Samantha vuelve a recibir una llamada de teléfono y, dedicándole una seña a uno de sus acompañantes para que esté pendiente de Lucía, se levanta del asiento y se retira a un rincón del salón, metida ya en la conversación. Cuando regresa, su expresión seria me paraliza completamente. Se coloca al lado de la silla donde está sentado Christopher, que todavía sostiene a la nena, e inclinándose hacia delante para quedar a la altura de la pequeña, le dice con tono abatido:

-Luci, ya son las 10:00.

A Lucía se le ponen los ojos vidriosos y al instante un par de lágrimas le recorren las rosadas mejillas.

<<Ay no... No llores, por favor.>>

Con la mirada fija en Samantha abandona las piernas de Chris e inmediatamente su hermana la sostiene en brazos, descansa la cabecita en su hombro y llora en silencio desconsoladamente.

<<¿Qué pasa?>>

Alguien le pregunta a Samantha qué le sucede a la niña y ella nos hace entender que ya es hora de que la pequeña vuelva a casa.

<<No quiere irse.>>

Apenas soy consciente de que Christopher se ha retirado de la mesa.

<<¿Y por qué se va ahora?>>

Después de unos minutos en los que contemplo con el corazón hecho pedazos como Samantha y uno de sus amigos tratan de calmar a Lucía, la pequeñita levanta la cabeza y puedo verla. Las lágrimas caen a borbotones de sus ojos y a mí me duele todavía más el corazón; es la imagen más tierna que he visto en mi vida. Después de acariciarle un húmedo cachete, el chico se levanta con lentitud desde su posición de rodillas y la observa impotente. Para entonces Chris ya ha regresado y colocándose frente a la niña, hace algo que me deja totalmente sin habla. Mirando a sus ojos, le entrega una preciosa rosa roja que ocultaba detrás de sí, suplicándole:

-No llores, Lucía, por favor. Seguro volveremos a vernos. Por favor, por favor, no llores.

<<¿De dónde sacó la flor?>>

-Claro, Luci. -Le promete Samantha antes acercarle su jugo y hacer que beba algunos sorbos.

La nena observa a Chris con una mirada de tristeza y adoración; acepta la rosa que le ofrece, cuando su rostro, su bonito rostro, se contrae y con un sollozo ahogado, le dice:

-Está bien.

Se le forma una sonrisa triste en la carita cuando todos nos levantamos del asiento para despedirnos. Un momento después se aleja hacia la salida, de la mano de su hermana y sosteniendo con la otra la rosa; el chico vuelve a ocupar su asiento y Christopher las acompaña; por suerte camina al lado de la pequeña.

<<¡Qué escena más conmovedora!>>

Luego de unos minutos, Samantha regresa a su asiento seguida por Chris y murmura con deje abatido:

-No le gustan las despedidas. -Hace una pausa y añade con una sonrisa sincera. -Gracias.

Su mirada va de Joel a mí, después a Erick, Richard y por último a Chris.

-Fue un gusto. -Se apresura él en responder, y sé que lo dice de corazón.

-Se fue más animada. En cuanto llegue a casa dormirá y mañana estará mejor. -Nos asegura en un tono más esperanzado.

-Claro que sí. -Concluye uno de sus amigos.

Otra ronda de tragos y me olvido de vigilar las horas. Conforme va avanzando la noche veo cada vez más claro que la complicidad y la buena vibra entre los doce va de lo mejor, aunque Samantha continúa optando por quedarse en un segundo plano, intercambiando palabras únicamente con los dos chicos que la acompañan. Me gustaría mucho que en este momento fuera más locuaz, como sus compañeras, que no paran de hablar y reír. Debo de estar mirándola demasiado fijo porque durante unos segundos nuestras miradas se encuentran y ella se sonroja. Mi miembro se estremece y cobra vida de golpe; llevo sufriendo pensamientos lascivos desde que la conocí. Tal vez consiga detener esta respuesta si la llevo a mi cama, le hago el amor toda la noche y le muestro cuánto la deseo.

<<Sí. Eso es lo que necesito.>>

Freno en seco mis díscolos pensamientos y ella se remueve en el asiento como si los hubiera oído.

<<¡Le afecto!>>

La esperanza nace en mi pecho y sonrío para mis adentros.

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