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Capítulo 33

Capítulo 33: Jeon JungKook, y el porqué me gusta tanto.

Naturalmente llegó el momento de hablar con JungKook, quien se esmeraba en quedarse en casa. Pasé por mi casa a cambiarme en lo que me preparaba mentalmente para tener la charla -de lo bueno y lo malo- con JungKook.

     Así que me dirigía a la conocida casa de los Jeon, pensando en muchas cosas, pero principalmente en JungKook. En lo que, especificamente, me llamaba la atención de él. Probablemente ese lado cálido, esa mirada neutra que decía más que mil palabras. Quién sabe. Un mundo entero era lo que JungKook representaba para mí, un mundo de cambios repentinos.

     — ¡TaeHyung! —exclamó la señora Jeon mirándome desde la puerta—. ¿Hoy sí comes con nosotros? ¡No has venido desde hace semanas!

      Le sonreí vagamente a la señora Jeon, mirando de por medio aquella ligera preocupación. De hecho, era digno de preocuparse cuando solía pasar la otra mitad de mi día en la casa de ellos, pasando el rato con JungKook o jugando con los mellizos. Mis propios padres me habían preguntado si sucedía algo malo, e incluso mi papá comenzó a dejar comida preparada, encima de la estufa, cada mañana antes de irse al trabajo. Temían que estuviese "desnutrido" o algo así.

     — He estado comiendo en casa —digo vago—. ¿Puedo pasar a ver a JungKook?

     — Seguro, cariño. Sube, no ha ido a la escuela porque dice que está enfermo.

      Ella caminó hasta la cocina, perdiéndose entre las paredes y yo entré cerrando la puerta. Saludé a los mellizos de una y me dediqué a la cuesta arriba en camino a la habitación de JungKook.

      Ahora, como ya sabemos, mi mente es capaz de transportarme de un lugar a otro en cuestión de segundos. Me resultó totalmente increíble y un tanto hilarante que las palabras que perfeccioné, de repente parecían estúpidas. Qué gracioso; soy el mejor ejemplo demostrando que "pensar mucho" a veces es la cosa más retrasante del mundo. No siempre es malo, pero tampoco es bueno. Pensar de más causa problemas, analizar cada aspecto cuidadosamente, también. Porque quería todo perfecto. La realidad no era así. A veces simplemente todo estaría bien, a veces todo iría mal.

     Abrí la puerta de su habitación, encontrándome con un cuerpo cubierto por un gran edredón (lo cual era extraño), y los cabellos lacios salían apenas.

     — ¿Estás despierto? —pregunté entrando, recargando la espalda en la pared.

      — Depende de qué vengas a hacer.

      — Ah —suspiro, cerrando la puerta y dándome cuenta de su tonito—. Mi mejor amigo no va la escuela y... ¿Es raro que venga a verlo?

       Por un segundo, crei que él se iba a poner de pie. Pero no lo hizo. Jungkook permaneció recostado, moviendo su cuerpo en la cama hsasta que por debajo de colcha, sus ojos se asomaron, mirándome fijamente. Me acerqué un poco, recargándome de nuevo en el escritorio y suspiré.

    — ¿Éstas muy enfermo?

    — En realidad no tengo nada.

     — Te quedaste en casa por días —menciono confundido—. ¿Me dirás que fue por nada?

     Lo que buscaba era hacerlo hablar para poder sacar el tema que me interesaba. No tenía la menor idea de dónde sacar ese extraño tópico sobre nuestra relación, sobre lo que yo sentía e invitarlo a darme una respuesta. Todo pudo ser más fácil si hubiese aceptado aquella propuesta cuando él la presentó. Na, me gustaba de la manera difícil, de la forma extraña en la que todo había estado sucediendo desde aquel primer día, cuando lo vi salir con sus pantalones planchados y holgados.

      JungKook sonaba un tanto decaído, y no era para menos, probablemente estaba pasando por muchas cosas... Al igual que yo.

     —  Necesitaba pensar.

     Fijé los ojos en él, por un instante. Me daba la espalda, y ya había destapado la mitad de su cuerpo. Lo curioso era que él simplemente me contestaba como si estuviese durmiendo, pero no lo estaba. Es más, casi podía apostar que simplemente no quería verme a la cara. Crucé los brazos, soltando aire y mirando el techo por un segundo.

     — ¿Qué pensabas?

     — Pensaba en todo lo que ha pasado —responde aún en su posición—. En el internado, en San, en mí, en ti.

      Me senté en la cama, provocando que se exaltara por un momento, pero pronto terminó por olvidarlo. Yo seguía buscando aquella oportunidad, o esa entrada que me brindaría la conocida personalidad de mi mejor amigo. Sin embargo, nunca llegó, JungKook permanecía callado, casi sin prestarme atención.

     — ¿Vas a decir algo o simplemente verme mientras estás sentado? —pregunta sentándose también en la cama, dejando caer sus ojos en mí—. No creo que hayas venido para eso.

     — ¿Qué insinúas? —cuestiono jocoso.

      Él parece estar algo incómodo conmigo, así que me mira de arriba abajo, tumbándose una vez más en la cama, cubriendo su cabeza con el edredón.

      Bueno, no me lo tomen a mal. Entiendan que soy de efecto tardío en esas situaciones, no quiero actuar rápidamente porque me da miedo equivocarme. Era la primera vez que hablaría de aquello sin interrupciones de por medio, sin temor, sin que fuese una revelación novedosa. De paso, ni siquiera podía entender al tipo que estaba recostado a un lado mío porque él se negaba a dar el paso que yo, lamentablemente, tenía que dar.

     — ¿Por qué tengo que iniciar el tema yo? —suelta repentinamente.

     Sus ojos, que se mantienen desbordantes por encima del edredón, parecen un tanto divertidos con mi expresión. Por otro lado, sus cejas estaban arqueadas hacia abajo, permitiendo que la confusión se apoderara de mi propia percepción.

     — ¿Y por qué tengo que hacerlo yo? —respondo en contraparte—. Yo ya tomé el paso de venir contigo.

     — Has cambiado.

      Esas palabras vienen a mí, como una ráfaga de viento en pleno invierno. No era igual al verano. JungKook destapa su cuerpo de nuevo, dejándome ver cómo sus ojos me examinan el rostro, sin mucho cuidado y completamente atento a mí.

      No sé reaccionar ante eso. No sabía si tomármelo para bien o para mal. Resultado procedente, yo callado delante suyo hasta que lo veo ponerse de pie, caminando hasta su ventana, quizá intentando evadir el momento. Fue un ambiente de incomodidad, combinado con los típicos miedos del romanticismo adolescente, así que mi estrés fue tal, que terminé echando la cabeza sobre las almohadas de mi amigo. Ahí yacía, sin saber una vez más cómo reaccionar. ¿Esa clase de estupideces seguirían pasando? Yo tan solo quería una respuesta: sí, no.

     — Pero eso es bueno, TaeHyung.

      Él sigue hablando, como siempre lo ha hecho. Jeon JungKook, extrovertido o introvertido, era difícil de comprender. Un JungKook que se parecía tanto al viejo, y al contrario, era completamente uno nuevo. Una fusión entre exactamente lo que odiaba, y lo que amaba... Pensé, ¿era "odiar" lo correcto?

     — Ahora me dices lo que piensas —habla de nuevo—. Cuando San llegó, tú...

       Ahí vamos de nuevo. Yo, cerrando los ojos, me sorprendí al escuchar aquel nombre. Y quise cerrarme a escuchar. No tenía ganas de prestar atención a aquello. Pero... Rompí el esquema. Entendí... ¿Cómo puedo pedir atención, si no se la brindo a nadie más? Abrí los ojos, observando a JungKook que me miraba de pie desde su ventana.

     —... Empezaste a ser más... Confiaste más en mí —suelta eso, como si las palabras llegasen del cielo—. Jamás me dijiste cómo te sentías hasta que todo esto vino, jamás fuiste tan abierto, tan... Sincero conmigo. Y cambiaste en eso. Pero estoy feliz. Me gusta que me digas cómo te sientes porque parece que tú por fin tienes esa valentía y confianza de decirme. Estoy orgulloso de ti.

      Es extraño romper con una rutina y ver que, en realidad, llegó a parecer una cadena que te imposibilitada conectarte de la manera correcta con la gente a tu alrededor.

       Mantuve una expresión neutral con él hasta que cerré los ojos, pensando en qué estaba sintiendo. Estaba feliz. Sí. El temor se desvanecía, sí. No obstante, algo se ocultaba más dentro de mí: un sentimiento no tan nuevo pero bastante reciente, que crecía. El amor, justo igual de hermoso que una bella rosa, igual de doloroso que las espinas; y las personas lo siguen plantando, y regalándolo, pues vale la pena una pinchada con tal de ver aquella hermosa flor.

      Pude sentir el cuerpo de él recostarse sobre la cama, pero no me digné en abrir los ojos. Tan solo quería congelar el instante, el sentimiento. Actúe como siempre lo había hecho ante esas situaciones, eso jamás se transformó, que mis temores iban y venían al instante.

     — Estoy feliz de tus cambios —dice suavemente, lo escucho más cerca—. ¿Tú qué piensas de los míos?

      Abrí los ojos. Me topé con el techo. Ese techo que alguna vez observé en una noche de películas, videojuegos, mientras los mellizos saltaban en la cama. Y después, me topé con esos orbes tan conocidos; unos ojos que lucían tristes y curiosos, y que examinaba cada expresión mía, mientras nuestras cabezas se recostaban en la cama.

     — Los odié —dije sinceramente—. Los cambios traen más cambios, pensé que tú... Tú y yo... Todo cambiaría. Nosotros...

      — Lo hicimos.

      — ¿Qué?

     — Cambiamos.

     Mis ojos pestañearon un poco sin poder entender aquella fina expresión, que se balanceaba entre curiosa y melancólica, JungKook parece estar por sonreírme, pero no lo hace. Yo lo miro de lado a lado, sin poder responder, hasta que formulo algo idiota, solo a medias.

      Un pensamiento del alma... Algo así.

      — De verdad me gustas mucho —digo.

     Él se acercó a mí y me besó. Fue así de sencillo. Tomó mis mejillas, y nuestros labios se unieron. No sé describirlo, pero fue tan único, tan especial. Fue como descubrir una nueva parte del mundo, como era de esperarse, mi corazón se aceleró, y quizá mis mejillas se volvieron rojas. No fueron poco más de algunos segundos, que fueron suficientes para abrir mis ojos y toparme con sus pestañas y su piel que, en realidad, jamás tuve más cerca.

      Entonces terminó. Él se separó de mí. Y entonces, dudé. Dudé de lo que sucedía, dudé de sus palabras y de mis conclusiones. Era pequeño, muy en el fondo, un sentimiento que presionaba mi pecho.

     — ¿Te gusto también, JungKook?

      ¿O solo estoy por descarte? ¿O quieres averiguar si el sentimiento sigue ahí? ¿O temes hacerme daño? No salió de mi boca aquello.

      JungKook abrió su boca, aquellos labios que habían estado junto con los míos hacía segundos lucían tan novedosos y relucientes ante mis ojos. Él no habló, no respondió. Cerró la boca, sin decir nada.

      Un cúmulo de sentimientos buenos y malos me invadió. Como una gran bola de nieve que se juntaba, y cada vez era más destructiva. El monstruo de las inseguridades, comiéndome por dentro.

     — ¿Recuerdas que me dijiste que si necesitaba tiempo...?

      — Sí. Lo recuerdo.

      — Ya sé que he tomado demasiado para pensar pocas cosas —suelto divagando—. Pero ahora...
   
     — TaeHyung... Lo que necesites.

      Ese día, entendí algo... Los cambios pueden ser buenos o malos, pero al final de día, son solo eso... Son solo cambios. Y son parte de todo y de todos. Evitarlos es solo retrasar el problema, empeorararlo. Pero resolvería eso, incluso cuando, implícitamente, JungKook me dijo que yo le gustaba también.

     

      

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