Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

♣10.El Conde♣

La gran cena de gala era todo un hervidero. En el enorme salón habían dispuesto una gigantesca mesa de roble con muchas sillas de respaldo alto, todas adornadas con guirnaldas de flores frescas. Personajes de alto nivel de cada región conversaban y reían en varios grupos mientras degustaban vino y esperaban que se sirviera el gran banquete. Las lámparas tintineantes volvieron a flotar mágicamente en la habitación al igual que la melodiosa música que asombró a todos en la fiesta de recibimiento.

Annabella llegó al salón haciendo una entrada discreta que no logró su cometido. Su presencia demasiado bella y altiva la traicionaba. Miró a su alrededor y algunos de los presentes se voltearon a verla, estaba demasiado hermosa como para no hacerlo. La túnica de gala de un tejido de seda brillante le llegaba hasta los pies y se ceñía en la cintura, lo que hacía que se ajustara a su bonita figura. Los preciosos bordados de piedras adornaban todo el dobladillo y salpicaban los pliegues. Los tonos degradaban el color azul zafiro. El cabello negro brillante descansaba sobre su espalda en mechones ondulados y llevaba una pequeña corona dorada cincelada con motivos elementales.

La Gran Sacerdotisa le hizo señas de lejos para que se acercara al grupo donde se encontraba. Inhaló despacio, disconforme con aquella petición distante. Junto a su guía había algunos señores estirados que presumió debían ser envenenadores de Eritrians y estaba también Katherine, arrogante como siempre. A su pesar no quedaría más remedio que acercarse.

Se encaminó hacia ellos, pero solo adelantó dos pasos cuando fue interceptada por Marina, que apareció frente a ella radiante. Llevaba un vestido color azul, esta vez pastel, lleno de bordados y pedrería que jugaban con el tono que la hacia ver esbelta a pesar de su delgadez y jovialidad. Un peinado exquisito dominaba su cabellera, adornado con una corona igual a la de Anna, pero esta vez los motivos cincelados eran naturales.

—Hermana, ven. Quiero presentarte algunas personas. Por cierto, estas hermosísima con esta túnica. — entonó las palabras sonriendo mientras acariciaba la manga derecha.

—Oh gracias querida... — se burló irónica y Marina hizo una mueca — Bueno, en verdad... si que esta hermosa la túnica. Hasta a mí me ha gustado.

—Oh eso es un gran avance... — dijo sonriente. Annabella rodeo los ojos

— Tienes... algo de razón. — admitió — Tú también estas preciosa Marina. Pareciera que nos hubiéramos puesto de acuerdo en el color de nuestros vestidos para esta noche.

—Sí. He tenido que ver un poco en ese asunto — confesó — Les pedí a mis doncellas que lo hicieran en secreto.

—Oh, vaya, ya estas conspirando a mis espaldas Marina — mofó. Se rieron.

—Anda ya, protestona, ven conmigo. Oh!, por cierto, que te ha parecido el detalle de nuestras coronas — se tocó la suya. — Son de oro puro. Las usaremos a partir de ahora en todos los actos oficiales. Es increíble el efecto que tienen. La gente nos mira con más adoración — Annabella ignoró este último comentario.

—Eso mismo, todo un detalle — contestó sin mayor importancia.

—Ha sido una idea de la esposa del Prior Rafack. No son como la corona real, pero nos da un distintivo de reina. Cada una representando nuestro don. A mí me pareció una maravillosa idea. Así vamos acostumbrándonos ¿no te parece? — insistió cansina.

—No le doy tanta importancia — contestó

—No seas así Annabella, somos las reinas. Aquí mismo en este salón, somos para ellos algo casi sagrado, superior... No ves como todos nos miran y están al pendiente de nuestros deseos como si la vida le fuera en ello... — Annabella la miró, los ojos claros de su hermana tenían un brillo desconocido para ella.

—No te reconozco Marina... — suspiró algo triste

—¿Qué tonterías dices? Ven ya. A los que quiero que conozcas son a mi séquito más cercano.

—Ah, ¿ya tienes un séquito? No pierdes el tiempo en absoluto.

—Los naturalistas somos así... como decir... contagiosos. Pero ven, verás que guapo son. Son una mezcla entre elegante y salvaje — Annabella hizo una mueca.

—Marina, no es posible ser elegante y salvaje a la vez

—Claro que sí — protestó — Míralos. Con sus melenas trenzadas, sus barbas y sus fuertes músculos, parecen bárbaros, pero a la vez con esos trajes tan bien ataviados y joyas de oro. Y cuando los escuchas hablar, no hablan solo de cacería o tosquedades. Hablan de la naturaleza y sus bellezas con una pasión tan grande que no puedes evitar emocionarte.

—Sí, sí. Lo que digas. Es curioso, porqué para llamarte tanto la atención tus queridos naturalistas, no te despegas de tu estirado envenenador. Estoy segura que te ha dado de beber ya su brebaje y te ha dejado hechizada.

—No me ha dado ningún... — miró a su hermana que le sonreía con burla y malicia y se cruzó de brazos — Basta Anna, ya has empezado... Estás hablando en otro sentido ¿verdad?

—Si hasta te has sonrojado. ¡Por la Diosa! Marina que no es para tanto... — se rió abiertamente.

—Ya no te rías... — protestó ruborizándose.

—Vale, vale. Lo siento. En verdad prefiero conocer a tus nuevos amigos naturalistas fortachones y soportar a Pierce, que estar junto a Katherine así que vamos, llévame de aquí... — tomó de la mano a su hermana y se alejó hacia el otro extremo del salón bajo una mirada muy seria de Inna que no le había perdido de vista.

—Sabes, tengo que contarte algo sobre Katherine. El otro día se le escapó a Pierce sin querer. Yo no lo entendí muy bien, pero creo que es importante... — Marina devolvió el saludo a varios mientras caminaban entre los invitados. Annabella sonrió y aprovechó su distracción.

—¿Se le escapó donde? — indagó

—Cuando estábamos en la cama temprano, estaba distraído y comenzó a hablar de ella... dijo que su tía a veces era demasiado fría y manipuladora y que él... — Anna soltó una carcajada sonora. Marina se dio cuenta de su indiscreción y se puso aún más roja. Su hermana saludó alegre a los que se habían volteado curiosos. Volvió a pegarse a su hermana cómplice y burlona.

—Lo sabía... — le susurró al oído

—Anna, cállate... — replicó

—Pero serás tonta Marina. Soy tu hermana me puedes contar todo. Además no haces nada malo... — Marina le hizo una mueca — Bueno... no tan malo. Yo guardaré el secreto, te lo juro hermanita. Pero cuéntame todo.

—Ahora no. No te parece que no es el mejor momento.

—Está bien, de acuerdo. Pero no se me olvidará volver a insistir. Solo dime... ¿te ha gustado?

—Bueno sí. Mucho, la verdad.

—¡Oh por la Diosa!... — rió escandalosamente. Algunos invitados voltearon a mirarle con expresiones críticas.

—¡Shhh! Anna todos nos miran cada vez que te ríes tan alto.

—No puedo creer que mi hermanita ha sido más atrevida que yo en estas cuestiones de alcoba... — le pellizcó por el costado y la hizo sonreír.

—Bueno basta ya. Luego hablamos de este tema.

Llegaron hasta un grupo donde había varios hombres jóvenes y entre ellos una chica que reía en medio de la conversación. Al llegar todos reverenciaron. Anna dedicó una rápida mirada al grupo. Marina no se equivocaba. Aquellos naturalistas eran guapos en verdad. Eran altos y muy fuertes. Las espaldas eran tan anchas que Anna podría fácilmente ocultarse tras de ellas y nadie la vería.

Todos llevaban melena ondulada, era como una moda de la región, y en aquel instante estaban magistralmente trenzadas en intrincados pero llamativos peinados. Tanto la chica como los chicos vestían trajes de tonalidades casi siempre verdes, pero tan lujosos como los tradicionales y elegantísimos Envenenadores.

Los rostros eran joviales y daban la impresión de que jamás se enojaban, pero tampoco de que eran unos blandos, todo lo contrario, y a pesar de que algunos llevaban la barba tupida no dejaban de verse galanes. Anna supuso que esa galantería le venía por la fuerza de la ardiente mirada de sus ojos pícaros. Pero esto no era exclusivo de los masculinos, pues la chica entre ellos era hermosísima e igual de atrayente. Su melena de color castaño suelta sobre los hombros que dejaba desnudos el esplendoroso vestido y el brillo de sus ojos risueños, transmitía elegancia y picardía a la vez.

Mientras observaba a todos que inmediatamente reanudaron la conversación con su reina como si fuera algo tan normal, no se dio cuenta que uno de ellos, el más alto a su parecer, con el cabello rojizo y unos penetrantes y vivaces ojos azules se había quedado mirándola fijamente, sin ápice de vergüenza. Anna se cruzó con aquella mirada y sintió que las mejillas se le sonrojaban sin poderlo explicar. Era demasiado ardiente el brillo azul de aquel par de ojos. Cruzó los brazos como barrera protectora de la inevitable timidez que le causaba.

—Ella es mi hermana, como pueden suponer... — la frase de Marina la volvió a la conversación y escapó de la mirada y el incómodo segundo. Con un gesto trató de integrarse a la charla que su hermana sin darse cuenta, importunó en el mejor momento. Todos sonrieron. El de los ojos penetrantes dio un paso hacia Anna y esta se quedó paralizada cuando le tomó la mano y la besó cortésmente.

—No sabe usted el honor que es conocer de primera mano una Reina Elemental. Sin quitar ni un ápice de adoración a mi Reina, no puedo negar que las Elementales son eso... elementales. — dijo con una voz grave y tremendamente seductora. Todos se quedaron en silencio un segundo. Él continuó sujetándole la mano y Anna se sintió imposibilitada de reaccionar, la había cohibido totalmente. De pronto todos rompieron en risas y desapareció el silencio. Anna aprovechó la distracción para soltarse del agarre de aquella mano poderosa y respirar al fin.

—No le hagas caso, es un fanfarrón. Pero en lo que no exagera es en el orgullo de tenerla aquí de visita, su alteza. — la única chica del grupo hizo una pequeña reverencia sonriente. Ahora que Annabella se detuvo en ella notó que era muy joven tal vez uno o dos años mayor que las reinas pero sobresalía su espíritu alegre e intrépido además de unos ojos café, demasiado vivaces y una innegable belleza natural. — Mi nombre es Julia, soy la hija del prior. Pero no crea que soy para nada presumida de ello, alteza — rieron — El es mi primo Constantino... — señaló al intenso de ojos azules —Mi padre lo ha nombrado Conde hace poco, por sus meritos como soldado, y eso ha sido ganarse su vanidad exagerada hasta el hastío. — se miraron y el Conde le dedicó un reproche en la mirada.

—Se ha quitado hasta la barba para parecer más refinado... — interrumpió otro del grupo en tono de burla y todos se rieron a carcajadas mientras que el Conde les regalaba una mueca despectiva.

—Si... eso es muy cierto... — continuó Julia. Se colocó una mano sobre la boca intentando no reír otra vez — Que no le engañe, alteza. La advierto, aunque sea de mi familia.

—No creo que mi hermana Anna sea muy fácil de engañar — sentenció Marina. Ambas hermanas se miraron y sonrieron cómplices. — Seremos prácticamente idénticas en el físico pero muy diferentes en nuestro carácter.

—Ellos son Príamo y Tobías. Son hermanos. Los hijos de nuestro general de Prefectos. O sea la policía del orden en toda la región naturalista y un poco más allá si es necesario. Están por terminar la academia militar así que... son nuestros protectores casi siempre. — continuó Julia. Los dos hermanos de tez más oscura que el resto y un impresionante físico fibroso, hicieron una reverencia graciosa.

—No le crean a mi pequeña prima lo que hable de mí, altezas... — interrumpió al fin el Conde no permitiendo que su tema quedara impune. Le pasó un brazo por la espalda a Julia — Es que ella esta celosa de mis triunfos. — todos volvieron a reír.

—Al parecer no es mentira lo que cuentan de ustedes los naturalistas. Son muy atrevidos y bromistas. — dijo Anna tratando de desviar la atención.

—Y somos muchas más cosas, su alteza. — Constantino no dejaba de mirarla fascinado. Anna evitó encontrarse con sus ojos.

—Estábamos planeando una escapada hasta la cascada, alteza. — Julia desvío el tema y Annabella lo agradeció en secreto — Muy cerca de aquí. Solos. Porque estar siempre rodeados de tanta gente no nos permite divertirnos de verdad. Quisiéramos que nos acompañaran sus altezas. Les prometemos que estarán seguras y sobre todo que se divertirán sin descanso — dijo con emoción mientras los miraba a todos, sonriente, para lograr la aprobación total. Y las miradas cómplices no se hicieron esperar.

—Yo creo que Julia es una revoltosa que infringirá la ley y la obediencia de su padre obteniendo un buen castigo para todos nosotros — ratificó Marina. Julia ladeó la cabeza ante la mueca de su reina.

—Marina, por favor. No le digas semejante cosa. A mí me parece una buenísima idea — intervino Anna sonriente. — Cuenta conmigo.

—Pues si a su alteza le parece bien, a mi me parece mejor — el Conde dio una palmada aprobatoria para cerrar el pacto. Anna por fin lo miró y ambos lograron sonreír menos tensos.

—No estoy muy de acuerdo, pero... — Marina suspiró

—Prometo acompañarlos y no dejar que nadie lo impida si está en mis manos, alteza... eso servirá para convencerla ¿verdad? — Pierce habló en voz baja llegando en ese instante junto a ellos y entregó una copa de vino a Marina y una a Annabella después de una pequeña reverencia. Marina le sonrió melosa y él le besó en la mano.

Anna los miró y estiró su labio en una sonrisa que murió antes de nacer. No terminaba por convencerse del pequeño Eritrians. Si servía ciegamente a Katherine, no era de fiar. El Conde aprovechó el descuido total y se colocó al lado de Anna, demasiado cerca, ella podía sentir su aroma a yerba fresca y se volteó para encontrarse con su rostro juguetón. «¿Qué me pasa?» No sabe si era el vino que tomo antes de bajar, o que el maldito naturalista era demasiado impertinente, pero sentía el rubor calentarle la piel.

—Debería concederme el placer de esta danza, su alteza — Anna lo miró dudando un segundo. Aquellos extraños ojos azules eran tan confusos, toda aquella delicada voluptuosidad era un mundo nuevo para ella, pero el instinto no se sentía tan mal.

—Sí. Bailemos todos. Antes de que tengamos que ir a la mesa — Julia ordenó sonriente. Se adelantó y tomó la mano de uno de los hermanos dejándolo sorprendido ante la risa burlona del otro. Pierce le hizo una reverencia a Marina que no dejaba de estar más que encantada. Las dos parejas salieron al salón mientras los demás invitados les miraban sonrientes y condescendientes.

Anna fue casi arrastrada a la pista, pero cuando el Conde le sostuvo por la cintura y la ciñó a él, sintió un calor agradable y se dejó llevar recordando los pasos aprendidos en las tardes de lecciones de baile en la cabaña. El Prior Rafack conversaba señalando orgulloso a su hija que en tan poco tiempo había llegado a convertirse en muy allegada de la Reina. Esa cercanía sin dudas era una estrategia muy importante para el futuro y el Prior no escatimaba en vanagloriarse de ello.

Katherine e Inna se habían apartado de la multitud, estaban solas y en silencio. Observaban el coreografiado baile desde un rincón del salón. La música parecía sonar aún más alto y más parejas se unieron a la pista. Pequeñas volutas doradas bajaban desde las lámparas flotando mágicamente para brindar un aire de sublime belleza.

—Míralas Katherine... — dijo suavemente. Katherine la escuchaba mientras daba un sorbo a su copa y observó a las sonrientes parejas danzar armoniosamente — Cuanto tiempo esperamos ver una escena así. La Reina Aleene estaría muy feliz y orgullosa.

—Sí. Estoy de acuerdo. Será un esplendido Año de Ascensión. Y espero que también sea un futuro y largo reinado de paz y prosperidad para HavensBirds, sea cual sea la reina coronada.

—Sí. Pero el futuro es algo un poco incierto en este momento... — Katherine la miró seria.

—Inna, no empecemos por favor...

—Sabes perfectamente que la primera que debería estar bailando en este salón es Elizabeth, y sabes también cual es la causa de que no este.

—Habla bajo. No es ni el momento ni el lugar para que hablemos de este tema. Tal parece que no quisieras que tu pequeña reina elemental tomara el trono...Además, siempre has conocido la verdad de la existencia de Elizabeth y te has callado. Como crees que se verá la reputación del Templo si se descubre. Esto nos concierne a todos, así que no me culpes solamente a mí — miró a su alrededor para cerciorarse de que nadie las escuchaba. Inna la contempló con desagrado.

—Si Elizabeth es híbrida como dices, puede ser también una Reina Elemental. Así que tendría doble posibilidad que nuestro don llegase a la Regencia de HavensBirds. Tiene los tres dones, puede destacar en cualquiera de ellos, sin perder dominio en los demás, es increíblemente maravillosa su condición. Y la conozco. Tiene estirpe de Reina, no se compara con nadie. Es como si en su sangre ya estuviera escrito que llevase la corona — soltó impertinentemente. Katherine sintió un escalofrío al recordar por un segundo la profecía del Pozo de Luz. — No es que menosprecie a Annabella. Ni siquiera a Marina, ni por un instante. Annabella tiene una fuerza extraordinaria. Será una sacerdotisa digna de sustituirme a mí en el Templo Mayor. Así que ocurra lo que ocurra, su destino es ser una gran Elemental. No me preocupa demasiado. Y mucho menos me preocupa que uses esas amenazas conmigo...

—Si Elizabeth estuviera aquí sería una gran catástrofe. No la conoces bien. Es demasiado impetuosa, tiene un poder que no sabe controlar. Es muy necia y hasta prepotente diría yo...

—No serás la más indicada para hablar de necedad ni prepotencia, Katherine. Además no puedes estar segura de lo que sucederá y de cómo actuará, si le has negado el derecho legítimo de ser quien es. Su madre era igual y fue una maravillosa reina... — Katherine miró enojada a la Gran Sacerdotisa que sin inmutarse le sostuvo la mirada. — Podría haberse evitado...

—No es igual a Aleene te lo aseguro... — la interrumpió y volvió el silencio pesado. Inna suspiró — Inna, empiezo a preocuparme. Desde que partieron tus sacerdotisas en busca de Elizabeth, no he recibido reporte de que ni siquiera hayan encontrado su rastro... — volvió a hablar con tono desafiante.

—Es demasiado pronto... — contestó serena.

—Desde que Elizabeth desapareció se ha estado analizando la teoría de que alguien la está ayudando. No puede ser posible que después de tantos años, recluida en la Cabaña Negra tenga tanto dominio para poder desaparecer prácticamente ante nuestras narices. No quiero tener que sospechar que tú, o alguien de tu clan bajo tus órdenes, sea esa ayuda que recibe. — lanzó directamente.

—¡Por la Diosa Ha! No digas tonterías. Si lo estuviera haciendo no te lo escondería. Recuerda porque no pertenezco al Concilio. Porque abiertamente sabes que no concuerdo con tus prácticas. Pero soy diplomática y hago de la vista gorda como tantos en esta isla. Te aseguro que si es cierto que alguien la está ayudando a escapar, yo no tengo nada que ver en ello. Y ciertamente, que sea así debería preocuparte más, ¿no te parece?— sentenció la Suma Sacerdotisa. Katherine la miró y alzó una ceja.

—Ojalá no te arrepientas nunca de toda tu insolencia, Inna. Lavarte las manos no traerá tranquilidad a tu conciencia ni seguridad a tu Templo.

—Te estoy ayudando a encontrarla ahora, ¿no es así? Que te baste con eso. Pero las consecuencias son solo tu responsabilidad. No te desesperes. Ya aparecerá. Y deja de ver una conspiración en cada rincón. No tiene porque estar ayudándola nadie, simplemente es lista.

—Tiene un protegium en la muñeca — soltó de pronto como si se liberara de un gran peso. Katherine tuvo que dedicar una fingida sonrisa a unos invitados que la saludaron al pasar y aprovechó para no dejar notar lo inquieta que le puso recordar el hechizo. Inna se había quedado muy callada, tratando de disimular su estupefacción.

—¡Por la Diosa, Katherine! ... Sinceramente, como pretendes que te ayude en este dilema, si sigues ocultándome cosas sobre Elizabeth que me dejan simplemente sin palabras.

—Se lo descubrí de casualidad. Tenía algunas dudas sobre la runa pero la consulté en el Libro Obscuro. Y estaba clara en su piel, Inna, quemada a fuego, perfectamente igual a como debe ser, según el antiguo hechizo. Por eso insisto tanto en que alguien tiene que estar ayudándola. ¿Cómo explicas algo así?

—Aleene tiene que haberle hecho el hechizo a nuestras espaldas y nunca nos percatamos. Pero eso no quiere decir que después de tantos años exista algún seguidor de la reina que este ayudándola... o que simplemente sepa que Elizabeth vive... y pueda haber reforzado un hechizo como... ese.

—Existe algo que no puedo explicarme y por más que he tratado de ignorar sigue quitándome el sueño... — suspiró sonoramente

—¿Qué es?

—La runa estaba roja aún, Inna. El hechizo era muy reciente — soltó en un hilo de voz. Inna la miró tratando de descubrir la broma en todo aquello pero la alteración era visible en el rostro de Katherine, sus ojos nerviosos escapaban de los de Inna y recorrían el salón. «No, definitivamente Katherine no estaba bromeando.»

—¡Que estás diciendo! Sabes perfectamente que eso... es imposible — trató de razonar la Sacerdotisa.

—Sí, lo sé. Pero es que ya no se qué creer. No sé como todo se ha salido de control... a veces ya no sé si estoy pensando con claridad. Te juro que todo alrededor de Elizabeth me... me desconcierta... Lo vi claramente, Inna, no estoy loca. Es un protegium y estaba acabado de hacer. La piel estaba irritada todavía. Si no es un truco de buena calidad que se le acerca al hechizo original y que se haya atrevido a hacer con alguna practicante de brujería muy osada, a mis espaldas, entonces no se qué creer de los antiguos.

—Este hechizo de protección solo puede hacerlo una madre a su descendiente. Es imposible que... — calló de pronto al ver acercarse al Prior Rafack seguido de algunos dignatarios. O más bien calló para no dar crédito a lo que pasa por su mente en ese instante. Al llegar todos le hicieron una reverencia de respeto.

—Katherine, Gran Sacerdotisa... miren que maravillosa escena. Nuestras herederas están sublimemente bellas y disfrutando de la velada.

—Sí. Sin dudas Prior tengo que decir que su ciudad ha superado todas mis expectativas y me siento muy honrada de que la Reina Annabella sea tan bien atendida aquí.

—Es un placer no faltaba más Gran Sacerdotisa. Sea como sea, las dos son Reinas. Seguirá siendo así, el tiempo que sea necesario.

—Muy exquisito el detalle de las coronas, Rafack.

—Gracias Katherine. Pensé... bueno en realidad fue mi esposa quien pensó que deberías tener ese aparte con nuestras altezas. Por cierto Katherine, cuando será fijada la fecha para que las dos lleguen a la Capital. Me imagino que la población de Eritrians que no ha podido llegar hasta aquí este ansiosa por conocer y agasajar a sus reinas.

—No te desesperes Rafack. Serás informado en su debido tiempo. Además tu estas más que feliz de tener tanta festividad en Woodville ¿no es así?

—Sí pero no puedo negarte que me tiene muy intrigado el hecho de que aún no hayan pisado el que será su palacio... — inquirió el Prior. Katherine le hizo un gesto con la mano interrumpiéndolo y sin decir palabra se alejó a saludar a un grupo de invitados Envenenadores cerca de ellos.

El Prior se quedó sorprendido ante tamaña falta de educación. Inna sonrió admirada ente la majestuosa forma que tenía Katherine de reconfortarse y guardar sus temores. Saludó levemente con la cabeza al Prior naturalista y sus acompañantes y se alejó disimuladamente cuando vio aparecer a Nun por una de las puertas del salón. La Sacerdotisa de Primer Orden le hizo una reverencia desde la distancia como saludo solemne ante su guía al ver que dirigía hacia ella. Rafack siguió observando a Katherine desde la distancia, muy serio.

—Katherine se trae algo entre manos y voy a averiguar que es... esto está muy extraño.

—No crees que estas exagerando — dijo uno de sus acompañantes.

—No. La conozco hace mucho tiempo — el mismo que le hablo le dio unas palmaditas en la espalda y se alejó moviendo la cabeza mientras el Prior naturalista se quedó sorbiendo su vino mientras continuaba con la mirada en cada gesto desenfadado y cada sonrisa de Katherine, tratando de adivinar si toda aquella tranquilidad no era más que otra de sus mascaras.

Inna llegó hasta su lugarteniente y con un gesto en silencio hizo que la siguiera hasta un corredor desierto alejado del salón.

—Mi Señora... — reverenció solemne.

—¿Qué novedades hay, Nun?

—Ninguna mi Señora. Hemos sentido la presencia muy cerca, pero luego se desvanece sin más. Los elementos no pueden seguirla. Hemos realizado nuestros más profundos rituales, uniendo toda nuestra energía elemental, casi la hemos sentido... y luego en un instante vuelve la oscuridad. Una oscuridad densa, mi Gran Sacerdotisa.Tengo que admitir que a veces me asusta...y yo soy de asustarme muy poco. Pero es algo muy extraño... Señora, tengo que llegar a pensar que hay una magia muy poderosa a su alrededor. Creo que comienzo a creer en la tonta hipótesis de la Guardia Real de que alguien la está ayudando.

—Claro... puede que el protegium. — Inna la escuchaba mientras acariciaba su barbilla pensativa. Nun la miró con la frente arrugada. — Pero oscuridad dices... ¿Oscuridad...?— saboreó la palabra como si intentara descifrarla. — Su poder puede estar saliéndose de control... — Nun la observaba detenidamente sin entender muy bien sus palabras mientras Inna continuó meditando en silencio.

—Mi Gran Sacerdotisa nunca he dudado de mi abnegación y obediencia hacia el Templo Mayor. Que me queme el sol como castigo si siquiera lo pensase alguna vez. Pero tengo dudas de esta misión...

—Escucha. Escúchame bien, Nun... Has que preparen mi carruaje y me acompañas al Templo inmediatamente. Haré lo que tenía que hacer desde el principio. Manda una paloma con un mensaje inmediatamente, para qué este todo preparado de antemano para nuestro arribo. No perderemos ni un minuto más. Que preparen La Cámara...

—La Cámara mi Señora... pero como conectaremos a través de La Cámara con ella, solo puede...

—Elizabeth es elemental... — Nun abrió los ojos sorprendida — En algún momento usará el poder estoy segura. Su espíritu es muy curioso. En ese instante por pequeño que sea, La Cámara conectara con su Don. La hará nuestra... — Nun hizo una reverencia sin pedir más explicación y se marchó silenciosa confundiéndose en las penumbras.

♠♠♠♠♠♠♠♠♠♠

Elizabeth seguía con la espalda pegada al tronco oscuro del manzano. Llevaba inmóvil allí varias horas. Inmóvil por fuera pero temblando en su interior. Lo que acababa de experimentar escapaba de todo lo que imaginó soportar alguna vez. Las lágrimas silenciosas le humedecían sus mejillas. En su mente, rememoró cada pasaje descubierto, cada palabra dicha en los recuerdos vividos. Sintió un dolor y una rabia que era casi latente, la sentía desgarrarle por dentro. Había tantas preguntas, tantos reproches, tanto resentimiento.

Se llevó las manos hasta la sien y apretó con fuerza. Luego gritó, gritó con toda su alma. El grito retumbó en la oscuridad del bosque. Las ramas de los árboles se mecieron bruscamente, como si se agitaran con aquel grito de furia. Gritó con rencor, con dolor y con rabia. Luego rompió en llanto, un llanto lleno de impotencia, que la hizo temblar visiblemente. En su mente se repetía una y otra vez el nombre de Katherine de Eritrians. Inhaló fuertemente para calmar los sollozos ahogados que se arremolinaban en su garganta y se fue quedando en silencio otra vez.

Tomó la piedra que aun colgaba en su pecho y cerró el puño sobre ella. La energía del talismán fue calmando poco a poco su arremolinado interior. De pronto se sobresaltó con un escalofrío extraño que le erizó los vellos de la nuca. Miró a su alrededor, la oscuridad del Bosque Sombrío era densa, casi asfixiante. Hasta ese momento no había reparado en la situación peligrosa en que se encontraba. Estaba en medio del Bosque Sombrío en plena noche, aquello era una locura.

Volvió a mirar a cada lado, para darse cuenta que prácticamente no veía sus propias manos. La inquietud anterior de los árboles se había calmado exageradamente. Todo era silencio sepulcral. Sentía el frío de la niebla de lobreguez que se movía lenta en rededor, como asechándola. Elizabeth sentía como si la oscuridad la observara, como si todo el bosque estuviera a su pendiente. Un pequeño atisbo de miedo le agitó el corazón.

Agudizó el oído para tratar de detectar algún movimiento, pero la sobrenatural quietud era aún más desesperante. Se inclinó hacia delante y arrastró las manos por la tierra, apilando frente a ella todas las hojas secas que encontró a su alcance en medio de la negrura. Un leve chasquido de rama rota la hizo voltearse a la derecha pero fue inútil, intentarver absolutamente nada.

—Muy bien Elizabeth... es tu hora... vamos a ver de que estas hecha — se dijo a si misma mientras se erguía, concentrándose en un punto ciego frente a ella.

Colocó las manos cerca del montículo de hojas y respiró profundo. Sintió el cosquilleo en sus palmas, sintió la explosión de sensaciones nuevas en su interior que se deslizó por sus venas. Se sonrió sin poderlo evitarlo. Sintió el poder, estaba con ella, era ella. Elevó su arranque de energía, pujó casi gruñendo para que corriera con más violencia por todo su ser.

De pronto sus manos se iluminaron. Pequeños haces de luz comenzaron a salirse de sus dedos. Esos haces de luz se volvían chispas que cayeron sobre las hojas y en un santiamén, se prendieron con un fuego rojo y vivo que arrancó la oscuridad a su alrededor. Alcanzó a ver movimiento en la niebla en un instante fugaz.

Sombras tenebrosas que se escabulleron sorprendidas por la luminosidad. Elizabeth sintió el miedo atragantarse en la garganta pero se quedó quieta. Estaba satisfecha. Sintió un leve agotamiento que no le importó. Miró sus manos ya normales y volvió a sonreír triunfal.

El bosque continuó observándola, pero ni las sombras, ni la oscuridad, ni los sinuosos quejidos pudieron atormentarla, ni siquiera podían acercársele, ya nada podía dañarla. Ella tenía el poder.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro