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8:29

El rato de tensión parecía interminable. Parecía que uno de los periodistas, o alguno de los asistentes que había allí presenciando el juicio, fueran a intervenir para accionar la maquinaria de nuevo. Pero fue el juez quién empezó una nueva ronda de preguntas, y esta vez buscando algo de Jesús:

-Bien, señor Sánchez, tras este juego de dardos, quisiera preguntarle algo yo a usted.

Jesús, sin hablar, levantó la cabeza en señal de aceptación de la petición. El juez entonces prosiguió:

-En el año 2006 usted estaba en el segundo curso de la Educación Secundaria Obligatoria. Y tengo entendido que en ese año pasó algo grave dentro de las paredes del Colegio Calasancio y que quizás motivara su salida del centro- Jesús apretó fuertemente los labios contra los dientes:

-Señoría, yo no salí del Calasancio hasta el jueves 25 de enero del 2007. Yo, durante todo el segundo curso de la E.S.O y todo 2006 estuve formándome en el Calasancio. Usted está equivocado en ese aspecto. Y sí, usted entiende bien lo que pasó ese año.

"Después de las navidades del 2005/06, hacia mitad de la segunda temporada de las tres que componen el año escolar no universitario, un inmigrante afincado en España y procedente de Panamá llegó al centro y, más concretamente a la clase de Jesús. No era un tirillas cualquiera. Era alto, fuerte, atlético, rudo y sus padres trabajaban en la embajada. ¿Qué más se podía pedir?. Ni falta hace decir que se convirtió en el chico del momento. Y se aprovechaba de ello. Con la entrada en la E.S.O, los profesores seguían contestando, pero ahora eran los alumnos los que podían desestabilizar una clase y, en cierto modo, quedarse con los profesores. Nunca sabremos si eran por los contenidos reprimidos que algunos sufrieron por parte docente en Primaria, o porque simplemente los adolescentes tenemos las hormonas revolucionadas y a algunos en casa les dejan hacer y ser como quieren y sin demasiado control. Lo más seguro es que lo segundo fuera lo que motivó el problema con el chico de Panamá. Un día, durante la hora del recreo, llegó incluso a lanzar repetidas veces su teléfono móvil contra la pared, en alarde de poder y con la misma respuesta en su boca: Mis padres me comprarán otro mañana. Antes de dárselo a cualquiera, pese a que tenía a una docena de chicos detrás suya pidiéndole que no rompiera ese móvil, que se lo diera a alguno, el chico de Panamá entregó sólo los restos destrozados de aquel móvil. Y al día siguiente, apareció con uno nuevo en clase.

No le faltaban amigos y amigas, interesados o de verdad, aunque lo que no era cuestionable es que chocaba con la sobriedad de Jesús; Jesús se había vuelto extremadamente serio desde el final de la era Primaria y ya apenas sonreía incluso. Por ello, y ya la primera vez que el chico de Panamá se quedó con él (lanzándole el estuche contra la pared, reventándole el corrector típex que llevaba dentro y pringando todo el contenido del estuche), quedó bien claro que no iban a ser los mejores amigos del mundo.

Pero, contra algún que otro pronóstico, Jesús no fue el protagonista directo de esta historia. El chico de Panamá, bromista y de los pesados, en seguida encontró la horma de su zapato en un compañero de Jesús; un compañero que era prácticamente su igual: igual de serio en clase e igual de intolerante con el chico de Panamá. Aunque no cabía duda de que a ese compañero igual le iban las cosas mucho mejor en su casa que en la de Jesús. Así pues, comenzaron a sucederse los problemas.

Abundaron las contestaciones e insultos en clase. Hubo un día que a ese compañero igual, mientras estaba estudiando en su pupitre, el chico de Panamá y uno de sus amiguetes grabaron un vídeo sin que igual lo supiera que consistía en pegarle una fuerte colleja en una carrerilla que el amiguete hizo corriendo entre los pupitres. Como en clase adoraban al chico de Panamá, siempre que pasaba algo con igual a nadie parecía importarle. Excepto a Jesús, que trataba por todos los medios de invocar reglamentos del colegio, relacionados con el orden en las aulas, a profesores coordinadores del centro (el de Música y el de Francés de primero de la E.S.O, profesores que ya sabían de las fechorías del chico de Panamá y que también buscaban sancionarle) para sacarle del centro por medio de un escrito a modo de queja. Pese a su turbulento pasado con las normas del centro, por fin Jesús encontraba un cierto aprovechamiento en ellas.

Pero su carrera contra las bromas que no hacían gracia del chico de Panamá no impidieron que vejara al igual, dejándole en ridículo en clase, insultándole delante de compañeros y profesores y llegando a darle patadas en medio de clase (en clase de Tecnología) y pese a que el profesor ya estaba advertido, éste no hacía nada por ello. Una vez remarcable fue en clase de Francés, en la cual el chico de Panamá le envió una notita al igual en clase amenazándole de muerte. El igual quiso defenderse verbalmente, pero entonces el chico de Panamá se levantó de su silla, fue hasta el y le pegó el chicle que estaba mascando entre el pelo. Jesús que lo estaba viendo, tomaba nota de lo que ocurría para presentar un nuevo escrito y más explícito al Director del centro. El igual comenzó a sollozar y anunció que ya no aguantaba más y que iba a decírselo al Director. Fue entonces cuando el chico de Panamá estalló en furia y corrió hasta la puerta de clase justo cuando el igual la abría y la cerró violentamente amenazando suciamente al igual. Más compañeros de clase y amiguetes se levantaron de sus respectivos sitios y corrieron hasta donde ellos dos. En todo este gran problema, la profesora de Francés, encima de la tarima, sólo se limitó a decir: Oye... oye... oye... No intervino ni física, ni más sólidamente en el proceso. Algunos compañeros agarraron al chico de Panamá y el igual pudo salir a toda prisa del aula, corriendo llorando a lágrima viva al despacho del Director. Cuando éste averiguó lo que pasaba, fue entonces hasta donde la clase y sancionó al chico de Panamá con una expulsión temporal de clase y demandando una reunión con los padres".

-Creo que eso es lo único que no reprocho al Calasancio con respecto al Decreto. La actuación del Director. Se siguió lo dicho en el Artículo 40, sección d) referente a las medidas para la corrección de conductas gravemente perjudiciales para la convivencia. Y además de revisar todo lo que he dicho respecto a la integridad y dignidad, también cabe resaltar la competencia del Director en el aspecto mediador- Jesús sintió que debía ser justo, rememorando el que fuera uno de los problemas más grandes que vivió de cerca en su vida estudiantil.

-Aunque también he de hacer que conste en acta la no implicación de los profesores en ese tema escabroso. Incluso siendo avisados por mi antiguo compañero, ellos preferían no meterse en ese tema y permitir que el chico de Panamá pegara, humillara y acosara a mi compañero. Otro incumplimiento y otra diferencia más al carrito de la compra. Creo que ya no hace falta que deletree los mismos términos.

-Pero, aquí no acaba la cosa, ¿verdad, señor Sánchez?- preguntó el juez, en su intervención más tranquila y neutral hacia Jesús en todo el proceso. Jesús miró al juez:

-No, señoría...

"Días después de lo que acaeció en esa clase de Francés (la actuación nula de la profesora no fue sancionada ni nada, y cuando Jesús fue a preguntarla un día después de clase sobre el tema, la profesora le contestó literalmente una contestación que Jesús no pudo evitar recordar: Creo que ya sois mayorcitos para defenderos solos; hay que admitir que tenía razón, pero también hay que fijar que el igual necesitaba de defensa especial ya que era evidente que no era como los demás), las tornas habían cambiado para el chico de Panamá. Si ya pocos profesores le tenían en cuenta o le respetaban un mínimo (lo que implica la errónea aplicación del prejuicio y el subjetivismo de los profesores, aunque esta vez el malo se mereciera el peor de los castigos), ahora ya nadie le quería entre sus filas. Hasta a un porcentaje elevado de compañeros de clase ya no les parecía tan mala idea su expulsión del centro. Ese numerito en Francés y la revelación de la inadaptación del igual y de su rol de acosado le habían creado mala prensa. Y eso le abría camino a Jesús para presentar esa deseada carta para poner su granito de arena en la expulsión del centro del chico de Panamá, al ya contar con apoyo confeso por parte de los profesores de Música y aquel de Francés del curso anterior.

Así pues, un día durante la hora del recreo, fue a presentar esa carta curiosamente elaborada al coordinador, delante de los dos profesores. Todo fue bien, hasta que al despedirse de ellos hasta el final del descanso, Jesús quedó sin protección alguna. Iba bajando las escaleras hacia el inmenso patio del centro (el que el centro fuera antes una cárcel imponía debido a que todavía se conservaban esas rejas en las puertas de los baños y esos portones para acceder al gimnasio o al interior del recinto), cuando a dos plantas del descenso, se encontró con el chico de Panamá al final del pasillo largo de la planta. El chico de Panamá le reclamaba respuestas acerca de la carta que sabía que había por segundas personas que ya había entregado. Jesús permaneció completamente mudo, pero en musculosa tensión para echar a correr. Estaba prácticamente vetado estar por el centro durante la hora de los recreos, a no ser que fuera por causas oficiales. Jesús confiaba en que hubiera alguna vigilia como las que solía haber, pero no se oía nada más que a ellos dos. Fue entonces cuando, mientras le pilló pensando, el chico de Panamá echó a correr de manera brutal hacia Jesús. Jesús tenía las escaleras de su lado y bajó lo más rápido que pudo hasta la siguiente planta.

Mientras oía pisotones y rugidos del chico de Panamá, Jesús aprovechó la intersección entre escaleras para echar a correr hacia la otra, esperando despistar al chico de Panamá. Pero ese rudo atleta le estaba pillando con todas las letras. Al correr hacia la otra escalera, Jesús sentía la punta de los dedos tocándole la espalda. Se fijó en una papelera que había justo donde el pasamanos de la escalera y sacrificó una milésima de segundo que permitió al chico de Panamá agarrarle del brazo, pero en seguida quejarse al tirarle Jesús la papelera encima de los pies. Por extrema suerte, el chico de Panamá tropezó y soltando el brazo de Jesús en orden de cubrirse la cara, cayó escaleras abajo. Jesús aprovechó esa ventaja para recular y volver otra vez a las pasadas escaleras del lado contrario, bajarlas rápido mientras oía como el chico de Panamá le maldecía poniéndole de hijo de... para arriba. Pero sus maldiciones y malos deseos hacia Jesús no impidió que este llegara a la planta baja por fin y cercano a las puertas del recreo.

Cuando iba a acariciar la puerta, le dio por girarse y vio al chico de Panamá con un hinchazón en la frente detrás de él. Jesús, casi soltando un grito, abrió la puerta del recreo y se dio contra el vigilante del patio que estaba en la puerta misma. Eso fue lo que detuvo al chico de Panamá, manteniéndole a raya y detrás de la puerta. Unos días después y tras presentar Jesús la queja definitiva con respecto a esa confrontación en las escaleras, el chico de Panamá fue finalmente expulsado del centro. Duró poco más de mes y medio allí".

-No cabe duda de que este es el recuerdo más duro que nos ha contado hasta ahora, señor Sánchez- estimó el juez, visiblemente clavado al asiento tras el testimonio del testigo.

Jesús permanecía serio y visiblemente afectado. Acababa de sentir de nuevo esos gritos y esa enorme tensión de la carrera 5 años después: -Sí, señoría. Y será de los últimos que cuente en este proceso. Creo que ya hemos tenido bastante por esta hora.

Esa respuesta hizo que el juez se despegara del respaldo:

-Y, ¿quiere usted alegar alguna diferencia o comparación con el Decreto de Convivencia?.

Esa pregunta, paradójicamente, le sacó a Jesús la primera sonrisa después del testimonio (aunque no fuera una sonrisa de alegría). Su tono de voz era incluso bajo, neutral y con una pizca de suavidad. Sus bromas, ironías y prepotencia volvían a mostrarse ausentes.

-¿Para qué repetir todos los artículos anteriores?. ¿Para hacer más texto?. ¿Para aumentar el volumen?. ¿Para qué comparar o comentar lo que ya se sabe? Que hasta las últimas consecuencias los profesores no se metieron por medio. Llámelo x: quizás porque sus padres trabajaran en la embajada o vayamos nosotros a saber. La única pregunta que funciona a modo de respuesta aquí es: ¿qué es lo que se ha cumplido de lo que está en el Decreto de todo lo que yo llevo contando?.

El juez parecía darse por satisfecho con esas declaraciones, asintiendo con la cabeza:

-Entonces, señor Sánchez, doy por entendido que ésta es su última intervención en este proceso.

Jesús miró al frente.

-Tampoco adelantamos acontecimientos, señoría.

Justo cuando el mazo estaba alzado en lo alto, el juez miró dubitativo. Lentamente volvió a dejarlo sobre su soporte, mientras sus cejas volvían a arquearse nuevamente.

-Bueno, si tiene algo más que decir, adelante...

8:52.

-Hay un último evento que además guarda relación con este juicio, y con el Decreto- Jesús ya ni siquiera se molestaba en mirar a los documentos que tenía en baraja sobre su solitaria mesa. Se sabía la lección a la perfección-. Y que está cohesionado a este juicio y a toda esta confrontación entre usted y yo. Por qué nos estamos lanzando tantos dardos envenenados usted y yo como si nos conociéramos de toda la vida.

El juez miraba extrañamente al testigo. No tenía ni idea de por dónde le iba a salir ahora. Jesús no paraba de mirarle a los ojos.

-Si usted ha estado atento a mis historias, se habrá dado cuenta de que siempre era un chico serio, solitario, alejado de todo carisma y despojado de toda confianza. Y de eso seguro que se habían dado cuenta en el centro. Segurísimo. Tan seguro como esas grietas que todavía hoy día no han quitado de ahí arriba- dijo todo esto Jesús, señalando con el dedo índice hacia arriba. El juez estaba realmente sorprendido. ¿Cómo sabía un simple testigo lo de esas grietas?. ¿Por qué era tan directo?. El juez luchaba por encontrar una respuesta lúcida removiendo sus neuronas. El tren de Jesús seguía imparable:

-Estuve siempre esperando el momento en el cual me llamaran para volver aquí. Lo que no me esperaba es que no obviaran el motivo por el cual yo hacía esto, delante de tanta gente- Jesús se permitió el lujo de perder de vista al gran jurado y mirar hacia atrás a la multitud en los banquillos y a los periodistas siguiendo con sus malditos flashes. Los miraba como si quisiera indicar que a partir de ese momento ya nadie estaba "a salvo". Volvió a girarse y expuso su recuerdo definitivo:

-Mi infancia no estuvo mal, pero mi pre adolescencia no fue muy modélica que digamos, señoría. Honestamente- estaba siendo sincero, pero un cierto tono de arrogancia estaba volviendo a sus cuerdas vocales-, tenía problemas familiares en casa; problemas de los cuales ni siquiera yo tenía culpa. Lo que pasaba es que a mi madre se le daba de maravilla echarme a mí la culpa de lo que pasara. Yo era el centro de todos lo males, yo no tenía que seguir viviendo... yo era una carga pesada. Y tenía que ser castigado; o a insultos o a golpes.

Jesús se permitió una pausa para tragar saliva y contenerse mientras contaba esto. El juez quedó con la boca abierta.

-Y todo lo que me pasaba en casa, lo canalizaba en el colegio. En este colegio, el Calasancio. En este gran salón de actos, en donde tenían lugar todas las representaciones teatrales, en las aulas que hay en el piso de arriba, en los largos e interminables pasillos... y con los compañeros míos y los profesores de por aquí...

-Señor Sánchez- el juez se vio obligado a intervenir- ¿Qué demonios está haciendo?.

-... Y yo tenía la esperanza de que ustedes se dieran cuenta- Jesús continuaba con tranquilidad y serenidad. Mientras el juez le llamaba alzando cada vez más la voz, él ganaba puntos por su tranquilidad. Ahora toda la gente quería saber qué pasaba en realidad-. Tenía la esperanza de que usaran sus conocimientos, sus investigaciones, sus reuniones, sus habladurías, sus claustros, sus intervenciones con familiares para que cayeran en la cuenta de que mi situación debía cambiar y tenía que irme de allí. Pero nadie de ese personal cualificado y, supuestamente de calidad, fue capaz de venir a preguntarme nada y, aún viendo que venía marcado literalmente, con ojeras de no dormir y delgado excesivamente por no comer, escogieron la salida fácil.

-¡Señor Sánchez!; le ordeno que se detenga.

Esa orden le sentó a Jesús como una patada en el hígado. Su semblante oscuro y sereno se perdió. A su rostro volvió la vida... y la arrogancia verbal y la subida de volumen con ella:

-Lo único que quería era ayuda. Y el colegio Calasancio me dio la espalda. Ni siquiera cuando me mudé a Asturias y acabé en un instituto, el IES Roces, en el cual me trataron como uno más de la familia, ustedes pretendían pasar mis papeles e informes académicos a esa nueva ubicación.

-¡Señor Sánchez, está usted presentando acusaciones muy graves!.

Jesús lanzó el bolígrafo por los aires, se limpió las osadas lágrimas que le caían por los surcos de los ojos y se atrevió a ponerse de pie y señalar al juez mientras el tren ya se había salido completamente de los raíles:

-¡ESTOY DICIENDO LA VERDAD!. ¡No intente ese juego sucio conmigo!. ¡No intente salvar su culo para regocijo personal!.

El juez siguió su camino y levantándose de su silla también, con la cara roja a punto de estallar y temblando de brazos y boca debido a la tensión experimentada:

-¿Quién demonios se cree usted que es, tratando a una autoridad como yo como si estuviéramos en una pelea callejera?... ¡SOY EL JUEZ DE ESTE PROCESO!.

-Aquí no hay ningún proceso, señoría- zanjó Jesús sentándose y disfrutando en cierta medida viendo como el juez perdía los papeles y se mostraba tal y como era.

-¡Sí lo hay, señor Sánchez!. Usted ha estado cometiendo difamaciones y calumnias durante la última hora y yo ahora voy a ponerle punto y final- y dicho esto comenzó a elevar el mazo en el aire.

-¿Sabe por qué estoy aquí, si de verdad juré nunca volver aquí?- preguntó Jesús-. Tengo a la persona que tuvo ese enorme fallo de seguridad, vulnerando los puntos clave del Decreto, en esta misma sala, en este mismo instante.

La gente empezó a mirar a los lados, temerosa e inquieta. Los periodistas habían dejado la cámara y habían optado por seguir el juicio con su propia retina. El juez miró a Jesús como si de una cucaracha se tratase.

-¡Señor Sánchez!, ¿no es cierto que usted se fue de este centro por su propio pie, condenándose usted solo al desamparo?.

-Responderé a la pregunta en cuanto haya señalado a la persona responsable que se encuentra en esta sala.

-¡Señor Sánchez, responda a la pregunta!.

-Responderé a la pregunta, señoría, cuando...

-¡Responda a la pregunta!- rugió el juez.

-Responderé a la pregunta...

-¡SEÑOR SÁNCHEZ, CONTESTEME A LA PREGUNTA O USTED SALE DE ESTE CENTRO ARRESTADO!- bramó, quedándose sin aire.

-¡He dicho que contestaré a esa pregunta cuando dé el nombre de la persona responsable de mi último y gran problema en el centro!- Jesús seguía en sus trece.

Un miembro del jurado que hasta ahora no había hablado se atrevió a meterse por el medio:

-Señor Sánchez, ¿tiene usted la bondad de contestar a la maldita pregunta?.

Jesús, sudoroso y nervioso por el enfrentamiento, miró con fastidio a ese miembro asociado del improvisado y autoproclamado jurado:

-Me temo que no puedo hacer eso, señor.

El juez se contorsionó violentamente hacia adelante para tratar de estar más (simbólicamente) cerca del testigo declarado en rebeldía.

-¡¿Y por qué no puede?!.

Jesús le fulminó con la mirada:

-¡Porque usted, señor juez, es la persona a la cual yo iba a señalar!.

Un grito ahogado fue lomás reprimido entre todos los miembros de la sala. Jesús descansó su espaldaerguida en el respaldo de la silla, respirando tensamente. Todos losperiodistas y asistentes del improvisado (y ni tan verdadero, ni tan oficial)juicio se miraban entre ellos. Los miembros del jurado quedaron con la bocaabierta. Jesús los recordaba como miembros de orientación y coordinación delcentro. El juez perdió todo color en la cara, quedando pálido y con la bocaabierta. Ahora ya sabía quién era el testigo que tenía delante suya. El pasadoy el presente estaban ahora cara a cara.

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