Capítulo 1.1
Antes de cada examen, siempre ocurre lo mismo: mi bolsillo acaba lleno de dinero.
El olor a sudor y el calor corporal de los estudiantes me obligan a respirar por la boca. Por cada segundo que paso aquí, odio un poco más a la humanidad.
Después de salir de clase, el ruido penetrante del timbre me permite hacer los últimos ajustes de precio con unos chicos, que miran con avidez la memoria externa que guardo en el puño.
—Venga, somos tres; ¿no nos podrías hacer un descuento?
Pongo los ojos en blanco y vuelvo a meter la memoria en mi bolsillo.
—Hasta que no me deis lo que acordamos, esto no saldrá de aquí.
Uno de ellos se rasca la mejilla agujereada por las cicatrices de los granos mientras se estruja los sesos. Casi puedo escuchar cómo chilla por el esfuerzo su única neurona. No me extraña que me pidan las respuestas del examen de mañana; entre mi clientela hay listillos, irresponsables e inútiles. Estos deben de encontrarse en el último grupo.
—¿Y si te pagamos mañana?
Otro que se cree muy listo.
—Muy bien; mañana me pagáis. Y, como habréis tenido tiempo de rebuscar en la cartera de vuestros padres, me podréis dar el doble. —Esbozo una sonrisa de dientes torcidos.
El chico de la frente larga, tanto que no es capaz de taparla con su pelo grasiento, se adelanta con los puños amenazantes.
—Vete a la mierda, Helen —musita entrecerrando los ojos.
Abro mucho los míos, simulando sorpresa. Me cruzo de brazos y avanzo un paso, nuestras narices quedan a un palmo. A pesar de que es uno de los más altos del instituto, le supero en unos pocos centímetros.
—¿Por qué no te vas mejor al internado donde te van a mandar tus padres?
Levanto las cejas, su cara palidece. Parece que se le ha cambiado la sangre por horchata.
Retrocedo un paso y le hablo al del semblante taladrado, que tiene el rostro encendido de ira:
—¿No lo sabías? A los padres de tu amiguito no les ha sentado muy bien que estuvieras flirteando con él. Entiéndelo, son una familia de tradición conservadora. —El tercero, creo que se llama David, empieza a crujir sus nudillos con la mirada fija en el de la cara con agujeros—. Y lo siento por ti. Pero no te preocupes, hay más peces en el mar.
—¿Es verdad, Fer? ¿Me has engañado? —gruñe David.
Sin embargo, Fer está demasiado centrado en el de la frente larga.
—¡¿Para qué les dices nada a tus padres, Igna?!
—Ey, chicos. —Ellos giran las cabezas al unísono hacia mí. Casi puedo notar la tensión densificando el ambiente—. Sé que esto os puede parecer... complicado, pero tengo una información que, si se publica accidentalmente en Instagram, podría formar un gran revuelo. Y no queremos eso, ¿verdad?
—Eres una zorra —susurra Fer.
—Desgraciadamente, me tendréis que pagar el triple por mi silencio.
Tras unos segundos de incertidumbre, Igna rebusca en sus bolsillos y saca unos billetes tan arrugados como papel de chicle.
—Pero ¡¿qué haces, imbécil?! —exclama Fer.
—Paso de irme del instituto siendo el hazmerreír. —Me tiende el efectivo—. Y más os vale pagarle vuestra parte. Esto no puede salir de aquí.
Los demás lo imitan refunfuñando y me dan el dinero, que voy contando mentalmente. Al parecer, los muy espabilados tenían de sobra.
—¿Veis que no era tan difícil? Solo había que rebuscar un poco más a fondo. —Guardo la pasta en un bolsillo de mis enormes pantalones viejos y le doy a Fer la memoria externa.
—Puta —gruñe.
—Y con gusto —Sonrío.
Es curioso, pero, cuando sabes hacer con un ordenador algo más que jugar a videojuegos o abrir documentos, te ganas el odio de muchos. Y también el miedo.
Al marcharse tragados por la marea de estudiantes, aprieto los labios y me ajusto la mochila a los hombros. Ya solo queda arreglar una última cosa.
Avanzo entre la marabunta que abarrota el pasillo como una gran masa heterogénea y apestosa. Algunos se apartan de mi camino, disimulan, bajan las miradas; otros le echan una ojeada furtiva a mi pelo encendido. Frunzo el ceño. Odio mi cabello llamativo; no me gusta nada que me miren como si fuera un espectáculo. Envidio las discretas melenas castañas y morenas de las demás chicas.
Llego al recreo, un patio interior rodeado por frías paredes de cemento y me siento en un banco lejos del resto. Agarro una hoja que está justo a mi lado y me entretengo cortándola por los bordes, pero unas voces desvían mi atención. Me fijo en un grupo de chicas que acaban de llegar y cotillean escandalosas. Estoy tan distraída mirándolas que apenas percibo el olor amargo que desprende la hoja ni me fijo en el cerco oscuro que se extiende por donde la estoy tocando. Aprieto los labios mientras la arrugo entre mis dedos y me levanto.
Conforme ando, mi mente arma un plan. Diviso a mi próxima víctima, una sensación ardiente invade mi cuerpo y me sorprendo al notar que es rabia. Solo me doy cuenta de que estoy apretando los puños cuando siento un escozor en los surcos que han dejado las uñas.
Recuerdo cuando tenía su edad; hace dos años. Aunque parezca poco tiempo, mi vida ha cambiado mucho desde entonces, y para bien. Sin embargo, ver a esa chica divirtiéndose, pasándoselo tan bien con sus amigas, me da ganas de destruir todo lo que tiene. Tal y como voy a hacer ahora.
Llego al lado del grupo y espero a que mi víctima me mire. No tarda en percatarse; deja de hablar, abre mucho los ojos y traga saliva sonoramente. Me ha reconocido y seguro que sabe de antemano que no vengo de buenas, menos aún con ella. Sus amigas tardan un poco más y cuando lo hacen, reaccionan de la misma manera.
—¿Podrías acompañarme un momento?
De repente, las demás se disculpan, murmuran excusas y se marchan cuchicheando. Ella las sigue con la mirada confundida. Yo disfruto de su patética cara de decepción. Cuando todas se han ido, clava los ojos en mí. Tiene que alzar la cabeza.
—¿Qué quieres? —Pone los brazos en jarra.
Puede que ella no lo haya notado, pero le tiembla la voz. Me enternece su ridícula actitud de rebeldía.
—Te llama el director.
Ella se queda un rato con un pie adelantado y dudosa si dar el primer paso hacia mí. Finalmente, relaja los brazos, suelta un suspiro hastiado y me sigue con desgana.
Cuando entramos en el edificio, aprieto el paso impaciente.
Hace poco se ha filtrado información acerca de un acceso no autorizado a los exámenes en el servidor. Aunque todavía no me he encargado del chivato, tengo que quitarme de encima el punto de mira de los profesores. Y esta pequeña niña rebelde va a asumir mi culpa.
Mientras camino, Echo una ojeada alrededor con una ligera presión en las costillas. Cada rincón de este lugar contiene un trozo de mi corazón destrozado. La esquina donde me humillaron por primera vez, la puerta que fue testigo de sus burlas, la pared donde me sujetaron varios compañeros para... ¡NO! De nuevo, levanto la muralla que me protege de esos recuerdos tan amargos.
Echo un vistazo hacia atrás para comprobar que Clara todavía me sigue. ¿Quién habría dicho que hace unos años su hermano me usaba como blanco de sus burlas? Aún recuerdo su risa cuando se mofaba de mí: era aguda y molesta como la de un cerdo. Me pregunto si Clara tendrá esa misma risa desagradable.
Vuelvo a escrutar mi alrededor y me cercioro de que el pasillo está completamente desierto. Como había planeado, no hay nadie. Tras haber avanzado lo suficiente, me paro en seco y ella se choca contra mi espalda, sorprendida.
—¿Qué tal Luis? —le pregunto.
—¿Cómo?
—Tu hermano...
No me responde.
Con un rápido movimiento, me giro, la cojo de la chaqueta vaquera y la sujeto contra la pared, levantándola unos centímetros sobre el suelo. Clara intenta deshacer mi agarre con las manos temblorosas, así que la sacudo. Entonces deja caer las manos a los costados y me observa con la cara contraída de horror. Me deleita su expresión asustadiza.
—Mira, chica, vas a hacerme un favorcillo. —Mi sonrisa torcida se refleja en sus ojos abiertos de par en par.
Abre la boca para replicar, pero se ahoga con su propia saliva cuando la aprieto con más fuerza.
—Vas a decir que TÚ robaste los exámenes. —Su carita contrariada me dice que hará todo menos eso—. Oh, lo harás. —Inclino la cabeza, burlona—. ¿A cuál de tus ex le agradaría más saber que lleva unos cuernos que no deberían caber por las puertas? Tengo todas las fotos, las conversaciones... —enumero. Ella niega con la cabeza, tiene el rostro enrojecido—. Lo harás, ¿verdad? Me ayudarás. —Sus lágrimas indican que no quiere, pero asiente.
Sonrío y la suelto de golpe. Sus pulmones reciben la recompensa del oxígeno y respira con avidez.
Ha tenido que pagar ella por su hermano.
***
¡Holaa!
¿Te ha gustado el capítulo? ¡Si es así, los comentarios y las estrellitas se agradecen! (Es el alimento principal de este sushi)
¿Qué os ha parecido mi Helen? Jeje. Se aceptan insultos, si queréis. :,3
En esta escena vemos la doble faceta de la prota: por una parte usa a los demás para su propio beneficio y por otra, es una chica que se refugia en el miedo de los demás para huir de un pasado que le provoca dolor.
¿Y habéis advertido el detalle de la hoja? Os aviso que tendrá importancia en la trama jeje.
Pues nada, con todo esto se despide un sushi enigmático:
Sushito
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