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Capítulo OO

Capítulo OO: Quién es Jeon JungKook y cuál es mi problema con él.

Conozco a JungKook desde que tengo memoria. Sí. Probablemente si tuviera que describirlo en una palabra, usaría "extrovertido" porque ese chico nunca paraba de parlotear. Nunca. Al menos en el pasado, así era.
 
     JungKook y yo éramos vecinos; por obvias razones nos conocíamos lo suficientemente bien. Todos los días íbamos a clases juntos. Recorríamos el camino hasta llegar a la estación del metro, tomábamos el cuatro y ese nos dejaba a unas dos calles de la escuela. Si uno de los dos estaba enfermo, entonces no íbamos. Era insoportable estar en la escuela si el otro no iba. Debido a la anormal actitud de JungKook, era demasiado para mí estar en el salón sin escucharle parlotear sobre sus juegos, o sobre cómo su mamá iba a cocinar un extremo panqueque por la noche y que debería ir a su casa a probarlo. La señora Jeon me cae bien, siempre me trata con tanta amabilidad, como si fuese su propio hijo. Nos invita a comer seguido, a mí y mis padres; justo ahora ya no vamos tanto. Aunque cuando mis padres estaban trabajando, solía comer en su casa -antes de todo el desembrollo que se vino encima-; esto se debía a que papá y mamá llegan hasta muy tarde y a la señora Jeon odia que yo tenga que comer solo.

     Eso había sido un tiempo atrás. Las vacaciones de invierno cayeron como un saco de nieve aterciopelada. Desde octubre, había escuchado un par de veces que JungKook tendría que irse lejos por un tiempo. Sucedía que, por la actitud tan deshonrosa de Jeon JungKook, esa que hacía que gritara o que desde su habitación se pusiera a cantar canciones de Justin Bieber (y un montón de otros artistas), JungKook iría a un internado vacacional para aprender "modales"; lo cual, pregúntenle a quien sea, debería ser considerado tortura. Aunque JungKook alegó mil y una veces que era injusto y que sería demasiado aburrido, su padre dijo fuerte y claro:

     —No nos importa, en absoluto. Tú irás ahí, de lo contrario, no podré contigo. Tu mala actitud seguirá creciendo.

     Al fin de cuentas que JungKook puso demasiadas excusas para no ir. Sorprendentemente, antes que nada dijo: ¡Pero voy a dejar a TaeHyung solo! Sí, bueno. Usualmente él y yo pasábamos las vacaciones saliendo a tomar café o cocinábamos tonterías en su casa. Simplemente pasábamos el rato, y cabe destacar que, como mi cumpleaños es en diciembre, JungKook organizaba casi siempre una fiesta entre nosotros dos. No sé si a eso se le podía llamar fiesta, pero lo hacía. Nuestra amistad era tan fuerte, en el sentido más puro que puedas imaginar. Quiero decir, JungKook y yo nos conocemos desde que somos unas pulgas, nuestra amistad debía ser así sin importar qué.
 
     Cuando terminó noviembre, una semana antes de que las vacaciones comenzaran, JungKook se fue en autobús. Lo vi salir de su casa con una maleta y la bufanda roja que siempre me pedía prestada y nunca me devolvía; esa me la regaló él en mi cumpleaños hace algunos años. Desde el mismo momento que se fue, las cosas fueron demasiado extrañas; pues, se despidió solamente agitándome la mano. La verdad que no me enojó eso porque sabía que estaba muy molesto, y cuando JungKook estaba molesto no podía ni soportarse a sí mismo.

     Yo pasé mis vacaciones de invierno en casa; comiendo mucho, o poco, quién sabe. La verdad se me ha olvidado qué hice con exactitud. Por otro lado, en navidad mis padres llegaron temprano a casa, como siempre lo hacen en esas fechas y dijeron que iríamos a cenar con los Jeon, en ese momento incompletos, porque solo estaban los dos hermanos menores de JungKook y el señor y señora Jeon. Me sentí tan incómodo aquel día al tener a dos chiquillo mellizos molestando y preguntando sobre mis lunares, pero eso no me impidió escuchar de repente cuando, de manera conveniente, los padres de JungKook hablaban de él:

     —Creerás, amiga —dijo la señora Jeon hacia mi madre—, que JungKook nos ha hablado el otro día por teléfono y... fue irreconocible. Nos trataba de una manera interesante.

     Cuando caí en cuenta que JungKook podía hacer llamadas, realmente me ofendí mucho. Estábamos a unos cuantos días de mi cumpleaños, y si él no me llamaba de verdad iba a romper un código que nunca habíamos establecido pero sabíamos que estaba ahí. Es decir, ¿cómo no felicitar a tu amigo, a tu mejor amigo, en su cumpleaños?  
 
     —Ahora sí que se ha convertido en un joven de todo honor —mencionó el señor Jeon—. Tan educado, y como allá los obligan hasta a vestirse...

     La verdad es que dijeron muchas cosas de él, es solo que no todo tiene la relevancia indicada como para describirlo con exactitud. A mis adentros me reía, puesto que era totalmente imposible que JungKook tuviera una actitud similar, y se comportara de esa manera. Mi amigo no podía vivir, definitivamente, sin sus pantalones de mezclilla o sus playeras de color amarillo y rojo. ¡Quién lo diría! Kook nunca utilizaría esos dechados zapatos de vestir que el señor Jeon aludía que ya utilizaba, JungKook no podía vivir sin sus botas negras. Así que decidí irme muy tranquilo, pensando en que ellos solo estaban alardeando cosas que no sucedían, porque, ¿cómo podrían cambiar a mi mejor amigo así? ¡Boberías!

     Después de eso, no escuché nada más de JungKook, hasta la mañana del 30 de diciembre, el día de mi cumpleaños. Mentiría si dijera que no estuve toda la madrugada esperando a que JungKook me hablara, me mantuve pegado al teléfono, hasta que sonó; y cuando lo levanté, lo primero que escuché fue la voz más estúpidamente extraña del mundo:

     —Hola, ¿TaeHyung?

     Curiosamente solté una risa antes de contestarle. Pensaba que, por el lugar donde, estaba el hecho de no responder de una manera tan cordial, sería una falta de respeto. Así que le seguí el juego.

     —Hey... ¿Qué? ¿Te tienen amenazado?

     —¿Oh? ¿De qué hablas? —cuestionó de nuevo con la misma voz, haciéndome rodar los ojos. Dejando de lado su propia pregunta, siguió hablando—. Feliz cumpleaños, TaeHyung.

     Intenté hablarle después de eso, pero me cortó diciendo que lo lamentaba, que tenía que ir a leer porque la hora de lectura solo era a las 11:30 de la mañana. No entendí bien, pero me despedí de él y colgué el teléfono.

     Pero, definitivamente, yo no sabía lo que me esperaba. El hecho de que me colgara sin siquiera conversar por llanos minutos, no fue lo peor. Estábamos a unos siete u ocho días de entrar de nuevo a clases, y yo comenzaba a temer que Jeon JungKook de verdad hubiese cambiado en todo su trayecto de nuestra ciudad al internado. Fue mi sexto sentido hablando.

     El día que JungKook llegó, pocos días después de que yo cumpliera años, me senté en la banca de fuera de mi casa a esperarlo. La señora Jeon se había asomado unas veces invitándome a entrar para comer el pan cake que le hizo a su hijo de bienvenida; yo le dije que le esperaría afuera. De alguna manera me sentía esperanzado, emocionado, porque había sido un terror no estar con él, después de todo, JungKook y yo siempre habíamos convivido en las fechas decembrinas, y más aún en nuestras fiestas de dos. ¡Adivinen! El primer error fue esperarlo, porque cuando le vi llegar... Ni siquiera quiero describir lo que sentí en ese momento.

     —Eh...

    — Oh... TaeHyung. —Él me miró por debajo de unos lentes de marco redondo demasiado delgados—. Buenas tardes. ¿Cómo estás?

     Llevaba puesta una gabardina negra que le llegaba hasta la punta de sus tobillos, zapatos de vestir (que tanto decía que odiaba) y un pantalón negro, junto con una camisa blanca. Sí, Dios, una estúpida camisa, ¡JungKook odiaba por completo las camisas! Y además, su cabello estaba peinado recto hacia abajo, como un corte de coco, aunque no diría eso del todo, pues estaba considerablemente largo y partido hacia la mitad... ¡La mitad! No se hizo su partidura a medio costado. JungKook era otro tipo, por completo, simplemente parecía estar... Qué demonios, no "parecía", literalmente estaba todo cambiado.

     —Sí, bien... Tú, ¿qué...? ¿Qué demonios te ha pasado? —solté en el momento en el que se acercó a mí y me tendió la mano.

    Le importó poco. En cambio, me saludó cordialmente moviendo nuestras manos sujetas de arriba hacia abajo. Hizo una reverencia después y mostró una sonrisita.

     —¿De qué hablas? Soy el mismo de siempre. Entraré, mi madre debe de estar esperando.

     Como yo no me moví de mi lugar, él se fue. ¡Se fue así nada más! Me dejó ahí. Y ya. Ni siquiera le importó que yo me quedara sentado, preguntándome si no estaba soñando, o si él había sido abducido por alienígenas.

     Decir que estoy molesto dos días después de su llegada es poco. Pero, si te soy sincero, no aguanto a este nuevo JungKook. Lo peor de todo es que hoy es día de escuela, y no quiero saber qué demonios puede suceder.

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