❪ iv ❫⠀━━━━ demasiadas horas en el trabajo
Megumi no sabía cuantas veces llevaba mirando su reflejo en un espejo que cargaba encima, pero habían sido demasiadas. Lo sabía mejor que nadie.
Se dio cuenta de ello también cuándo de pronto su imagen comenzaba a destrozarse poco a poco, a distorsionarse por completo. Comenzó a pensar que todo le estaba quedando mal y que a la larga, daba lo mismo lo que llevase encima, porque tendría que ponerse su uniforme obligatorio del cine y eso ocultaría lo que hubiese tardado durante tantas horas en elegir.
Se decantó finalmente por un jersey azul, encima de una blusa de mangas largas y unos vaqueros algo rotos por las rodillas. Su uniforme descansaba en las taquillas del cine, así que por lo menos de camino no tendría que preocuparse por llevar algo ridículo encima.
—Ya me voy a trabajar —anuncio por lo bajo, mientras escuchó a su padre en la cocina.
De su hermana no hay rastro y sabe que en unos pocos minutos también saldrá a trabajar. Mantuvo una cierta distancia en lo que se refiere a la confidencialidad del trabajo, pero, tampoco Megumi se preocupa por preguntarle por este. Ya que sabe que tampoco le dirá nada, porque así se han criado: en la distancia, apartados.
Cerró la puerta en un grave silencio, mientras se acomodaba su bolso cruzado.
—Vamos allá —menciona, tratando de darse ánimos.
Ni siquiera perdió tiempo en arreglarse el cabello, después de todo eso era algo inútil. Sus pinchos oscuros y puntiagudos se alborotaban con continuidad todo el tiempo, por lo que se asomó a la calle, nervioso ante la idea de encontrarse con ese chico de cabellos rosados.
Yuji Itadori, ese era.
Había sido incapaz de olvidar su nombre, o su sonrisa destelleante; y sus manos sudaban de sólo recordar lo inquieto que había estado al frente del chico, el día anterior.
Su cabeza dio un par de vueltas mientras atravesaba callejones, carreteras y se cruzaba con varias personas que lo miraban de reojo; sobre todo, seguramente, por lo mucho que destacaba. Hace un par de años atrás, cuando era mucho más pequeño, un hombre lo atacó en la calle. Todo por tener envidia a su padre, o eso le hizo creer a él a esa edad.
Obviamente, a estas alturas ya sabía que se trataría de otra cosa. De algo peligroso, su cicatriz se lo decía todo el tiempo que se miraba al espejo.
Tenía una herida en el cuello, que le surcaba desde la parte baja de la oreja izquierda hasta casi la clavícula; todo fue culpa de su padre. Se salvó de milagro y la policía llegó a tiempo, con su padre. Megumi cree recordar que esa fue una de las únicas veces en las que lo abrazó entre lágrimas.
Cuando se recuperó, dejó de darle atenciones y volvió al olvido con su hermana.
La acarició brevemente tratando de subirse un poco la tela del jersey y adelantando su paso, alcanzó la entrada del complejo con rapidez. El olor a palomitas, sudor y sitio cerrado pronto invadió sus fosas nasales y con una mueca, encontró el establecimiento abierto.
En otras palabras, sus compañeros habían acudido antes. Otra razón para ensanchar la mueca de su rostro.
Alcanzó el pomo mientras un ligero fresco acudía a su nuca. De pronto, se sintió extraño; es decir, desde ese accidente, que no quedó muy aclarado porqué motivo se vio atacado, siempre había sentido que era observado. Su padre le decía que deliraba y que, en muchas ocasiones, exageraba.
Pero era cierto, Megumi sabía muy bien que no estaba perdiendo la cabeza.
Giró la cabeza hacia atrás, antes de entrar al local, extrañado. Esa sensación hoy era más fuerte que nunca; pero se deshizo de esa incomodidad con rapidez porque estaba ilusionado, sí, ilusionado de ver al chico de ojos dulces y sonrisa boba.
Horas más tarde, Megumi esperó la llegada del chico.
Pronto serían las seis de la tarde, y gran parte de la mañana se la había pasado perdido en las musarañas. La clientela hoy no había sido para nada notable, aunque era viernes, pero era porque la gente estaba acostumbrada a ver películas más noche, por eso ahora es que se llenaba con más acumulación.
Algunos clientes eran de lo más desagradables e ineptos; por lo que también se la pasó con un rostro amargo y falto de carácter. Acababa de desechar a un tipo amargado con el que se la había pasado por veinte minutos discutiendo los precios de las palomitas, entre risillas de sus compañeros, cuándo como un rayo de luz lo vio entrar por la puerta.
Esta se abrió lentamente, como de esas películas a cámara lenta; venía con un jersey parecido al del otro día, pero era de color azul y unos vaqueros negros y aunque eran colores apagados, totalmente diferentes a los que había mostrado, también le quedaban bastante bien.
No opacaban para nada su brillo natural, y mucho menos con esa sonrisa de oreja a oreja y con su voz parloteando todo el tiempo. Y esta vez, a diferencia del día anterior, venía acompañado.
Un chico de ropas oscuras, paliducho, algo más bajo y con melena oscura iba a su lado. Sonreía amablemente, casi con timidez, pero no podía ver mucho de su rostro por un cabello alargado que ocultaba la mitad de su rostro. Eso era algo confuso, pero Megumi no sabía si se debía a su gran observación, pero... Lo vio.
Unas marcas en su cuello, que trataba de ocultar con una camisa de cuello alto y blanco. Yuji parecía ser ajeno a esto, pero se preguntó con que clase de personas se relacionaría o, si en otro caso, sería cosa de problemas personales y disfuncionales.
Megumi también advirtió, al verlo más de cerca con la iluminación de la sala, maquillaje sobre su ojo izquierdo que no se ocultaba. Eso le hizo crispar los dedos, porque indicaba que estaba siendo maltratado; suspiró levemente, mientras se alegraba de que Yuji le hiciera compañía. Parecía que era capaz de aliviar los problemas externos de cualquiera.
Se acomodó lo mejor que pudo el uniforme y la molesta gorra, deseando que se asomasen al frente. A su mesa, porque aunque había mucha más gente que antes, algunos de sus compañeros parecían tener vía libre. No supo ni porqué lo hizo, pero su mano se levantó de inmediato para llamarle la atención al joven de cabellos rosados.
—¡Eh, Yuji! ¡Aquí! —Su rostro se sonrojó de inmediato cuando cruzó los ojos con él.
Por lo que Megumi se apoyó en la mesa, con fuerza, tratando de obligarse a no cagar ese momento esperado con sus balbuceos, o expresiones amargadas. Mientras se acercaban, se fijó en que Yuji llevaba encima un bolso cruzado, y de que su amigo se había decantado por una riñonera.
—¡Hola, de nuevo! ¡Me has recordado! —El chico pensó en qué sería un loco si se olvidaba de él—. Te presento a Junpei, el chico que te mencioné.
Megumi recibió una sonrisa amable, e intentó hacer lo mismo. Estrecharon ambas manos y con la mirada intensa y ocre, supo que tenía que ponerse en el plan para sacarle un ticket a su amigo. Ahora mismo, Yuji tenía su asiento reservado, así que trató de buscarle uno a su amigo justo al lado; por suerte, nadie lo había pedido todavía.
—Todo parece estar en orden, chicos, estáis juntos. En la sala 3, por favor. Allí vienen vuestros asientos, por el medio y como habíamos hablado. —Entregó ambos tickets en la mano cálida de Yuji y este sonrío, emocionado. Estaba claro que era por la película.
Sin embargo, antes de poder si quiera apartar su mano, Yuji volvió a agarrársela con fuerza. Acarició sus dedos, y Megumi quiso apartarse; ya que esa sería una reacción normal, pero no pudo. Nadie nunca lo había tocado de esa manera tan de cerca, después de mucho tiempo.
—¿Qué... qué pasa? —preguntó en voz baja, siendo observados por el tal Junpei, pero incapaz de tomar distancia.
Ahora que había tenido otra oportunidad, podía confirmar por completo que las manos de Yuji eran algo gruesas pero suaves, nada toscas. Sin embargo, el silencio del otro lo sacó un poco de honda. Aunque finalmente, se dignó a contestar.
—Es que... nunca había visto unos dedos tan delicados, perdóname. Me suelen decir todo el tiempo que soy muy atrevido y... que me paso mucho. —Pareció darse cuenta de lo que hacía y soltó sus dedos abruptamente.
Junpei ocultaba sus ojos avergonzadamente, pero Megumi no estaba enfadado ni molesto. Así que rechazo sus disculpas con la mano, moviéndola de un lado a otro, con una sonrisa sencilla.
—Oh, no te preocupes. Suelen decirme eso todo el tiempo —mintió, claramente.
Yuji pareció aliviado con eso y se quedaron mirando por más segundos de los necesarios, que, por supuesto, rompió su amigo al tirar del brazo del otro. Yuji volvió a sonreír y Megumi volvió a lanzarse:
—¡Disfrutad de la película! —Ahora, los dos chicos le sonrieron y abandonaron la estancia para dirigirse hacia su sala indicada.
Megumi mordió su mejilla interior porque sabía que tras la película, ambos saldrían por la otra puerta y que ya no se verían más. Se apoyó sobre su codo, nuevamente aburrido, ya que el momento que había esperado durante toda la tarde del día de ayer finalmente había ocurrido y no había dicho mucho.
No había sido capaz de decir algo mucho más ocurrente, o ingenioso.
Suspiró nuevamente, para atender a un nuevo cliente que aparecía ante su vista. Era un hombre que venía a ver de esas películas románticas, y en solitario. Después de eso, atendió a dos adolescentes chicas jóvenes, y a una mujer con gemelos. Algo inquieto, comenzó a juguetear con su móvil, contando las horas hasta el final de su jornada, cuándo una voz lo llamó de cerca.
—¡Fushiguro! ¿Así es cómo te llamas, no? Es lo que pone en tu uniforme. —La familiaridad, la cercanía... Megumi pensó que estaba alucinando hasta que levantó la vista.
Ahí estaba de nuevo, Yuji Itadori, pero ahora solo; no había rastro de su amigo de antes. Tenía rastros de palomitas por la camisa y aunque su cabello y aspecto estaba un poco más descuidado que antes, no había borrado esa sonrisa altiva y atractiva.
—Sí... sí, así me llamo —dudó por unos momentos, intentando encontrar las palabras. Pero sus labios se movieron repentinamente, sintiendo que su mente se aclaraba—. Eh, ¿qué ocurre? ¿Hay algún problema con la película, o...?
Yuji negó de inmediato, entre sonrisas. Pero su mente se opacó por esa sonrisa decaída, por ese mirar tan triste. Sus dedos temblaron, aferrados al pie de la mesa.
—No, es que... Bueno, Junpei me ha dejado tirado. Un problema con un trabajo y, bueno... Venía a ver si, bueno, si estabas haciendo algo más interesante. —Alzó una ceja, curioso.
Megumi ahora podía afirmar que este rayo de sol buscaba constantemente iluminar la vida de otras personas y que, aparentemente, no le gustaba estar solo. Esos detalles le parecían muy tiernos; porque el chico no era sólo terriblemente atractivo, y su tipo, no; además era horrorosamente adorable y en el lado más endulzado posible.
—Estoy trabajando, Itadori. —Trató de ignorar ese escalofrío que le recorrió parte a parte al decir su apellido en voz alta. También trató de ignorar la forma en la que la sonrisa del chico pareció ensancharse, pero se aclaró la garganta—. No hago nada más interesante que atender a la gente y repartir tickets.
—A mí eso me parece muy interesante, Fushiguro. Pero, bueno, en vista de que molesto, será mejor que me vaya... —Lo vio alejarse de la puerta, y Megumi volvió a lanzarse por otra oportunidad.
—¡Oye, Itadori, espera! —El chico lo miró con ojos grandes, curiosos, esperanzados—. Si... si quieres y no tienes otros planes, ¿por qué no vemos esa película que quieres de una vez? ¿Mañana? ¿O supongo mal al creer que no la has terminado?
De inmediato se acercó, casi le pareció ver una cola entre sus piernas y asintió, completamente convencido.
—¡Mañana estoy libre, pero en la tarde! ¿Te parece bien ver esa película? Porque podríamos ver otra diferente —empezó a divagar y Megumi, aunque temblaba, se dio prisa en mostrarle su número de teléfono. Ahora que había empezado, ya no podía parar.
—Agrégame y hablaremos esta noche, cuando acabe mi turno. —El chico rápidamente sacó su móvil para apuntar su número y se despidió entre cortos saludos, cuando recibió otra llamada antes de irse.
Megumi sintió que las piernas le flaqueaban y tuvo que agarrarse al mandoble de la mesa de tapiz, incapaz de creerse lo que acababa de hacer. Algunas de sus compañeras lo miraban entre risas, pero las ignoró al recibir un mensaje del chico.
Y pensaba contestar encantado, hasta que una nueva voz lo llamaba desde fuera.
—Megumi. Tenemos que hablar.
Y otro escalofrío, mucho más desequilibrado que el anterior lo sacudió de pies a cabeza al ver a su padre enfrente. Venía de etiqueta y tenía otros tres hombres a su espalda, vestidos de la misma manera. Sus dedos temblaron tocando el teclado de su móvil y se dio cuenta, brevemente, de que su pintauñas negro se estaba destiñendo.
Pero eso era tan bizarro. La idea de tener a su padre enfrente era una locura.
—¿Qué ocurre? ¿No podías esperar a que saliese del turno?
Pero la expresión de su padre, severa y austera, indicaba todo lo contrario.
—No puede esperar. Es tu hermana, Megumi. —Y sus ojos se suavizaron ligeramente—. Está grave en el hospital, no creemos que se recupere.
Y entonces, su día volvió a ser negro y apagado.
🍓. NIGHTYY AL HABLA (!)
muchas gracias, de todo corazón por su apoyo en esta historia.
amo demasiado esta historia, amo demasiado a mis bebés y la cercanía que han hecho. pero diooos, no puedo dejar el drama. POR CIERTO, recuerden que si quieren leer la vida de sukuna que no vemos aquí, ya saben que su historia está en mi perfil principal.
déjenme sus opiniones al respecto de este cap, y nos veremos pronto, fresitas.
🍓
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro