IX
La puerta fue azotada de forma demasiado escandalosa abriéndose de repente y golpeando a Jennie con una oleada de aire frío que la despertó un poco, la morena se encontraba medio dormida sobre la cama.
—¿Lalisa?
Estaba oscuro, solo había visto la sombra de una mujer y a su lado un lobo, nada más. No estaba ni siquiera segura de si se trataba de Lisa pero aún así, su instinto de alguna forma se lo confirmaba, tenía que ser Lisa.
La luz fue encendida y comenzó a iluminar cada rincón de la habitación. Lisa estaba ahí con furia en su mirada aún y con los ojos oscurecidos mientras su lobo gruñía.
—¿Qué sucedió?
Sentándose en la cama y soltando un ligero bostezo, la morena la observó algo preocupada, aún veía borroso ya que había estado durmiendo un poco y acababa de despertarse.
Se estiró y después comenzó a pestañear rápido y repetidamente hasta poder aclarar su vista. Lisa tenía sangre.
Sangre en sus puños y nudillos, sangre en el estómago, en el rostro, sangre por todos lados, sin excepción, se veía como si acabaran de arrojarle encima un balde con pintura roja, bueno, tampoco parecía bañada en sangre, pero definitivamente en algún problema se había metido.
—Felix.
De los labios de la castaña solo salió aquel despreciable nombre que a Jennie le costó digerir ya que aún detestaba oírlo como si nada, no era algo que le agradara demasiado, menos en aquel momento en el que no podía sacarse de la cabeza a ese idiota y a lo que le había hecho.
—¿Qué pasó con él?
—Es un idiota.
—¿Fuiste a buscarlo?
—Sí.
—Yo... no deberías haber ido, Lisa.
La voz de Jennie salió algo firme pero la castaña no se inmutó en lo absoluto, solo se quedó parada frente al espejo de la habitación con la mirada seria y los puños apretados con molestia.
—Lo que no debería haber pasado fue lo que ese idiota te hizo a ti, Jennie.
—Pero ya pasó, no había forma de evitarlo, Lisa.
—Sí la había, el no haberte mandado a aquella habitación podría haber ayudado o estar contigo, tenerte en la mira, podría haber evitado todo esto y ese idiota no estaría merodeando por mi casa después de haberte hecho eso.
—No es tu culpa, Lisa.
—Sí, es mi culpa por no haberte protegido lo suficiente.
La morena se paró de la cama algo dudosa sobre sus movimientos y miró a la castaña a unos centímetros de ella con curiosidad. Suspiró y comenzó a dar pasos lentos y no muy seguros hacia Lisa.
Su Omega se encontraba algo necesitada de atención y la única que le daba la atención que ella quería en aquella casa era Lalisa.
—Ya pasó, Lisa, ahora nada podemos hacer al respecto.
Estando a unos pocos metros de ella estiró su brazo para poder alcanzarla y poder enredar su propio brazo en el de la castaña que se encontraba ahí frente a ella. Se mordió el labio inferior algo nerviosa ya que no sabía cómo iba a reaccionar Lisa ante aquello, digamos que no estaba muy en sí misma como para estar segura de eso.
—Ya no puedes hacer nada.
—Oh, claro que sí puedo.
Su tono de voz había salido algo cínico de sus labios, Jennie no había podido evitar mirarla algo aterrorizada, Lisa no estaba muy cuerda, definitivamente.
—Puedo matarlo sin que la rata se escurra hacia donde está mi padre.
—¿Hoy fuiste a buscarlo a él? ¿Le hiciste algo?
—Claro que sí. Lo golpeé fuerte y sin piedad hasta que llorando comenzó a rogarme que le perdonara la vida. En un momento de distracción se escurrió hacia el despacho de mi padre y ahí fue en donde comenzó a dramatizar y pudo librarse de mí.
—¿Le hiciste mucho daño?
—No fue el suficiente como para hacerlo pagar por lo que te hizo.
—Pero tendrás problemas con tu padre, Lisa
—¿Acaso luzco como el tipo de persona a la que le importa su relación con su padre? No, claro que no.
—Tienes razón.
La morena suspiró y se acercó a L.M con una sonrisa. Se colocó de cuclillas delante de ella y comenzó a acariciar su pelaje suavemente, sintiendo al lobo agonizar un poco ante su dulce tacto. Aquello se le había hecho extraño por lo que miró a Lisa de reojo esperando alguna respuesta sobre ello.
—¿Qué le sucede a L.M?
Por fin se atrevió a preguntar en vista de que Lisa no estaba dispuesta a hablar por su cuenta. Se encontraba bastante concentrada en la sangre con la que había manchado su ropa que en lo que le sucedía a su lobo.
—Nada nuevo, Jennie, no es la primera vez que mi lobo se encuentra agonizante.
—Pero, ¿no sabes qué le sucede?
—Sí, obviamente lo sé.
—¿Y qué es?
—¿Tanta curiosidad tienes por saber eso?
—Bueno, si no fuera así, no te hubiera preguntado, sinceramente. Además, me preocupa, se ve bastante mal.
—Él hace rato que está mal, míralo, no ve, solo oye. Siente mi presencia a veces, pero debo silbarle para que me siga en algunas ocasiones, hace rato se está deteriorando.
—¿Y cómo es que tú estás tan sana y tan bien? ¿L.M no es como parte de ti? ¿No se supone que si él está mal es porque también tú lo estás?
—No, no es mi caso.
Jennie se reincorporó y miró a la castaña con el ceño fruncido. Lalisa no le estaba diciendo toda la verdad y aquello la estaba desesperando a tal punto que sentía ganas de arrancarse el cabello de la cabeza, no entendía cómo hacía Lisa para de repente ser la persona más misteriosa del mundo en solo dos segundos ocultando cierta información. Necesitaba que le dijera directamente qué había sucedido, no quería jugar a ese juego de te respondo lo que quiera responderte de lo que me está preguntando, no, eso no iba con ella.
—¿Vas a continuar jugando a hacerte la misteriosa?
—¿De qué hablas?
—¿Podrías responderme lo que te acabo de preguntar? Siempre terminas zafando de todas mis preguntas y termino dándome cuenta de que no sé absolutamente nada de ti y eso me desespera.
—No te molestes, algo debes saber de mí, Jennie.
—Solo sé lo de Joy.
Otra vez estaba ahí, metiendo la pata, ella y su bocota. Bravo, Jennie, bravo, acabas de cagarla. No había pasado ni un segundo y ya se encontraba arruinando todo, absolutamente todo.
Lisa paró en seco, quedándose algo estática, aquella respuesta la tomó por sorpresa como nunca se imaginó que Jennie podría haberla hecho. Giró la mirada algo lento y clavó sus enormes y brillantes ojos en los café de la morena. Buscó alguna señal en el rostro de Jennie, la morena solía ser muy transparente y era por eso que se le resultaba fácil el hecho de descubrir cuando algo sucedía o le estaba mintiendo, pero esta vez no vio nada, era como si Jennie se encontrara bloqueándola a propósito para que ella no pudiera ver más allá de sus ojos y descubrir cómo es que la morena sabía ese tipo de información.
—¿Quién te dio esa información?
—Nadie.
Giró la mirada cual niña caprichosa mientras se cruzaba de brazos y evitaba tener algún tipo de contacto visual con la castaña que se encontraba a unos centímetros de distancia de ella.
—¿Quién te lo dijo, Jennie?
—Ya te he dicho que nadie y si sigues preguntando así, me iré de la habitación, dejándote sola como un perro abandonado.
—Jennie.
De repente se sintió intimidada, maldita Lisa, siempre tenía que hacer lo mismo y dejarla impotente ante ella, ¿no sé daba cuenta de que su orgullo era dañado cuando la obligaba a dejar de lado sus niñerías infantiles? Le molestaba que le hiciera aquello y la manejara a su antojo, Jennie nunca había sido muy dócil, detestaba que Lalisa pudiera hacer lo que quisiera con ella con el simple hecho de hablarle fuerte o nombrarla con seriedad.
—Vas a decirme quién te dijo.
—No.
Sorprendentemente, su fuerza de voluntad era mucho más fuerte que Lisa con su tono de voz y su mirada penetrante.
Jennie uno, Lisa doscientos, pero no importa, Jennie consiguió una victoria y eso es más que satisfactorio para ella.
—¿No? ¿No piensas decirme? Eres una pequeña insolente.
—Lo sé, pero no puedo decirte quién fue la persona que me contó.
—¿Qué fue lo que te dijo?
—Tu historia con ella, eso fue lo que me contó. Básicamente la explicación a por qué te has convertido en Lalisa Manoban, ella influyó mucho al parecer.
—L.M se está deteriorando por mi culpa.
Lisa buscó cambiar de tema notablemente para no tener que hablar de su difunta ex, no era un tema que le diera mucho entusiasmo, sinceramente, odiaba hablar de ello con cualquier persona que se encontrara en aquella casa, no se sentía para nada cómoda.
—¿Se está deteriorando? ¿Por qué? ¿Cómo es que sucede eso?
—Hace un tiempo, en una pelea, L.M comenzó a lucir así, como lo ves ahora, estaba preocupada y no entendía qué era lo que sucedía con ella, entonces fue cuando decidí llevarlo con un profesional. El doctor me dijo que mi intensidad y todo el odio y rencor que crecen en mi interior, están desgastando a L.M, no sé cómo ni por qué, pero extrañamente eso es lo que está sucediendo. Mi lobo está muriendo por mi culpa y cada vez que tengo ataques como los de hoy, sufre más que nunca. Por eso es que está así.
—¿No hay nada que puedas hacer al respecto?
—Convertirme en jefa.
—Ahora entiendo, es por eso que deseas tanto heredar el puesto de tu padre.
—Así es, cuando me convierta en jefe, mi lobo será el más invencible de todos, directamente se convertirá en el más fuerte y resistente, sucede con cada persona que obtiene el puesto de jefe.
—¿Y crees que podrá ganarle a quien quiera que sea para que tú puedas asegurar tu lugar como futura jefa?
—No lo sé, solo sé que si algo malo le llegara a suceder a L.M, no sé si saldría viva, ya sabes, los lobos son algo vital para nosotros, los híbridos, sin ellos podemos esperar una muerte inmediata.
—Vas a ganar.
—¿Eso crees?
—Bueno, eres Lalisa Manoban, tienes que ganar. Además, si no ganas no voy a perdonarte el hecho de que hayas golpeado a Felix de tal forma.
—¿Ahora se supone que debo rogar por tu perdón? ¿Quién te crees que eres, pequeña insolente?
—Kim Jennie, por quien babeas. Además, soy quien te tiene de la correa, Lalisa, acéptalo.
—Ya, lo que digas.
Lisa comenzó a desvestirse con Jennie mirándola desde su lugar. Lisa era alguien realmente linda, tanto por fuera como por debajo de su ropa y Lisa desde que la había visto sin camiseta la noche de la reunión del consejo, deseaba verla todas las veces posibles así, para poder apreciar la vista.
—Lisa.
—¿Qué sucede?
—Todo ha sido muy loco en estos días, tanto que no se me había cruzado por la cabeza el preguntarte algo sumamente importante, es más, presiento que tendría que haberlo preguntado antes.
—¿Qué cosa?
—La noche que me trajeron aquí, vine con dos amigas, ¿qué fue lo que sucedió con ellas?
—Fueron enviadas al calabozo.
—¿Por qué ellas y yo no?
La castaña se colgó una toalla al hombro y miró a la morena fijamente buscando alguna excusa que dar, pero al no encontrar ninguna se limitó a decirle la verdad.
—Porque tú eras la humana que había cazado yo y no iba a permitir que te alejaran de mí, eras de mi propiedad, Jennie.
—Osea que es cierto lo que dice Jihyo.
Dirigió su mirada hacia otra zona de la habitación.
—¿Qué cosa dice esa idiota?
—Soy tu maldita consentida.
Una sonrisa triunfante se asomó por sus labios a modo de burla. Se mordió el labio inferior y después se acercó a Lisa a paso lento y decidida, se encontraba jugando con ella, iba a pedirle algo y ahora que era más consciente que antes de ser su consentida, sabía más o menos que no debía esforzarse mucho a la hora de exigir cosas, Lisa iba a dárselas, además, Jennie siempre obtenía lo que quería.
—Llámalo como quieras.
—Quiero ver a mis amigas.
—No puedes, Jennie, solo Alfas pueden entrar en los calabozos, a menos que vayas como prisionera.
—Entonces hazme entrar, Alfa.
Lisa sonrió de lado con algo de malicia y se dio la vuelta para poder entrar en el baño oyendo los pasos algo indignados que daba la morena hacia ella.
—No te creas que por llamarme así vas a conseguir lo que quieres, pequeña.
—Oh, vamos, necesito verlas.
—No puedo, eso sí es algo que no está a mi alcance.
—Entonces quiero que hagas por ellas lo mismo que hiciste por mí, quiero que se unan a la manada, como yo.
—¿Acaso eres consciente de lo que me costó que me permitieran hacer que te unieras a nosotros?
Se giró alzando una ceja mientras miraba en la dirección de la morena que se encontraba algo molesta ante su respuesta.
—Quiero a mis amigas, Lalisa.
—Lo siento, Jennie, no puedo hacer nada.
—Bien, entonces la única forma en la que puedo acercarme a ellas es como prisionera. Espero disfrutes de tu cama para ti sola.
—Mierda. Mañana hablaré con mi padre y el consejo al respecto, ¿de acuerdo?
—Gracias.
Jennie se dio una vuelta y volvió a la habitación con una sonrisa triunfante en su rostro. Sí, acababa de conseguir lo que quería de Lisa.
Quizá era cierto, era su consentida.
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