XIII
Su húmeda frente quemaba como si alguien estuviera haciendo una fogata ahí, se sentía arder en demasía y lo único que quería hacer era prenderse fuego la cabeza. Sentía sus ojos picar en extremo y lagrimear a cada instante en que intentaba abrirlos para poder observar a su alrededor. Su parte intima se encontraba dolida y latente, su trasero continuaba húmedo, maldito celo.
Se retorció en la cama y pudo ver algo borroso a una chica azabache colocando un paño mojado con agua fría sobre su frente mientras se acomodaba en una silla. Se mordió el labio inferior con tanta intensidad que comenzó a sentir el gusto metálico de la sangre en su cavidad bucal. Ya no aguantaba.
Todo era culpa de Lisa. Se había negado a calmar su celo acostándose con ella, ya no creía poder aguantar más sin el olor que la Alfa desprendía, la necesitaba más que nunca. Lisa había tenido un momento de debilidad el primer día del celo de Jennie, Lisa casi se deja llevar por los impulsos de la Omega y casi cede ante la tentación. Luego de volver en sí, había caído en cuenta de que no, no quería arriesgarse a embarazar a Jennie, claro que no, no arruinaría así la vida de la morena, ella solo acababa de transformarse y no podría pensar en ya hacer que su vientre creciera. Por lo que la castaña se había mantenido algo alejada de Jennie, solo estaba en la habitación mientras ella se encontraba durmiendo, pero su paso por ahí era muy fugaz, buscaba algo y se iba, nada más.
Solo le quedaba un día, Ryujin no había conseguido supresores por lo que los había encargado para que, para la próxima, pudieran hacer algo al respecto, debían calmar un poco el celo de Jennie que, al ser las primeras veces, era más fuerte que el de cualquier otro.
Lisa se encontraba mirando cómo dos hombres frente a Seulgi y a ella cavaban en el suelo arrojando la tierra a un costado mientras sujetaban con fuerza las palas.
—Eres una idiota.
—Lo sé.
—No puedes andar matando a todo aquel que moleste a Jennie.
La pelirroja miró hacia arriba con las gafas de sol tapando sus verdosos ojos mientras soltaba un suspiro y se cruzaba de brazos observando la escena frente a ella.
—Oh, vamos, no solo fue a Jennie, también fue a la tal Irene que se encontraba en el calabozo, la torturaron por unas tres o cuatro semanas sin siquiera decirnos.
Lalisa miró a su amiga con algo de indignación surcando su rostro y después rodó los ojos para continuar mirando al frente.
—¿Ahora me vas a decir que te preocupa Irene? ¿No será que solo lo haces porque es amiga de Jennie? ¿O porque a Jennie también la torturaron durante su estadía en el calabozo?
—Cállate. Tú también lo hubieras hecho, no creas que no noté que te llevaste a la castaña a tu habitación.
Seulgi sonrió de lado mientras rebuscaba en sus bolsillos hasta dar con un cigarrillo y un encendedor.
—No se te escapa nada al parecer.
—Soy una de las dueñas de la casa, Seu, ¿Qué esperabas?
La castaña de ojos chocolate sonrió triunfante mientras sentía el olor a humo de cigarrillo entrar por sus fosas nasales. Tragó saliva viendo cómo arrojaban las bolsas en aquel agujero y después comenzaban a taparlas con tierra.
—Ahora, tu Omega está en pleno celo, ¿Por qué no estás con ella?
—Ya sabes, no soy muy buena cuando se trata de la fuerza de voluntad, si estoy con ella es probable que la folle en cuanto la vea y ni siquiera lo piense.
—¿Qué habría de malo con ello?
—Acaba de transformarse, Seulgi, no creo que sea bueno ya meterle una criatura en el vientre, no quiero arriesgarme.
—Allá tú.
Seulgi se dio la vuelta viendo que ya habían terminado con los cuerpos y soltó humo por la boca mirando a su mejor amiga.
—¿Ya sabes qué harán con Irene?
—No, la verdad es que no, pero si intentan matarla o lo que sea, la transformaré, no podrán hacerle nada si lo hago, tendrán que aceptarla en la manada.
—Ya veo que mis suposiciones eran ciertas, algo sucede contigo y es algo sumamente extraño, Seulgi.
—Una palabra más y te corto las bolas para dárselas de almuerzo a K.S.
—Quiero verte intentar.
—No me jodas.
La ojiverde entró en la casa dejando a la castaña en la entrada con las manos en los bolsillos. Seulgi se había llevado a Irene a su habitación después de que acordaran que llevarían a cabo una reunión con el consejo para poder decidir qué sería mejor para la castaña. Además de eso, Lisa se lo había prometido a Jennie y su mejor amiga consentía a su Omega en demasía, por lo que debía obedecer y hacerse cargo al respecto.
Abrió la puerta y entró mientras se quitaba el abrigo y lo colocaba en el perchero que había en la entrada de su habitación. Suspiró y se quitó los lentes de sol para después colocarlos en la mesita de noche. Miró la cama y alzó una ceja con algo de confusión al verla vacía.
—¿Irene?
Se giró sobre sus talones y clavó su mirada en el suelo donde vio el pequeño cuerpo hecho bolita con la espalda contra la pared mientras temblaba y la observaba desde su lugar con temor en sus celestes ojos.
—¿Qué es lo que estás haciendo ahí?
La castaña, desde que había sido trasladada a la habitación de Seulgi no hablaba, no hacía ninguna mueca, su rostro solo emanaba terror y se veía algo mal. No aceptaba comida de Seulgi, de Jihyo sí, pero si Seulgi se encontraba ahí, no tocaba la comida, no se movía, no hacía nada. Apenas respiraba y se quedaba quieta en un rincón, nada más que eso.
—Hey.
Soltó un suspiro algo agobiado y se acercó a ella a paso lento para colocarse de cuclillas en frente suyo. La observó por un momento e intentó acercar una mano a ella para tocar su brazo pero la castaña comenzó a lagrimear causando que la pelirroja detuviera su movimiento y se alejara de ella.
—Tranquila, iré a la sala, si quieres duerme un poco en la cama, no estaré aquí.
Seulgi se paró y tomó su celular de su abrigo para después dirigirse a la puerta y abrir. Le dirigió una fugaz mirada a la castaña y salió de ahí dejándola sola.
Irene estaba totalmente atemorizada. Seulgi olía exactamente igual a los hombres que la torturaban cuando se encontraba en el calabozo. Se veía igual y tenía uno de esos lobos a su lado.
Jennie también tenía un lobo a su lado, pero no era tan escalofriante como el de la pelirroja que solía ir a verla a la habitación, le tenía algo de miedo. Aunque la chica no parecía mala, tenía ese aspecto algo extraño que no hacía más que asustarla.
Tres golpes en la puerta la pusieron alerta por lo que levantó la mirada del suelo y luego vio una cabellera azabache hacer presencia en la habitación.
—Irene, ¿qué haces en el suelo?
Jihyo se acercó a ella y la ayudó a pararse para dirigirla a la cama y obligarla a recostarse ahí. La castaña tembló mientras obedecía. Jihyo por otro lado, le daba algo más de confianza, no lucía tan atemorizante como la pelirroja o la castaña que solía acompañar a Jennie. Jihyo era más tranquila y alegre, parecía alguien buena.
—¿Qué sucedió? ¿Seulgi dijo o hizo algo?
—No, ella no hizo nada.
—¿Entonces? ¿Qué hacías ahí?
Jugó con sus manos algo nerviosa mientras esquivaba la mirada de los ojos celestes que se encontraban frente a ella, la intensidad con la que la azabache la observaba le causaba ciertos escalofríos. Desde que había salido del calabozo se encontraba inhibida y asustada.
—Nada, solo que Seulgi me da algo de miedo.
—Oh, vamos, es Seulgi, no mataría ni a una mosca. Bueno, no es tan así ya que ha matado cosas peores que moscas, pero créeme, ella no quiere hacerte nada malo. Simplemente da miedo, pero así es con todos los Alfas en esta casa así que no te preocupes por ello.
—No parece alguien mala.
—No lo es, es ella quien por la mañana te colocó en la cama y tapó luego de notar que te habías dormido en el suelo por no querer estar cerca suyo, créeme, no es alguien a quien deberías temerle.
—Aún así, me recuerda a los tipos que me torturaron en el calabozo.
—Tranquila, no es ni la mitad de lo que ellos son, bueno, eran.
—¿Eran?
El rostro de Irene lucía confundida y algo asustada al oír aquello, claramente, considerando las condiciones y el lugar en el que se encontraba, no había podido pensar en otra cosa que no fuera lo peor.
—Tranquila, solo los despidieron.
Soltó un suspiro aliviado aunque no muy segura de creer en las palabras de la azabache, podía ser mentira, no tenía por qué ser verdad, claramente Jihyo no iba a decirle algo que sabía que Irene no esperaba escuchar.
—Ahora, escúchame bien, Irene. Seulgi está haciendo todo lo posible por mantenerte con vida, ¿de acuerdo? Si fuera por los demás de esta casa, excepto por Jennie y claramente Lalisa ya que cumple con todos sus caprichos, estarías muerta o cerca de ser ejecutada.
—¿Por qué querrían matarme?
—Por el simple hecho de que entraste en nuestro territorio, créeme, las cosas no fueron tan fácil para Jennie, mucho menos lo serán para ti ya que eres la protegida de Seulgi que, a diferencia de Lisa, no tiene familia en el consejo por lo que no es tan importante ni tiene peso ahí, así que esperemos que las cosas puedan darse a su favor, me has caído bien.
—¿Osea que dependo de ella?
—Sí, digamos que sí. Bueno, de ella, de Lalisa y Jennie, estoy segura de que Jennie va a manipular a Lisa con sus caprichos para que influya en la opinión del consejo y tú puedas quedarte aquí así que no te preocupes tanto por ello, todo saldrá bien.
El resto de la tarde se la pasó durmiendo en aquella inmensa cama mientras sentía que hacía años que no lograba descansar de aquella forma. En el calabozo no había podido dormir bien y aunque se trataba solo de algunas semanas, sentía que habían sido años largos y eternos los que se había encontrado ahí.
Durmió demasiado, tanto que cuando despertó todo se encontraba oscuro, por fuera de la ventana se lograba ver la tenue luz de la luna y las estrellas, mientras los grillos acompañaban aquella imagen.
Se despertó a causa de cierta luz que entró por la puerta, la cual había sido abierta. Rápidamente se sentó en la cama sintiendo su corazón latir al mil y algo de temor en su mirada al encontrarse con aquella pelirroja de nuevo, no entendía bien aún por qué le tenía tanto miedo, solo sabía que aquel sentimiento se encontraba ahí y no sabía cómo alejarlo ya que, de cierto modo, se sentía en deuda con ella después de lo que Jihyo le había contado.
—Lo siento, no quise despertarte, no era mi intención.
La pelirroja encendió la luz al ver que se encontraba despierta y después se sentó a su lado en la cama mientras despeinada un poco su cabello y soltaba un suspiro algo cansado. Su lobo se había colocado a un costado de la puerta y se había echado ahí.
—K.S, levántate, no vamos a dormir aquí hoy.
Su voz fue firme, tanto que el animal se paró al instante y se quedó ahí por unos segundos esperando a que hiciera un próximo movimiento.
Irene alzó una ceja confundida al oír aquello, ¿no iba a dormir ahí? ¿Iba a dejarla sola? Si bien le tenía miedo, se sentía incómoda durmiendo ahí sola sabiendo que la dueña de la habitación se encontraba durmiendo en otro lado, aunque aún no entendía por qué.
—Dormiré en la habitación de al lado, Irene, así puedes dormir mejor, al parecer sólo logras hacerlo en mi ausencia.
Se paró de la cama dispuesta a irse pero una pequeña mano la tomó con fuerza de la manga de la camiseta que llevaba puesta.
—No.
Algo sorprendida, se giró mirando a la castaña fijamente, ésta no la miraba, se encontraba con la mirada gacha y temblaba un poco.
—Duerme aquí, por favor.
—Debes descansar bien y si no puedes hacerlo en mi presencia será mejor que me vaya.
—Por favor, quédate.
Aquello bastó para que la pelirroja cayera sentada en la cama y observara el pequeño cuerpo a su lado algo sorprendida.
—¿En serio?
—Sí, por favor. Quédate esta noche.
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