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♣7.Sacerdotisa de Segundo Orden Elemental♣

La noche avanzaba y Annabella se sentía cansada. La fiesta en la gran estancia naturalista no parecía acabar. Todo era jolgorio y algarabía. Elizabeth se quedó corta al describir a los naturalistas como "espíritus fiesteros". El salón estaba abarrotado de la alta cámara de la ciudad de Woodville, con trajes luminosos, que hablaban sin parar y reían sonoramente. Estaban más que eufóricos entre la emoción de tener a las reinas y la gran cantidad de vino y cerveza de calabaza que devoraban sin cesar.

Incluso las pocas sacerdotisas elementales que habían sido invitadas y los refinados envenenadores presentes se dejaban contagiar del baile y las conversaciones. Había un gran banquete que no parecía agotarse, servido en la infinidad de mesas dispuestas en el gigante salón. Lámparas de madera iluminaban con una luz extraña, sin dudas mágica, reinando desde los altos contrafuertes del techo. La música salía variada en ritmos, de un gran aparato con muchos tubos y boquetes que funcionaba solo, o por arte de magia o por un misterioso mecanismo, pero sonaba estruendosamente.

La Reina Elemental miraba aún asombrada, como la magia que ella creía conservadora y tímida, solo oculta en los dones, flotaba en toda aquella habitación con trucos y hechizos banales pero divertidos y asombrosos. La comida se servía sola, había luces que volaban sobre los invitados como volutas impulsadas por la brisa, se sentía esa presencia en el aire. A pesar de todo aquello, Annabella seguía sintiéndose agotada, no sabía si había sido por su atrevida demostración o porque estaba preocupada por Elizabeth y harta de tantas reverencias y tanta desmesurada atención que a veces la sofocaba.

Se imaginó que sería así, eran las reinas herederas. Una de ellas sería coronada y se convertiría en la persona más venerada de todo aquel reino, todo el mundo estaría a sus pies, pero ese futuro no dejaba de ser aplastante. «Demasiados años privada de aquel bullicio, le costaría adaptarse»Respiró. Luego observó desde donde se encontraba, casi oculta tras una columna, a su hermana que conversaba a unos metros. Al contrario de ella, Marina estaba radiante y sonreía, siempre escoltada por el empalagoso de Pierce de Eritrians. De lejos podía notar como él se desvivía tras ella. «Y Marinita de donde había sacado esa arrogancia, esa vanidad y esa altivez poco tímida. Se pavoneaba entre todos los invitados que se volvían locos ante ella. No podía creer que Marina actuara así de la noche a la mañana, se creía la gran reina, acaso se había olvidado de todo en un segundo o ¿Qué? » Eso le molestaba sobremanera.

—Alteza... — la voz sonó suave pero igual la sobresaltó. Se volteó para descubrir el sonriente rostro de Shell. Su cabello rojo echado atrás por adornos de piedras y suelto sobre los hombros brillaba bajo los destellos de su túnica oficial adornada en plata. Annabella se alegró tanto de verla que sin poder evitarlo la abrazó por un instante. Se separaron rápidamente reaccionando nerviosas al inapropiado gesto — Su Alteza... yo... — a Shell le había tomado por sorpresa y su nerviosismo la inmovilizó.

—Lo siento, lo siento. No quise incomodarte. Es que entre tanta gente que me agobia, encontrar un rostro conocido me da mucha alegría. Sobre todo el tuyo. Me he dejado llevar por el impulso. Gracias por estar aquí — se miraron un instante y Shell devolvió el agradecimiento con una sonrisa.

—Acabo de llegar y me han contado que me he perdido una majestuosa demostración de fuego. — Annabella rodeó los ojos y rió juguetona para restarle importancia. Shell alzó una ceja sin dejarse convencer — La Gran Sacerdotisa ha enviado mas de nosotras para acompañarla entre tanto naturalista, y yo estuve dispuesta enseguida. Además no podemos dejar descuidada su seguridad y la de su hermana la Reina Marina.

—Uhhh, que solemne. Pues no me parece que tengamos entre tantos alegres naturalistas ningún problema con la seguridad.

—No se puede estar tan confiadas. HavensBirds está muy enardecido. Hacía mucho tiempo que no se celebraba el Año de La Ascensión. No sabemos con exactitud cómo van a reaccionar todos sus habitantes, no todo es tan sencillo como el Concilio... — se detuvo justo en el instante en que descubrió los inquisidores ojos claros mirándola fijamente. Sonrió condescendiente —Además las elementales somos así, desconfiadas por naturaleza. — miró a cada lado evitando una posible indagación por parte de la reina.

— Que buen entrenamiento tienes para desviar temas — alzó una ceja entre divertida e irónica — Bueno de igual manera me encanta que estés aquí. ¿La Gran Sacerdotisa vino también?

—No. Llegará en la mañana.

—Le pediré enseguida que me deje nombrarte mi escolta personal. Así no tendrás que irte más. Necesito que me ayudes en medio de estos alborotadores — sonrió mientras Shell la miró con admiración — Ven toma una copa de vino — la sacerdotisa levantó una mano y la movió en señal de negación.

—No, no creo que deba. — se negó

—¡Oh por la Diosa!, Shell, deja de ser tan recta. Te lo ordena tu reina. — la miró fingiendo seriedad.

—Bueno en ese caso... no puedo negarme — sonrió nuevamente y se dejó arrastrar por Annabella que la tomó de la mano muy discretamente, sonriente, y la condujo entre los invitados hasta las mesas, ignorando cada mirada curiosa que le dirigían al pasar. Shell se tensó, aunque a Anna no parecía importarle, ella soltó su mano con mucho pesar.

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Estaba a punto de amanecer, el momento más oscuro. Elizabeth atravesaba a pie Bosque Sombrío, apresurada, pero con cuidado de ver a cada lado. La oscuridad estaba cerrada pero no la detenía. Los pies se desplazaban con cautela y conocimiento. No habían sido pocas las veces que había sorteado gran parte del bosque alejándose más de lo permitido y los senderos se quedaron impregnados en sus sentidos. Se había puesto una túnica elemental, tal vez así, si se encontraba con alguna persona, la ignoraran por completo.

Todos los habitantes eran muy esquivos con las sacerdotisas sobre todo si las encontraban solas. Deducían que iban en alguna misión y evitaban buscarse problemas con el Templo. A cada rato se removía la túnica, le quedaba un poco ajustada, su hermana era menos esbelta que ella. Al menos, la gran capa negra con capucha la cubría bastante bien.

Estaba molesta, por más que buscó no pudo encontrar el libro de Lukeenn, el Bardo. No era que se detuviese a leer en aquel momento cuentos y fábulas, pero él escribía en la misma lengua antigua en que estaba escrito el Libro Obscuro de Havens y eso la ayudaría a interpretar las páginas que se había llevado de este.

Se sonrió imaginando la cara y la ira de Katherine cuando descubriese que había escapado. Pero lo haría, llegaría hasta el final de todo aquel misterio. Katherine le ocultaba algo y lo descubriría. Había cambiado algo en su interior desde la noche anterior. La fuerza que le quemaba dentro, la energía que corría por sus venas seguía con ella aún, apagaba la tristeza, apaciguaba un poco su miedo, la convertía en lo que era realmente, una reina.

No moriría, por lo menos no en un absurdo ritual arcaico y sobrevalorado. Katherine tendría que esforzarse más para lograr hacerla desaparecer. Ya no estaba abrumada, ya no le importaba su destino, lo haría a su forma, estaba tomando las riendas de su futuro y llegaría a donde fuera por la verdad.

Suspiró, volviendo a la realidad. En ese instante lo que apremiaba era llegar a una aldea, si era pequeña y alejada de alguna gran ciudad mucho mejor. Tenía que comer algo y descansar. Había salido tan intempestuosamente que olvidó tomar algo de comida, «que tonta.» Se detuvo repentinamente con un salto en el estómago. Un leve escalofrío de miedo le recorrió la espalda. Recordó que no había tomado esa mañana el extraño brebaje que le obligaban a tomar desde que recordaba.

No lo tomó aquella noche y no lo tomaría más. «Genovieves decía que era una medicina, y si fuese cierto y entonces ella...» Movió la cabeza negándolo y espantando la duda. Seguiría adelante. Ya nada importaba. Sacó de los pliegues de la túnica que le servía de bolsillo un pequeño pergamino. Era un mapa de HavensBirds, no muy detallado pero le serviría para guiarse. Además había estudiado los astros según los sabios de Continente y podría auxiliarse tanto del sol como de las estrellas en caso de necesitarlo. Tomó del suelo una pequeña rama y dictó en susurros un hechizo.

La punta del palo se iluminó con una brillante luz amarillenta. Sonrió satisfecha con ella misma. Definitivamente estar siempre encerrada y estudiando toda clase de libros antiguos le habían servido de mucho. Dominaba infinidad de hechizos sencillos pero útiles, que últimamente e increíblemente le salían a la perfección, como si hubiese pasado a un nivel superior de poder. Para lo único que no estaba preparada era para la realidad de la vida en su supuestamente maravilloso reino de HavensBirds pero estaba dispuesta a enfrentarlo.

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La inmensa puerta de dos hojas se abrió estruendosamente y Katherine entró con paso arrogante. La Gran Sacerdotisa ni siquiera se inmutó, estaba ensimismada cortando suavemente las hojas de un pequeño árbol de durazno que había logrado desarrollar en una maceta. Una sacerdotisa muy joven la auxiliaba nerviosa ante la mirada penetrante de Katherine y la inmovilidad de su señora. El circular jardín repleto de canteros floreados, con las paredes y techos de cristal, se iluminaba con los primeros rayos del sol.

—¿Quién diría que a la Gran Elemental se entusiasmara tanto de ser naturalista? — había sarcasmo y burla en las palabras. Inna se sonrió aún sin mirarla.

—Es una técnica traída desde Continente, Bonsái es su nombre. Sin magia y aun así, maravillosa — la miró al fin con ojos serenos pero cargados de fuerza elemental — Deberías probar alguna vez hacer algo con dedicación, esmero, paciencia... — enfatizó cada una de las palabras —... y sobre todo con amor. Sin forzar la magia, Katherine de Eritrians — la aludida suspiró un poco molesta.

— Paciencia es lo menos que tengo ahora, Inna — contestó indispuesta

—¿Pensé que estarías ya en Woodville? — señaló a la joven sacerdotisa que se retirara y se llevase con ella la planta — No permitas que le dé mucho sol, por favor — la joven asintió y se retiró en silencio. Katherine alzó una ceja.

—¿Y tú...?

—Partiré enseguida. No quiero dejar a mi reina sola rodeada de tus buitres — se reclinó en la silla y miró a Katherine sonriendo — En cuanto tú me dejes marchar.

— Las "Dos"... son tus reinas. Aún ninguna lleva la corona... — replicó. Miró a su alrededor y no notó ningún otro asiento así que suspiró resignada — No te demoraré. Solo vine a anunciarte algo. Debes preparar el Templo para una importante ceremonia, quiero que se haga lo más pronto posible. Creo... — hizo una pausa como si le costara encontrar las palabras, pero enseguida continuó impasible —Te sentirás más que agasajada, tu Templo podrá tener la atención fanática de todo HavensBirds como no la ha tenido en mucho tiempo y se hablara muchos años después de ello. Es lo que necesita el Templo Mayor para sobrevivir ¿no? Ser el centro de atención... — sonaba despectiva e Inna se reclinó molesta.

—Explícate, no me gusta el tono que estas usando. Respeta este Templo.

—Tendrás que celebrar un SacrifusCorpus. —la mayor de las Elementales se puso de pie como un resorte, impresionada.

—¿Estas escuchando lo que dices? — exclamó

—Por supuesto — contestó fríamente

—¿Qué has hecho? Sabes que eso es... solo puede ser una decisión de... — Inna se turbó por un momento.

—De una Reina. Exactamente — concluyó — Elizabeth hará el sacrificio en virtud de ganar la bondad de la Diosa Ha para el porvenir de sus hermanas. Creo que es un gesto magnífico. Y teniendo en cuenta que no tiene dones, creo que es un gesto por el que no será despreciada sino todo lo contrario...

—¡Basta, basta...! ¡Por la Diosa Ha! Primero la ocultas... Ahora la convences que haga el sacrificio más grande de nuestros ancestros. ¿Qué es lo que tratas de desaparecer con tanta insistencia, Katherine?

—A veces no te entiendo. Traigo ante ti una ceremonia importantísima para el Templo Mayor. Incluso, si lo miras desde un punto de vista, estoy quitándole un obstáculo a tu Reina Elemental... — Inna la interrumpió dando un paso amenazante hacia ella no disimulando su indignación.

—No seas cínica, Katherine. Como te atreves a hablar de esa manera ante mi presencia. El Templo Mayor no es solo el refugio de los Elementales, es también la fortaleza espiritual de todo HavensBirds. Sabes que el reino entero es devoto a la magia pura que profesamos y protegemos, no es un teatro de manipulaciones como quieres tú... — Katherine la interrumpió alzando un poco la voz.

—Es puro fanatismo y lo sabes. Y sabes también, perfectamente, que actos como un SacrifusCorpus, en este año tan importante, hará esfervecer ese "devotísimo" sentir de los pobladores de todas las tierras hacia el Templo. No vengas con sermones puritanos en estos momentos, Inna. Has olvidado que durante la Gran Guerra te justificabas de lo más mínimo para sacrificios como este y mucho peores para mantener vivo ese fanatismo, servilismo y hasta temor diría yo, hacia el Templo Mayor.

—El Concilio sigue inyectando putrefacción a toda nuestra tierra... — dijo despectiva — Hace tanto tiempo que es llevado por una Envenenadora que lo has enfermado todo.

—¡Basta ya! — exclamó harta — Se hará el sacrificio y punto. No lo decides tú, lo decide una Reina, y no puedes contradecirla. Cuando la tengas frente a ti no podrás negarte.

— Cuando la tenga delante de mí... descubriré como la has manipulado y la has convencido de semejante cosa. Porque te juro que sabré la verdad que con tanto ahínco quieres desaparecer...— volvió a sentarse con pastosidad, para dar a entender como siempre que había terminado la conversación y calmar su indignación. Katherine respiró hondo convencida de que era ella entonces la que había sido manipulada hábilmente para dar una explicación.

—Existe una muy buena razón para entender... que esta decisión es lo mejor para Elizabeth y para todos... — Inna la miró de soslayo — Es una híbrida, Inna... — sentenció muy seria. Inna se estremeció y la miró fijamente.

—¿Qué has dicho? ¿Cómo lo sabes?

—Lo he visto. He visto su Renacer.

—Eso es... imposible... — Inna bajó la cabeza por un instante para luego volver a mirar a Katherine esta vez preocupada.

—No, no es imposible... pero si es... muy peligroso. Y es poderosa Inna, muy poderosa. Ha despertado cuando solo tenía 12 años. Nunca ha pasado con tan temprana edad, lo sabes. Ni siquiera con su madre fue así. Y Aleene era poderosa.

—Pero la Reina Aleene... ella entendió nuestro miedo ante la reacción que podía tener el reino sobre su poco habitual poder. Ella fue una gran reina, poderosa pero noble, ella no tuvo que... ¿morir? — miró a Katherine con miedo de terminar la frase, con miedo de lo que pasaba por su mente en ese instante, con miedo de llegar a conocer otra revelación. Entendía que Katherine de Eritrians era muy temible pero no podía creer en la maldad que podía presentir.

—Elizabeth es impetuosa y testaruda, demasiado diría yo... — trató de desviar la atención del pensamiento incomodo que pululaba en el aire.

—¿Y no lo sabe...? — la interrumpió

—No, no lo sabe. Le he dado una poción ilusionum todo este tiempo para ocultar... sus peculiares características de todos y de ella misma. Ha crecido pensando que no tiene dones...

—Sabes que eso es aún más peligroso que su poder en sí ¿verdad? Hemos conversado un par de veces y sé perfectamente como es su carácter. Si se llega a enterar se sentirá traicionada, Katherine. Muy traicionada.

—Lo sé. Pero ahora está convencida de que este sacrificio será lo mejor. La convertirá en una Reina Mártir y será recordada siempre. Su nombre quedará inscripto en las paredes de este Templo. ¿No te parece que es la mejor decisión para ella y para todos?

—Me parece muy cruel.

—Siempre tengo que ser juzgada yo como la oscura y la cruel. Siempre el Concilio carga todo el peso de las decisiones más fuertes mientras el resto del reino se lava las manos y quieren que todo continúe en paz. ¿Quiere decirme ahora la Gran Sacerdotisa como piensa que podría arreglar esta situación?

—¿Ahora?Ahora es tu error, son tus consecuencias. La engañaste. Te ocultas detrás de la fachada del Bien Mayor para todos, pero creo que siempre es a tu conveniencia y por ende la del Concilio en el poder...

—No te permito...

—Está bien, Katherine, está bien. No discutiremos más. En fin de cuentas es una decisión de la Reina, ¿no es así? Entonces se cumplirá. Esperemos que todo salga bien, Katherine de Eritrians... por el Bien Mayor.

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La fiesta naturalista para las reinas termino hace apenas unas horas, justo con el alba. Los invitados danzaron y parrandearon escandalosamente hasta que le permitieron sus fuerzas y el vino en su sangre. Los de más alto nivel se retiraron a los aposentos de la Gran Casa que fueron arreglados para la celebración. Los menos nobles y que no pudieron andar hasta sus respectivos hogares quedaron adormecidos en el gran salón de reunión donde se dispusieron pequeños reservados envueltos en cojines y ocultos por cortinas en altos pilares para permitir la privacidad que necesitaban en su divertimento. Todavía algunos dormían profundamente, otros reían y conversaban en susurros sensuales.

Annabella no quiso subir a su aposento, se quedo conversando animadamente toda la noche sobre los cómodos cojines en un reservado de cortinas rojas que corrió para más privacidad y así evitar ser molestada en demasía. No supo cuántos de los presentes pasaron para saludar o decir algún halago. Hasta su hermana Marina y su inseparable Pierce se quedaron un tiempo charlando hundidos en los suntuosos acolchados. Ni siquiera notó cuando se marcharon ni recuerda en qué momento se durmió completamente. Los rayos de un sol brillante la hicieron abrir los ojos para descubrir a los silenciosos sirvientes, como sombras a través de las cortinas cerradas de su apartado, que abrían las ventanas inmensas y comenzaban a limpiar los restos de la fiesta.

Levantó la cabeza y descubrió que Shell estaba profundamente dormida, con la cabeza apoyada sobre uno de sus muslos, seguramente sin darse cuenta. Se sonrió al imaginar el susto que se llevaría al descubrir el descuido de haberse acercado de esa forma poco convencional a su reina. El ajetreo de los invitados que empezaron a espabilarse la despertó y al darse cuenta de su posición se incorporó torpemente apoyándose en sus manos y quedando a cuatro ante Anna. Esta soltó la carcajada que contenía ante aquella cómica posición.

—Lo- lo siento, alteza... — balbuceó. Bajó la cabeza apenada y nerviosa. El rojo se dibujó en su semblante y la vergüenza impidió que rompiera aquella patética posición a cuatro patas. Annabella hizo gestos con las manos sin poder controlar el ataque de risa. Terminó tosiendo para lograr argumentar palabra.

—¡Por la Diosa! Estaba esperando que pusieras esa cara cuando despertaras... Pero esto ha sido extremadamente mayor a mis expectativas... — tosió — No... no puedo...

—Lo siento — se levantó algo enojada por el ridículo y quedó de rodillas frente a ella. Annabella lo notó y alzo una ceja, deteniendo la risa.

— No pasa nada. Disculpa que me haya reído tanto... solo ha resultado algo cómico... — dijo algo más seria y sorprendida ante la reacción enojada de la sacerdotisa. Shell se apenó aún más. El momento incómodo las superó extrañamente.

—Le juro que no sé... no quise atreverme a tocar-la... — se disculpó arrepintiéndose de su molestia.

—No te preocupes, ¡por la Diosa! Está todo bien — cambió el tema y su mirada. Comenzaba a ser raro — ¿Nos hemos pasado en el vino? ¿En qué momento nos hemos quedado dormidas?

—No lo sé... — Shell se puso de pie completamente y arregló su túnica mientras Annabella se incorporaba sentándose y restregando sus manos sobre su cara para desperezarse. La cortina se abrió de un tirón y apareció Marina arreglada y radiante, pero con la cara muy enojada al ver aquella escena.

—Anna, ¿qué has hecho? — Annabella se puso de pie al fin y resopló con hastío por la mirada acusadora de Marina.

—No he hecho nada. ¿Qué cara es esa? — se defendió molesta

—Te has quedado aquí con los comunes — miró despectivamente a Shell que se mantenía inmóvil, aunque miraba de soslayo a Annabella para ver su reacción. No le perturbaba nada más que lo que aprobara o no su reina.

—Y tú ¿has dormido bien? — soltó de pronto suspicaz. Marina se sonrojó levemente. — Tienes iluminado el rostro — se rió burlona.

—Vamos al comedor, nos esperan — dijo secamente. La tomó de la mano y la condujo a través del salón. Shell las seguía apurando el paso para no perderlas — ¿Que hace ella? — dijo enojándose más.

La sacerdotisa miró a Annabella indecisa cuando Marina la fulminó con la mirada. En verdad no había pensado que hacía siguiéndolas. Anna sonrió divirtiéndose del momento mientras continuaban por los largos corredores llenos de invitados somnolientos que las reverenciaban al pasar.

— Es mi escolta — dijo despreocupada

—¿Tu escolta? — preguntó arrugando la frente.

—Sí. No es como la tuya, tan íntima, pero lo es. — Marina se enojo y apretó la mano de su hermana.

—¿Que dices?

—Pierce de Eritrians. ¿Es tu escolta también? No se te ha despegado en toda la fiesta. ¿Has dormido con él también y por eso tienes el rostro radiante? — Marina detuvo la marcha y se volteó dándole una bofetada que la tomó completamente por sorpresa. Annabella se enfureció no solo por el picor en su mejilla sino por la nueva soberbia que dibujaba el rostro de su hermana y que no había conocido antes. Marina notó el fulgor en los claros ojos y tragó en seco.

—Shell nos puedes dejar a solas, por favor. — le ordenó sin mirarla

—Si por supuesto, alteza — hizo una reverencia y se marchó inmediatamente. Annabella tomó de la mano a Marina y mirando que nadie las notaba, abrió una de las puertas más cercanas y la obligó a entrar en la pequeña habitación cerrando detrás.

—¿Que te ha pasado? ¡Tú no eres así! — la soltó violentamente. Inhaló fuerte para poder aguantarse el enojo.

—No puedes hablar de mí de esa manera. Y menos delante de otras personas — suspiró lastimosamente. De pronto sintió ganas de llorar.

—Está bien... disculpa. Fue un error. ¿Pero a ti que te sucede? Solo una noche siendo una reina y ya te crees que llevas la corona. Que es lo que siempre nos dice Elizabeth... « Nunca debemos dejar de ser nosotras mismas»... ya has olvidado a nuestra hermana... o es que ese engreído de Pierce de Eritrians ya te lavó el cerebro como buen Envenenador y esbirro de Katherine... — Marina resopló indignada.

—No hables así de Pierce. ¡No te lo permito! El no es nada de eso, todo lo contrario. Si lo conocieras sabrías que es muy dulce conmigo y me hace... sentir segura... — Annabella rodeó los ojos con tedio. Marina se alisó el vestido, un poco nerviosa ante la formas de su hermana. Reinó un molesto silencio por varios minutos en la que las dos se quedaron de brazos cruzados. Se interrumpió por un suspiro sonoro y vencido de Marina— Perdóname, Anna... lo siento de verdad... — se disculpó. Annabella suspiró dándose por vencida ante la mirada con lástima de su hermana — He intentado mantenerme serena y magnífica como la reina que esperan todos, pero en el fondo estoy muy asustada y lo estoy tomando contra ti. ¿No te das cuenta de cuanta expectativa existe sobre nosotras? Has visto cuan abrumador ha sido solo la primera noche. ¿Y si no estamos a la altura... y si no estoy a la altura de...? — se llevó una mano a la frente, nerviosa.

—Basta, no te angusties así... — le tomó las manos y las besó con ternura — No te preocupes, Marina. Entiendo perfectamente cómo te sientes. No creas tampoco que estoy tan tranquila... pero nos tenemos la una a la otra no lo olvides. Sé que también, a veces... me paso un poco — Marina sonrió.

—¿Solo un poco? — rieron las dos.

—Vale. Bastante — se cruzó de brazos otra vez, resignada. Marina movió la cabeza aceptando. Volvieron a sonreír nostálgicamente — Pero somos lo único que tiene cada una. Nos acostumbraremos...

—Promete que te comportarás un poco más... correctamente — Annabella rodeó los ojos y salió de la habitación riendo.

—Espera... Anna... no me dejes así, ¡promételo...! — Marina la siguió aun regañándola.

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Katherine entró como un vendaval por la puerta abierta de par en par de la Cabaña Negra y siguió por el corredor hasta la cocina, donde Genovieves lloraba sentada junto a la mesa con las manos en la cabeza. Antuan y uno de sus hombres permanecían de pie a su lado con el rostro muy serio. Llegó junto a ellos y los miró a cada uno enfurecida. Genovieves se puso de pie al verla y sorbió el llanto por la nariz sonoramente. Se estrujó las manos, muy nerviosa. Katherine la miró severamente.

—¿Qué ha ocurrido?

—Perdón Katherine... he llamado a Antuan porque no te encontraba... por la Diosa no sé cómo ha podido pasar... — suspiró con dificultad

—¡Acaba de hablar Genovieves! — exclamó exasperada

—Ha escapado... no sé cómo se le ha ocurrido... ella...

—¡Pero qué dices! ¡Pero qué rayos dices!— la tomó por los hombros y la zarandeó violentamente. Genovieves volvió a llorar balbuceando explicaciones ininteligibles. Katherine ya no la escuchaba. Estaba fuera de sí. Miles de ideas se amontonaban en su mente, haciendo que la ira, la sorpresa y la impotencia la dominaran por completo.

—Elizabeth es... es tan testaruda. Nunca pude ni imaginarme que haría una cosa semejante. Me ha hechizado con un sueño profundo... ¡puedes imaginártelo!Que falta de respeto, ¡me ha hechizado! Ha hecho un conjuro. Me ha dejado el hechizo junto a mi cama... ¿Cómo pudo hacer algo así? A mi... su nana... — movió la cabeza negándose a creer sus propias palabras. — Tiene que haber salido durante la noche... — se estrujó la nariz. Katherine resopló molestísima. Caminaba de un lado a otro como una fiera enjaulada, tratando inútilmente de calmarse.

—¡No lo puedo creer! ¡No lo puedo creer! ¿Y tú qué haces aquí todavía Antuan? ¡Sal a buscarla! No puede estar tan lejos — gritó

—Estaba esperando sus órdenes, señora.

—¡Pues ya tienes mi orden! ¡Encuéntrala! Busca en cada rincón... debajo de las piedras... pero tráela... a rastras la traes... — miró al Comandante de la Guardia con un brillo intimidante en sus ojos azules. Antuan asintió estremeciéndose con la mirada feroz de Katherine. Hizo una señal a su guardia chocando los talones de las botas y se pusieron en marcha.

—No lleva sus ropas... La alcoba esta regada pero faltan solo cosas del baúl de Annabella — Genovieves alcanzó a decirle al Comandante antes de que desapareciera por la puerta de enfrente.

Volvió entonces la mirada a Katherine que estaba parada con los brazos cruzados cerca de la ventana y miraba hacia fuera. Genovieves dudó en hablarle. Estaba como ida, el cuerpo le temblaba violentamente, lo podía notar desde la distancia. El interior de Katherine libraba una feroz batalla entre la ira incontrolable y el propio miedo.

—Katherine... — rompió el silencio por fin, mas asustada que antes — Hay algo que no te he dicho — los refulgentes ojos azules se clavaron en ella y la hicieron estremecerse — Elizabeth ha entrado en la "Biblioteca" — sentenció. Katherine la miró un segundo y salió intempestuosamente corriendo hacia aquel aposento sin poder disimular su alteración. Genovieves la siguió y entraron a la misma vez a la mágica habitación. Katherine miró en rededor, tan minuciosamente como pudo, todos los estantes que alcanzaba con la vista. Genovieves recuperó el aliento.

—Yo no...yo no he notado que falta nada — insistió tratando de mejorar la situación

—Eso no es lo que más me preocupa — se acercó hasta la mesa donde aún descansaba el Libro Obscuro y frunció el ceño al verlo abierto. No recordaba haberlo dejado así. Repasó con cuidado las páginas y se quedó petrificada al notar las hojas arrancadas. Katherine se puso tan pálida que Genovieves la miró aterrada estrujándose la falda del vestido con ansias.

—¿Qué pasa, qué pasa, ¡Por la Diosa!, Katherine porque estás...?

—Lo sabe... ¡lo ha descubierto! — golpeó el libro con las manos. Tragó en seco tratando de que el nudo que se había formado en su garganta la dejase respirar. Genovieves se estremeció ante el rostro lívido de Katherine, la conocía hacía muchos años y jamás la había visto así.

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Annabella giró sobre sus talones para poder mirarse en el inmenso espejo de marco dorado en la espaciosa habitación que le habían cedido en La Gran Casa naturalista. Tres doncellas revoloteaban a su alrededor dando los últimos toques al precioso vestido color turquesa que habían elaborado ellas mismas.

Estaba tan emocionada ante todas las atenciones y los festejos anunciados por la esposa del prior, que no se quedaba tranquila, provocando que las doncellas libraran una batalla tras ella para ajustar el traje o peinar su cabello.

De pronto tocaron a la puerta. Anna hizo un gesto sonriente indicándole a una de las chicas que abriese. Shell entró despacio y se quedó paralizada de la sorpresa ante la belleza de su reina. Nunca la había visto vestida con ropas de lujo.

—Oh Shell, que bueno que llegas. ¿Qué te parece? — tomó la falda del vestido y modeló con fingida arrogancia. Luego sonrió contagiándola inevitablemente.

—Esplendorosa... su alteza. Pero...

—¿Pero? Como te atreves a decir un pero a tu Reina... — fingió un regaño

—Lo siento su alteza no quise... —se disculpó apenada y Annabella soltó una carcajada inmediatamente.

—No te preocupes Shell, solo bromeaba — la Sacerdotisa de Segundo Orden suspiró discretamente.

—Es que... debe usted usar una túnica de gala... no un vestido que...

—Que me haga ver tan hermosa... — hubo una pausa como un suspiro —... o tan fea — bromeó divertida y sus ojos se encontraron por un instante fugaz y extraño. Shell bajó la mirada — Dime la verdad, para saber si estas doncellas han hecho bien su trabajo — las aludidas se miraron entre sí con algo de miedo. Una de ellas, al parecer la más joven, miró discretamente a la sacerdotisa en busca de auxilio. Shell sonrió tranquilizadora.

—No se preocupen... han hecho un trabajo magnifico. El vestido es precioso... — las palabras de Shell las hicieron sonreír a las tres.

—Su alteza, si nos permite, deberíamos ir a recoger el resto de su primer armario — habló amablemente otra de ellas.

—¿El resto de mi armario? — preguntó. Miró a Shell y esta se encogió de hombros.

—Si su alteza. Se le han ordenado confeccionar una docena de vestido de tarde y noche y otra docena de túnicas elementales. Las doncellas de su hermana la Reina Marina ya han ido por el ajuar que corresponde... no queremos retrasarnos nosotras.

—Está bien, pueden ir — les hizo un gesto para que se retiraran. Las tres chicas reverenciaron y salieron. Anna se dirigió a la cama donde se sentó con el rostro nostálgico.

—¿Qué sucede, alteza? — inquirió Shell que la observaba en silencio

—Todos estos lujos, todas estás atenciones yo... — hizo una pausa triste

—Se irá acostumbrando. Tiene que hacerlo. Esto es solo el principio de todo lo que será su nueva vida.

—Es agobiante... — replicó un poco

— Si, comprendo. Pero tendrá muchas cosas para disfrutar también.

—Sí, yo entiendo... esto es mi lugar... — suspiró lastimosamente y se encogió de hombros — Shell, ven siéntate aquí a mi lado...

—Su alteza... yo no debo estar...

—Basta ya Shell, siéntate acá, déjate de tonterías... — dio una palmada sobre la cama a su lado mientras le ordenaba — Eres la persona ahora mismo en quien más confío, aparte de mi hermana... claro está — Shell obedeció al fin, un poco nerviosa por la cercanía.

Para todos los que servían directamente a cualquiera de las reinas era una orden suprema mantener un trato distante, una obediencia sin límites y el respeto al espacio propio, en caso contrario era penado gravemente. Con Annabella se sentía muy unida pero su entrenamiento seguía presente y el recuerdo del castigo a la desobediencia también.

—Alteza yo... — Annabella le tomó las manos sorprendiéndola y dejándola sin palabras.

—Escucha Shell... Voy a contarte algo que nadie sabe. Y que debe permanecer así porque es muy delicado. Pero es algo que me pesa aquí en el pecho, no me deja dormir tranquila en las noches... y no puedo más. Necesito desahogarme. — Shell solo atinó a mover la cabeza — Mi hermana... ella está oculta. Y no sé la verdadera razón del porque Katherine la mantiene así... eso es muy extraño. No me gusta esa actitud de la Eritrians. Me asusta que le pueda pasar algo. La dejamos atrás y no sé nada de ella desde entonces. No sé qué va a pasar... y lo peor es que nadie puede hablarme de ella, porque recién me he enterado, que nadie sabe de ella... y me prohíben preguntar. ¡Ah!, la Diosa sabe cómo me enfurece esto... Tener que obedecer a Katherine sin replicar... pero sobre todo como me agobia...porque no entiendo y es raro todo — frunció el ceño analizando lo poco lógico que resultaba lo que acababa de decir. Miró a Shell que continuaba atendiéndola pero con una sombra de dudas en la mirada. Suspiró — Siento tristeza...todas estas atenciones, estos lujos, también debería disfrutarlo ella más que ninguna... y Katherine no me dice nada, y eso me enfurece aún más, siento impotencia de estar aquí así y ella lejos, oculta...

—Pero... estoy confundida An... su alteza, perdón... — Annabella embozó una disimulada sonrisa — Su hermana dice... — la miró con la frente arrugada

—No — Sonrió ante la confusión que le mostraban los negros ojos de Shell — No me estoy refiriendo a Marina. Hablo de mi hermana Elizabeth. Mi hermana mayor... — Shell soltó sus manos súbitamente con los ojos muy abiertos.

—¡¿Cómo?!... su alteza... — se puso de pie visiblemente consternada — ¡¿Qué está diciendo?!... — Annabella se sorprendió un poco ante la exagerada reacción de asombro y miedo en el rostro de Shell. — Ella está muerta. Es lo que todo el reino sabe... murió hace años... fuera de esta tierra. — la reina elemental sintió literalmente como se encendía la furia en su energía interior. Se puso de pie como un resorte ante las palabras de su Sacerdotisa.

—¡¿Qué dices?! ¡Cómo te atreves a decir algo así! — exclamó exasperada. No espero respuesta, llegó furiosa hasta el tocador y se calzó sus zapatos con violencia. — Elizabeth no está muerta. ¿Quién ha dicho semejante cosa? — resoplaba de indignación — Ahora mismo Katherine de Eritrians va a escucharme. Lo sabía... sabía que algo no estaba bien... me lo decían los elementos...

—Anna... —suplicó, arrepintiéndose al instante — Lo siento, alteza... pero... — la sostuvo fuertemente por el brazo — Espere... Hay que tomar calma. Espere por favor. — se quedó en silencio unos minutos tratando de asimilar toda la sorpresa. Annabella la miró ansiosa y furiosa.

—Suéltame Shell... — ordenó secamente

—¡No! — replicó. Se miraron muy serias. Shell había alzado la voz y en ese instante el ego de Annabella estaba muy molesto como para permitirle semejante falta. Le dirigió una mirada fulminante — Lo siento no debo hablarle así... su alteza... — evitó los enojados ojos claros y dio un paso hacia atrás como disculpa.

—Exactamente.... ¡Suéltame! ¡Te lo ordeno! Estás pasando el límite. — exclamó sintiendo gran enojo que mezclado a su desasosiego la volvían soberbia.

—Cometerá una imprudencia si enfrenta a Katherine, créame Alteza... — el tono de Shell volvió a ser suplicante.

—No te atrevas a hablarme así. Como quieres que reaccione después de lo que me has dicho. Alguien va a tenerme que dar muchas explicaciones... seguro que las dará. Y más le valen que sean muy buenas — se desprendió del brazo que la sujetaba y salió violentamente.

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El gran estudio del regidor naturalista se encontraba en silencio. Los inmensos ventanales estaban abiertos y un sol mañanero con una brisa suave se colaba disimuladamente. Katherine hacía solo unos instantes que había llegado a la ciudad y se había encerrado allí, sentada en la alta silla tapizada en marrón del prior ante el gran escritorio de madera oscura.

Delante de ella, el Prior Rafack se mantenía de pie con una mueca de desagrado en el rostro. Nadie venía a su región a sentarse en su comúnmente llamado "trono", solo Katherine tenía esa osadía. Después de terminar de firmar unos edictos que le entregó, la Eritrians se reclinó en la butaca y unió los dedos mientras daba una rápida mirada a la habitación. Aparte del inmenso escritorio, estaba decorada con trofeos de caza y cuadros con paisajes naturales, así como inmensos libreros muy ordenados. Volvió la vista al Prior en el momento en que este terminaba de leer el documento y lo enrollaba con una sonrisa satisfecha en el rostro.

—Gracias Katherine, no imagine que fuera tan fácil obtener tu aprobación para esto — movió el papiro enrollado.

—Quiero que todo esté tranquilo Rafack. Si eso te hace feliz, pues ahí lo tienes. Espero que todo continúe tan encantador como me han contado que ha sido desde la llegada de sus altezas.

—Eso está de más. Será magnifico ya lo verás — contestó orgulloso.

—Tienes que tener presente que el tiempo de estadía aquí será mayor ahora. Se quedarán hasta que termine el Festival de la Cosecha.

—Una decisión que no deja de sorprenderme pero no me desagrada en absoluto. Tener a Woodville en el centro de atención de todo HavensBirds es muy provechoso. ¿Me contarás porque ese cambio de planes? — dijo despreocupado pero mirándola inquiriosamente.

—Algunos ajustes de última hora. De igual manera las reinas volverían acá para cada celebración, es mejor que simplemente se queden la temporada completa, disfruten y participen en todo lo que está programado y listo. No tener que viajar de Eritrians hacia aquí tantas veces es mucho mejor para su seguridad.

—Te preocupa mucho la seguridad, Katherine. He visto que has traído media Guardia Real hasta acá. Están acampados en los jardines y sabanas cercanas como si estuvieran sitiando la ciudad. Y qué decir de la cuadrilla de Elementales, que sigue en aumento... ¿Algo en particular que te inquiete? — insistió. Había malicia en las palabras. Katherine se inclinó apoyando los codos sobre la mesa y lo miró muy seria.

—Es el Año de la Ascensión, Rafack. Hace 18 años que lo esperamos. Hace casi medio siglo que no había más de una heredera. Y tu mí querido amigo, eres muy bueno solo en los festejos. Así que la seguridad siempre es inquietante.

—Mis guerreros son...

—Unos borrachos — interrumpió

—No ofendas a los naturalistas, Katherine. No te lo permito. En la Gran Guerra murieron muchos héroes naturalistas — Katherine suspiró y volvió a reclinarse contra el alto respaldo.

—¿Qué pasa con la ola de asaltos de bandidos? Se ha corrido el rumor que muchos desplazados han organizado bandas en tus bosques y los asaltos a caravanas, viajeros e incluso granjas aisladas son numerosos.

—Eso no es cierto. Tú lo has dicho, son rumores. No me digas que en la Ciudad de la Luz no hay altercados.

—Desplazados que se han atrevido a cruzar la muralla, Rafack... eso es algo inaudito... se te escapa de las manos como Prior... — continuó con tono molesto. Movió la cabeza fingiendo preocupación pero con la clara amenaza de lo que eso significa si se demostraba. El Prior naturalista palideció un poco — En fin...está bien, Rafack. No discutamos ahora. Seguro tienes cosas que hacer y yo necesito estar sola un momento. Puedes por favor hacer que nadie me moleste... y avisarme solo cuando llegue Inna — el Prior resopló resignado y molesto. Hizo una reverencia con ironía y se retiró en silencio.

Katherine se sonrió ya sola. Sabía muy bien qué la mitad del reino no la soportaba, pero le temían. Suspiró y acarició sin importancia la superficie de madera del escritorio. Al hacerlo notó que sus manos temblaban ligeramente y apretó los puños. Aunque no lo parecía, el salto en el estómago y la inquietud no la habían abandonado desde esa mañana, seguían siendo un huracán en su interior. Tenía que encontrar a Elizabeth, fuera como fuera y lo más pronto posible.

La puerta se abrió impetuosamente, sobresaltándola. Annabella entró furiosa y se detuvo frente a ella, con los puños apretados sobre la mesa.

—¡¿Dónde está Elizabeth?! — gritó enfurecida. Katherine contrajo el rostro tratando de mantenerse ecuánime.

—Sabes perfectamente que ya hemos hablado...

—¡Basta Katherine! — volvió a alzar la voz interrumpiéndola — ¡Te exijo como tu Reina que me des una explicación...! — Katherine se puso de pie visiblemente indignada.

—Aún no eres mi reina. Esto es un tema cerrado. Y sabes perfectamente que no lo debemos tocar más... Está en la cabaña, lo sabes. No entiendo porque estás tan alterada...

—Como te atreves a decir que aún no soy tu reina. Que no tenga la corona no quiere decir que no me debas el respeto que merezco. Katherine estas muy equivocada. Algo está pasando y me lo estás ocultando... ¿Acaso no sabes que eso también es traición...? — la Eritrians movió la cabeza como no pudiendo creer lo que escuchaba y aguantándose el impulso de abofetearla.

—¡Escúchame muy bien Annabella! — replicó. No podía evitar que el enojo elevara el tono de su voz y sonó amenazante casi sin proponérselo — Ya es hora de que dejes de comportarte como una chiquilla rebelde. Eres la Reina Elemental y si, créeme, la vida no es color de rosas como te imaginas. Tendrás que hacer cosas y tomar decisiones que no serán tan sencillas como escoger un vestido. Así que deja ese tonto estilo de enfurecerte a cada instante por cualquier cosa y llamar la atención. Empieza a pensar con la cabeza fría...

—¡Por cualquier cosa dices!... No lo puedo creer — resopló con ira. La miró con unos contenidos deseos de pegarle dibujados en su rostro — ¿Pensabas que no lo descubriría? — preguntó con sarcasmo. Hablaba tan despacio que llegaba a intimidar.

La gran Eritrians la miró detenidamente e involuntariamente acarició con el dedo índice el anillo de plata en forma de pico que siempre la acompañaba como arma silenciosa. Una sombra oscura pasó por sus ojos pero se quedó quieta, al fin de cuentas no era el momento ni el lugar para que la pequeña elemental le hiciera perder la cordura. Cerró brevemente los ojos para disipar el terrible pensamiento. Suspiró. Annabella temblaba ante la inmovilidad

— Me acabo de enterar de que... — comenzó a hablar otra vez pausadamente como a punto de soltar una bomba, pero de pronto Shell apareció en la habitación interrumpiendo con una serenidad que ni siquiera ella misma se creía. Escondió las manos detrás de su espalda más por ocultar el temblor en ellas, que por tomar una correcta postura de respeto.

—Reina Annabella debe venir con nosotras. Haremos un ritual de rezo antes que llegue la Gran Sacerdotisa — se estremeció ante la fulminante mirada que recibió de ambas.

—¡Que dices! ¿De qué me hablas...? — Anna replicó ofuscada.

Katherine observó a la Sacerdotisa del Segundo Orden que mal disimulaba su nerviosismo pero no intervino. Sería muy bueno que se la llevase en este momento. La ira en la reina elemental era tal que sus puños se iluminaron levemente.

—Es muy importante, como Reina Elemental y sacerdotisa... — continuó Shell sin saber cómo no se quebraba su voz y contuvo la mirada de Annabella tratando de que entendiera su pedido.

—¡Silencio! — gritó haciéndola estremecer —¡No me iré a ningún lado hasta que termine esta conversación con Katherine! — en un impulso intempestivo que la Sacerdotisa de Segundo Orden no pudo reprimir, la tomó del brazo y la separó de la mesa.

El gesto dejó un silencio pesado lleno del estupor ante semejante escena. La respiración de Shell se aceleró por la tensión pero la mirada en los ojos estaba llena de angustia. Anna se soltó instintivamente de su agarre,recalcándole con el movimiento de desprecio y la mirada dura, la gran locura que acababa de hacer.

—Lo siento su alteza. Pero no puede negarse a este ritual, es sagrado y obligatorio como sacerdotisas elementales... La Gran Sacerdotisa está por llegar. Debe... debe venir inmediatamente... — insistió casi con falta de aire. No sabía de dónde salía su valentía ante aquellas dos y sintió por un segundo que daba vuelta su alrededor. Abrió los ojos haciendo un disimulado gesto a Anna que no la comprendía del todo, pero que decidió calmarse un poco al notar que Shell se esforzaba por transmitirle algo más y porque realmente estaba temblando en su atrevimiento. Katherine observaba la escena más interesada en el poco correcto gesto de la Sacerdotisa de Segundo Orden hacia la reina que en el intercambio de miradas cómplices de ambas. Annabella descubrió la mirada rígida de la Eritrians y se irguió tratando de evitar algo peor.

—¡Como te atreves! — la regañó molesta y desvío la atención. Shell bajó la cabeza.

—Lo siento su alteza... — se disculpó

—Me iré ahora. Pero tú y yo no hemos acabado está conversación Katherine de Eritrians — le señaló amenazando con el dedo a Katherine y luego dio media vuelta para desaparecer por la puerta. Shell hizo un gesto de permiso con la cabeza y salió detrás de ella cerrando. Katherine suspiró y volvió a sentarse, acariciándose la barbilla.

—Sacerdotisa Shell, del Segundo Orden Elemental — susurró pensativa.

Annabella caminó impulsada por su enojo hasta los jardines de la Gran Casa. Se detuvo de pronto alejada del murmullo de los sirvientes y los guardias, que iban y venían ignorándola por completo, lo cual agradecía. Shell se le acercó un poco jadeante por el esfuerzo que había tenido que hacer para alcanzarla.

—Estás loca Shell, no puedes tocarme. Como vas a tomar mi brazo delante de Katherine... — la volvió a regañar. Se llevó las manos a la cintura.

—Lo siento fue un error... — se disculpó pero sin bajar la mirada.

—¡Oh sí que lo fue...! — exclamó alterada. — Y que es toda esa historia del ritual. ¿Lo has inventado verdad?

—Tenía que impedir que hablaras, disculpe... que hablara quiero decir, su alteza... — respiró profundo para recuperar el aliento. Annabella la miró muy seria pero con atención — Por favor tiene que escucharme...

—Shell, lo siento. En este momento estoy muy furiosa y creo que estas sobrepasando en demasía el límite de confianza que te he dado...

—Su alteza. En algún momento le explicaré todo, detalle a detalle, pero por ahora solo puedo decirle que es muy importante que no enfrente a Katherine sobre su hermana Elizabeth... si es cierto que ella vive...

—¡Pero por la Diosa Ha! — levantó los brazos por un instante — ¡Claro que vive! ¿Qué es toda esta mentira...? Como no voy a estar segura si me despedí de ella al salir de la cabaña — Annabella notó el grado de asombro en el rostro de Shell. Los ojos marrones de la sacerdotisa se movían inquietos como si estuvieran ausentes, ordenando las ideas en su cabeza. Annabella la tomó por los hombros y la zarandeó para que volviera a mirarla. — Shell, ¿Qué sucede? Háblame ya, porque me estoy volviendo loca...

—Lo siento su alteza... Yo no puedo contarle en este momento. Pero tiene que creerme... Esta noticia que acaba de darme es muy importante y devolverá la esperanza y el coraje necesario a muchos buenos habitantes de HavensBirds...

—No entiendo nada...

—Lo sé. Solo le pido paciencia... Le explicare en su debido momento, por favor... ¿puede confiar en mí? — la mirada enérgica y clara de Shell hizo que Annabella suspirara resignada.

—Paciencia me pides... Oh eso es tan difícil. — Suspiró con resignación — Ya confío en ti, casi involuntariamente... de eso no hay dudas. Así que está de más que me lo pidas — sonrieron tímidamente por un instante — Pero de igual manera...¿cómo es posible que todos crean que Elizabeth está muerta? Me puedes explicar...

—Hace más de 10 años el Concilio Obscuro anuncio lleno de pesar que la Reina Elizabeth había intentado huir de HavensBirds en una barcaza y como saben todos, la Bruma Mágica que rodea la isla no la dejo salir de los límites, es sangre real. La barcaza zozobró y lamentablemente la joven reina que por aquel entonces solo tenía 12 años, murió en el incidente... Se hizo una inmensa ceremonia en el Templo Mayor y todo el pueblo rindió los honores merecidos...

—¡Pero eso es una blasfemia enorme!... ella... ¡Agrrrr! — gruñó — ¡Golpearé a Katherine, te juro que lo haré...!

—¡No! ... Prometo que le explicaré con más calma. Por ahora, es muy importante callarse, hasta que podamos descubrir porque realmente el Concilio se inventó semejante farsa. Tiene que ser algo importante lo que condujo a Katherine a hacer todo aquel teatro y mantenerlo por tantos años. Eso es lo que tenemos que averiguar, el por qué. Pero para eso hay que seguir manteniendo el secreto y no confrontarla aún... Escuche alteza, hay una organización de hombres y mujeres nobles de todas las regiones de HavensBirds que hace mucho tiempo no están de acuerdo con todo lo que el Concilio Obscuro hace y deshace desde que no tenemos Reina Regente. Pero hay que ser muy cautelosos... sabe hasta dónde pueden llegar los tentáculos de Katherine y sus seguidores.

—¿Me estás hablando de algún tipo de conspiración contra el Concilio? ¿Y tú perteneces a ella? — los ojos de Annabella se iluminaron con una mezcla de asombro y admiración.

—Es un poco complicado de explicar... Pero si, es algo así. Y le pido que confíe en mí. Yo le prometo que le contare. Por eso... — Annabella la abrazó de pronto, interrumpiéndola. Shell se quedó petrificada incluso no se movió luego de que esta la soltó y se quedó mirándola con el rostro radiante de alegría.

—Es lo más maravilloso que espere escuchar jamás. Una orden secreta que conspira contra Katherine y sus seguidores del Concilio. Es una de mis fantasías...— Shell no pudo evitar sonreír tímidamente — Odio al Concilio, odio a Katherine... y te apoyare a ti y a tu grupo incluso si llego a tener la corona. Pero tienes que cumplir tu promesa de mantenerme al tanto de todo.

—Lo haré... su alteza.

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