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⚜️ Capítulo 1 ⚜️

Un nuevo rayo del amanecer se coló por las rendijas de una ventana y llegó hasta el rostro de un omega que dormía entre cobijas desgastadas. Este enseguida se despertó sobresaltado, sudoroso y con falta de aire. Había tenido una de sus recurrentes pesadillas, su pecho hincaba y sus labios resecos imploraban por hidratación. Suspiró con una mano en su pecho y se dignó a levantarse aunque todo le temblara, de todas maneras estaba acostumbrado a vivir estas sensaciones cada vez que despertaba, por lo que aún atontado toma curso a lo que sería otra rutinaria mañana.

Miró con desdén la hora en aquel viejo reloj de pared que colgaba en esa humilde habitación, el cual marcaba casi las siete, y gesto que le bastó para recordar su realidad. Tenía que apurarse si no se quería retrasar, así que sus pies tomaron la voluntad que le faltaba a su ánimo y corrió en dirección del baño. Por suerte solo tenía que dar dos zancadas para llegar, y reía internamente cuando su loba le susurraba que era la única ventaja de su lamentable estado financiero. A Kira le encantaba ser sarcástica pese a la burbuja de miedo y desconfianza en que se encerró desde hace ocho años.

Pero antes de cruzar el umbral del baño, sus ojos se desviaron hacia la silueta pequeña de una niña, y el omega sonrió. Esa era su inyección de dopamina que le impedía bajar la cabeza ante su pasado oscuro, y no necesitaba nada más. Aunque la casa, o mejor dicho, la choza en que vive se le caiga encima y siempre tenga que huir.

—Rayos Park, de nuevo se rompió la caldera...

En un dos por tres, el sonido del agua correr invadió la estancia en su totalidad, pero lo que más sobresalió fue la maldición del omega cuando se introdujo a la ducha y su piel tuvo una contracción por el agua helada que salía de esta. Igual, eso no le importó y procedió a empaparse para luego enjabonarse.

Como todos los días, ese omega llamado Park Jimin, de cabello negro, piel de porcelana, rostro delicado con ojos avellanados y rasgados, labios carnosos, sumamente bello a pesar de su aspecto descuidado, y que actualmente tiene la edad de veintiséis años, salió de la ducha envuelto en toallas como alma que se la lleva el diablo y se vistió con lo primero que encontró. En esta ocasión con un pantalón gris de mesclilla desgastada que ocultaba su silueta al ser tan ancho y una enguatada de color negro con capucha y como dos tallas por encima de la suya. Este era su estilo común, a parte de no tener mucho dinero, el pelinegro siempre buscaba pasar desapercibido y por eso escondía sus atributos bajo capas de ropas holgadas.

Las puntas de su cabello aún escurrían gotas de agua cuando terminó de cubrir su torso, no le importaba peinarse o que este siguiera húmedo, en verdad sus segundos eran contados como si viviera en una maratón interminable. Caminó uno o dos pasos desde el pequeño escaparate a la camita personal donde la niña aún dormía plácidamente y la observó con esos sentimientos encontrados que siempre surgían cuando delineaba su precioso rostro. Park Somi, de siete años, era la luz de su existencia, pero al mismo tiempo un recordatorio constante de su pasado. Aún así, no empañaba el amor que le tenía, el omega estaba dispuesto a dar su vida a cambio de la suya, y por eso sonrió en lo que rozaba esa tierna carita con la yema de sus dedos.

—Somi, bebé —susurró deleitándose con la paz que desprendía la pequeña— Cachorrita, es hora de despertarse para ir a la escuela —canturreó y le besó la frente logrando que aquellos luceros galácticos poco a poco parpadearan.

El chico acentuó más su sonrisa y se reincorporó para ponerse en función, la destapó mientras carcajeaba porque su nena era muy remolona, le expresó los buenos días y dio media vuelta cuando la vio despertar por completo para ir a preparar el desayuno. Ellos vivían en un cuarto que tenía incluido un pequeño baño y la mini cocina, eso era todo. Un espacio relativamente amplio, pero cuatro por cuatro con dos ventanales, la puerta principal, las dos camas, aquel destartalado escaparate y un televisor obsoleto colgado en la pared de frente a donde dormían. Era todo lo que Jimin podía permitirse. No obstante, a su hija no le faltaba nada esencial y siempre trataba de complacerla para que tuviese una infancia feliz, ajena a todas las desgracias que lo perseguían.

—Papi, hoy es mi ingreso a los niños exploradores —dijo la cachorra entre bostezos.

—Ya lo sé pequeña, tu uniforme explorador ya está listo y planchado esperando por ti —le respondió de espalda a ella mientras llegaba a la nevera y escuchó como corrió al baño.

Su bebé estaba que rebosaba de alegría, pues su primer sueño se cumpliría y eso le daba ánimo al pelinegro quien tarareando una canción agarró dos huevos y una cartón de leche, lo que una opresión en el pecho le nació borrándole la sonrisa cuando notó la falta de alimentos en la nevera.

¡Mierda!

Su jefe le debía ya dos meses y él estaba a punto de quebrar. Si este seguía con esas excusas baratas que le daba, tendría que salir a zapatear en búsqueda de otro trabajo.

¡Ya no lo soportaría más!.

Jimin llevaba un año trabajando en una floristería en el centro de la capital de Marruecos, amaba estar rodeado por ellas, pero su empleador era un explotador asqueroso. El señor Mohamed conocía de la necesidad de él y se aprovechaba, desde el horario inadecuado que tenía hasta su miserable pago cuando el omega se encargaba de todo; y para colmo, era una lucha constante que le pagara sin retraso o que no le descontara por cualquier bobería. Es por eso que su rostro se tensó mientras prendía la estufa y colocaba la sartén, no iba a poder presenciar un día tan importante para su cachorra. Se negaba a darle más motivos al oportunista de Mohamed, aunque imaginarse el rostro desilusionado de Somi le partía el corazón con antelación.

Y esa era su triste realidad.

Por lo que negó cabeceando y resignándose, notó que ya el aceite en la sartén humeaba, chocó sus cincos mentalmente y agarró el primer huevo para echarlo a freír, pero en ese instante su mundo se congeló. Un timbre desconocido para él, que sonaba muy bajo o lejano, hizo que todas sus terminaciones nerviosas se contrajeran y que tanto sus ojos como sus labios se expandieran por puro terror. Jimin pudo identificar de donde provenía y deducir que era, claramente sonaba el timbre de una llamada entrante de un celular, sin embargo, nunca había escuchado ese tono y eso prendió todas sus alarmas. Llegó el momento que por ocho años evitó y rezó para que nunca sucediera. Su aliento se esfumó, estaba perdiéndose en un mar de pánico, su hija salió del baño y el huevo que yacía en su mano se resbaló hasta impactar contra el suelo.

Era la hora de huir...  otra vez...  pero al parecer ahora sí existía un riesgo real.

—¿Cómo me veo, papá?.

La angelical voz de Somi perpetuó el silencio tortuoso que cayó en la habitación, y aún así, el omega no la escuchó. Sus pies tomaron vida propia y lo trasladaron hasta donde el sonido cada vez era más aludible. Así como los decibeles subían de nivel mientras se acercaba al escaparate, su corazón latía desenfrenado, y la cachorra se percataba de que algo andaba mal, optando por quedarse quieta. Lo cierto era que la niña se educó mucho mejor de lo que esperaba Park, era muy madura e inteligente, quien sin ser consciente también fue entrenada para el momento de la verdad.

🎶~ring... ring...ring~📱

De un maletín escondido en el fondo del escaparate, provenía aquel sonido que el omega sabía lo que lo provocaba. Era una maleta de mano pequeña y de color negro con cortas asas para agarrar, cubierta de polvo, que el pelinegro nunca tocaba aunque sabía lo que contenía y el porqué estaba allí. Es por eso que el desespero reinó cuando abrió de par en par el guardarropa, terminó arrodillado trasteando el zíper y con su alma erizada agarró aquel móvil desechable de teclas que estaba destinado a solo recibir una llamada.

—Hola...

—¡Jimin!.

—¿Hobi...?

—La madriguera de Suga fue saqueada, estás expuesto Park... Llegó la hora de activar el plan de contingencia.

—¿Qué? —un nudo en el medio del pecho lo silenció y sus ojos se cristalizaron— Pero... —y el pelinegro fue interrumpido cuando tan siquiera era capaz de pensar.

La mente del omega era un lienzo en blanco.

—Park Jimin, esto es real y debes correr, estoy seguro de que él está detrás de todo —cuando esa voz aguda se escenificó otra vez, el interruptor que se había apagado en su cerebro por la conmoción, se volvió a prender y recordó que quien le hablaba era su ángel guardián, el cual extrañaba por no verlo desde hace años.

—Bien, entendido —refutó entre suspiros entrecortados— ¿Qué prosigue?.

—Seguro tienes conocimiento de lo que está dentro del maletín. Utilízalo todo para correr. Tienes 24 horas para llegar al faro del fin de la tierra en Galicia, ahí te estaré esperando durante ese período... —hubo una pausa de unos segundos— El reloj no se detiene, Jimin, si llega la hora cero sin que te vea, creeré que él ya te atrapó —y la llamada se colgó.

Un sollozo de su parte se escenificó, algo lo poseyó al instante, que aunque las lágrimas comenzaron a brotar, se levantó ante la ingenua mirada de la niña y extrajo el maletín colocándolo en la cama más cercana a su posición. Enseguida lo visualizó todo, respiró profundo y sacó la muda de ropa que habitaba en él, era una camisa básica de puño blanca, con un traje de alta costura negro, una corbata del mismo color y unos zapatos de vestir de cuero. Lo desdobló alzando su antebrazo con el calzado en la otra mano y ladeó su mirada hasta el fondo del maletín.

¿Sería capaz?.

—Papi...

¿Por su hija...?

¡Sí!.

—Cariño —con cuidado colocó el atuendo en el colchón mientras llamaba la atención de la menor — ¿Recuerdas ese vestido lindo de seda negra que te compré en tu cumpleaños? —y le preguntó al alcanzarla.

La niña confundida asintió.

—¿El qué no se puede usar sino es para una ocasión especial?.

—Ese mismo mi vida, pero llegó el momento y necesito que te cambies —explicó Jimin sujetando sus manitos y depositando otro beso en la frente para ir en persona a buscarlo.

Todos los años le compraba a la pequeña un vestido de lujo dependiendo de la talla que usaba en ese momento y los cuales estaban destinados para cumplir con el plan que Jung Hoseok le orientó cuando dio a luz en Tailandia, de hecho, fue la última vez que vio aquel enigmático omega que le salvó la vida y que tanto admira, aunque este último se las arreglaba para siempre estar en contacto y protegerlos.

—¿Papi y la escuela, mi coronación como exploradora? —esa frase fue como un freno de mano para Jimin quien estaba a centímetros del escaparate.

—Lo siento cachorrita, pero tenemos que irnos...

—¿Es por ese monstruo de tus pesadillas? —volvió a cuestionar Somi, sin exigir que ella estaba desconcertada como niña al fin.

Eso provocó infinidades de emociones que se arremolinaron todas en un gran nudo en su estómago, tuvo que levantar la cabeza al techo, cerrar los ojos para no llorar en lo que ahogaba un sollozo y dar gracias a que le daba la espalda a su hija para que no fuera testigo de su estado.

—S-si...

Su voz se quebró en ese monosílabo, pero no impidió que el omega siguiera con la misión. En un dos por tres se recompuso y trasteó en las pocas perchas que sus ojos captaron, tomó el famoso vestido y otras mudas de ropa, tanto para la cachorra como para él, y regresó al pies de la cama donde descansaba el maletín. Su sistema cayó en una debacle automática, su interior no sentía, no escuchaba ni pensaba nada, Jimin solo era dirigido por el instinto paterno y de sobrevivir. Así que ajeno a lo demás, extrajo todo lo de la bolsa y comprobó la lista para que nada faltara.

Primero, tomó aquel sobre amarillo donde sabe de sobra que están los documentos que necesitan, un par de pasaportes diplomáticos falsos, pero muy bien elaborados, como también una autorización de viaje para la menor y la de portar armas de fuego conjunto a una licencia internacional de conducción para él, bajo el nombre de otra identidad. Luego, detalló un estuche tipo neceser color carne y lo desabrochó para comprobar que aún poseía el fajo de diez mil euros, suspiró de alivio y en cámara lenta trasladó sus ojos hacia el fondo de la maleta. Una hermosa Golck 26 plateada y una caja de municiones iluminó ese maletín por muy pequeña que fuera esa pistola en particular.

¡Park Jimin estaba preparado para la guerra contra el innombrable o sus secuaces!.

—Vístete Somi, en cinco minutos nos vamos.

Le entregó la percha a la pequeña quien asintió sin cuestionar, giró hasta la cama agarrando de nuevo ese controversial artefacto digital y desechable, lo estrelló contra el piso sobresaltando a la cachorra que aún así siguió en silencio y lo aplastó con el talón de su pierna derecha mientras que su manos se agilizaban coordinadamente para guardar todo lo que regó en el colchón.

En un cerrar y abrir de ojos, el omega ya estaba vestido junto a su hija y listos para decirle adiós a Marruecos.

—¿Confías en papá? —preguntó arrodillándose a la altura de Somi, esta asintió— Entonces no te despegues de mí y haz todo lo que te diga sin protestar —espetó con terciopelo y calma en su voz, mientras que tapaba la cabeza de la pequeña con un turbante.

Al tener la confirmación de su princesa, sonrió a pesar de todos esos sentimientos malignos que lo atacaban, se levantó, tomó su pañuelo y cubrió todo su rostro con él obviando por supuesto el área de sus ojos avellanados. Suspiró preparándose mentalmente con la mirada perdida en la salida de esa choza y entrelazó su mano derecha con la de su hija, Park Somi.

—¡Nos vamos!.

«Corre, Jimin, corre que no quiero ver a ese alfa»

Y con su loba Kira que al fin hizo acto de presencia, se esfumó dándole un adiós a la ciudad que lo acogió por dos años.

~Cobarde~

«Jimin, no seas irrespetuoso, sabes que ese alfa es muy fuerte para la voluntad de esta vieja loba»



Primer capítulo y la aparición de uno de nuestros protagonistas, quiero señalar que el texto dentro de «...» pertenecerá al diálogo de los lobos ya que aquí también tendrán voz, pero recuerden que eso es como un pensamiento y que por este motivo el personaje le responderá, donde también lo distingo con (~).

(Una idea de como es Jimin, más o menos me inspiré en esta imagen al crear su apariencia)
¡KATH!

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