XXVIII
—Vas a tomar tus cosas y vas a irte lo más lejos que puedas, no temas, no estarás sola, no podría permitirlo. Vas a correr y correr, lo más rápido que puedas, sin mirar atrás ni nada, solo con la vista en el frente y preocupándote por estar lejos de aquí.
Las grandes manos de la chica que tenía en frente se encontraban sobre sus hombros con algo de fuerza.
Sus orbes verdes estaban clavados en los suyos fijamente, como si aquello fuera a lograr que le pusiera más atención a lo que le decía.
—Corre, no te detengas por nada ni por nadie.
—Chaeyoung, ¿Por qué tienes ese olor?
La rubia frunció el ceño en cuanto entró a la casa y se acercó a la Alfa con mirada interrogante y ligeramente extrañada.
—¿Qué olor?
La castaña no entendía a qué se refería la más pequeña por lo que solo se encogió de hombros como si no entendiera nada.
—¿Acaso me has estado engañando?
—¿Qué? Claro que no, Mina, ¿De qué demonios estás hablando? Tonta.
—Tienes un muy fuerte olor a Omega, Chaeyoung.
La morena se dejó caer de espaldas en la cama mientras miraba el techo. Se abrazó a sí misma con fuerza mientras inhalaba por la nariz sintiendo el olor de Lisa aún en su camiseta, ese dulce y a la vez amargo olor seguía impregnado en toda su ropa, se sentía sumamente bien. Soltó un suspiro y se paró de la cama, estaba cansada de dormir, lo había hecho desde que había llegado de ver a su Alfa, ya no tenía más sueño y estar encerrada en aquella cabaña era terrible, agotador y agobiante. Estaba decidida a salir por unos minutos, nadie iba a encontrarla, serían solo diez minutos, necesitaba urgentemente aire fresco.
Abrió la ventana lentamente intentando no hacer mucho ruido, estaba segura de que si Chaeyoung y Mina la oían iban a prohibirle hacer lo que fuera que tuviera en mente, así que decidió hacerlo de aquella manera. Salió y pudo sentir sus pies pisar la húmeda tierra debido al rocío de las flores. Sonrió cálidamente para sí misma y comenzó a caminar un poco lejos de la casa, quería conocer aquel extraño bosque, era sumamente interesante para ella, ocultaba algún misterio del que no era conocedor.
—Vaya, vaya, ¿En serio eres tan estúpida como para estar por aquí a estas horas y sola?
Una voz masculina se hizo presente en el mismo espacio que ella rompiendo con el silencio y haciéndola estremecer salvajemente por temor. Paró en seco y tembló mientras evitaba darse la vuelta, no quería cruzar palabras ni miradas con aquella persona aunque no supiera de quién se trataba o siquiera si era bueno o malo.
—¿Vas a hacer las cosas difíciles? ¿Vas a quedarte ahí? ¿De espaldas a mí?
—No sé quién eres.
Su voz había salido temblorosa, más de lo que ella hubiera deseado, no era como si le agradara la idea de que alguien que lo intimidaba supiera que lo hacía, claro que no.
—Oh, ya veo, entonces aún mantienes la promesa que le debes haber hecho a tus padres, no hables con extraños. Respeto eso, pero hoy no va a ser posible, Jennie.
Un escalofrío recorrió su espina dorsal haciéndola temblar y sentir cómo las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos. ¿Por qué había tomado la estúpida decisión de salir sola sabiendo que corrió peligro por su cuenta?
—Por favor, déjame ir, no me hagas nada.
—Lo siento, no puedo hacer eso, pero tendré piedad de ti, tranquila.
Sintió unos pasos cerca y tragó saliva esperando que su velocidad no le fallara, iba a correr todo lo que pudiera, no iba a dejar que aquel chico le hiciera algo o se lo llevara con él, claro que no.
Intentó correr pero sus piernas no le respondían, estaban plantadas en el suelo con firmeza, no se movían, no hacían caso a sus órdenes. Las lágrimas comenzaron a caer por sus ojos violentamente mientras sentía algo de sueño.
Lo siento, Lisa, no quise ser tan caprichosa e insolente, perdón.
Lo siento, ama, no he podido defenderla de este intruso, me esforzaré más la próxima vez.
Sus párpados se juntaron mientras sentía que caía en los brazos de Morfeo, estaba exhausta, ya ni siquiera podía estar de pie así que se sintió caer mientras unos fuertes brazos la tomaban antes de que su cuerpo diera de lleno contra el suelo. No era consciente de lo que sucedía, solo dormía y nada más.
—Dios, Jennie, ¿Dónde carajo estás?
La castaña comenzaba a revisar toda la casa pero aún no obtenía señales de la morena, estaba preocupada, no se encontraba en ningún lado, había desaparecido lo cual era extraño ya que había sido casi por arte de magia.
—Mierda, ¿Qué voy a decirle a mi prima?
—Deberías ir a buscarla, si se fue por la ventana como pienso, no debe estar muy lejos, por favor.
—Cariño, tranquila, voy a buscarla, ¿De acuerdo? Tú quédate aquí por si vuelve o algo.
La castaña se acercó a su Omega y posó un dulce beso en sus labios antes de tomar su abrigo y salir de la casa con rapidez. Debía encontrar a aquella morena o Lalisa era capaz de matarla.
Mientras tanto, la rubia acababa de marcar un número en el celular que tenía entre manos, debía llamarla, debía informarle, era lo que debía hacer.
—¿Hola?
La voz se oyó del otro lado algo agotada, el reloj marcaba las doce de la noche, seguramente había estado durmiendo. En otro momento se hubiera sentido mal por interrumpir las horas de sueño de la pelirroja pero en ese momento se trataba de algo realmente importante.
La pelirroja había oído el tono de llamada de su teléfono y había demorado un poco en contestar, estaba muy sumida en su sueño y realmente se encontraba cansada. Miró a su lado y la castaña de ojos celestes continuaba durmiendo plácidamente por lo que decidió pararse de la cama para salir de la habitación, si hablaba fuera quizá no molestaría a la Omega que se encontraba durmiendo en su cama.
—¿Mina? Dime.
—Hola, Seulgi, lamento llamar a esta hora e interrumpirte mientras te encontrabas durmiendo, créeme que no lo haría si no se tratara de algo realmente importante.
El rostro de la Alfa se tornó serio al oír aquello, no tenía buenas noticias, definitivamente no.
—¿Qué fue lo que sucedió?
—Jennie. Ya no está. Estaba hablando con Chaeyoung en la cocina y ella se encontraba en la habitación. Luego de unos minutos decidí ir a ver si necesitaba algo pero ya no estaba, la ventana de la habitación estaba abierta de par en par y no había rastro de Jennie. No sabemos dónde está, si se fue sola o si alguien la sacó de aquí, pero por lo pronto Chaeyoung ha ido a buscarla, no debe encontrarse lejos de aquí.
—Mierda, Lisa va a matarnos.
Soltó un suspiro y se pasó una mano por el rostro mientras miraba hacia todos lados intentando encontrar una posible solución a aquello en su cabeza, las cosas estaban mal, definitivamente.
—Voy para allá, continúen buscando, en unos veinte minutos estaré ahí, espérenme.
—Aquí te esperaremos.
La pelirroja terminó la llamada llevándose el celular al bolsillo del pantalón para después abrir la puerta de la habitación que compartía con Irene lentamente, no estaba en sus planes despertarla por lo que lo hacía con delicadeza.
—¿Seulgi?
—Shh, pequeña, vuelve a dormir, no te preocupes por mí. Lo siento si te desperté.
—De hecho no lo hiciste, no sentí tu presencia en la cama por lo que yo misma me desperté por mi cuenta.
Irene bostezó mientras se sentaba en la cama y veía a la pelirroja colocarse un abrigo y después sentarse al borde del colchón para poder colocarse unas zapatillas en los pies.
—¿Vas a algún lado?
—Sí, unas amigas me necesitan ahora, pero tranquila, no voy a demorar, ¿De acuerdo? Además afuera va a estar Shuhua cuidando y Jihyo vendrá en la mañana por si aún no estoy aquí, no estarás sola.
—Está bien, voy a esperarte aquí.
Irene sonrió y Seulgi hizo lo mismo sin poder evitarlo, la castaña de ojos celestes era hermosa, pero aún nada había sucedido entre ellas, Irene aún tenía algo de miedo al estar en su presencia, no tanto como antes, pero en determinadas ocasiones recordaba a los Alfas que la molestaban cuando se encontraba en su celda. Aún tenía algo de miedo y se odiaba por eso, Seulgi era muy amable con ella pero ella no podía corresponderle de la misma manera y eso la hacía desesperar.
Miró a la de ojos verdes pararse pero antes de que pudiera alejarse la tomó con algo de fuerza del brazo.
Seulgi la observó algo sorprendida ante aquel gesto y después la vio acercarse a ella y mirarla a los ojos mientras temblaba ligeramente.
—¿Qué haces, Irene?
—Por favor, no digas nada.
En cuanto estuvo a unos centímetros de la Alfa, la miró a los ojos nuevamente y apoyó su frente contra la de la pelirroja para después sentir sus respiraciones mezclarse. Un minuto después los labios de ambas se encontraban unidos y moviéndose en sintonía, se sentía muy bien, extremadamente bien.
—Debo irme, Irene, volveré lo antes posible, lo prometo.
—Aquí estaré, esperándote para cuando vuelvas, Seulgi.
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