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Capítulo 2.1

Después de la clase de Tecnología, me dirijo a la cafetería adosada al instituto: Oassis. Aquí es donde trabaja Jairo.

Cuando llego, está tan abarrotada que encontrar un sitio resultará casi imposible, aunque el intercambio de personas es casi constante. Los olores a café recién hecho y a canela me dan la bienvenida. El griterío, en cambio, me da ganas de irme.

Trato de esquivar las personas que van de un lado a otro y me uno a la cola para pedir. Me dedico a mirar tranquilamente las fotos de Instagram mientras espero.

Voy a guardar el móvil, pero un chico se choca conmigo y se me resbala de las manos.

—¡Tío, ve con más cuidado!

De súbito, me agarra del brazo, se lleva los dedos a los labios y me chista para que no grite.

—Ten cuidado —me susurra al oído—, van a ocurrir cosas raras y no vas a poder evitarlo. —Me mira a los ojos con intensidad. Me quedo paralizada—. Eres una de ellos; te quieren en su equipo.

—Pero ¿qué dices? —Me zafo de él de un manotazo.

El chico desaparece engullido por la multitud.

La verdad es que hay demasiado loco suelto.

***

Cuando consigo mi batido, me voy a una esquina lo bastante apartada para que nadie me moleste, aunque siempre me pongo cerca de la ventana para ver a la gente pasar. Sin embargo, mi rato a solas se ve interrumpido.

Jairo se acerca a mí con el uniforme de la cafetería y el pelo engominado. Alcanza una silla vacía de la mesa de atrás para sentarse a horcajadas en frente de mí. Está preocupado, como siempre.

—No me has avisado —me riñe frunciendo el ceño.

Me inclino hacia atrás y cruzo los brazos.

—¿Tengo que informarte de cada movimiento que hago? —Pongo los ojos en blanco.

Él suspira paciente mientras se toquetea el cuello del polo.

—No me has llamado después de lo del director —me recuerda. Su rostro está serio y ensombrecido—. Me he tenido que enterar por los comentarios de los clientes. Al parecer, no le ha convencido la sospechosa que le has mandado y va a investigar más a fondo.

—Las noticias vuelan —contesto con una ligera carcajada. Le quito importancia con un gesto de la mano—. No hace falta que te preocupes por mí.

Él solo chasquea la lengua.

—Además —insisto—, sabes que las llamadas no son seguras.

Miro a mi alrededor; todavía recuerdo el vídeo de Darkwings y ahora sé que llevo un localizador encima. Un escalofrío me recorre la espalda.

—Aquí también podrían estar espiándome.

Jairo resopla y también escruta el sitio con cautela.

—Por favor, la próxima vez me avisas —me susurra—. A propósito..., te he traído el programa.

Observo con atención que Jairo saca del bolsillo del pantalón un pendrive y me lo da. Lo recojo como si fuera un tesoro. «Tiembla, Darkwings; ha llegado tu hora». Paso mi mirada de la memoria a Jairo.

—¿Crees que funcionará?

Él toma una bocanada de aire antes de contestar.

—Solo sé que no deberías hacer esto... —Traga saliva con los dientes apretados—. ¡Es una locura! —suelta—. ¿Y si, cuando intentes hackearle la cuenta, te ataca de otra manera? ¿Y si intenta atacarnos a Tina o a mí?

—Ayer estabas de acuerdo. ¿Por qué has cambiado de opinión? —Arqueo una ceja.

—Lo he pensado mejor —susurra—. Siempre estás buscando hacer las cosas de otra manera, pero a mí ya no me metas en esto.

¿Cómo? ¿Acaso prefiere que un loco me persiga? ¡Quién sabe qué tipo de locuras me obligará a hacer! Ya me ha pedido que deje de vender exámenes, pero estoy segura de que tiene más planes para mí, y mucho peores.

Me guardo el pendrive en el bolsillo.

—¿Me estás diciendo que no me vas a ayudar? —gruño. Siento cómo mi lengua se empieza a llenar de veneno—. ¡Entonces tendré que hacer lo que él me pida! —Aprieto las manos sobre los bordes de la mesa hasta que se me ponen los nudillos blancos—. Además, me acaba de pedir que devuelva lo que tú sabes. ¡Quiere humillarme! ¡Me niego! —digo enseñando los dientes—. Ya he luchado bastante para que todos olviden la imagen que hizo Luis de mí. ¡No quiero volver a ser débil! —He subido el tono de voz sin darme cuenta.

—¿Qué más da eso ahora, Helen? —susurra Jairo sin dejar de mirar a su alrededor.

Entrecierro los ojos y aparto las manos de la mesa porque ya tengo los dedos engarrotados. Las meto en los bolsillos de la sudadera.

—No quiero que me recuerden siendo débil —musito con la voz rasgada por la ira.

—¿Entonces prefieres que te recuerden como a Luis por acabar en la cárcel? ¡Por Dios! ¡Piensa, Helen!

Sus palabras me atraviesan como una flecha. No soy como Luis; él no ha significado nada en mi vida. Odio que me relacionen con él.

—No quiero hacer caso a Darkwings —vuelvo a insistir—. Ya no es solo por los exámenes robados, ¡mi vida depende del juicio de ese idiota!

—Puede que sea menos peligroso que lo que intentas hacer. —Se cruza de brazos—. No sabemos quién es ni si es un hacker profesional. Y, por si no lo sabes, tú todavía eres amateur.

Resoplo. Ya es suficiente.

—Menos mal que tengo tu ayuda, ¿verdad? —Él evita mi mirada y dirige sus ojos hacia la pared con los labios apretados—. Porque si no me ayudas, tendré que confesar. Y, ya sabes..., una amateur como yo no puede hackear el servidor del instituto. Pero tú sí.

Noto que su mandíbula se tensa. Lo sabe: los dos somos culpables. Si yo caigo, él irá detrás. Está atado a mí.

—Ya tienes el pendrive. Es lo que querías, ¿no? —dice sin dejar de mirar la calle.

No, eso no es lo que quiero; necesito que esté de mi parte, no enfadado conmigo. Tengo que probar algo diferente.

—Ayúdame. —Dulcifico la expresión. Parece que funciona, su rostro sombrío se ilumina un poco—. Esto quedará entre nosotros.

Se queda unos segundos callado.

—Si mañana no funciona, ya veremos qué hacemos —dice al final. Arrastra la silla hacia atrás y se levanta para marcharse a la cocina, pero se detiene unos instantes—. Ten cuidado, tú misma lo has dicho: no eres la única que está en peligro.

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