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Capítulo 1.2

Entro en el cuarto de baño empujando la puerta. Dentro hay unas cuantas chicas cotilleando en frente del espejo y riendo como gallinas. Por esto odio el aseo de chicas: ¿no pueden entrar de una en una? Suelto un bufido y doy un portazo que hace retumbar hasta el suelo. Las chicas me miran durante un instante.

—Fuera —gruño apoyándome en la pared.

Ellas murmuran entre sí mientras desmontan el círculo y salen sin quitarme la vista de encima. Por el espejo veo que la última me dedica una mirada de odio y yo le respondo levantando el dedo corazón.

Cuando cierra la puerta, espero unos segundos hasta que no escucho nada. Entonces abro la mochila y saco el móvil. Lo único bueno que tiene este lugar es que a los profesores no se les permite entrar, así que solo aquí podemos sacar los teléfonos; en el instituto están prohibidos. Veo varias notificaciones de llamadas y algunos mensajes. No me sorprende ver que son de Jairo, mi novio.

Jairo

Ya me he enterado de que los profesores lo saben. No hagas locuras, por favor.

Tuerzo los labios en una ligera sonrisa. Demasiado tarde. Apago el móvil y vuelvo a meterlo en la mochila.

Voy a salir, pero siento un golpe en mis pies y pierdo el equilibrio. Me caigo de bruces al suelo y mi cara impacta contra las frías baldosas. Oigo mis cosas caer alrededor. Escupo una maldición por lo bajo. Me alegro de haber echado a las chicas del baño, hubiera sido demasiado embarazoso.

Me levanto y empiezo a recoger las cosas que se han caído de la mochila, pero, al asir el último libro, levanto las cejas. ¿Este libro lo llevaba antes? Debe de ser mío porque tiene una etiqueta con mi nombre: Helena Dralla.

Quizás me lo quitó a un compañero y me olvidé de él. Lo hojeo un poco y frunzo los labios cuando veo que está subrayado entero con lápiz. Quien tuviera el libro, me lo ha destrozado. Lo guardo junto con el resto de las cosas y me cuelgo la mochila. Ya veré qué hago para arreglarlo; ahora tengo clase y no puedo llegar tarde.

***

Ya he salido del instituto y estoy en el metro. Miro con atención el móvil. Una tras otra, las fotos de Instagram resbalan por la pantalla. No soy la única que tiene un teléfono entre sus manos; casi todos los pasajeros tienen uno y sus rostros se ven iluminados por la luz azul que emiten. Solo la voz monótona del metro y el rechinar del vagón rompen el silencio. Aburrida, guardo el móvil en la mochila y saco el libro que encontré antes. A ver cómo le quito el subrayado.

El megáfono anuncia la próxima estación. Quedan dos paradas para que me toque salir.

Al abrirlo por la primera página, me sorprende un tintineo leve. Algo ha caído al suelo, algo de dentro del libro. Algunos ojos curiosos desvían la mirada hacia el objeto metálico, supongo que buscando una moneda. Me agacho y palpo el suelo. Si es una moneda, espero que me dé para un paquete de chicles. Por fin encuentro un destello entre la pelusa y la suciedad del suelo y lo alcanzo con la mano.

Vaya, no es una moneda. Es un colgante que parece de plata. Abro los ojos con sorpresa, el símbolo me resulta familiar. Es como una I con los Con los remates superiores extremos superiores hacia abajo, donde se retuercen con dos puntos sobre cada uno. Qué raro.

Oigo una notificación de mi móvil y me recuerda que todavía no he hablado con Jairo. Guardo el colgante en el bolsillo de mis vaqueros. Con el libro bajo el brazo, saco de nuevo el móvil y lo enciendo. Es una notificación de Instagram, un mensaje privado. ¿Un mensaje privado?, ¿quién me lo habrá mandado? Seguro que será Jairo insistiendo. Sonrío y la abro, pero me llevo una sorpresa.

Darkwings

Cuidado, que no se te vuelva a caer.

¿Quién es ese Darkwings? Y ¿por qué me ha mandado esto? Siento una pequeña semilla de angustia en mi estómago y mis músculos se tensan. No conozco ese perfil. ¿Desde dónde me ve? Miro a mi alrededor para comprobar si alguien me está observando. No veo nada. ¿Cómo es posible que se haya dado cuenta de que lo he encontrado? Trato de pensar con la mente fría. Puede que sea un compañero del instituto tomándome el pelo. Sí, seguro que no es nada importante. Le contesto.

Yo

Espero que esto valga como un libro nuevo. Me lo has pintado entero.

Con una sonrisa socarrona en los labios, espero la respuesta. Y no tarda en llegar. Tampoco tarda en borrarme la sonrisa. Es un vídeo y lo reconozco al instante. Ahí estoy yo amenazando a Clara. La garganta se me cierra de golpe y el estómago se me da la vuelta como un calcetín. ¿Qué narices es esto? ¿Cómo me han grabado? Mierda.

Otro mensaje.

Darkwings

Libro: página 12, párrafo 3. Página 200, párrafo 4. Página 5, párrafo 1. Página 31, párrafo 6.

Quiere que busque en el libro, que ya sospecho que no es mío.

Con el móvil en una mano y el libro en la otra, hojeo el volumen. La voz del metro vuelve a anunciar la parada, queda una para llegar a mi destino. Por fin termino de construir la frase: «No grites. No llames a nadie. Haz lo que te digamos. Ya sabes si no cumples».

Tengo que calmarme, seguro que es una broma. Pero no soy capaz. Intento responderle, sin embargo, el temor me paraliza. No puedo hacer nada. Si alguien descubre este vídeo, lo mínimo que me va a ocurrir es que me denuncien. Quedaría en mi expediente. Puede que hasta me lleven a un centro de menores.

Estoy atrapada.

Otro mensaje. Esta vez no está oculto en el libro.

Darkwings

Ponte el colgante. Seguro que te favorece, Helen.

No sé lo que es esto, pero dudo que sea un regalo de cumpleaños.

Guardo el móvil y el libro en la mochila. Con el corazón en un puño, saco el colgante del bolsillo. Lo observo. Su brillo parece reírse de mí. Debo de tener la cara tan blanca como una pared. Me lo pongo y lo oculto bajo la ropa. Su tacto frío se adhiere a mi piel sudada. Anuncian otra parada. Esta es la mía.

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