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XV

Silencio.

El peor castigo de todos. Bueno, Jennie acababa de aprenderlo.

Desde que Lisa y Seulgi las habían visto a Irene y a ella entrando en aquel calabozo oculto, nada muy interesante había pasado.

Flashback.

—Irene no tuvo nada que ver en esto.

En cuanto estuvieron fuera del calabozo, Lalisa se limitó a observarla de brazos cruzados y con la mirada seria y algo inexpresiva.

—Si vas a enojarte con alguien, que sea conmigo, yo la arrastré hasta aquí.

La castaña suspiró y comenzó a caminar hacia la mansión dejando a todas las presentes algo
sorprendidas y boquiabiertas.

—Iré a hablar con ella.

La pelirroja dejó a la morena y a la ojiazul solas y siguió los pasos de su amiga con algo de preocupación. Jennie y Irene se miraron, una entendiendo menos que la otra. Era extraño.

Fin del flashback.

Era consciente de que Lisa la había estado evitando, desde que se habían visto luego de aquel incidente en el calabozo oculto, no la había visto en ningún lado, salvo una vez al entrar en la cocina a buscar a Jihyo, Lisa la vio y al instante salió de ahí, ni siquiera se detuvo a regañarla o algo por el estilo, lo que era más molesto para Jennie.

La morena jugó con sus manos mientras se encontraba sentada en la cama. Se sentía mal por alguna extraña razón, era fea aquella situación y comenzaba a aceptar el hecho de que había sido muy estúpido de su parte el hacer aquello. Sabía que no debía ir ahí y sin embargo lo hizo sin que le importara nada en  lo absoluto, era una completa imbécil.

—¿Puedo pasar?

Una dulce voz se oyó del otro lado de la puerta y Jennie tuvo que dirigir su mirada hacia ahí para
poder ver de quién de trataba. Por un momento pensó en Irene, pero Seulgi se la había llevado
con ella y lo más probable es que siguiera teniéndola en su habitación así que descartó la idea, pudo confirmar que era Ryujin al ver la mata de cabello rubio y largo aparecer en la entrada de la habitación.

—Hola, Ryujin.

—Hola, Jennie.

S.R entró detrás de ella y se acercó a K.J para juguetear un poco, al parecer se llevaban demasiado bien desde la última vez.

—Ten, estas pastillas se llaman supresores, son para cada vez que tengas tu celo. Van a serte de mucha ayuda, la señorita Manoban me pidió que las consiga para ti.

—¿En serio?

—Sí, de todas formas se me hace extraño porque me mandó directamente aquí, cuando me encarga algo para ti suele pedirme que se lo entregue a ella y te lo da en persona ella misma.

—Bueno, creo que está enfadada conmigo.

Quiso golpearse.

¿Creo? Claro que lo estaba, ¿Como iba a suponerlo?

—Qué lástima, ella te tiene un gran cariño, Jennie.

—No lo creo, solo cuida de mí, nada más que eso.

—Creéme que hace muchísimo más que eso, solo deberías comenzar a prestar más atención a lo que ella hace o a cómo se comporta contigo, créeme, eres la única con la que actúa así.

—Solo creo que todos aquí están algo confundidos porque ella no suele ser amable, solo eso, no es como para tener la necesidad de exagerar, Ryujin.

—No exagero.

La rubia sonrió y de repente ambas oyeron la puerta abrirse de golpe. La chica al lado de Jennie bajó la mirada al instante algo sumisa y S.R comenzó a temblar y quejarse un poco.

—Señorita Lalisa.

Su voz había salido temblorosa y algo quebrada. La chica tragó saliva notablemente mientras continuaba mirando el suelo y tomándose las manos.

—Puedes retirarte, Ryujin.

La voz de Lisa sonó exactamente como todas aquellas veces, ahí estaba de nuevo, Jennie no podía odiar más aquello, era horrible. Claramente no le gustaba cuando hablaba en ese tono tan feo y demandante, le daba algo de miedo, pero bueno, no lo culpaba, Lalisa estaba molesta por su culpa, era lo más probable.

Jennie se sintió temblar un poco y encogerse en su lugar por acto reflejo. Estaba algo asustada, no había visto a Lisa así desde que había llegado ahí. Era extraño y hasta le daba miedo verla de aquella forma, lo peor era que sentía que era por su culpa y eso sí era malo.

La castaña le dirigió una fugaz mirada en cuanto Ryujin salió de la habitación. Luego de eso, se dirigió al baño sin pronunciar palabra. Se encontraba muy seria y silenciosa.
La morena no pudo evitarlo y se paró de la cama para ir detrás de ella ya que había dejado la puerta abierta. Asomó su pequeña cabeza curiosa mirando hacia adentro y pudo verla desvestirse, primero se quitó la camiseta y luego el pantalón. Se había quedado en ropa interior y acababa de abrir la ducha.

—Lalisa, ¿estás bien?

Era una idiota, seguramente no debería encontrarse hablándole como si nada, era obvio que Lisa no estaba bien, Jennie solo quería que le hablara, que le dijera la más mínima palabra, extrañaba el sonido de su hermosa y armoniosa voz, era su melodía favorita.
Lisa no respondió, solo se dirigió hacia la puerta quedando delante de ella y mirándola a los ojos con la intensidad que sus orbes chocolate desprendían en aquel mismísimo instante. Sin decir palabra, nuevamente, cerró la puerta del baño dejando a Jennie algo atónita en su lugar.
¿Tan malo había sido?

Bueno, era lo más probable. ¿Qué más podía esperar luego de lo que había hecho? Era obvio que Lisa estaría molesta y no querría hablarle. Ahora de sentía peor, definitivamente la había cagado demasiado y ahora quizá nada volvería a estar bien con Lisa, o probablemente no sería fácil conseguir aquello.

Se sentó en la cama mientras miraba por la ventana de la habitación con algo de melancolía. Extrañaba a su familia de alguna forma, aunque intentara no pensar en ellos, aún seguían en su mente. Sabía que no estaría viva si no fuera por Lisa y porque ésta pidió que le permitieran quedarse en aquella gran mansión y convertirse en un híbrido, pero había sido muy repentino para ella.

La puerta del baño se abrió y Lisa salió del mismo con una toalla alrededor de la cintura, su torso estaba mojado y su mirada era algo sombría. Comenzó a vestirse y después se dirigió a la cama para acostarse al lado de Jennie sin emitir sonido alguno.

La morena solo continuó mirando por la ventana mientras se abrazaba a sus piernas que se encontraban contra su pecho. Soltó un suspiro y después giró la cabeza para mirar a Lisa, se encontraba dándole la espalda

—Lo siento.

Sabía que aquel lamento era muy pobre, pero no solía hacer cosas como esas, no sabía pedir disculpas, nunca en su vida lo había hecho o había tenido la necesidad de hacerlo, era complicado para ella también. Se mordió el labio inferior algo inquieta viendo a L.M currucarse contra K.J. Un cierto escalofrío recorrió su espina dorsal provocándole un suave temblor en ella. Se abrazó con más fuerza y volvió a mirar a la castaña a su lado mientras sentía su corazón latir contra su pecho como si acabara de correr una maratón, la más larga de toda su vida. Se sentía algo extraña y tenía muchas ganas de llorar. Había pasado solo un día pero no soportaba que Lisa estuviera sin hablarle de aquella forma, la extrañaba como si la hubieran alejado de ella hacía mucho tiempo y era raro.

Se había encariñado mucho con Lisa, más de lo que esperaba.

—No sé si continúes despierta. Pero sé que no quieres hablar conmigo y no te culpo, yo tampoco querría, soy una idiota y no tendría que haber hecho aquello. Aún no entiendo muy bien el por qué, sinceramente, pero siento que estuvo mal y con eso me basta para sentirme en la necesidad de disculparme contigo, Lalisa. Realmente lo siento, creo que mi rebeldía pasó el límite y creo que yo también. No quise comportarme así, solo quería saber dónde estaba mi amiga y creí que tú no me dirías.

La castaña se removió un poco en la cama y se dio la vuelta para dejar de darle la espalda y poder mirarla a los ojos fijamente. Sus labios aún formaban una línea recta y en su rostro ni había expresión alguna.

—Bueno, ahora por lo menos estás mirándome, supongo que eso es mejor que nada, ¿verdad?

Suspiró y ocultó su rostro entre sus rodillas que se encontraban contra su pecho aún y las abrazó con fuerza mientras temblaba un poco, sabía que aquello era difícil pero no estaba segura de si temblar así fuera una buena idea.

—Lo siento mucho, no quería ser tan idiota, lo siento, Lalisa, en serio. Si quieres enviarme a otra habitación para no verme más hazlo, no voy a oponerme. Incluso si quieres alejarte de mí, lo comprenderé, soy una estúpida, lo siento mucho.

La castaña, ahora que Jennie no se encontraba mirándola, sonrió enternecida por unos segundos y se sentó en la cama, logrando que la morena posara su mirada en ella.

—No te odio, Jennie, por si eso es lo que creías.

—No te culparía si así fuera.

—Lo sé, pero no te odio, no podría hacerlo, sabes. Solo me molestó que hicieras eso hoy, nada más. Pero ya está, no iba a enfadarme contigo de por vida, ¿o eso creíste?

—No lo sé, lucías muy molesta y tenía miedo de que así fuera, no podría soportar que me odiaras por siempre.

Sus ojos comenzaron a soltar algunas delicadas y rebeldes lágrimas mientras la morena temblaba un poco asustada.

—No podría odiarte, Jennie. Nunca.

—¿Por qué no? Soy insoportable.

—Porque eres tú, ¿Cómo podría odiarte a ti, maldita insolente?

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