Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

7


— Checo, Checo, Checo...

Un llamado insistente se registró al fondo de su mente; tras unos segundos, optó por desecharlo a una parte menos importante.

Checo, despierta, gilipollas — La irritante voz de Carlos le hizo fruncir el ceño.

El grandioso sueño que estaba teniendo, en el que  ganaba el Gran Premio de Mexico para después salir por unos elotes junto con Christian y Canelo, se empezó a deconstruir, tiñéndose de negro en los bordes y la espantosa cara del español aparecía en cada una de las esquinas.

— ¡Checo!

El grito de Charles esfumó los residuos de somnolencia que se aferraba a conservar.

¡¿Qué quieres, wey?! — Abrió por fin los ojos, viendo a los tres pilotos rodeándolo.

— Que genio... — Se quejó por lo bajo Carlos. Checo rodó los ojos.

— Por más que quisiéramos dejarlos dormir — Tomó la palabra Charles — Se nos hace tarde.

— Y no es como si pudiéramos ir a algún hotel y ya. — Recordó Carlos, teniendo la audacia de hacerle una mueca, recriminándolo.

— Están exagerando — Le restó importancia a la situación — Si salimos solo unos minutos tarde, no va a pasar nada.

— Llegamos hace más de media hora ¡Mira! — Fernando le mostró su teléfono. Una foto del español junto con los dos pilotos de Ferrari posando junto a la ventanilla del avión y varios stickers de banderas mexicanas ocupaban toda la pantalla. — Ya lo publiqué.

Checo lo miró totalmente incrédulo.

¡¿Había hecho qué?!

Desesperado, le arrebató el teléfono. La ventanilla mostraba los carteles que las aerolíneas esparcían por el aeropuerto, si algún mexicano los reconocía, podrían dar con facilidad la ciudad en la que se encontraban. Pronto, hordas de fans se encaramarían a las afueras buscando verlos y pedirles miles de autógrafos, haciéndoles imposible salir de allí de incógnito.

— ¡¿Porqué no impidieron que lo posteara?!

— Tío, no teníamos idea que lo iba a hacer — Carlos levantó las manos como señal de paz — Nos acabamos de enterar.

— Dudo que sepan donde estamos.— Le restó importancia el monegasco, tecleando algo en su propio teléfono con rapidez.

— ¡Tiene más banderas que personas! ¡No mamen!

— La lo reposteé— Charles le mostró su pulgar arriba a Fernando, ignorando olímpicamente al mexicano

— ¿Te he dicho que eres mi favorito? — Fernando le pasó un brazo por los hombros — Eres el único al que le importa este viejo. Etiqueté a todos y me ignoraron.

¡Váyanse a la verga! — Alterado, Checo se levando de su sitio de un tirón, buscando con la mirada al resto de pilotos que había traído consigo.

Franco seguía en el asiento a su derecha, la boca ligeramente abierta y su celular firmemente agarrado en su mano izquierda, tenía restos de palomitas de maíz en su regazo y parte de su playera azul.

Max, por otro lado, se había caído de su asiento. Estaba tirado en el suelo, la boca totalmente abierta y mucho chocolate en las esquinas de sus labios. Mantenía las manos en una cruz encima de su pecho y una manta cubriéndole solo los pies descalzos.

Estaba demasiado estresado como para detenerse a pensar cómo es que el neerlandés acabó en esa posición.

— ¡Max, arriba! — Se tomó unos segundos para arrodillarse a su lado. Lo movió de un lado a otro, no tan suavemente, esperando que con eso su compañero de equipo pueda despertar más rápido.

— Si...— Max hablaba entre sueños, rodó sobre su cuerpo, quedando boca abajo.

Harto de la situación el mexicano decidió pararse, tomando la ruta ruda.

Con la punta del pie, empezó a moverlo fuertemente, tratando de hacer que vuelva a rodar.

— ¡Max! — Volvió a insistir, esta vez le empezó a picar su hombro. — ¡Levántate!

Su grito hizo que Franco se quejara aún estando dormido. Checo giró en sus talones hacia donde el sonido provino.

Enfocó su atención en su próximo objetivo, que con suerte, iba a ser más fácil.

— Franco... — Llamó suavemente — Franquito... despierta, vamos.

Lo movió cuidadosamente por el hombro, incapaz de ser agresivo con él.

— Se nota el favoritismo. — El tono burlón del español no pasó desapercibido para el mexicano.

Hijo de la chingada— Dijo entre dientes — ¡Ustedes! — Los apuntó con el dedo índice — No se rasquen los huevos y váyanse a sacar las maletas o algo.

Ya levántate, chamaco — Checo le dio un ligero golpe en la frente. El argentino se removió, incómodo por ser golpeado y fastidiado cuando volvía a intentar dormir.

Aún no... — Franco se sobó los ojos, tratando de despertar.

Ya es tarde, agarra tus cosas y ayuda a los chicos a salir. — Le instruyó, quitándole la manta que lo cubría.

Ahora tocaba hacer la parte más difícil.

Despertar al león holandés.

— ¡Max! — Intentó una vez más. — ¡Necesitamos salir ya!

Al ver que el europeo no se movía, Checo se quedó parado unos segundos, pensando en qué otra cosa podía hacer.

Agarró su celular, que se encontraba entre algunos cojines, manchado de chocolate y nueces, lo desbloqueó y entró a YouTube. Pulsó la lupa de búsqueda y tecleó con agilidad. Con cuidado puso el altavoz en el oído del neerlandés, subiéndole el volumen al máximo.

La alarma de la purga rebotó en las paredes del avión.

— ¡Dios mío, Checo! ¡Bájale a eso, no estoy para sufrir paros cardiacos! — El grito de Fernando desde la entrada del avión le hizo sonreír.

Max había dado un salto, que parecía más una convulsión por estar tirado en el suelo, y se agarró el pecho del susto. El neerlandés estaba pálido y lo miraba con grandes ojos azules vacíos.

— Hubiera sido menos cruel aventarle un vaso de agua — Charles le susurró a sus espaldas — Yo hago eso con Arthur.

— A levantarse, Max. — Checo se agachó hasta su altura, dándole palmaditas en el hombro — Tendrás tiempo para procesar todo cuando estemos en el carro, muy lejos de los fans locos.

•••

— ¿Qué traes allí? — Charles se había inclinado hacia Carlos, tratando de ver mejor lo que traía en manos.

—¿Ah? — El español lo miró confundido, parando su andar hacia las escaleras del avión. — Oh...

Carlos empujó al monegasco con el hombro, agilizando su paso para huir del lugar.

— ¡¿Esos eran los chocolates que estaban en la mesa?! — Charles estalló en carcajadas, persiguiendo a su compañero de equipo.

— ¡A Max ni siquiera le importa! — Carlos se defendió.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro