XIII
No visto sedas, no me perfuman las rosas o los jazmines.
Van quedando rastros de mis cueros, en la piel vieja ya se notan las cicatrices.
Mis labios se quiebran, tengo carbón en las manos, y aroma a inciensos.
Soy venus, sin regar.
Soy hiedra que haz de cortar si no doy frutos.
Porque no puedo, porque palo santo no se pudre, sino que se quema por dentro.
Traté de ser santa, esperando que me colocaran en féretro.
Pero no soy Dulcinea, no figuro en este cuento como ella.
Soy presa, de la vejez y la fealdad, aún pulcra, con suficiente paz.
Regocíjate si lo deseas en un aterciopelado costal.
Pero no menosprecies la arena que se volvió vidrio, por no ver el brillo detrás del cristal.
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