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XI

La espalda le dolía de una manera infernal, sentía que con un simple movimiento podría romperse la columna. Su cabeza dolía demasiado y sentía frío, no entendía cómo Irene había aguantado casi tres semanas en aquella celda, era horrible e insoportable.

—Tranquila, vas a acostumbrarte.

Irene suspiró mientras apoyaba su espalda en la pared y se abrazaba a sí misma con mucha fuerza intentando proveerse calor.

—Desearía no tener que hacerlo, pero al parecer no me queda otra.

Un ruido se oyó y ambas levantaron la mirada para ver de quién se trataba. Cierto ápice de emoción se hizo presente en el rostro de la morena, pensó que podría tratarse de Lisa, pero solo pudo ver a dos hombres ahí, eran algo grandes.

De repente comenzó a olfatear un insoportable olor a Alfa. Aquellos hombres se encontraban cada uno con una bandeja de comida, miraron a las dos chicas en la celda y sonrieron mientras se miraban entre sí.

—Ahora entiendo por qué la señorita Manoban nos mandó a traer tal almuerzo para dos prisioneras.

—Sí, se trata de su consentida, era mucho más que obvio que iba a terminar aquí, es una maldita irrespetuosa. Lalisa se iba a cansar de ella y su actitud rebelde en algún momento.

Jennie tragó saliva sintiendo a su Omega retorcerse algo molesta y solo se abrazó con más fuerza. Los dos hombres se sentaron frente a la celda y comenzaron a comer el almuerzo mientras miraban a Irene y a Jennie con aires de superioridad. Sonreían y hacían chistes entre sí.

La morena y la castaña se miraron y ambas parecían conectadas en aquel momento. Sus estómagos rugían y sentían un fuerte hambre. El lobo de Jennie gimió mientras se echaba a su lado algo entristecida.

No sabía si aguantaría otro día más ahí y recién habían pasado veinticuatro horas, nada más que eso. Estúpida Lalisa, la había encerrado en aquel calabozo como si nada, ni siquiera la había detenido cuando le había dicho que iría ahí con Irene. No se había inmutado ni había hecho el intento por sacar a Irene de ahí, nada, no le había importado lo que le había dicho, definitivamente estaba molesta.

Pasaron cinco horas más. Ya no soportaba tanto en ese lugar, tenía hambre, sed y sueño, estaba exhausta como si hubieran pasado meses en aquella celda.

—Te admiro.

—¿A mí? ¿Por qué?

—Pasaste unas tres semanas aquí y sobreviviste, ¿cómo lo hiciste? Yo acabo de pasar solo un día y no doy más.

—Bueno, ni yo sé cómo lo hice. Simplemente los días comenzaron a pasar y no me di cuenta de cuánto tiempo fue que estuve aquí.

—Espero que para mí sea igual. No quiero darme cuenta de cuántos días pasen.

Un ruido se oyó después, eran unos pasos, Jennie estaba en el suelo abrazándose a sí misma mientras temblaba, hacía demasiado frío y el hecho de tener hambre no ayudaba mucho en ese mismo momento. Cerró sus ojos y cayó en un profundo sueño, estaba cansada y el suelo era incluso más cómodo que la cama que había en la celda.

—Ya despierta, pequeña insolente.

Se estiró un poco aún con sus ojos cerrados y tiró de las sábanas hacia arriba para poder taparse por completo con ellas y poder dormir un poco más.

—Despierta o haré que te hagan pasar un día más en aquella celda.

Oyó aquello y abrió los ojos lentamente pestañeando repetidas veces hasta acostumbrarse a la luz y a la imagen ya que su vista se encontraba algo borrosa, había dormido demasiado, al parecer, así se sentía.

—¿Lisa? ¿Qué hago aquí?

Se sentó en la cama y se estiró un poco sintiendo su espalda bien después del dolor que había sentido el día anterior. Se sentía más cómoda y se sentía bien.

—Bueno, te saqué de aquella maldita celda, ¿qué crees que sucedió?

—Oh, ya veo.

Bostezó y vio a la castaña acercarle una bandeja con comida y colocándola sobre su regazo mientras se sentaba a su costado en una silla que se encontraba junto a la cama.

—¿Y Irene?

Comenzó a mirar hacia todos lados con algo de desesperación en su mirada mientras buscaba alguna señal de su amiga.

—Tranquila, Seulgi fue quien se la llevó, verá si puede hacer algo al respecto para que no deba volver a la celda.

—Es bueno saberlo, fue un infierno y solo pasé un día ahí dentro.

—Bueno, pero por primera vez sirven buena comida y en abundancia, ¿no crees? Mandé a que la hicieran para ustedes.

—No pude comerla.

Comenzó a comer todo lo que se encontraba en la bandeja que tenía delante de ella. Estaba hambrienta y no podía pensar en otra cosa que no fuera comida, ya no soportaba los gruñidos de su estómago.

—¿Por qué no?

—Los Alfas que nos fueron a llevar el almuerzo se la comieron, no nos dejaron siquiera probarlo, ahora entiendo por qué Irene se encontraba tan delgada y en tan mal estado.

—¿Los recuerdas?

—Eso creo pero no sé sus nombres.

—Me basta con que recuerdes sus rostros, Jennie.

Después de comer todo lo que Lalisa le había dado, se apoyó en el respaldar de la cama y miró a Lisa mientras se detenía a observar cada centímetro de su rostro y admiraba sus facciones perfectamente ubicadas en ella misma. Lisa parecía un mismísimo ángel.

—¿Qué es lo que tanto miras?

—Nada, solo te miro a ti. Siempre he sido una fuerte admiradora del arte, Lisa.

—¿En serio?

—Así es, considero que eres la obra de arte más hermosa que he tenido la oportunidad de presenciar.

—Supongo que gracias, Jennie. Tú también eres hermosa.

La morena se mordió el labio inferior y después suspiró mientras jugaba con sus manos. Quería hablar y hacerle varias preguntas, sentía que no la conocía bien y quería hacerlo, lo necesitaba.

—Lisa, ¿puedo hacerte una pregunta?

—Ya la estás haciendo.

Le sonrió y se acomodó en su silla mientras la observaba curiosa, Jennie no solía hacerle preguntas.

—¿Puedes hablarme de Joy?

La castaña tragó saliva y miró hacia otro lado mientras acariciaba su nuca algo nerviosa y buscaba alguna forma de evadir aquella pregunta. Realmente no se sentía cómoda hablando de ello, pero quería contarle a Jennie. De alguna forma sentía que podía confiar en ella y contarle lo que quisiera ya que la morena la entendería y la escucharía atenta.

—Bueno, ¿Qué quieres saber específicamente?

—No lo sé, ¿Qué era lo que más te gustaba de ella? ¿Qué fue lo que viste en ella? Yo qué sé simplemente cuéntame un poco.

—Ella era totalmente distinta a mí, sabes. Yo siempre fuí la niña de papá que lo tuvo todo solo por ser la hija del jefe, hacía lo que quería y dependía totalmente de mi padre. Ella, por su lado, se hacía valer por sí misma, se hacía oír y le gustaba defender su opinión. Ella era una mujer fuerte y decidida, ella nunca había tenido todo lo que yo alguna vez tuve en la vida, pero aún así era mucho más rica que yo, ella tenía valores y ella se preocupaba más por otras cosas que iban más allá de lo material, era terca y para nada sumisa, de alguna forma ella me ayudó a querer ser una mejor persona y me ayudó a hacerme oír y a tener una opinión propia, sabes, fue ahí cuando dejé de ser la copia de mi padre y dejé de querer ser como él y actuar como se esperaba de mi.

—Ya veo. Al parecer ella fue muy importante para ti, veo que te marcó demasiado.

—Sí, así fue.

Lisa suspiró mientras miraba hacia un punto de la habitación y varios recuerdos volaban a su mente dándole algo de melancolía. Recordar a Joy no solía ser muy bueno para ella, había pasado un año pero hacía menos tiempo que había comenzado a aceptar el hecho de que ya no iba a verla nunca más y de que ella se había ido de su vida para siempre. Era más complicado de lo que parecía.

—Voy a ver a Irene.

—Está con Seulgi en la sala, creo que está planeando su transformación o algo así. No creo que sería muy bueno ir a molestar, ¿no crees?

—Puede ser, pero comienzo a aburrirme.

—Haremos algo mejor, sígueme.

Lisa se paró de su lugar y ladeó la cabeza intentando hacerle saber a Jennie que debía seguirla.

Comenzó a caminar por el pasillo sintiendo los pasos de la morena seguirla por detrás demasiado cerca. Lisa llegó a una habitación algo grande en donde se encontraban varios Alfas jugando a las cartas, bebiendo y divirtiéndose entre sí. En cuanto Lisa y Jennie entraron ahí, un silencio sepulcral los invadió y todos las miraron algo sorprendidos porque se encontraban en ese lugar.

—Ahora, Jennie, ¿quiénes fueron los Alfas que no les dieron el almuerzo a Irene y a ti?

—Fueron ellos dos.

Señaló con su dedo a dos hombres que se encontraban bebiendo café juntos.

—Tienen cinco minutos para irse corriendo de aquí y no volver nunca jamás, no quiero tener que hacerlo por las malas y, sinceramente, no tengo ganas.

—Lo sentimos, señorita Manoban, no fue nuestra intención.

—No me interesan sus excusas, solo necesito que se vayan de aquí, el error ya lo cometieron y mi Omega fue quien lo sufrió, así que se irán de aquí o van a pudrirse en el calabozo.

Los dos hombres se pararon de sus lugares y se fueron rápidamente de esa habitación como si su vida dependiera de ello, aunque literalmente lo hacía.

Sí, quizá sí era la consentida de Lisa.


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