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JiMin despertó con el penetrante olor a cigarro, colándose por su habitación. Sin embargo, tuvo que apretar muchas veces los ojos antes de poder enfocar la vista y sentarse en la cama con su cabello hecho un revoltijo. Había dormido con la ropa puesta y eso no le agradaba, sentía que no descansaba lo suficiente.

Cuando por fin tomó asiento en el colchón y miró con los ojos entrecerrados hacia la ventana, por donde entraba la luz de la mañana, su ánimo resucitó de la penumbra y se tiró de inmediato al suelo para esconderse de la persona que estaba en el jardín de su abuela, fumando.

Bien, había evitado pensar en él durante todo este tiempo, pero al parecer era inevitable: Min YoonGi seguía afectando sus sentidos cada vez que se aparecía frente a él en este condenado pueblo. YoonGi era uno de los nietos de HoYeon, mejor amiga de su abuela, así que a veces no era mucha coincidencia que JiMin se encontrara con el misterioso chico.

El joven ponía la palabra enigmático junto al nombre de YoonGi porque, la verdad, apenas habían intercambiado un par de frases desde que se conocían. Sin embargo, eso no quitaba el hecho de que JiMin se sintiera extrañamente atraído por el chico desde que era un crío.

Todo había iniciado cuando JiMin había acompañado a JiEun a la carnicería del padre de YoonGi. Detrás del aparador —lleno de cadáveres de animales— pudo visualizar a aquel niño dibujando en un cuaderno con sus crayolas. JiMin se impresionó tanto por su concentración y seriedad, que puso sus manitas sobre el refrigerador para no perderse ningún detalle de ese crío que parecía ángel.

Días después, HoYeon visitó a su abuela, trayendo a sus nietos con ella y algún postre para compartir. JiMin y TaeHyung —el hijo pequeño de los Min— no tuvieron problemas para socializar y jugar entre ellos, pero YoonGi ni siquiera lo miró; todo el tiempo se la pasó leyendo un libro, que para JiMin resultaba aburrido hasta el título.

—¿Por qué tu hermano no juega con nosotros? —le preguntó el pequeño JiMin a TaeHyung cuando ambos estaban rascando el jardín para esconder su tesoro.

—A él le aburren los juegos de los chicos comunes —respondió el niño sin darle importancia, alzando los hombros y sin parar de escarbar con sus manos.

TaeHyung no le dio importancia, pero JiMin sólo se llenó de dudas. ¿Qué significaba juegos de los chicos comunes?

A partir de ese instante, el niño no dejó de mirar a YoonGi desde la distancia. A veces el mayor se daba cuenta de ello, pero jamás le dijo nada.

Entre más crecía, más ansiaba que el momento —donde YoonGi por fin expresara sus pensamientos con él— apareciera, pero nunca llegó. YoonGi siempre se pasaba de largo, como si JiMin no existiera. El menor intentó no tomárselo personal, YoonGi era así con todos; pero su atracción inexplicable por el enigmático muchacho no lo dejaba tranquilo. Quizá nadie es suficiente para Min YoonGi, pensó JiMin cuando entró a la adolescencia.

En ese momento, YoonGi ya andaba en motocicleta por todo el pueblo, lo había empezado a ver con cigarrillos en la mano y se había teñido su cabello negro a gris. Mientras tanto, JiMin seguía siendo el mismo chico castaño y enclenque de toda la vida.

El primer encuentro real entre ellos dos se dio en la piscina pública del vecindario. JiMin había ido con TaeHyung para chapotear un poco en la alberca, encontrándose con YoonGi y sus amigos bebiendo cerveza de forma clandestina en las sillas de playa. En ese momento, el castaño se impresionó con el físico de los jóvenes, hasta el punto en el que se sintió estúpido por venir a jugar con TaeHyung.

Intentó no mirar mucho el torso desnudo de YoonGi, ni que la molestia en el pecho lo hiciera enfurecer por ver a cuerpos tan hermosos junto al peligris, pero no logró tragarse la bilis por completo.

Jugó con TaeHyung a las luchas y carreras, siempre mirando de vez en cuando en dirección a YoonGi; hasta que el peligris le devolvió la mirada y JiMin la apartó de inmediato, ruborizado. Después de ese intercambio, el castaño intentó ya no ver al joven, pero fue difícil.

Tiempo después, TaeHyung quiso salirse de la alberca para bañarse e ir a comer; sin embargo, JiMin deseó quedarse un poco más: Las cosas con los amigos de YoonGi se habían calentado, y ahora los adolescentes se reían con estruendo y coqueteaban entre ellos. En particular, el castaño notó que una chica no le quitaba las manos de encima al peligris, así que se quedó para vigilar el asunto; lo que resultó algo incongruente, ya que JiMin jamás se atrevería a intervenir aunque YoonGi comenzara a besar a la muchacha.

Cuando por el rabillo del ojo, JiMin vio que YoonGi se apartaba de su grupo y se dirigía a un costado de la piscina, el castaño decidió que era hora de salir para tan siquiera cruzarse con él. JiMin se sentía tonto, ¿qué quería lograr con esto?, ¿que YoonGi lo notara? El peligris jamás le había hecho caso en estos años que llevaba de conocerlo, ahora no sería la excepción. Aun así, el castaño salió de la alberca y se dirigió a ponerse sus chanclas con la vista en el chico que se acercaba.

Sin embargo, sus planes se vinieron abajo cuando sintió un dolor punzante en el pie. Apretó el ceño y dirigió la vista a su planta, ahogando un grito. A su pie se le había incrustado un cristal, probablemente de una botella rota.

En ese momento, JiMin se sintió humillado; quería parecer intocable ante YoonGi, pero en vez de eso saltaba ridículamente en un pie —con la cara torcida de dolor— para llegar al asiento más cercano y examinarse mejor la planta.

Logró sentarse y observó su extremidad sangrante, sintiendo cómo sus mejillas enrojecían por el descuido. Agachó la cabeza para evitar ver a YoonGi y su reacción, que seguramente sería de pura indiferencia, como siempre... Sin duda, nadie lo preparó para lo que vino después.

—¿Estás bien? —cuestionó aquella voz gutural y rasposa.

La piel de JiMin se erizó, su corazón se había desbocado.

—Me enterré un cristal —respondió agudamente, evitando mirar al muchacho que le había dirigido la palabra.

De repente, ya tenía a Min YoonGi arrodillado frente a él, tocándole el pie. Un fuerte nudo apretó la garganta de JiMin. Comenzó a temblar ante el tacto del chico sin poder evitarlo.

—Mmm —dijo el peligris, ignorando por completo el caos que había causado en el cuerpo del castaño—; no se ve tan grave, pero te ayudaré.

Sin intercambiar más palabras entre ellos, YoonGi le pidió a uno de sus amigos que le acercara el botiquín. Después el peligris sacó cuidadosamente el cristal del pie de JiMin, limpió la herida y la vendó para sostener la gasa que ayudaría a que la planta cicatrizara. En todo ese tiempo, el castaño apenas fue capaz de respirar. Le resultó imposible quitarle la mirada de encima a YoonGi, y disfrutó al máximo cómo sus largos dedos rozaban su piel. Le causaba una especie de cosquilleo, que estimulaban su entrepierna sin querer. Todo su cuerpo se calentó, deseando inmensamente que el peligris terminara su tarea antes de que su ser reaccionara vergonzosamente.

JiMin casi suspiró de alivio cuando YoonGi terminó de curarlo, deseando que de su rostro desapareciera ese color rojizo que delataba lo fuerte que latía su corazón en ese momento.

—Ya está, Park —habló el peligris, sin mirarlo y poniéndose de pie. JiMin se puso eufórico cuando escuchó cómo el chico de la voz ronca pronunciaba su apellido, se sentía casi flotando. Sin embargo, lo que siguió después, lo desanimó por completo—. Ten más cuidado la próxima vez, ¿está bien? —concluyó YoonGi, de forma distraída, viendo hacia donde estaban sus amigos.

Después simplemente se fue, y JiMin sintió como si hubieran desinflado un globo dentro de su pecho. Aunque YoonGi le había dado palmaditas en su pierna, lo había tratado como si fuera un niño, cosa que lo hizo sentir terriblemente mal.

Aquella fue la única interacción verbal que el castaño tuvo con el peligris, aunque las miradas discretas de JiMin a YoonGi continuaron. No importaba que el peligris lo hubiera tratado de forma tan despreocupada, no importaba que lo ignorara todo el tiempo o a veces ni se dignara a mirarlo, JiMin seguía aferrado a YoonGi. Podía regresar a la ciudad y su atracción se calmaría durante el periodo de clases, pero al volver al pueblo, el tan solo mirarlo, desataría otra vez esos sentimientos desbordantes, que sinceramente el castaño no podía explicar de dónde habían salido.

En el presente, JiMin tuvo que salir a gatas de su recámara para que YoonGi no lo viera desde el jardín. El castaño se incorporó en el pasillo —a salvo de la mirada del peligris— y caminó hasta el comedor, encontrándose con su abuela, HoYeon y TaeHyung. El chico de la sonrisa cuadrada lo saludó sin muchas ganas, moviendo la mano. Eso desconcertó a JiMin, pues TaeHyung siempre se emocionaba al verlo.

—Buenos días, mi amor —comenzó JiEun. JiMin se concentró en el aroma del desayuno recién hecho para no ponerse nervioso—. No te avisé ayer porque te vi muy cansado por el camino, pero HoYeon y sus nietos se quedarán en la casa durante una temporada —la noticia sobresaltó en demasía a JiMin, tanto que lo hizo respingar—. Así que sé bueno, ¿está bien?

El chico no respondió, ya que sintió cómo el olor de la nicotina entró desde el jardín a la casa. No tuvo que voltearse para saber que Min YoonGi lo miraba fijamente desde el umbral del patio, con aquellos ojos gatunos que no expresaban nada, aunque ocultaran miles de secretos. 



Hello, escucho música de los 70s y 80s mientras escribo esto porque siento que el pueblo de Haunted se quedó atrapado en esa época. Espero no tardarme mucho en actualizar el siguiente cap. Byeee  

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