Capítulo 25
Capítulo 25: narra desgracias, por si la cosa no pudiese estar peor.
¿Arrepentirme? No. Por primera vez en mis años de existencia, hacía justamente lo que mi mente y corazón marcaban. Lo curioso era que ambos estaban de acuerdo, mi corazón deseaba decirle a JungKook, al igual que mi mente, mis amigos también lo pensaban y no sé si era cosa del destino, del cielo, o de alguna fuerza sobrenatural, pero todo pintaba a salir muy bien. Un completo error. Terrible error, de hecho.
Así que me troné los dedos en un puño, agitando mis manos, mientras miraba de frente la puerta de la casa de JungKook. Como pensando lo que diría, si la idea era completa, si la cosa era sincera, si tenía sentido. Pero, de nuevo, recordé que la mayoría de mis sentimientos parecían no tener sentido alguno. Golpeteé la puerta unas cuantas veces, hasta que vi salir a la señora Jeon. Dentro, podía escuchar varias voces y a los mellizos corriendo por la casa.
— Yo... Buenas tardes señora Jeon. ¿Puedo hablar con JungKook?
— Hola, mi vida —me dice ella sonriéndome. Estira su mano hasta dar con mi mejilla—. JungKook está ocupado ahora. ¿Vas a cenar hoy con nosotros?
— Ah —digo, sellando mis labios pero volviendo a abrirlos—. No quiero molestar, puedo cenar algo en mi casa y-
— Mamá, ¿es TaeHyung? —puedo escuchar a JungKook gritar desde dentro—. ¡Dile que cene hoy con nosotros, por favor! ¡Desde hace una semana se mantiene comiendo sopa instantánea!
Maldita comida, maldita hambre. La señora Jeon me sonrió, satisfecha, y me tomó del brazo como jalándome para poder entrar. Lo primero que percibo es ese olor tan característico a carne que me gustaba, el sonido de los mellizos corriendo a abrazar mis piernas por un segundo para después irse. Pero no me toma mucho tiempo ver al señor Jeon, y saber que había alguien más en la casa. De pronto, sin poder pensar mucho, observo a JungKook salir de la cocina.
— Hola —hablo.
Y como era de esperararse, el baja las cejas confundido.
— ¿Hola? —me responde con media sonrisa.
No pude dar ninguna explicación sobre mi increíble gesto, porque de un momento a otro, mis oídos reconocieron el mal tono de voz que se cargaba alguien a quien, específicamente, no quería ver en ese instante.
— JungKookie, ¿quién...? —San salió de la cocina, topándose con mi mirada, y alejándose de inmediato de JungKook—. Eh, hola, TaeHyung. Es un gusto verte de nuevo.
Sí, podría agobiarlos con todo el proceso de cómo me di cuenta de lo que sucedía, también mi enojo ligeramente irracional con JungKook por no decirme aquello, simplemente para estar prevenido; (el cómo me di cuenta que yo no debía pedirle explicaciones a él, también fue destacable). Me encantaría contarles lo incómodo que fue cenar al lado de San, y tener que conversar con todos. Y cómo discutí con JungKook a escondidas, porque no me avisó de nada de eso, ya que yo no tenía la intención de quedar como entrometido; para que después me respondiera que sí me lo dijo esa misma tarde al regresar de la escuela.
Lo que sí puedo decir, es que las cosas apenas iban tomando el rumbo más memorable y posible de la situación. JungKook estaba bastante callado a comparación de otras veces, la señora Jeon reacia a hablar con San, los mellizos admirando al mal intento de inglés, y el señor Jeon haciendo preguntas para aligerar el tema. Pero, lo peor de todo, fue el mismo instante en donde, sin saber cómo, ya iba subida arriba con mi mejor amigo y la peor persona del mundo.
— Oye —le solté a JungKook bajito, en el oído—. Tengo que hablar contigo de algo importante.
Y si creían que yo estaba dispuesto a abandonar mis planes, no era así. La decisión estaba tomada, las cosas transcurrieron de una manera poco favorable... Sí. Eso no me detendría... Mis sentimientos tendrían que salir sí o sí aquella tarde.
JungKook abrió la puerta de su habitación, dejando entrar a San, entonces metió la cabeza al cuarto y lo escuché decir:
— Aguarda un momento, tengo que hablar con TaeHyung de algo importante.
Y cerró la puerta con desinterés.
Entonces así sería, fácil: empezar con tranquilidad y después de explicar que toda nuestra relación amistosa realmente, mi vida entera, significó mucho más, excusar mis acciones y finalizar con esa extraña frase que me resultaba difícil de entender. Me gustas. Tan complicado el entender cómo dos simples palabras eran un embrollo de emociones que debían explicar todo lo que mi corazón sentía. ¿Era suficiente decir eso? No. Aunque tampoco lo haría un mar de cursilerías, porque en caso de ser rechazado, quedaría como idiota.
Dejé caer mis palmas en mis costados y tomé una bocanada de aire, para soltarlo. Y comencé:
— Y-
— JUNGKOOK, POR EL AMOR DEL CIELO, SE ESTÁN QUEMANDO TUS BROWNIES, SI NO BAJAS AHORA LA CASA OLERÁ A MIER-
Esa voz grave y estruendosa característica del señor Jeon, me despertó de mis pensamientos. Miré a JungKook con desdén, él simplemente cerró los ojos, como si la cosa fuese peor. Lo era, en verdad. Aunque después de un segundo, sus ojos se posaron en mí y alzó las cejas, junto con su dedo índice.
— ¿Aguardarías un momento, Darling?
"Bueno... Quería decirte que siento muchas cosas por ti, que me gustas, pero supongo que los brownies son prioritarios", ideal.
— Seguro, te espero. No te apresures tanto.
Cuando lo vi bajar las escaleras, me sentí tan incrédulo al imaginar que de mi haber sido por ese grito, mi confesión ya estaría por terminarse. Por un momento me sentí agobiado, y de todas maneras quería continuar. Recordé que había alguien esperando dentro de la habitación, y preferí no tomarle mucha atención a San mientras estaba ahí, pero temía que él escuchara por la puerta. Me asomé por un segundo dentro del cuarto, topándome con un San curioso observando las fotos pegadas en la pared de JungKook.
— Bastante lindas, ¿no? —pregunto dando un paso dentro del cuarto. Él me mira un segundo, confundido—. JungKook fue a revisar los brownies. Va a tardar un poco.
— Sí, lindas fotos —dice él, quitándome los ojos de encima—. En todas estás tú. Más bien... Son fotos solo tuyas.
Me acerqué un poco, con temor y recelos, para ver a lo que se refería. Ciertamente conocía la pared de JungKook, y sabía qué tipo de fotos estaban ahí. Como él no era un entusiasta de las fotos, realmente no teníamos muchas a una edad considerable. Pero cuando éramos niños, la madre de JungKook casi siempre nos obligaba a tomárnoslas. Observé la pared, con fotos mías donde apenas se le veían los ojos a JungKook, o sacaba la cabeza, o cubría tu rostro.
— Odia las fotos.
— Lo sé —me responde obvio—. Tuve que rogarle por una.
Por alguna razón, el ver esas imágenes me hacía sentir más reprimido por no poder soltar de una vez lo que sentía. Llevé los ojos hasta San, que curiosamente observaba la habitación con sumo cuidado. Me cansé de esperar algo de él, porque uno llegaría a pensar que aquella extraña tensión podría sentirse de ambas partes, sin embargo, San daba una apariencia tranquila, civilizada.
— Lamento no llevarnos bien desde un principio, San.
No supe de dónde salió eso, así que solo rasqué mi nunca al escuchar mis propias palabras. Él me observó, confundido, aunque rápidamente cambió ese sigilo por una sonrisa. En algún punto dio unos pasos ligeros hasta donde yo estaba. Jamás me moví de mi lugar.
— Yo no, en realidad, TaeHyung.
Si a los engaños dieran premios, él hubiera varios ya ganado. Él avanzó casa vez más cerca, como queriendo encerrarme, pero no lo dejé. Me mantuve quieto, sin moverme un solo centímetro.
— ¿Crees que no me he dado cuenta?
— ¿De qué?
— Como si no fuera obvio —ríe, tranquilamente en un tono de película—. Te gusta JungKook.
No estaba tan sorprendido como, idealmente, debiera estarlo. Aunque, de igual manera fue suficiente para ponerme nervioso. Si San tenía la más mínima idea de aquello, ocultarlo era la opción estúpida por la que yo no debía optar. Al parecer todos sabían que me gustaba JungKook, excepto el mismo JungKook. Seguía sin entender, eso sí, cómo es que los demás son capaces de notar mis propios sentimientos.
Miré a San con aires de desinterés y suspiré.
— Sí, me gusta, ¿y qué? ¿Te asusto?
Él me miró insatisfecho. No sé distinguía ni una mínima capa de inseguridad en él, de pie enfrente mío mirándome como si yo estuviese diciendo bobadas.
— ¿Asustarme? Más bien, me haces sentir peor, TaeHyung.
Cuando empecé a ponerme nervioso fue el instante en el que su mano cayó en mi hombro. Los dos estábamos de la misma estatura, y yo reacio a moverme de mi lugar con él negándose a detenerse, avanzando a mí.
— Siempre quiero lo que no puedo tener —menciona suavemente—. Y al principio ese algo era JungKook, pero ahora...
— Es mejor si no lo dices, idiota.
Por alguna razón (llamada estupidez), me vi en la imposibilidad de moverme y él seguía paseando sus manos por mis hombros. Quizá era ese sentimiento de rivalidad y desagrado que me impedía mostrarme del todo nervioso, no lo supe muy bien en ese momento.
— JungKook siempre hablando de ti, me hartabas —dice suavemente—. Qué interesante giro, ahora quiero pedirte que abras los ojos por quien en realidad se interesa en ti.
Esas palabras fueron suficientes para empujarlo lejos mío. Él se separó con media sonrisa en la cara, una ladina muestra de sus perfectos colimillos y su dentadura bien cuidada, fue lo que en realidad me hizo odiarlo. Pero estaba tan enojado que se me dificultaba procesar toda la información que me decía.
— Si él no te gusta, entonces déjalo en paz y ya, San.
— Te dije que siempre quiero lo que no puedo tener —lo miro sentarse sin culpa en la cama de JungKook—. Eso los incluye a ambos, ahora.
La puerta se abrió, dejando ver a un JungKook tranquilo y calmado, que sostenía un platillo lleno de brownies. El ambiente denso me hizo mirarlo con mis cejas sumidas y cuando JungKook puso los ojos en mí, y posteriormente en San, soltó:
— ¿Está todo bien?
Incrédulo, con mi corazón latiendo con fuerza, caminé hasta JungKook, dejándolo de lado y saliendo con demasiados sentimientos incontenibles.
— Tengo que irme.
— Dar- —le escucho decir. Aunque alcanza a tomar mi brazo antes de dar un paso hacia abajo—. ¿Qué sucede? ¿Discutieron o algo?
Sabía que decirle era la opción. Pero era imposible hacerlo, mi mente no estaba clara de nuevo. Había podido salir de un estúpido problema y otro entraba a mi vida, en un movimiento en falso. Podría ser celoso, admitir que JungKook me gustaba era un dolor de culo, pretender decírselo también, yo era hablador y sobretodo, un tanto egoísta, pero jamás, jamás un jugador.
— Recordé que tengo que hacer algo.
— ¿No quieres contarme? ¿Tae, qué sucede? Confía en-
— ¡No! —grité irritado—. ¡No tengo ganas de hablar contigo ahora! ¡Quiero irme!
Nunca mentiroso, manipulador o idiota insensible. Nunca alguien como San.
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