XXXVII. I kissed a boy and I liked it
“¿Cómo sé que quiero contigo?
Porque te comparo con todos”.
Cristián: Tenemos que hablar.
¿Por qué había hecho eso?
Ni siquiera él sabía, pero ahora estaba aquí, muriéndose de nervios, esperando a Mar. ¡En su casa!
Después del video en vivo –que vio completo, porque aparentemente era masoquista–, Marcos y el tal Rudo tuvieron el descaro de subir montones de fotos juntos y sonrientes.
Y luego estaba Arturo. No empecemos a hablar de Arturo. Era de verdad imposible.
Arturo: Esteeee... Casi siento que no debería preguntar...
Como si eso fuera a detenerlo.
Arturo: Pero ambos sabemos que lo voy a hacer. Así que, simplemente lo haré ahora. ¿Estás bien con lo que sucedió entre Marcos y el hermoso sexy Rude?
Cristián había resoplado. ¿No se supone que Arturo era su amigo? Un amigo no habla en esos términos, ¿hermoso y sexy?, de tu archienemigo.
Así que optó por fingir demencia.
Cristián: No sé de qué hablas ni qué sucedió entre ellos.
Arturo: ¡Ah! No te preocupes. ¡Lo grabé! Aunque me imagino que igual ya debe estar por todos lados. ¡Dame un momento y te mando el video!
Ni siquiera un minuto después, un clip que duraba dos segundos –¡aunque claramente el beso había sido infinitamente más largo que eso!– llegó.
Cristián: ¡ARTURO!
¿Cómo se atrevía a mandarle eso?
Arturo: ¡Lo séééé! ¿No te mueres de envidia?
Arturo: ¡Mira nada más ese labial algo corrido y lo gruesos y húmedos que se ven los labios de Rude! Si él no muerde, yo definitivamente lo haría. De hecho le mandé un mensaje al respecto, pero esa es otra historia.
Arturo: Lo realmente importante es la química que tuvieron durante el reto. Sí, sí, las fotos de ellos son bonitas; pero es que, Cristián, ¡tienes que verlos interactuando! Son como una pareja de ensueño.
Arturo: Me los puedo imaginar juntos toda la vida. Lo que no me hace feliz porque, ya sabes, Rude me gusta.
Arturo: Pero¿sabes qué fue lo mejor? ¡Que pidieron un millón de vistas para el beso! ¡Y lo lograron en menos de cinco minutos! Orgullosamente, puedo decirte que yo les di tres de esas vistas. Una con mi celular, otra con mi computadora y una de mi hermana a la que obligué a conectarse...
Cristián ni siquiera había terminado de leer ese mensaje ni los que fueron llegando después. Una cadena de “¿Qué?” se desató cada que leía una palabra más de Arturo.
Primero, ¿cómo que le había mandado un mensaje? ¿Un mensaje de qué?
Segundo, ¡Marcos y Rudo no eran una pareja de ensueño! No eran pareja y punto. Nunca lo serían. No era posible. Él no iba a dejar que pasará.
Tercero, y ni siquiera podía creer que fuera real que se estaba preguntando esto, ¿cómo se le ocurrió a Arturo ver el reto con dos dispositivos diferentes? ¡Y encima obligar a su hermana!
¡Por su culpa habían llegado al millón!
¡Un amigo no hace eso!
¡Una persona normal no hace eso!
Como sea, gracias a las palabras de Arturo que no dejaron de taladrale en la cabeza, el corazón y cada rincón de su ser, terminó mandando ese mensaje a Mar. Y ahora aquí estaba, esperándolo en su casa.
* * * * *
Marcos bajó del taxi, le agradeció al señor que había estado escuchando sus dudas –ya que no había podido descargarse con Sasha, porque no sabía cómo habría reaccionado– y tuvo que aguantarse incluso cuando empezó a leerle los mensajes entre él y Cristián.
Cristián: Tenemos que hablar.
—¡Tenemos que hablar, dice! —Marcos había gritado, provocando que el taxista diera un salto. Y así fue como comenzó todo—. Lo siento.
Mar: Hola, Cristián. ¿Cómo estás? Yo muy bien. Mi reto con Rude fue todo un éxito, tuvimos casi millón y medio conectados en vivo. ¡Una locura! ¿Cómo está tu hermana?
Después de observarlo largamente a través del espejo, el señor suspiró y se rindió. —¿Te pasa algo, chico?
Así que obviamente Marcos le tomó la palabra, antes de que pudiera arrepentirse de preguntar, y le contó todo. Todo.
—Obviamente yo no respondí a su mensaje en el momento, sino hasta dos horas después que Rude y Sasha se fueron. Que por cierto, y no tiene nada qué ver conmigo y Cristián, se fueron juntos. Me preguntó si algo pasó...
El señor carraspeó. Un claro ”Enfócate en lo que estábamos” sin palabras.
Cristián: Tú y yo. Tenemos que hablar.
—¿No fue súper grosero? ¡Ignoró todas mis preguntas! Nada puede ser tan importante para hacerte perder la educación.
Mar: Ya estamos hablando. Dime qué necesitas.
Cristián: Hablar no, nos estamos escribiendo o leyendo.
Mar: ¿Quieres que te llame?
El señor se había reído, lo que preguntó que un Marcos muy confundido preguntara ”¿Qué?”. El taxista había negado, todavía sonriendo. —Te estás burlando del pobre chico, ¿no?
Marcos estaba todavía más confundido. —¿Qué? No. ¿Por qué me burlaría de él?
El señor volvió a negar y murmuró algo como “No sé cuál de los dos es más ciego”, para luego indicarle que continuara.
Cristián: No, Marcos. Necesito hablar contigo, en persona. Como frente a frente. Hablar mientras también puedo verte. Cerca.
Mar: No sé si eso sea buena idea, Cristian. Ya te dije ayer que creo que lo mejor es darnos un tiempo. No estoy diciendo que no quiero ser tu amigo, pero creo que aún no estamos listos.
Cristián: Por favor, Mar.
—Y usted debe saber que este hombre, pidiendo por favor y llamándome “Mar”, es mi debilidad. No puedo decirle que no. Simplemente no puedo.
—¿No te llaman todos así? Dijiste que es como tu nombre "artístico", ¿no?
—Sí —Marcos arrastró un poco la palabra, sintiendo sus mejillas algo encendidas—. Pero con Cris es... —un suspiro— diferente.
Una ceja, algo canosa ya, del señor se alzó. —¿Estás seguro que lo ves sólo como un amigo? ¿Estás bien con eso?
Marcos le dio una mirada asesina y el señor levantó ambas manos, para inmediatamente después regresarlas al volante.
Mar: Está bien. La boda de tu hermana es el sábado. ¿Podríamos ahí tener unos minutos a solas? Si eso está bien para ti. O la siguiente semana.
Cristián: No. Falta mucho para eso. Esto es urgente.
Mar: Cristián, falta sólo un día para eso.
Cristián: Es urgente.
—¡Tan elocuente como siempre! ¿Sabe lo frustrante que es que sea tan cortante? ¿Siendo un escritor no debería ser un poco más expresivo?
Mar: Ok. ¿Mañana en el lugar de siempre?
Y con "siempre" se refería a dos ocasiones anteriores.
Cristián: No.
—¡Ve lo que le digo! ¡Me respondió sólo que “No”! ¡Uf! ¿Por qué los hombres son así?
—Chico, también eres un hombre —el taxista señaló.
Marcos se encogió de hombros. —Sí, pero yo no soy así. Yo soy claro con lo que quiero y no vivo ahorrando palabras, gasto todas y hasta más de las necesarias para no dejar lugar a dudas o confusiones.
Mar: ...
Cristián: Te espero mañana en mi casa a las 5:00 pm.
Y ahora aquí estaba. Congelado al lado del taxi, mirando el número 58 que era el que Cristián indicó que era su casa. Sin poder moverse, para avanzar o retroceder.
Ni siquiera escuchó al señor salir del taxi, hasta que sintió una mano en su hombro que lo hizo saltar y soltar un chillido.
—No quería asustarte, pero ¿puedo darte un consejo, hijo?
Marcos asintió. Nada podía ser peor y, de cualquier manera, ya estaba como a cinco segundos de volver a subirse a ese taxi y salir huyendo. —Me tiemblan las piernas —confesó, apenado.
El señor le sonrió con simpatía. —Cambiar tu mentalidad no es fácil. Yo, quizá debido a mi profesión, tengo que estar en contacto con muchas personas de diferentes clases sociales y generaciones. Te puedo decir que muchos de mis amigos y yo crecimos escuchando y hasta diciendo cosas como “Maricón” a modo de insulto o burla y que, desgraciadamente, varios de ellos no han cambiado. Pero yo, justo como te decía, por él —señaló a su taxi— he conocido gente de lo más variada e interesante, una vez se subió un chico Drag y se cambió y maquiló ahí mismo en el asiento trasero. Él me contó algo de su historia y creo que aprendí bastante. Quizá más en media hora con él que en años enteros. Pero no ha sido fácil y mi propia cabeza me hacía malas pasadas recordándome que ciertas acciones estaban mal, son "incorrectas", "inmorales", de gente "enferma". Como dije, no es fácil desprenderse de esas ideas y no ha sido de un día para otro.
Marcos lo miró confundido. O sea, era muy interesante y todo, y quería saber más del chico Drag, pero ¿eso qué tenía que ver con él y sus piernas que se negaban a moverse?
—A lo que voy es que este joven, Cristián, está tratando; pero no es fácil. Tienes que ser paciente con él. Y no, con esto no quiero decirte que tus sentimientos no importan y los dejes de lado. Siempre, escúchame bien, jovencito, siempre debes hacer lo que es mejor para ti. Siempre, por encima de todos, está tu salud mental y tu estabilidad emocional. Ahora, si me dejas agregar algo y este es mi consejo: dile lo que sientes. Te rechace o te corresponda, dile lo que tú sientes por él. Te alejes por tu bien o decidas tomarlo de la mano en este largo camino, no calles a tu corazón sólo porque es más cómodo para los demás.
Y, dicho eso y con otro “Buena suerte” y un suave empujón, el señor volvió a su taxi y arrancó.
Marcos pensó, demasiado tarde, que debería haberle dado una propina. Definitivamente se la merecía.
¿Será que el señor tenía razón? ¿Debería abrir su corazón a Cristián, aun a riesgo de que lo rompiera otra vez?
* * * * *
—¿Quién era ese con el que estabas hablando? —ese fue el inesperado saludo con el que Cristián lo recibió cuando abrió la puerta incluso antes de que tocara la puerta.
La sonrisa de Mar se congeló. —¿Qué?
¿Qué demonios estaba pasando con Cristián?
Señaló con su barbilla, sus labios apretados. —El hombre con el que estabas.
Marcos se cruzó de brazos. —¿El taxista que me trajo de mi casa a la tuya?
Cristián hizo una mueca. —Pues fue una larga charla. Por un momento pensé que te irías con él y no entrarías.
Los ojos de Marcos se entrecerraron. Ni siquiera sabía qué decir o cómo reaccionar. ¿Debería enojarse o podía reírse de lo ridículo que era esto?
—¿Sabes qué? —preguntó, recordando las palabras del señor sobre que él mismo debía ser su prioridad—. Esto fue una mala idea. Me voy a ir...
Pero apenas había dado media vuelta y bajado un escalón cuando los brazos de Cristián lo apresaron y lo apretaron con fuerza. —¡No! —podía sentir su respiración agitada y su aliento caliente en su nuca—. No, por favor, Mar. Perdóname. Perdón —Marcos no estaba seguro si hubo un beso en su cabello o fue su imaginación y si Cristián podía sentir como su corazón parecía a punto de salirse de su pecho—. Lo siento.
Marcos cerró los ojos. Lo intentaba, de verdad lo intentaba, pero Cristián no se lo dejaba fácil.
Después de lo que se sintió como una eternidad, puso una mano sobre las de Cristián en su pecho. —Está bi-en —y odió cómo su voz se rompió. Se aclaró la garganta un par de veces y juraría que Cristián lo estaba apretando más, como si tuviera miedo de soltarlo—. ¿Entramos?
Pero Cristián no se movió.
—¿Cris? ¿Entramos a tu casa?
Nada.
Marcos suspiró y dejó caer su cabeza en el hombro de Cristián, pegándose más a él. —Guapo, si quieres hablar, tienes que soltarme y dejarme entrar.
Cristián gruñó suavemente, un gemido bajo, y por fin lo liberó.
Marcos se dijo que era lo mejor y que no estaba decepcionado por ya no sentir su brazos a su alrededor.
Cuando se dio la vuelta, Cristián seguía ahí, cerca, mirándolo fijamente. Marcos le sonrió y llevó una mano a su mejilla. —Hola.
Su corazón saltó y las mariposas en su estómago se volvieron locas ante la intensa mirada azul de Cristián. Y lo brillantes que se veían sus ojos. Él no dijo nada, se limitó a mirarlo como si no pudiera dejar de hacerlo. Marcos nunca se había sentido así con Cristián, había algo diferente en él. Como si lo viera por primera vez. Verlo de verdad.
—¿Entramos?
Después de un instante más de intensas miradas, Cristián asintió. ¡Y mantuvo abierta la puerta para él!
Marcos se dijo que era ridículo emocionarse por ese gesto, pero aun así lo hizo.
* * * * *
Cristián estaba más torpe de lo usual. Le ofreció algo de tomar y, cuando él le dijo que agua estaba bien, se aferró a su mano mientras le daba un vaso.
Marcos se rio y le dijo que necesitaba soltarlo.
Cristián se había ruborizado profundamente, lo que era muy evidente en su piel pálida, y balbuceó algo incomprensible. Luego fue a sentarse un poco más allá del sillón.
Marcos le dio sólo un trago al agua y miró distraídamente a su alrededor. Todo estaba limpio y ordenado, si quitamos unos cuantos libros que había por aquí y por allá. No sabía si Cristián los estaría leyendo todos a la vez o simplemente los había dejado olvidados. Aunque había un enorme librero ahí mismo en la sala.
Sonrió y estaba por decirle que era un flojo por dejarlos ahí tirados teniendo el librero a unos metros, cuando Cristián empezó a hablar: —El día de la primera prueba de maquillaje de Nat, no sabía que eras tú...
Marcos no entendió por qué mencionaba eso. Claro que no lo sabía porque en aquel entonces todavía pensaba en él como "Mar", la chica de la app de citas, y no "Marcos", el chico que se maquilla y se pinta las uñas con quien había estado hablando durante varios días sin parar.
Pero no dijo nada porque parecía importante para Cristián. Ni siquiera lo miraba al hablar, sus ojos estaban fijos en sus manos con cada palabra: —Ella me había mandado unas fotos tuyas para que viera tu trabajo y tu talento, pero cosas pasaron y yo olvidé descargarlas. Nunca las vi —hizo una mueca, como si todo esto le costara demasiado—. Quizá todo esto sea mi culpa. El que cometió un error tras otro...
Marcos se sentía mal ante la angustia de Cristián. También hizo una mueca, dejó el vaso en la mesita y se giró hacia él, doblando una rodilla para acomodarse mejor. —Eso ya pasó. Ya hemos aclarado esa confusión...
Pero Cristián negó. —No. No hemos hablado de esto. Tú no entiendes. Puedes justificar el hecho de que me gustaras en la aplicación porque nunca vi tu rostro ni nada más que tus ojos, fue estúpido pero te creía una chica y lo normal para mí, en ese momento, era que a un chico le guste una chica. Y tú eras genial... ¡Eres genial! Hablar contigo era fácil, me hacías reír, realmente te interesaba lo que yo decía por más ridículo que fuera...
—No eres ridículo —Marcos le dijo—. Bueno, casi nunca. Hace un momento, en tu puerta... —le sonrió, pero Cristián ignoró su broma—. No eres ridículo, Cris, y sí me interesaba y me interesa lo que tengas por decirme. Siempre.
—Me hacías feliz —Cristián confesó, aunque su expresión ahora era todo menos eso—. Me haces feliz.
Marcos le dio una media sonrisa. —También me haces feliz —apretó sus manos juntas para contenerse de estirarlas y tomar las suyas, porque Cristian ya se veía lo suficientemente alterado.
Cristián suspiró y continuó: —Ese día fui sólo porque Nat insistió y era mi día libre, pero Johnny tuvo un problema y tuve que ir a ayudarlo. Además de que dijo algo como que estaba haciendo cosas "de chicas" y me sentí mal. Natasha tiene razón, no nos educaron con estas ideas, pero cuando creces con comentarios así es difícil, ¿sabes? Te lo terminas creyendo.
Marcos asintió, aunque no entendía a lo que quería llegar. Sí, él también había crecido rodeado de comentarios así e insultos y aunque nunca se los creyó, es difícil no escucharlos. La cuestión es que él nunca tuvo dudas de quién era. Y esos comentarios lo herían por eso, pero a todos esos chicos confundidos no los golpea de la misma manera, para ellos cada palabra es un retroceso en sí mismos, un paso más alejado a conocerse mejor y aceptarse como son de verdad.
—Entonces choqué contigo —Cristián sonaba cansado— y todo lo que en mis veintitantos años no había sentido, lo hice contigo. ¡Y todo lo que hicimos fue chocar! Nunca vi ni siquiera tu rostro, tuve miedo porque cuando tus manos entraron en contacto conmigo... Me tocaste la cadera y el pecho y yo estaba seguro que podías sentir mi corazón acelerado y que sabrías que algo estaba mal conmigo porque ninguna chica nunca me había hecho sentir nada y tú... Tú... Pero estaba Mar y era chica y aunque nunca me había tocado, me gustaba y entonces todo estaba bien, ¡yo no era raro!
Marcos sintió su ceño fruncirse. Dolía cada palabra de Cristián, porque era obvio que le dolía decirlas. Extendió su mano sin darse cuenta: —Nada está mal contigo, Cris. No eres raro. Yo no soy raro. Tú no eres como yo, lo sé; pero aunque lo fueras, todo seguiría estando bien, cariño.
Cristián parpadeó y una lágrima resbaló por su mejilla. Marcos iba a limpiarla, pero él detuvo su mano y se aferró a ella. —Tus manos, igual que tus palabras —dijo, mirándola fijamente mientras la acariciaba—, supieron despertar en mí cosas que ni siquiera creía posible. Los lectores añoramos eso, pero en el fondo no lo creemos posible. No en el mundo real. Pero tú eres real y me haces sentirlo —la furia y la desesperación empezaban a filtrarse en su voz—. Pero eres un chico y yo también. No podía ser.
Marcos ni siquiera respondió a eso. ¿Qué podía decir?
—Pero Arturo dice —Cris siguió con su monólogo— que entre hombres también hay amistad y hay cariño. Él dice que existen hombres, amigos hombres, que pueden abrazarse y hasta besarse y está bien. Él dice que no los hace menos heteros. Él me dice "bebé hetero" —puso los ojos en blanco—. Él dice que puedo sentir celos, que es normal.
A Marcos le dolía cada vez que Cristián decía "Bien" y "Normal". No por él, no se sentía ya como un ataque. Dolía por el propio Cristián, porque estaba luchando contra esa burbuja en la que vivía encerrado, pero no podía romperla desde adentro por más que empujaba.
Asintió y quiso sacar su mano de las suyas. Decirle que sí a todo eso, que Arturo –maldito y bendito Arturo– tenía razón.
Pero Cristián lo apretó un poco más y tiró de él, obligándolo a acercarse.
—Pero no sé —los ojos de Cristián demasiado abiertos y enloquecidos—, ya no sé si es normal. Si es normal lo que yo siento por ti. No quiero que tengas novio.
Marcos hizo una mueca. —Cris, te dije que era sólo para el reto...
Cristián negó. —No quiero que te besen —tiró con más fuerza y Marcos evitó por poco caer sobre él—, no quiero que te toquen —lo dijo con sus manos ahuecando su rostro—. No quiero que nadie te mire ni mires a nadie así de cerca. Mar, Mar, yo...
Marcos quiso alejarse. Las mariposas en su estómago estaban vueltas locas y aleteaban por todo, todo su ser. Su corazón nunca había latido tan rápido. —Cris, creo que deberíamos hablar esto con calma. Necesito decirte lo que yo siento, pero... —«más lejos de ti, porque me estás volviendo loco».
Cristián negó, apretó su rostro, aunque sin hacerle daño, y los acercó todavía más. Su nariz se frotó con la suya un par de veces antes de que sus frentes chocaran. Marcos cerró los ojos y Cristián suspiró.
—No. No me digas que este tipo Rudo te gusta...
—Es Rude —Marcos aclaró de nuevo.
—Mar, por favor —Cristián rogó desesperado y se separó un poco para verlo. Marcos abrió los ojos justo a tiempo para escuchar: —Déjame besarte.
Estaba seguro que su expresión era de confusión total. Ni siquiera pudo pronunciar bien el “¡¿Qué?!".
Cristián se pasó una mano por el cabello, frustrado. Pero la otra la mantuvo en su rostro sin permitirle alejarse. —No entiendo nada y no sé ya si soy normal o no. Si esto está bien o no. No puedo poner en palabras mis sentimientos y pensamientos, lo que es estúpido porque a eso me dedico. Me pones mal y yo no sabía que una persona podía sentirse así. No sé si me gusta esto que siento, si me gustas... Sólo sé... Sé... —volvió a mirarlo, su ceño fruncido, y uno de sus pulgares aplastando sus labios—. Que cuando él te besó, algo en mi explotó, igual que aquella vez que me tocaste, cuando cuando me besas en la mejilla, cuando sonríes, cuando me abrazas, cuando yo te toqué el casa de Nat; pero esta vez está explosión decía claramente “¡Mío!”. Esta vez no era bonito y me volvía loco de diferentes manera, no algo que quisiera volver a sentir. Era como, como... Es mío y no lo toques.
Marcos no recordaba una sola vez en su vida en que hubiera estado tan confundido. —Cris...
La mirada de Cristián se volvió vulnerable y su voz bajó considerablemente, todavía más inseguro preguntó: —¿Puedes...? ¿Puedes decirme "Guapo" y darme un beso, por favor? Un beso de verdad. Nunca he tenido un beso real y, Mar, por favor. Por favor, sé tú, aunque no entienda nada de eso, aunque...
Y, maldita sea, muy seguramente se iba a arrepentir, pero tomó su rostro y estrelló sus labios para luego bajar de intensidad. Y no fue hasta que se separaron a medias para tomar algo de aire que cumplió y susurró: —Está bien, guapo. Estás bien.
Sí, quizá Cristián sí. Pero ¿y él? ¿Qué iba a pasar con él y su corazón después de esto?
¿Y cómo iba a besar a otras personas cuando el recuerdo de este beso lo iba a acompañar para siempre?
* ~ * ~ *
¡BESOOOOO!
¿Se lo esperaban? ¿Qué les ha parecido este capítulo? ¿Quieren el POV de Cris?
Espero que entiendan a Cris bebé. Ya sé que puede ser muy molesta su actitud, pero de verdad intenten ponerse en su lugar. Si toda la vida ha pensado que es heterosexual (aunque ninguna chica le gustaba realmente), si su mejor y único amigo siempre hacía comentarios homofóbicos y tenía esta mentalidad cerrada, es obvio que le cueste aceptar que algo en él es diferente a lo que algunas personas digan que es lo "normal". No sé si alguien por aquí haya pasado algo así y nos quiera contar ❤️, pero como sea creo que es algo que entendemos. Afortunadamente llegó Arturo a su vida 💖
Ahora, no sé si vieron lo que publiqué en Instagram sobre #Artude (sí, ya alguien de ustedes le puso nombre al ship 😂), pero veamos qué tanto quieren que sea oficial. ¡Tienen de aquí hasta el próximo capítulo para crear la cadena más larga posible! 🙊 En sus manos esta el #Artude 🖤
Levante su manita quién quiere a Rude en la boda 🙋
Y levanten quiénes quieren a Arturo también en la boda 🙋
¡Los leo la próxima semana con el próximo capítulo! Muchas gracias por todo ❤️❤️❤️
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