... ¡Era él!, ¡por supuesto que era él!
—¿Padre Samuel?
—Qué buen oído, hija mía. Te estoy llamando porque tengo buenas noticias.— ella hubiese querido decirle que poco le importaban los motivos, poder escuchar su voz a través del celular era algo... eróticamente estremecedor, y después de los eventos del día anterior, todo su cuerpo aunque satisfecho, había despertado con sus palabras, esa voz ronca y profunda que despertaba las fibras de su ser. —he hablado con mi madre, quién a su vez ha hablado con una vieja amiga, hay un departamento de este lado de la ciudad, es pequeño, nada tan espacioso y ostentoso, solía usarlo su hijo, pero se casó y se fue a vivir a otro lugar.
—Son noticias grandiosas.—dijo emocionada.
—Si, así es hija mía, el nombre de la mujer es Antonia, es muy agradable y está muy interesada en conocerte y que conozcas el lugar. Le he hablado muy bien de ti, así que espero que seas una inquilina agradable.
—La mejor de todas,padre, no voy a defraudarlo, se lo aseguro. No sabe cuánto se lo agradezco.
—Nada de eso... ah, he hablado con ella para que sea un precio razonable, en vista de que has perdido tu empleo.
—De nuevo muchas gracias, padre.
—Antonia ha sido muy razonable, además ha dicho que de igual manera el lugar estaba vacío. Así que, si no tienes nada que hacer podríamos vernos en un par de hora, así vamos para que conozcas el lugar. ¿Te parece?
—Por supuesto que sí, padre, llegaré antes de lo previsto, lo prometo.
—Bien—respondió el hombre riendo — entonces te espero en la iglesia, hija mía.
—Claro padre, adiós.
—Adiós— cuando cortó la comunicación, Ámbar tenía una serie de sentimientos encontrados, por una parte la felicidad de saber que tendría una nueva vivienda y justo en el lado pertinente de la ciudad. Por otro lado... Esa sensación de frío recorriendo su espina dorsal, y la erección de sus pezones, le recordaban el increíble efecto que aquel hombre lograba en su cuerpo...
Eligió muy cuidadosamente su ropa, una camisa bonita y una elegante falda, dejo su larga y abundante cabellera suelta, ansiosa de verlo... llegó a la iglesia antes de lo acordado, se encontró con que él estaba de rodillas frente al altar, aparentemente elevando plegarias.
"Diosito, no es mucho pedir... dámelo, tu tienes muchos buenos hombres a tus servicios, yo necesito un buen hombre para mí"
"Supongo que a pesar de estar enfadado, me miras con ese amor de padre, porque las cosas parecen mejorar... una vivienda... un posible empleo... todo mejora"
Se sentó en uno de los banquillos principales, a la espera de que el sacerdote terminara sus plegarias. Pasó algún tiempo antes de que el hombre se pusiera en pie, hiciera la señal de la cruz, un hombre se acercó a él y le habló para luego ambos asentir. Samuel dió indicaciones y se giró para caminar, justo allí la vio, Ámbar sonrió ampliamente y el sacerdote la miró inmóvil por un par de segundos. Ámbar pensó que se veía aún más sexy, con aquellos pantalones negros, la camisa del mismo color, el alzacuello resaltando y esa cruz reposando en su pecho... sus ojos parecían aún más verdes, y su cabello brillaba con ese lindo color chocolate.
Samuel pareció salir del trance, no pudo evitar recordar aquel sueño dónde ella lo besaba, de pronto sus labios hormiguearon, como si tuviesen deseos de convertir ese sueño en realidad.
¡Basta, Samuel! Se reprendió a si mismo, saliendo de su estado de ensimismamiento, caminó hasta ella.
—Padre, buenos días.
—Buen día, hija. Efectivamente llegas temprano.
—Intento ser puntual, aunque no siempre Elo consiga—sonrió, y Samuel desvió la mirada por un segundo.
—Bien, le daré un par de indicaciones al diácono que queda a cargo de la iglesia en mi ausencia, y vuelvo para que nos marchemos. El lugar está cerca, así que podemos ir caminando—Sonrió y Ámbar sintió como sus pezones punzaron contra la tela del sujetador.
—Por supuesto — menos de cinco minutos después se encontraban caminando en dirección al pequeño departamento, Ámbar realmente lo agradecía, y esperaba que fuese un buen precio para poder lograr ubicarse en el, la zona era justo lo que necesitaba para estar cerca de las oficinas de las firmas contables... Ambos no paraban de conversar sobre como esperaban que las cosas siguieran mejorando para Ámbar, y mientras caminaba cerca de él y lo veía sonreír, Ámbar luchaba contra el deseo de arrojarse contra él y besarlo... es que... sus labios eran tan perfectos... tan gruesos, jugosos, parecían gritar que querían ser besados y ella estaba ansiosa por hacerlo.
Después de una caminata promedio, llegaron a un edificio, no muy grande, ni lujoso, pero agradable y limpio. Subieron en el ascensor hasta el quinto piso, y se detuvieron en la puerta que indicaba 5-C
—Hemos llegado—sonrió Samuel, para elevar la mano y llamar a la puerta, que poco demoró en abrirse. Una mujer apareció, y Ámbar supuso que aquella sería Antonia, mayor de quizás cerca de los setenta, eso sí, muy bonita y elegante, con una sonrisa llena de amabilidad.
—Padre...—sonrió tomando la mano de Samuel y depositando un beso en ella.
—Dios te bendiga, hija mía. ¿Podemos pasar?
—Por supuesto, adelante— se hizo a un lado para darles paso— tú debes ser Ámbar.
—Es todo un gusto, señora Antonia—sonrió con amabilidad—soy Ámbar Hobbs, y estoy muy agradecida por la oportunidad.
—No podría negarme a una petición de Ana—sonrió—somos buenas amigas, y menos si es para ayudar al prójimo y traes recomendación de padre, así que... eres una jovencita bendecida— hablaron del precio, y Ámbar abrió los ojos impresionada, era realmente económico para lo que ella se esperaba— no te sorprendas, tesoro—sonrió con amabilidad— este lugar tiene mucho tiempo solo, mi hijo no lo usa, y como verás no es muy grande—siganme—comenzó a caminar dándole un tour por el lugar, mostrándole lo que según ella era pequeño, y en apariencia si, pero se ajustaba perfectamente para ella— como verás no es mucho espacio...
—Es más que suficiente para mí, soy sola, no necesito nada más, es perfecto.
—Bien, por lo general te solicitaría un montón de documentos, pero en vista de tus buenas recomendaciones, solo necesitaré documentos básicos para el contrato.
—Es perfecto —sonrió—¿Cuándo puedo entregárselo?, ¿cuándo podré mudarme?
—Hazme llegar los documentos a través del padre Samuel —el hombre sonrió— si te parece justo el precio, puedes mudarte el dinero de semana. Contrataré a alguien que haga un aseo.
—Por supuesto que estoy de acuerdo con el precio, ambas sabemos que está muy económico. Haré llegar los documentos mañana mismo, y por la.limpieza no se preocupe, yo misma me haré cargo, considerando el buen precio, y lo bondadosa que ha Sido, además estoy a la espera de un nuevo empleo, así que tendré tiempo suficiente para asear el lugar.
—De acuerdo, linda — le sonrió amablemente y le tendió un juego de llaves— en ese caso, toma—ella la tomó en sus manos— asegúrate de que los documentos lleguen mañana para firmar lo más pronto posible.
—Muchísimas gracias, de verdad no imagina cuánto me ayuda ésto, no tendré jamás como pagarle la oportunidad que me brinda.
—Con que seas una buena inquilina y salgas adelante te me daré por bien pagada, tesoro— La mujer se retiró dejándola sola con el silencioso Samuel.
—¿Y bien, qué te parece?
—Muchas gracias— se arrojó a sus brazos sonriendo —gracias por ayudarme— lo estrechó con fuerza, Samuel sonrió y devolvió el abrazo, pero sintió como su cuerpo entero entraba en tensión, y le sudaban un poco las manos... Ámbar lo abrazaba con fuerza y podía sentir su cuerpo oprimido contra el suyo. — Me da una oportunidad única, padre—se alejó un poco y así cerca como estaba, lo miró directamente a los ojos y sin poder reprimirse miró los carnosos labios a escasos centímetros. Samuel tembló internamente, y su respiración se agitó bajo la mirada de ella, batallando con aquellas desconocidas emociones, se aclaró la garganta y dió un paso atrás.
—No te preocupes, hija—sonrió y Ámbar se sintió conmovida al ver cómo el se sonrojaba un poco... ¿Acaso sentía algo por ella el sexy sacerdote? — me alegra haber podido ayudarte.
—Padre...
—¿Si?...
—Nada—sonrió intentando controlar su irregular respiración.
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