21. El cumpleaños
Anne llegó a casa, donde celebró su cumpleaños con su madre, su hermana con su marido, los compañeros de teatro y algunos del instituto. Invitó esa noche a su casa a Cezare y a Dave sin decirles el porqué, pero ellos al parecer estaban ocupados. Decidió pasarlo bien sin ellos. Lo que la animaba era que Edward sí que se acordaba y le iba a regalar el cuadro. Esa noche se fue a dormir lo más pronto que pudo para ver a su adorado príncipe. Dave y Cezare hicieron lo mismo pero con otros motivos. Sin embargo, para su sorpresa, ninguno de ellos soñó nada.
Anne y Dave decidieron usar ese poder que tenían para controlar los sueños y llegar a la capital. Después de varios intentos, lo consigueron. Primero llegó Dave junto con Cezare, pero buscaron en todas partes y no encontraron al príncipe, por lo que se fueron a otros sueños a buscarle. Luego llegó Anne, que buscó al príncipe por todas partes y no encontró a nadie. El palacio estaba vacío. Entonces se le ocurrió la idea de ir a los aposentos del príncipe. Se tiró en la cama y vio que era blanda como una nube. Se levantó y arregló la cama, tras lo cual empezó a mirar en los cajones de la mesita de noche.
En uno de los cajones, encontró una cajita de terciopelo. La abrió y ahí encontró un anillo. No tuvo que pensárselo mucho. Se dio cuenta de que ese anillo era el de la reina. ¿Pero por qué tenía Edward el anillo y no había dicho nada?
En ese momento se le pasó por la cabeza hacer una réplica del anillo y de pronto en sus manos apareció una copia exacta del anillo. Pero no pensaba usarlo pronto. No quería que Edward encontrase a su futura esposa tan rápidamente. ¿Tal vez ese era el motivo por el que también él escondió el anillo? Se sonrojó pensando que quizá era por ella.
Sacudió esos pensamientos de la cabeza y se dispuso a salir de ahí. Echó un último vistazo a la habitación y cerró la puerta. Fue a las escaleras del palacio preguntándose qué hacer, pero al acercarse, se tropezó y estaba a punto de caer por las escaleras cuando se pronto se despertó sobresaltada. Miró a su alrededor, habiendo sentido como si algo hubiera posado en sus labios. Vio una figura deslizarse fuera de su habitación en medio de la oscuridad y cerrando la puerta sigilosamente. Sintió un escalofrío y durante un rato no pudo dormirse. Estaba temblando. ¿Quien era? O más bien, ¿qué era? ¿Un fantasma? ¿Un ladrón? ¿Algún pervertido acosador? Por su cabeza se pasó la imagen de Cezare y Dave pero seguramente ninguno de ellos haría algo así, ¿verdad?
Su corazón latía deprisa y cada vez se ponía más nerviosa. Encendió la luz de su habitación y abrió la puerta. Miró y no vio ni oyó nada. Se quedó más tranquila. Apagó la luz y se fue a dormir.
Cuando ya estaba profundamente dormida, soñó la continuación de su caída por las escaleras. Aun cuando estaba en lo alto de las escaleras y ya inclinándose hacia ellas, atraída por la fuerza gravitatoria similar a la de la realidad, a lo lejos divisó a Edward, que llegaba veloz montado en el caballo. En un segundo la cogió en medio del aire antes de darse con las ecaleras de más abajo y la llevó en volandas a la fresca y suave alfombra de hierba, dejándola ahí y sentándose a su lado.
- Gracias- dijo Anne de nuevo con su mirada de enamorada.
- Perdona que no haya venido antes a recibirte como se debe. Feliz Cumpleaños- la felicitó mostrándole el cuadro que ya estaba terminado-. Tuve que encargarme de traerlo.
Anne sonrió, feliz. Desde otro ángulo, se divisaban dos figuras masculinas contemplando el acontecimiento. Cezare y Dave se dieron cuenta de que habían elegido un mal día o mejor dicho una mala noche para espiarle. Deberían de haber estado con Anne celebrando su cumpleaños.
- Somos idiotas- dijo Cezare-. Por eso estaba Anne así por la mañana... Estábamos tan ocupados pensando en espiar a Edward que nos olvidamos de su cumpleaños.
Dave se quedó callado. Esa vez, él había metido la pata y le había dado ventaja a Edward. Pero las cosas no se quedarían así.
- Ahora ya nada podemos hacer... Continuemos con nuestra misión. Vamos a investigar su cuarto.
Cezare quedó sorprendido por la frialdad de Dave ante el asunto. Se veía claramente que le molestaba ver a su hermano mayor y a su primer amor juntos. Era doloroso. A él tampoco le hacía gracia pero no había llegado a sentir algo tan fuerte por ella como Dave. La peor parte se la llevaría Anne, ya que estaba tan enamorada de Edward y él seguramente estaba siendo amable con ella y siguiéndole la corriente, dado que él no mostraba señales claras de lo que pudiera estar sintiendo. Además, Edward era el futuro rey de ese mundo y habría de casarse, por lo que aquello para él seguramente era como un juego.
Revisaron su cuarto y encontraron el anillo.
- ¿Ves? Lo que yo te decía- comentó Cezare-. Está tramando algo.
Dave cogió el anillo y se lo guardó.
- Acabaremos con esto de los sueños- dijo entre dientes.
- Dave, si lo haces por celos, mejor que...-trató de hacerle razonar Cezare.
Dave le miró con ira.
- ¿Te recuerdo lo que os pasó a ti y a Luisa por su culpa? Por no hablar de que ni Anne ni yo seremos libres hasta que esto acabe de una vez. Encontraremos a la desafortunada que tenga que casarse con ese... Ese...
- Es tu hermano...- le recordó Cezare.
- No es mi hermano.
Dave apretó los puños y no dijo nada más. Cezare tampoco dijo nada. Recordó los malos momentos que el mundo de los sueños hizo pasar a él y a Luisa. Pero no echaba la culpa a Edward por ello. Él solo era quien debía hacer cumplir las leyes de ese mundo.
Mientras, Anne y Edward paseaban por la orilla del río cristalino que había enfrente del palacio. Entonces, Edward se dio cuenta de que Anne mantenía una mano cerrada continuamente. En un rápido movimiento, le cogió la mano y agarró el pequeño objeto que escondía. Suspiró al ver que se trataba del anillo.
- ¿Por qué entras a mi habitación y me robas?- dijo mientras la miraba con tristeza.
- No lo he robado. Es otro anillo.
- ¿Entraste y lo viste?
- Sí...
Edward la llevó a su habitación y abrió el cajón. El anillo no estaba. La miró, dándole a entender su decepción.
- Pero yo no lo cogí... Yo... - Anne balbuceaba, no quería decir que lo duplicó. No podía afirmar con seguridad que el anillo original no hubiera desaparecido o se hubiera convertido en uno solo. Bajó la cabeza y decidió disculparse-. Lo siento, no debí mirar tus cosas. ¿Pero por qué me mandaste buscar el anillo si ya lo tenías?
- Lo compré del jefe de los ladrones en el mercado. Con todo lo que pasó del ladrón de sueños y luego tu cumpleaños lo dejé pasar. Me olvidé incluso. Luego tan solo busqué el momento indicado. Pero sería después de tu cumpleaños, no quería que nada lo estropeara.
- Perdóname- insistió Anne, arrepentida.
- Te perdono. Espero que la próxima vez confíes más en mí y no me des motivos para desconfiar de ti.
- Te lo prometo.
Anne recobró su brillo en los ojos mientras alzaba la cabeza y miraba a Edward a los ojos. Él la envolvió con sus brazos y la estrechó contra sí. Anne le correspondió. Ambos sabían que aquello se iba a acabar. El anillo había aparecido y la misión sería retomada. Era cuestión de tiempo. A modo de despedida, Edward le cogió la cara con suavidad y dijo:
- Como renovación de tu voto de lealtad.
Y la besó. Pensaba en un beso corto pero mientras tenía sus labios unidos a los de ella, no se decidía a separarlos. Como era un sueño, no se sabe cuánto tiempo duró. Quizá fueron segundos o quizá fueron horas. Pero para Anne fue el beso más largo y maravilloso de su vida. También el más triste porque anunciaba una despedida pronto. Es peor saber que debes despedirte que el momento de la despedida.
Edward se mentalizó para que a partir de entonces, Anne no viera en él más a un hombre atraído por una mujer, sino a un hombre que quería un poco de compañía hasta que encontrara a su futura mujer. Sin embargo, Anne no se lo puso nada fácil.
- Príncipe Edward... Yo... Creo que siento algo por ti... Ya sé que pronto te casarás y no nos veremos más, pero me haría feliz saber si fui correspondida en este corto tiempo.
Edward cerró los ojos unos instantes. Estaba lleno de rabia y tristeza. No esperaba que Anne llegara a preguntarle eso. Con gran esfuerzo, se concentró para meterse en el papel de príncipe caprichoso que solo quería jugar con ella. Negó con la cabeza. Le dio la espalda y mientras se marchaba dijo:
- Es hora de que te vayas.
- Pero dime, ¿nunca has sentido nada por mí? ¿Por qué me has besado todas esas veces?
- No fueron tantas veces. Un hombre tiene unas necesidades, ¿sabes? Y aveces actúa por impulso. No lo confundas con sentimientos.
- Pero parecías sentirte bien conmigo, yo creí... Y tu mirada...
- Solo quería jugar un poco. Aquí en el mundo de los sueños todos hacen lo que quieres y no es divertido. Quería a alguien más interesante.
Anne estaba atónita por la repentina frialdad del príncipe. No era como ella creía. Edward regresó para entregarle el anillo. No la miró a los ojos. Se lo dio y regresó para entrar al palacio. Mientras subía por las escaleras, se volvió una vez más y vio a Anne sentada en un banco cerca del río, cubriéndose la cara con las manos y llorando. Entonces desapareció. Edward dejó de lado su rostro frío y apretó los puños. Lágrimas de rabia caían por sus mejillas.
- ¡En buena hora vine a ser rey de este mundo! ¡Te odio mundo de los sueños! ¡Me quitas todo lo que más me importa!- gritó con todas sus fuerzas-. Mi hermano, mi familia, la chica que dejó huella en mi corazón...
Se sentó en la escalera y contempló el paisaje.
- Y pensar que al venir aquí estaba maravillado y deseoso de quedarme para siempre... Fui un estúpido. Si yo pudiera deshacerme de las cadenas que me atan a este mundo... Y no solamente durante dos o tres horas... Quiero despertar.
Despertar es lo que hicieron los chicos y Anne en su mundo. Pero esa vez no era como todas las veces. Dave quedó atónito al ver que en su mano guardaba el anillo de la reina y Anne quedó perpleja al ver que la réplica del anillo que había hecho en el mundo de los sueños la había acompañado al despertarse. Pero lo más sorprendente de todo, era que en la pared de delante de ella estaba colgado un cuadro con el retrato que el príncipe había mandado hacer con ella. En el margen del marco de oro, estaba grabado este mensaje: "Feliz cumpleaños princesa Anne".
Ella enrojeció, quien lo viera no entendería que ella representaba el reino de la realidad junto con Dave y que eran "príncipes", pero entonces recordó las palabras de Edward y cayó en la cama, llorando de nuevo. Había llegado a sentir por él más de lo que esperaba y ni siquiera se detuvo a pensar en cómo llegó ese cuadro ahí ni quién era ese que la besó mientras ella dormía y escapó sin dejar rastro.
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