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❪ i ❫⠀━━━━ un día en el cine










Megumi Fushiguro se apoyó en el mostrador, con el olor de palomitas rodeándole por todas partes. Además, sintiendo el mismo cansancio de siempre.

A sus 21 años, su vida había caído en una rutina tediosa.

Vivía con su padre, Toji Fushiguro, en un pequeño departamento en el centro de la ciudad. Su relación con él era cordial, bastante formal, ya que nunca habían tenido mucha estrechez entre ambos, sobre todo después de la muerte de su madre. Y aunque muchas veces parecían dos extraños compartiendo un mismo espacio, de todas formas sabe que lo quiere, como él también lo hace.

Trabajaba en el cine local, ubicado a unas pocas calles de su hogar; era su única constante, pero no le proporcionaba satisfacción alguna. Mayormente había conseguido ese trabajo por petición de su padre, porque no podía quedarse en la casa haciendo nada como antes. No si quería seguir recibiendo malas miradas por parte de su padre.

Había acabado bien los grados obligatorios que se le pedía por toda la sociedad para ser aceptado, sin embargo, la universidad... No fue bien, eso es todo. En pocas palabras la presión del mundo se le subió encima y no pudo con ella. Dejó la carrera a medias y bueno, su padre no se tomó demasiado bien sus cuatro años sabáticos no haciendo anda realmente.

Siempre conseguía trabajo pero al cabo de unas semanas lo dejaba; ahora mismo, este trabajo había sido el más largo de su vida. Llevaba ya en su puesto durante un mes, y estaba harto.

Pasaba las horas vendiendo boletos y acomodando a los escasos clientes que asistían durante la semana. También se encargaba de proporcionar comida grasienta, como palomitas, refrescos y demás a todos aquellos que no traían comida guardada en sus mochilas o bolsos.

Los fines de semana eran sus únicos días libres, que solía pasar en silencio, sumido en sus pensamientos y tirado en su cama, acompañado de vez en cuando solo por su hermana, Tsumiki. La única persona con la que podía contar y ser él mismo.

Ella tenía a sus amigas, iba a la universidad y tenía una vida sociable envidiable. Su padre la amaba y siempre le echaba en cara cuándo podía, que debía esforzarse como ella.

―Menuda mierda ―dice, con aburrimiento.

Aquella tarde, un jueves cualquiera, se encontraba detrás del mostrador, observando con indiferencia el paso de las pocas personas que venían a ver alguna película barata. La mayoría eran parejas jóvenes, grupos de amigos o personas mayores que buscaban una forma barata de pasar el tiempo. Megumi suspiró, dejando que su mente se perdiera en el zumbido de las luces fluorescentes. Amarillas y azules, perfectas como siempre.

«Quizá debería renunciar de una vez por todas», pensó, por enésima vez en el día.

Aunque el cine era un trabajo fácil, pero el tedio que sentía cada día comenzaba a hacerse insoportable. Tenía más ganas que nunca de refugiarse en su habitación, y de olvidarse de todo el mundo. No tenía amigos a los que buscar a la salida, no tenía un lugar en el que sentirse cómodo. Todo era una mierda en su vida, y aunque tenía sus ahorros, tampoco tenía mucho en que gastárselo. Le encantaba tocar el piano, o más bien solía, porque desde la muerte de su madre a la edad de doce, lo había dejado para siempre.

No tenía más aficiones que esa, a lo mejor algunas series animadas, pero... Nada más que eso. No veía un propósito en su vida y, aunque su padre no lo sabía, esa sensación lo arrastraba cada vez más hacia una tristeza que no sabía como combatir.

Mientras cavilaba sobre algún que otro mensaje de su hermana que le decía que iban a tener estofado de cena, la puerta de cristal del cine se abrió. El cine, por supuesto, tampoco era muy grande; uno más del montón en la ciudad aunque menos conocido.

De todas maneras, allí en la entrada se dejó paso un chico probablemente de una edad cercana a la suya. Poseía un cabello rosado que contrastaba vivamente con el gris y rojizo del entorno. Megumi levantó la vista con curiosidad. Por debajo tenía un corte a ras y se podía entrever un color ceniza, por lo que era bastante probable que ese cabello rosa sería teñido.

No solía para nada ver a gente de su edad, o cercana, entrar sola al cine.

EL chico se acercó directamente a su mostrador, ya que para su mala suerte, sus otros compañeros ―y con los que, por supuesto, no hablaba― tenían su propia clientela. Mostró una radiante sonrisa, y Megumi sintió un pequeño vuelco en el estómago. Algo que no experimentaba desde hacía mucho tiempo.

El chico llevaba una sudadera amarilla que dejaba entrever una camisa blanca por debajo y unos vaqueros azules, rayados por todas partes. También tenían algunas pintas coloridas azules y rosas repartidas por ahí. Un piercing adornaba su oreja derecha, un aro específicamente. Lo superaba por unos cuantos centímetros y se sintió repentinamente demasiado pequeño ante toda la luz que irradiaba.

Además, era totalmente su tipo.

No es que hubiese gritado a los cuatro vientos que era gay, pero sus manos sudadas lo demostraban. Ni siquiera su hermana lo sabía, y tampoco es que hubiera tenido alguna relación seria con nadie. Algún que otro rollo en su juventud, peor que por lo general no duraban nada más que unas semanas.

El caso, que se quedó prendado de esa sonrisa por varios segundos.

―Hola ―saludó el chico, con un tono alegre que Megumi se sintió desconcertado nuevamente. ¿La gente solía estar tan animada para venir al cine?―. ¿Me puedes dar un boleto para "La Lombriz Humana 4"?

Qué nombre tan ridículo, pensó inmediatamente Megumi. Pero aún así, tratando de mantener la compostura, recuperó su usual rostro indiferente y se dispuso a sacar el boleto. Le temblaban las manos al saber que el otro lo miraba de una forma tan intensa, pero forzó una sonrisa, aunque no estaba seguro de cómo se vería en realidad.

―Claro... eh, ¿función y asientos? ―preguntó, tratando de mantener su voz firme.

El chico habló para apoyar sus codos sobre la mesa.

―Si puede ser ahora mismo, mejor. Y asiento... ―caviló, colocando una de sus manos bajo su barbilla, seguramente sin saber lo atractivo que se veía de esa manera―. Por el medio, yo creo. Me mareo si estoy muy abajo.

Sin decir mucho más, mas que nada por sentir su lengua pasado, escribió lo necesario en el ordenador de enfrente y sacó el boleto. Lo extendió hacia el chico, notando cómo sus dedos se rozaban brevemente con los del otro.

―Disfruta la película ―se limitó a responder como una aburrida rutina.

Pero este chico que era increíblemente su tipo, no se dignó a pasar de él como todas las personas, no, le sonrió y sin prisa alguna, le preguntó: ―¿La conoces?

Se quedó mudo por varios segundos, pero se hundió de hombros, contestando en un tono monótono.

―No me he visto ninguna de ellas, lo siento. ―Sin embargo, el chico de pelos rosados no entendió que era su indirecta para irse, si no que se animó a contarle el plot de las otras tres anteriores y de lo iba a ir esta, más o menos.

Megumi ni siquiera supo que hacía escuchando, pero verlo hablar sobre algo que lo emocionaba, le gustó. Siempre había sido bueno escuchando a las personas y encima, este chico, tenía una de las sonrisas más llamativas y atractivas que había visto en mucho tiempo. Parecía buen tipo.

―¡Es totalmente una historia de amor! ¡Deberíais verlas todas, super recomendadas! Lástima que mi amigo Junpei no ha podido venir, ¡porque él te convencería seguro! ―Se carcajeó ampliamente y Megumi agradeció que ese día no estuviera muy lleno el establecimiento.

Por alguna razón, no quería que el otro se fuera. Y por más impulso que otra cosa, Megumi mordió sus labios y se lanzó a intentar mantener la conversación; que por supuesto, era una misión difícil, ya que sus habilidades sociales eran nulas.

―Creo que tú ya me has convencido de verlas. ―Sin embargo el chico ni siquiera lo escuchó.

Justo en el momento en el que ponía todas sus fuerzas de flaqueza para soltar algo ocurrente, alguien tuvo la grandísima idea de llamarle al móvil. Megumi sintió que se desvanecía cuando el chico alzó el boleto en mano para con la otra aprovechar para alejarse y contestar.

Megumi estrechó sus manos mientras lo veía hablar en la distancia, y aunque quiso escuchar parte de la conversación, no era alguien con un oído de halcón. Pero de todas maneras, se sorprendió cuando el chico volvió corriendo hacia él. No había nadie más a esperas de ser atendido, por suerte.

El chico de cabellos negros sintió que sudaba frío al verlo apoyarse con el boleto en mano, y verle tomar demasiada cercanía con él.

―Perdona, ¿pero puedes guardarme este pase para mañana? Si tengo que pagar más, lo haré, pero ahora mismo tengo que irme inmediatamente. ―Su voz sonó apresurada y Megumi asintió, cogiendo el pase para dejarlo a un lado de su escritorio.

La expresión alegre de su rostro había desparecido por completo y ahora más bien se veía apresurado, agobiado. Sin embargo, para hacer una reserva era necesario pagar más de lo que seguro el chico llevaba encima. Sintió lástima por el otro, y sus labios se movieron antes de pensar en la locura que iba a hacer.

―Bien, eh, ya la estoy reservando a esta misma hora, si te parece bien, y para mañana. No necesitas pagar nada más ―lo que era una mentira―, pero sí necesito que me facilites tu nombre y apellido para confirmar. ―Esto último tampoco era necesario, pero igualmente, ya se había lanzado al agua.

El chico no dejaba de mirar a sus espaldas, pero forzando una sonrisa, le respondió: ―Itadori. Itadori Yuji, ¿ya está?

Megumi asintió y el chico dándole otra sonrisa rápida, le dio brevemente las gracias y salió corriendo del establecimiento. Muy rápido, en realidad; de todas maneras, algo desconcertado por lo que acababa de pasar, con manos temblorosas abrió la caja de su puesto y metió la diferencia que le había dejado pasar al sol radiante.

Porque en realidad hacer una reserva aunque fuese con un día de antelación, era caro, y... por suerte tenía dinero encima. No le importó gastarse lo poco que llevaba ahora mismo, porque había apelado a la necesidad del chico y aunque fuera su tipo, en realidad esto lo había hecho de corazón.

Cerró la caja, volvió a suspirar y apoyando sus codos sobre el mostrador, pensó en que mañana a esta misma hora vería al chico de irresistible sonrisa... y ahora la idea de dejar el trabajo no le resultó tan tentadora como antes.

NIGHTYY AL HABLA (!)

muchas gracias, de todo corazón por su apoyo en esta historia. estoy emocionada porque vean lo que les voy a traer. ando un poco triste porque el manga de jjk ya se va a acabar, pero eso es lo que me ha animado a hacer esto, gracias nuevamente por leerme.

déjenme sus opiniones al respecto de este cap, y nos veremos pronto, fresitas.

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