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XX. Encuentro [in]esperado (1a parte)

Hay cosas que un hombre teme confesar hasta a sí mismo, y cada hombre respetable tiene cientos de ellas almacenadas en su mente.  (Fyodor Dostoyevsky) 

—¡Ay, maldita sea! —Marcos se quejó cuando la punta del delineador tocó su ojo. Parecía un maldito principiante. Como si nunca en la vida se hubiera maquillado.

—O quizá sólo estás nervioso por tu primera cita —Sasha le dijo, como si hubiera leído sus pensamientos o él estuviera hablando en voz alta sin darse cuenta, quitando el lápiz de sus manos temblorosas—. A ver, déjame. Yo lo hago. No me quedará perfecto como a ti, pero es mejor que ir con un parche a conocer a tu príncipe.

Y Sasha era tan buena amiga que no comentó como las mejillas de Marco enrojecieron exageradamente.

Una pequeña toalla descansaba en su regazo porque no quería manchar de maquillaje el pantalón blanco que había elegido. Era uno entallado, con las rodillas y los muslos rasgados. Su suéter verde era asimétrico, en la parte de atrás llegaba a la mitad de su trasero, mientras que la delantera apenas llegaba a su cintura, una franja de piel quedaba a la vista...

Después del delineador, Sasha aplicó un poco de sombra café y después un tono verde para combinar con su suéter y resaltar el marrón de sus ojos.

—¡Por Dios, respira! —Sasha lo golpeó en el pecho—. Es sólo un chico, Mar. No es el fin del mundo si no es una cita perfecta...

Marcos hizo un puchero. —Pero es que me gusta. De verdad, de verdad, de verdad me gusta... Mucho. Como muchísimo.

Sasha murmuró algo como “Ya lo sé” y Marcos la miró extrañado. Ella estaba actuando tan raro desde ayer.

“¿Qué te pas...?” él estaba empezando a preguntar, cuando ella mostró sus manos llenas de labiales. —¿Usarás u hoy no?

—¡Por supuesto que sí! —dijo él ofendido—. Pero sólo un gloss transparente. Quiero ser sutil, pero sin dejar de brillar.

Y por fin, media hora después, estaba listo.

Sasha le sonrió, aunque no era su sonrisa de siempre. Le dio un abrazo inesperado cuando ya estaban en la puerta. —Suerte, cariño. Pase lo que pase, sabes que estoy aquí para ti.

Marcos la miró extrañado, pero sonrió. —Gracias. ¡Eres la mejor amiga del mundo mundial! Y todo esto es gracias a ti. Te amo. ¡Bye!

Sasha sólo murmuró un “Bye” desganado.

Ojalá se estuviera equivocando y el hermano de la novia no fuera este tipo. El hermano que había chocado con Marcos y salió huyendo al verlo sin hablarle siquiera.


* * * * *

Cristián estuvo muy tentado a decirle a Johnny que hoy tenía una cita. Con una chica.

“Sí, Johnny. No soy gay. Mi escrito sobre el amor y la libertad simplemente me convierte en un buen ser humano, una persona que respeta la diversidad, pero yo no soy...así. ¿Ok? No soy así. Podemos seguir siendo amigos. Soy heterosexual, soy normal, y hoy voy a salir con una chica hermosa que conocí hace un mes. No te esperabas eso, ¿eh? Se llama Mar, por cierto. Sus ojos son hermosos; tiene caritas felices en sus uñas, o al menos las tenía; y hace que mis días sean mejores. Creo que podría estar enamorado, Johnny. ¿Puedes alegrarte por mí y volver a ser mi amigo? Te extraño”.

Pero no lo hizo.

Johnny seguía evitándolo tanto como era posible. Y Cristián nunca fue muy expresivo, no solía comenzar él las conversaciones ni las relaciones.

Suspiró, mirándose al espejo. Mojó un poco su rostro y despeinó su cabello en su intento por arreglarlo. Al final se rindió y, ya sin mirarse porque sólo aumentaban sus nervios, salió del baño. Quería apresurarse. Aunque el lugar donde citó a Mar estaba cerca y seguramente tendría que esperar al menos media hora.

Cuando llegó a "Los bizcochos azules", pidió una mesa para dos y un menú mientras esperaba. Probablemente un café le haría bien para mantenerse despierto después de un largo día de trabajo, pero la cafeína seguramente aumentaría sus nervios. Y ya bastantes miradas estaba atrayendo al hablar solo y no dejar de mover ansiosamente una pierna.

Cuando su móvil sonó sintió su corazón encogerse. Debería haberlo sabido antes. Seguramente sólo era una broma y era ahora cuando se reían de él. O simplemente Mar lo pensó mejor y una chica tan perfecta como ella no quería salir con un perdedor como él...

«O simplemente abre el maldito mensaje, Cristián» se regañó a sí mismo.

No quería hacerlo, pero al final desbloqueó el aparato y, ¡uf!, sintió el alma volverle al cuerpo cuando notó que no era un mensaje en la aplicación de citas. Era su hermana.

Natasha: ¡Hola, hermano! Estoy camino a una prueba de vinos. ¿Quieres venir? Ya sabes que yo no sé nada de esto y no quiero arruinar mi boda por una mala elección. ¡Anda, di que sí! Por favor, por favor, por favor.

Cristián hizo una mueca. Nadie quería vino en una boda y él no sabía nada al respecto como para ayudarle, ¡además estaba en una cita, por Dios! Bueno en espera de su cita, pero era igual.

Y quizá fueron los nervios los que lo hicieron escribir, sin pensar, el siguiente mensaje.

Cristián: Lo siento. Ahora mismo no puedo. Estoy esperando a mi cita.

Eso le ganó una llamada –que empezó a gritos y no bajó el volumen en ningún momento– por parte de su hermana que dijo que los vinos podían esperar, pero su futura cuñada no.

Cristián balbuceó que no era su novia, “sólo somos amigos”.

—¿Cómo se llama? —Nat exigió saber.

Cristián puso los ojos en blanco, aunque su hermana no pudiera verlo. —Mar —y ni siquiera él pudo evitar notar el tono soñador con que lo pronunció ni cómo su estómago se llenó de mariposas.

Hubo un silencio demasiado inesperado que lo hizo mirar el móvil para ver si no se había cortado la comunicación. Qué extraño. Natasha debería estar gritando emocionada o haciendo más preguntas.

—¿Nat —preguntó dudoso—, sigues ahí?

—Eh, sí... —ella carraspeó—. ¿Mar como mi...? Uh... ¿Tu cita es...una chica?

Cristián resopló molesto. Qué pregunta tan estúpida. Bajó la voz para que nadie lo escuchara. —¡Por supuesto que sí, Natasha! Es mujer. ¿Qué más podría ser? Mira, si vas a empezar como todos los demás sólo por el artículo que escribí...

Se interrumpió cuando vio, acercándose, algo verde. Su mirada, por alguna razón, se centró en el movimiento de las caderas y la piel a la vista. Había un piercing en el ombligo. Un poco más de piel se apreciaba a través de lo rasgado del pantalón...

—¿Cristián? —medio escuchó que su hermana preguntaba.

Su mirada subió. El suéter era verde, no era entallado como el pantalón, colgaba un poco suelto pero no hacía que la figura se viera mal. Al contrario. Se pasó la lengua por los labios y sintió su garganta seca.

Pero entonces... ¡Oh! Hubo una punzada de decepción cuando llegó al pecho plano del chico. Era un chico. Había pensado que sería Mar. Ya era casi la hora. ¡Y el suéter verde!

Sintió una chispa de decepción luchar contra las mariposas que seguían vueltas locas.

Y aun así, quizá por simple curiosidad, no pudo evitar mirar su rostro. Llevaba gafas oscuras. El cabello era corto, pero había algo especial en él. Y algo color plata brillaba en una de sus orejas. Igual que sus labios que parecían brillar como si llevara algo en ellos. Y sus mejillas estaban demasiado sonrosadas para ser rubor natural.

Cristián se sintió sin aliento. ¿Qué demonios?

No podía asegurarlo, debido a las gafas, pero se sintió como si sus miradas hubieran chocado. Y él se siguió acercando. Cristián se sentó más recto ahora, se espalda tensa contra el respaldo de la silla. «Oh, por Dios; él sigue viniendo. Ok, cálmate. Quizá quiere preguntar algo, una dirección o algo así. Y no me digas que no tienes curiosidad por escuchar su voz...»

¿Por qué estaba tan nervioso? No es como si nunca tratara con otros chicos. La mayoría de los empleados en la editorial eran hombres.

—¡Me tengo que ir! —gritó al teléfono, de cualquier manera hace rato que no escuchaba su hermana, y luego lo golpeó contra le mesa. Hizo una mueca porque su mano dolió.

El chico ya estaba aquí, sonriendo como si se conocieran de toda la vida. Cristián medio espero una pregunta, que seguramente no sabría contestar; pero el chico sólo dijo “¡Hola, guapo!” y se dejó caer en la silla frente a él.

¿QUÉ?

—¿Con quién hablabas? Tienes una cara extraña —él se rio. Su sonrisa era bonita y su voz, inesperadamente, también.

Cristián no podía hablar. Literalmente no podía. Había muchas cosas que quería decir. Palabras que luchaban por salir, pero ninguna lo hacía.

—¿Estás bien? —el chico preguntó. Y Cristian quería decirle que sí, pero que debería levantarse porque él estaba esperando a alguien. Su cita. Una chica. A Mar. Estaba esperando a Mar.

Eso pareció sacarlo se su aturdimiento. No fue exactamente una palabra, más un balbuceo, pero se ganó una sonrisa enorme del desconocido. —Mar.

—Creo que llegué algo temprano —él dijo, mirando un reloj invisible en su muñeca—, me alegro que tú también. ¿Cómo estás?

Cristián no entendía nada y no sabía cómo correrlo.

Entonces la mesera volvió y debió confundir al chico con la persona que él esperaba, ¡Ay, Dios, qué horror!, porque le ofreció la carta. El desconocido le sonrió y dijo "Gracias" antes de que ella se retirara.

—¿Ya pensaste qué pedir? —el movimiento de su mano al levantarse las gafas llamó la atención de Cristián. Las uñas eran amarillas. Cortas. Había caritas felices en ella.

Empezó a sentir frío. Demasiado frío. Se aferró a la mesa. Las ganas de correr pelearon con las mariposas. Fue inevitable que sus miradas se encontraron.

Sus ojos.

Eran sus ojos.

Y le sonreían. Cálidos. Igual que la sonrisa llena de pequeños destellos.

—Hola —él dijo sonriente.

Y Cristián sintió que el mundo se le venía encima. Nada de esto tenía sentido y, sin embargo, esos ojos. Negó varias veces. Quería cerrar los suyos y dejar de verlos, pero no podía.

—¿Mar? —ni siquiera sonaba como su voz cuando lo preguntó.

Pero la sonrisa de él, el chico, ¡un chico!, fue brillante cuando lo escuchó.

«¿Qué está pasando?»







* ~ * ~ *

He decidido dividir en dos el capítulo. Quería subirlo todo, pero esta semana no me he sentido bien de salud. Lo siento, pero ¿qué les ha parecido? ¿se esperaban un encuentro así? ¿Qué más creen que pasará?

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