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XXXV. Mi estúpido corazón late por ti

Creo que tenés razón
la culpa es de uno cuando no enamora
y no de los pretextos
ni del tiempo.
(Mario Benedetti)


—Te ves horrible —el comentario de Sasha hizo a Marcos levantar la mirada del móvil. Rude seguía mandando fotos de delineados y paletas de colores.

Miró mal a su amiga. —Gracias. Eso es lo que cualquier persona desea escuchar. Que se ve horrible. No sabes cuánto bien le haces a mi autoestima.

Sasha sólo se rio y acomodó su cabello, sin arrepentimiento alguno. —De nada. Y sabes a lo que me refiero. Tienes unas ojeras tan marcadas que ni el corrector las cubrió bien. ¿Dormiste algo siquiera?

Marcos miró el celular. El chat con Rude tenía una conversación casi ininterrumpida. Se habían despedido ya casi a las cinco de la mañana, cuando él notó la hora y recordó que a las nueve tenía que estar en la casa de Natasha para la prueba final del maquillaje para su boda.

Pero apenas despertó, siguieron escribiéndose.

—Claro que dormí —Marcos respondió indignado. Omitió que fueron sólo quizá dos o tres horas.

Sasha hizo una cara extraña. —¿Sigues hablando con él?

Marcos estaba por contestar cuando un carraspeo los interrumpió. Ambos voltearon hacia la persona en la puerta, que ni siquiera habían notado abrirse, y se sorprendieron al ver ahí a Cristián.

Marcos no estaba preparado para esto. Ya que ni siquiera le había contestado, pensó que no estaría aquí. Sintió que el pido bajo sus pies se hubiera movido. Pensó en decir algo, cualquier cosa, un “Hola” sería excelente ahora mismo, pero nada salió y se quedó ahí con la boca abierta.

Sasha puso los ojos en blanco y tomó la caja de maquillaje. —Me voy a adelantar —le dijo a Marcos y después miró, no tan amablemente, a Cristián—. ¿Tu hermana está adentro?

Cristián asintió y se hizo a un lado para dejarla pasar.

Así que ahora estaban solos.

¿Has sentido que tu corazón late tan fuerte, que parece amenazar con descomponerse, sólo por una mirada?

Porque Marcos lo estaba sintiendo ahora mismo, perdido en los ojos de Cristián. Tan tan azules.



* * * * *


Cristián no había querido venir a la prueba de maquillaje. Era, de hecho, lo último en su mente.

Pero cuando recordó que su móvil estaba apagado y lo encendió, se encontró con una cadena insistente de mensajes:

Arturo: ¿Te molestaste por lo de los besos y las mordidas? ¡Era broma, bebé hetero!

Arturo: Bueno, lo era lo de los besos entre Mar y Rude. No sobre que yo lo quiero conocer y que me muerda...

Arturo: ¿Qué te puedo decir? Soy fácil y este hombre encaja con gustos que ni siquiera sabía que tenía.

Arturo: Así que no creo que se besen, pero sí me gustaría conocerlo. Y si me ayudas con eso, te estaría muy agradecido.

Arturo: Aunque... No debería importarte si se besan. Ya eres un amigo más tolerante y, eventualmente, con o sin Rude, va a suceder que Mar tenga novio y se besen.

Sí, Arturo era un pésimo amigo. Infantil. Y no entendía nada ni se lo tomaba en serio.

Ni siquiera sabía por qué seguían hablando.

Mar: Hey, Cris. ¿Cómo estás? ¡Me tienes olvidado!

«Claro. Dice el que anda de novio, subiendo fotos y teniendo citas donde se toman de la mano y se miran a los ojos con corazoncitos en las miradas...»

Afortunadamente borró todo eso antes de mandarlo y el destino estaba de su parte. ¡No lo envió por error!

No contestó. No es que estuviera celoso, pero no quería hablar con él. Tampoco estaba enojado porque tuviera novio, aunque fuera falso. No había incomodidad ante la idea de ver el video que haría con Rude ni miedo a que realmente hubiera un beso...

No, nada de eso.

Natasha: Oye, ¿si vendrás mañana?

Natasha: Me gustaría que vinieras. Ya sabes que Jasiel no estará presente, porque quiero probarme el vestido también y es de mala suerte. Me gustaría una opinión de alguien que realmente me conoce y me quiere y que, además, será súper honesto. No es que no confíe en Mar, porque ¡es el dios del maquillaje!, pero de verdad te necesito a ti.

Cristián gruñó. Su hermana era tan manipuladora y sabía exactamente qué cartas jugar para convencerlo.

Natasha: ¡Entonces a las nueve, en mi casa!

Y luego más de Arturo:

Arturo: Oye, entonces, ¿irás a la prueba de tu hermana?

Arturo: Y más importante aún, ¿ya decidiste con quién irás a la boda?

Arturo: Oh, oh, oh, ¡espera! Creo que esto es mucho más importante. ¿No le dijiste a Mar lo del reto contigo? Porque ya no mencionaste nada al respecto. Y puedes hacerte tonto todo lo que quieras y engañarte a ti mismo, pero sé que estás celoso. Y aunque no lo creas, es lo más normal del mundo, Cris. Incluso entre amigos existen los celos.

Cristián no estaba seguro de que eso fuera verdad, así que no le respondió a él tampoco.

No respondió a nadie en realidad, pero ahora aquí estaban. Y el silencio se extendía entre ellos, incómodo a más no poder.

Marcos se rio, obviamente incómodo, y dijo. —Bueno, hola. Voy a pasar —y dio un paso hacia él, como esperando a que se quitara. Pero Cristián no lo hizo, permaneció ahí donde estaba, incluso cuando quedaron a sólo centímetros de distancia y Mar tuvo que levantar la mirada para que sus ojos se encontraran.

Los ojos de Marcos se impliaron un poco y luego su nariz se arrugó. Y Cristián no pudo, de verdad no pudo, evitar levantar su mano y pasar un dedo sobre ellas.

La piel de Marcos se calentó y un rubor natural apareció en ella.

Cristián se aferró a su hombro cuando Marcos quiso retroceder un paso. —Hola —su voz era más ronca de lo que esperaba, pero el estremecimiento de Mar fue bienvenido.

Marcos se aclaró la garganta antes de decir: —Hola —y empezar a hablar sin parar—. No sabía si ibas a estar aquí. No contestaste mi mensaje. Pero aún si lo estabas, no sabía cómo debía tratarte. Es decir, somos amigos, creo, ¿verdad? Pero ¿sabe alguien más de nuestra amistad? ¿Tu hermana? —lo último salió como un susurro e, inmediatamente después, mordió sus labios.

Cristián sonrió. No sabía cómo era posible que Marcos hiciera que se olvidara del resto del mundo y lo hiciera sentir tan ligero, pero así era.

Marcos volvió a reírse e intentó pasar de nuevo, pero Cristián siguió sin hacerse a un lado. Su estómago se sentía extraño, pero se obligó a decirlo: —¿No me vas a saludar?

Marcos parecía realmente confundido. Señaló detrás de él, donde había estado hace un momento. —Te acabo de decir hola. Literalmente, hace como un minuto.

Cristián no sabía qué bicho le había picado cuando señaló su mejilla, recordando el beso que Mar le había dado la última vez cuando se despidió. Y Arturo le había dicho que besarse no tenía qué ver con tu sexo o tu orientación sexual, sino que era un gusto personal; había quienes eran así de cariñosos y quienes preferían no dar ni recibir besos de todo mundo. Él había pensado que era de los últimos, pero aquí estaba, deseando uno de Marcos. —Saludar bien.

Mar tardó un momento en entenderlo, pero cuando lo hizo hubo una enorme sonrisa y se le echó encima. Saltó para rodearle el cuello con los brazos y estampó sus labios más bien en su mandíbula que en su mejilla, pero se sintió igual de bien. Hubo un cosquilleo por su piel y mariposas en su estómago, mientras Marcos se aferraba a él y decía “Hola, guapo” con un suspiro.

Cristián también suspiró y se sintió sonreír. Todos sus miedos, sus dudas, los nervios, se fueron estando en brazos de Mar. ¿Podían quedarse así para siempre?

Pero antes de que pudiera decir cualquier cosa, escuchó los pasos de su hermana acercándose. Apenas tuvo tiempo de empujar a Marcos, antes de que ella apareciera con sus manos en las caderas y lo señalara acusadora. —Aquí estás. Se supone que me ayudes, no que intentes huir. Sé que pediste un rato libre en tu trabajo, así que no intentes engañarme con eso otra vez... ¡Oh —su expresión cambió al notar a Mar—, ahí estás también! Pasa, pasa. Ignora a mi hermano que es un idiota.

Cristián no estaba seguro, pero creyó escuchar un “Ya lo sé” de Marcos mientras pasaba a su lado y saludaba a su hermana. Dejó también un beso, uno más cuidado, en la mejilla de ella y le sonrió amablemente. —¿Lista para el gran día?

Nat asintió varias veces, dijo que estaba algo nerviosa y luego inesperadamente preguntó: —¿Ya sabes con quién vendrás? ¿Llegaron bien los pases? Ya le dije a tu ayudante que pueden traer ambos a un invitado.

¿Qué? ¿Natasha había invitado a Mar a la boda?

¿Por qué demonios no le dijo nada?

¡¿Cómo se le ocurría hacer eso sin preguntarle?!

Y cuando se encontró con la mirada herida de Marcos, se dio cuenta de lo que acababa de hacer y tuvo una pregunta aún mejor: ¿Por qué lo había empujado así?

Golpeó su frente, antes de cerrar la puerta. Estaba jodido. Y era un idiota.


* * * * *


Disimular nunca había sido el fuerte de Marcos, pero lo estaba haciendo por el bien de la hermana de Cristián. Ella no tenía culpa de nada y no le iba a arruinar el momento.

Estiró su mano, esperando que Sasha le pasara la paleta de sombras. Pero lo único que recibió fue un torpe “¡Uh!” de Cristián.

—Tu amiga fue al baño, pero me ordenó pasarte lo que necesites. Ah, así que... ¿qué necesitas? —sonaba tan nervioso que era adorable. Y Marcos lo habría amado cualquier otro día, en otras circunstancias, unas donde no se lo hubiera quitado de encima como si tuviera una enfermedad contagiosa cuando su hermana llegó.

Natasha se disculpó de nuevo en nombre de su hermano, mientras él le señalaba a Cristián las sombras. Cuando este se las dio, Marcos odió a su estúpido corazón por acelerarse cuando la mano de Cris rozó la suya y se negó a soltar la paleta, prolongando el contacto. Y todavía la arrastró un poco más antes de quitarla.

Marcos se dijo que había sido su imaginación y siguió haciendo su trabajo y escuchando a medias la charla de la chica sobre su futura boda. ¿Y dónde demonios estaba Sasha? ¿Justo ahora se le ocurría ir al baño y tardarse tres horas?

Levantó el rostro de Natasha, empujando suavemente bajo su barbilla, para echarle el fijador de maquillaje. Y luego le dijo “¡Listo!”.

Ella sonrió y, sin levantarse del taburete, le preguntó a su hermano: —¿Cómo me veo?

Marcos sonrió con educación e iba a hacerse un lado, para que él pudiera verla bien, cuando sintió las manos de Cristián en sus caderas. Su corazón se aceleró, su estómago dio un vuelco y hubo un cosquilleo en su inglé cuando sintió el pecho de Cris a su espalda.

Mordió sus labio inferior y luchó con todas sus fuerzas contra un gemido.

¿Qué demonios le pasaba hoy a Cristián?

No sabía cómo pedirle que lo soltara, sin ser muy obvio, porque la hermana obviamente no se había dado cuenta de nada. Pero en su intento por salir discretamente, golpeó el pie de la novia y un movimiento de ella provocó que un frasco de base le cayera en la pierna.

—¡Dios, Cristián! —ella afortunadamente culpó a su hermano y se puso de pie inmediatamente, dándole a Marcos la oportunidad perfecta para deshacerse de su Cristián—. Agradece que no tenía puesto el vestido. Iré a probármelo, hablando de eso... —ella se alejó hablando sola.

Y Marcos iba a ir tras ella, cuando sintió la mano de Cristián en su brazo, deteniéndolo. Se obligó a relajar su rostro antes de mirarlo, incluso logró una media sonrisa. —¿Qué pasa, Cristián?

Cris, a su favor, se veía realmente apenado. —Lo siento. Yo... —negó tres veces antes de volver a mirarlo— no sé por qué hice eso. Me dio pánico y... —suspiró, obviamente frustrado—. No sé. Lo siento.

Marcos sabía que era difícil para él, pero no por eso iba a dejar que su corazón saliera herido de nuevo. —Está bien. Es decir, obviamente no lo está y, por si no lo sabías, los amigos hombres también pueden abrazarse y darse un beso sin que sea malinterpretado. Pero entiendo. No te preocupes. Quizá sea bueno que retomemos contacto cuando tú te sientas un poco más seguro...o yo me haga a la idea de...lo que implicará ser tu amigo — dolió decirlo e intentó sacudirse la mano de Cristián, pero éste sólo apretó su agarre.

—Mira, no soy experto en vestidos de novia. Pero creo que tú hermana necesitará ayuda. Así que, si me dejas ir...

Cristián negó con firmeza y sus ojos gritaban “No te vayas!”. Marcos realmente odiaba que pudiera leerlo tan bien.

Sonó tan cansado cuando dijo: —Cris...

Y entonces Cristián gritó: —¡Haz el reto conmigo!

Marcos sabía que sus ojos estaban enormes ahora mismo, pero es que... —¿Qué?

—Haz el reto conmigo —Cristián sonaba desesperado—. Sé mi novio... —y el corazón de Marcos amenazó con detenerse en ese segundo que Cristian tardó en aclararlo—, para el video, quiero decir. Para el reto. Haz el reto conmigo. No con Rudo —Cristián ignoró cuando él lo corrigió con un “Rude”.

Y aunque ese era su sueño inicialmente, Marcos sabía que hay sueños inalcanzables. Que se vale soñar, pero eso no significa que vayan a cumplirse. Y, a veces, lo mejor es dejarlos ir antes de que se conviertan en pesadillas.

Le tomó todo lo que tenía para no decir que sí. Puso una mano en la mejilla de Cristián y odió –amó– cómo él se frotó contra su palma. —Cariño, no sé si sepas, pero para eso necesitaríamos que cientos de miles de personas, quizá millones, vean tu rostro. Y creo que lo ocurrido hace un rato, deja claro que no estás listo. No se puede ocultar tu identidad y nuestra amistad, mientras hacemos un reto de... novios —la última palabra se atascó un poco en su garganta y sí, dolió un poco más en su pecho.

La mirada herida de Cristián no ayudaba.

Ni cómo se fue acercando a él peligrosamente, como si fuera a...

—Creo que necesito ayuda —Natasha volvió, con el vestido abierto y atorado en su cabeza. Así que, afortunadamente, no los vio.

Marcos le sonrió a Cristián y acarició una última vez su mejilla. Gesticuló hacia él, sin sonido, “Está bien” y luego fue a ayudarle a su hermana.

Natasha suspiró aliviada cuando lograron ponerle el vestido sin que ningún accidente ocurriera y, mientras Marcos lo ajustaba y sin que él lo notara, le sonrió con travesura a su hermano. —Oye, Mar, vimos el artículo. Y espero que no te moleste que pregunte, pero ¿podría quizá este novio Rude ser tu acompañante en la boda?

Marcos tropezó un poco, aunque ni siquiera estaba caminando. Sentía la mirada de Cristián sobre él, pero se negó a mirarlo mientras respondía: —Pues no lo había pensado, pero quizá. No creo que a Rude le importe. Tal vez le pregunte...

Cristián gruñó y su hermana le preguntó si le pasaba algo.

Él dijo que no y que volvía en un momento. Se fue tecleando furiosamente en su celular.

—No le hagas caso —le dijo Natasha—. Seguramente anda hablando con su novia... La que vendrá con él el sábado.

—Ah —Marcos intentó no sonar tan interesado, como si preguntara por compromiso. Sólo por seguir la plática, no es que se muriera por la respuesta—. ¿Sí irá con acompañante?

Natasha se rio. —Sí. Una chica de ojos verdes, según sé. Debes saber que es la debilidad de mi hermano.

Claro que sí. Marcos asintió.

Y en ese momento volvió una sudorosa Sasha, frotando su vientre. —Creo que voy a morir.

Natasha se vio preocupada inmediatamente y le preguntó si quería que llamara a su médico. Marcos la miró mal. Por supuesto iba a morir por enfermarse justamente hoy y dejarlo solo con Cristián.

¿Cómo se atrevía todos a hacerle esto?

¿Cómo se atrevía Cristian a jugar con sus sentimientos así?

¿Cómo se atrevía su corazón a acelerarse por quien lo debía?

Maldita sean los estúpidos enamoramientos.










* ~ * ~ *

Sólo diré: ¡Ay! 💔
¿Qué dicen ustedes de este capítulo?

Estamos a nada de terminar. Pienso que quizá para el capítulo cuarenta. Entonces intentaré actualizar tan seguido como me sea posible. Muchas gracias por todo ❤️

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