VIII
Temblaba en extremo, sintiendo cada parte de su cuerpo fallarle, sin poder moverse o reaccionar, sin poder hacer algo al respecto.
Estaba asustada, no, esa palabra era poco comparado con lo que sentía en aquel momento.
No podía calmarse, su corazón latía con fuerza en su pecho, causándole cierto dolor, sus manos
temblaban tanto que comenzaba a preguntarse si aquello era sano, una capa de sudor cubría su frente, se encontraba en el suelo ya que sus piernas le habían fallado, el miedo que tenía en aquel mismísimo instante era demasiado para ella, más del que podía poner en palabras.
—Dime.
Su voz salió fuerte, demandante y más grave que de costumbre. Tragó saliva algo duro y después alzó la mirada mientras las lágrimas se acumulaban en sus ojos.
—Jennie, si no me dices, te juro que voy a poner una bomba en la maldita casa y matar a todos los que se encuentran aquí dentro.
—Lisa... estoy bien.
Sus cejas se encontraban elevadas hacia arriba en una mueca algo triste y asustada.
El ambar en los ojos de Lisa se encontraba escarbando en lo más profundo de Jennie, buscando descifrar qué sucedía o qué era lo que había pasado, buscaba que le estuviera mintiendo o algo por el estilo.
—No, no lo estás. ¿Vas a decirme o vas a esperar a que empiece una masacre?
—¿Por qué te molesta tanto?
—Porque se trata de ti, pequeña insolente, cualquier cosa relacionada a ti me importa.
La morena se abrazó mientras veía a la castaña colocarse cuclillas delante de ella y tomarla por el mentón para levantarle la mirada y hacer que la de ella y la suya conectaran entre sí.
Sus ojos seguían brillando con aquella furia que a Jennie le erizaba la piel y le daba violentos escalofríos.
—Mírame.
—Bien.
—¿Vas a decirme quién fue el idiota que entró aquí? ¿Vas a decirme qué fue lo que te hizo?
—Yo... estoy bien.
—No es lo que pregunté, Jennie.
—Fue el señor Felix.
La respiración de Lisa comenzó a ser algo pesada, su ceño estaba fruncido y el color de sus ojos se había intensificado, incluso brillaban mucho más que antes.
La castaña emanaba un extraño y denso olor, uno que delataba su furia, se encontraba molesta, sus manos estaban en un puño y sus nudillos se veían blancos por la presión que estaba utilizando al apretar de aquella forma sus manos.
—¿Qué fue lo que hizo, Jennie? ¿Por qué vino aquí? ¿Cuándo fue?
—Cuando me avisaste que irías a jugar basketball con Seulgi, vino minutos después de que te fueras.
La morena se abrazó a sí misma con más fuerza mientras se frotaba los brazos, el modo en que estaba Lisa no le agradaba del todo, le daba muchísimo miedo y no le gustaba.
—¿Vas a responderme todo lo que te pregunté o tendré que averiguarlo por mi cuenta y por las malas?
—No, no tienes por qué hacerlo, Lisa.
—Entonces dime de una maldita vez, Jennie, ¿qué fue lo que hizo? ¿Por qué vino a verte a ti?
—Dijo que no iba a permitir Omegas como yo estén aquí, en su manada, dijo que tampoco permitiría que tú me consintieras tanto, que estaba mal y que ni siquiera soy algún descendiente de sangre directa de la raza, dijo que si alguien no me daba un castigo no aprendería nunca.
—¿Qué fue lo que hizo?
Los ojos de Lisa acababan de oscurecerse de la nada, asustando aún más a la morena que se sentía algo nerviosa y avergonzada al estar contándole aquello.
—Vas a tener que decírmelo.
—Él... me arrojó a la cama y comenzó a tocarme.
Tenía un gran nudo en la garganta y no sabía cómo continuar hablándole de aquello, no se sentía cómoda, pero sabía que si no se lo decía Lisa era capaz de hacer alguna locura.
—Y luego de tocarme, se masturbó y me obligó a ayudarlo a correrse en mi rostro.
La castaña se paró de su lugar mientras L.M gruñía demasiado molesta, como si fuera a atacar a alguien, cosa que a Jennie no le sorprendería.
—Quédate aquí.
—Lalisa, por favor, no hagas nada.
Se paró con movimientos algo torpes y la tomó por la muñeca intentando detenerla, la castaña no se inmutó, simplemente se zafó de su agarre y salió de ahí dando un fuerte portazo con la puerta.
Cayó de rodillas al suelo y comenzó a lloriquear mientras K.J se acercaba a a ella y comenzaba a restregar su cabeza contra su dueña. Aquello se había salido de control y ahora estaba más asustada, Félix había sido claro con ella, no debía decirle nada a Lisa, pero la castaña lo había notado por su cuenta, no valía la pena que se lo ocultara, era lisa, iba a terminar sabiéndolo después de todo.
Abrazó a su lobo mientras lloriqueaba asustada y con algo de miedo.
No sabía qué era lo que iba a suceder pero estaba más que segura de que Lisa iba a meterse en graves problemas y no solo con su padre, sino con el consejo también, era una maldita idiota, no tendría que haberle hecho saber aquello, ahora Lisa era como una bomba a punto de estallar, nunca creyó que podría verla de aquella forma tan sombría, no parecía la Lisa que ella conocía, que sí, daba miedo, pero aquella persona que había visto en la habitación hacía unos minutos no sabía quién era. La desconocía.
Las imágenes de sobre ella volvían a su mente y no era capaz de alejarlas de ahí. Le daba asco recordarlo e incluso sentía unas inmensas ganas de llorar con fuerza.
¿Por qué se había dejado tocar por aquel hombre? Bueno, no había podido hacer mucho, se trataba de un Alfa, era obvio.
—¿Puedo pasar?
Una suave voz femenina la saco de sus pensamientos por lo que miró hacia la puerta. Estaba muy débil como para poder pararse del suelo y abrir la puerta así que sólo se limitó a hablar fuerte desde su lugar.
—Adelante.
Una cabellera rubia se hizo presente y una linda chica entró junto a un lobo blanco que ya varias veces había visto.
—Ryujin, es bueno ver una cara conocida ahora.
Sonrió mientras intentaba pararse y miraba a la rubia con una sonrisa cálida, realmente le había alegrado verla ahí
—Debo llevarte a la habitación de la señorita Manoban, acaba de pasar por la cocina y me pidió que lo hiciera, al parecer estaba muy apresurada.
—Bien.
La morena tomó las pocas cosas que se había llevado con ella y se había dispuesto a seguir a Ryujin con algo de miedo. Definitivamente aquello era insano, cualquiera e su situación lo entendería.
Al llegar, colocaron cada cosa en su lugar y la rubia se había ido de ahí para poder dejar a la morena acomodarse y dormir, quizá.
Jennie se sentó en la cama y tomó su cabeza entre sus manos mientras miraba a K.J.
—¿La cagué? ¿Qué fue lo que hice?
No lo sé, ama.
—Solo espero que Lisa esté bien y que nada malo le suceda, tengo mucho miedo y no quiero que ella vuelva lastimada o algo por el estilo.
Lalisa es fuerte, quizá más de lo que crees.
—Lo sé, pero solo tengo miedo, es Lisa de quien hablamos, ¿no lo has pensado? Si algo malo le sucede, ¿qué pasará con nosotras? Dios, ni me imagino el haber venido aquí sin Lisa, no imagino cómo hubiera sido si me encontraba otra persona que no fuera Lisa. Me aterra la idea pero puede ser una posibilidad, sabes.
Tú nunca estarás sola, ama, yo estaré a su lado por toda la eternidad.
—Eso es probablemente lo más dulce que alguien alguna vez me haya dicho.
Decidió acostarse en la cama boca arriba mientras miraba el techo y muchas cosas pasaban por su cabeza, entre ellas, Joy se hizo presente y no pudo evitar pensar en ella.
Acababa de darle curiosidad el conocer a la chica, necesitaba verla, seguro era alguien hermosa, y, por cómo la describían, parecía haber sido una persona maravillosa y muy buena.
Buscando distraerse un poco y poder calmarse con respecto a Lisa ya que se encontraba muy asustada y algo paranoica, comenzó a recorrer la grande habitación mientras miraba a su alrededor.
Desde que Lisa la había llevado ahí, nunca se había detenido a observar cada rincón de aquel lugar, no era un mal momento para ello, claro que no.
Pudo ver algunas medallas y trofeos de Lisa, eran de basketball, no sabía que en algún momento de su vida lo había practicado profesionalmente, solo sabía que le gustaba jugarlo, nada más. Sonrió al ver una foto de una pequeña Lisa con un balón de basketball en las manos y una gran sonrisa en su dulce rostro, se veía hermosa y más que tierna.
Siguió observando y encontrándose con fotos de Lalisa de pequeña, en la playa, frente al mar, en las montañas, en una isla, había de todo ahí, la castaña no podía quejarse luego de aquellos viajes que había hecho.
Sonrió para sí misma hasta llegar a un portarretrato que estaba tirado boca abajo impidiendo que dejara ver la foto que había en él. Siendo muy curiosa para su gusto, tomó el portarretrato entre sus manos y lo observó.
Lisa se encontraba al lado de una chica de cabello castaño oscuro, su piel era morena y su sonrisa era más que enorme. La castaña se veía feliz mientras la observaba, la foto había sido captada en el momento justo, con la mirada justa.
"Para Lalisa, mi primer y único amor, gracias por estar conmigo en las buenas y en las malas. Te amo demasiado. Siempre tuya, Joy".
Sonrió algo apenada y después dejó la foto en su lugar, de algún modo se sentía mal, ella era muy hermosa y parecía la mujer más buena del universo.
—Bueno, supongo que no estoy tan mal después de todo, si ella me protege y está junto a mí debo estar algo bien, para merecer a alguien como Lisa debo ser alguien algo especial así que puede que ya esté lista para demostrarlo y hacérselo saber.
Tú podrás, ama. Confío en ti.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro