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O2. Odio.


( Capítulo O2 : Odio )

     Cuatro letras, tres vocales, dos consonantes, una palabra.
     Significado: Antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea.

     El odio es necesario en ocasiones.

La pequeña y lluviosa ciudad de Forks rara vez veía rostros nuevos, especialmente en el instituto local. Era un día típico de octubre, con el cielo grisáceo y la llovizna constante cubriendo el campus. Los estudiantes se movían perezosamente hacia sus clases, envueltos en abrigos y bufandas, deteniéndose cuando un nuevo estudiante se estacionó en la entrada de motocicletas.

     Constantine había pisado una escuela hace bastante tiempo, después de la correccional solamente tomaba clases en casa gracias a sus padres que pagaban tutores particulares, quienes duraban unos cuantos días antes de renunciar.
     Por lo que al llegar a un lugar donde se encontraban demasiados adolescentes, quiso volver a subir a su motocicleta y largarse de ese pueblo, solo un nombre detenía eso y era Elena.

    Le había prometido intentar volver a integrarse, ignorar el elefante rosa en medio de la habitación e intentar ser el mejor hermano que ella tendría; suspiro y acomodó la motocicleta, una versión que llamaba de más la atención y por la cual varios alumnos le miraban con curiosidad al no conocerlo. Inhaló el aire frío y frunció el ceño, aquel lugar seguramente olería a adolescentes idiotas.

     Con pasos determinados caminó dejando atrás la motocicleta, recordó que tendría que pasar a dirección para tomar su horario, aquel en donde vendrían las horas y su mayor sufrimiento.
Entró al edificio, observando a muchos estudiantes caminar rápidamente y reír con amigos, les miró en silencio y caminó ignorando a todo aquel que le diera más de una mirada rápida.

Aunque fue algo muy corto el trayecto que estuvo solo, pronto una chica de aspecto risueño, de cabello negro se colocará frente a él, las gafas se le caían por la nariz y casi quiso reírse al verla.

—¿Hola?—la joven le hablo, con las mejillas encendidas y casi formulando un enorme signo de admiración en su cara—. Soy Ángela, me han dicho que tenía que presentarte en la dirección y acompañarte si es necesario...

Las palabras fueron borrándose al momento que le miró, los ojos grises eran tan fríos que casi podían congelar lo que tocaran; era como medusa solo que hombre y sin dudarlo, más guapo.

Ángela le miró casi embalsada, a lo que le frunció y el ceño.

—Estoy bien.

La voz fue gélida, como si un rayo le pasara por todo el cuerpo de la mala manera, rápidamente la joven huyó asintiendo y pidiendo miles de disculpas, sin dudarlo Constantine sonrió engreído.
Continuó su camino dirigiéndose a la dirección, gracias a las indicaciones de su hermana que había cursado hace años en ese instituto.

Elena al ser parte de la comisaria le habían dado un plazo más largo para asistir y "recuperarse" de su integración a la sociedad, por lo que ver una sonrisa feliz y una bienvenida amable de la señora tras el escritorio de metal no le sorprendió.

—Es mejor que estos días intentes ser mejor, jovencito—La mujer le murmuró entregándole una hoja pequeña que contenía su horario y un mapa sencillo de cada edificio—. Bienvenido, esperamos que puedas pasar un buen rato aquí.

Gracias.

Cuando observó el pequeño papel lo memorizó rápidamente, al igual que el mapa que desechó al salir de la oficina. A primer hora tenía lengua y después biología, suspiró hastiado y meditó la posibilidad de no ingresar a clases, Elena ni siquiera se enteraría.
De repente como si la hubiera invocado, vibró su teléfono, del bolsillo extrajo un pequeño móvil plateado, al abrir la tapa el nombre de su hermana marcaba en la pantalla.

"Ni estés pensando en no entrar a clases, me enteraré"

Chasqueó la lengua y cerró el móvil, con una mirada rápida a su alrededor se orientó y caminó a su primer hora en aquel lugar.
Que alguien cree una palabra peor que el aburrimiento.







    Cuando pasó el primer minuto dentro del aula, sentado en uno de los tantos asientos, Constantine sintió que todo se volvía más aburrido con cada segundo. El lugar estaba lleno de estudiantes que lo observaban como si quisieran conocer todos sus secretos, excepto por una chica rubia con mirada cobriza, cabello dorado como el sol y rasgos delicados; era, sin duda, demasiado hermosa, como una estrella de cine.

     La observó durante dos minutos antes de que ella le devolviera una mirada aburrida y seria, lo que le hizo levantar una ceja y mirarla con mayor detenimiento. La chica solo parpadeó una vez antes de apartar la vista, indiferente.

     Más allá de ese breve intercambio, no hubo nada que Constantine pudiera recordar de esa primera clase. Los temas que el profesor abordaba eran triviales para él, ya que, gracias a los tutores privados que Elena contrataba, los conocía de memoria. De hecho, podría decir que el profesor cometió un error.

     Aquel incómodo momento en el que el docente lo ignoró cuando pidió que se presentara hizo que la hora se arrastrara con una lentitud exasperante. Al final de la clase, Constantine se dirigía hacia su siguiente asignatura, en un aula algo apartada.

     Inmediatamente quiso escapar al ver a la chica de cabello negro, la misma de la entrada, junto a otra que parecía hablar hasta por los codos.
     Entró en el aula, observando las mesas dispuestas de tal forma que cada estudiante compartía la suya con otro, sentados en banquillos altos. Casi todos los asientos estaban ocupados, excepto dos: uno al lado de la chica de cabello negro y otro junto a un chico que miraba por la ventana. Sin dudarlo, Constantine se dirigió hacia el asiento junto al chico de cabello cobrizo, asintiendo apenas al profesor, quien lo ignoró y lo dejó pasar.

     Al tomar asiento, notó cómo el otro chico se tensaba. Constantine lo miró de reojo, sus ojos grises rastreando una camisa blanca perfectamente pulcra, que cubría unos brazos esbeltos y bien formados.
     Su piel era tan pálida como la de Constantine, pero sin una sola cicatriz a la vista. Continuó su examen a través de los brazos del chico, que bajo la camisa se veían fuertes. Los hombros rectos y tensos llamaron su atención, y no pudo evitar imaginar cómo se sentiría hundir sus manos en ellos, apretándolos con fuerza, o incluso cómo sería envolver sus dedos alrededor de su cuello, tan pálido como el resto de su cuerpo. El cabello del joven, cobrizo y perfectamente arreglado, parecía encajar a la perfección con el resto de su apariencia.

     Cuando sus miradas se cruzaron, fue recibido por una expresión seria y gélida. Los ojos dorados del chico lo inspeccionaron con la misma intensidad antes de volver a conectar miradas.

     Constantine pudo notar algo peculiar, algo que podría haber pasado desapercibido si hubiera parpadeado, pero no lo hizo. El chico hizo un pequeño gesto, un leve aleteo de sus fosas nasales, como si hubiera inhalado de manera rápida y profunda, seguido de un gesto que delataba que había dejado de respirar. Sin embargo, sus hombros se levantaban en un intento fingido de simular una respiración normal.

     Aquella reacción despertó varios pensamientos en Constantine. No olía mal, así que esa reacción era diferente, casi como si fuera de deleite, aunque extraña en cierto sentido.

     Solo una vez había sentido aquello y lo que en su mirada encontraba lo delataba; hambre.

     Decidiendo ignorarlo, apartó la mirada del guapo chico a su lado. Había algo delicioso en él, algo que lo atraía por completo. Además de sus facciones, que lo hacían parecer más una estatua viviente que una persona, no había nada más que indicara que fuera peligroso realmente.

     Cuando el profesor comenzó a hablar sobre el tema del día, Constantine sintió una mueca formarse en su rostro al escuchar que tendrían que trabajar individualmente y luego comparar respuestas al final. Sin dudarlo, decidió que no sería él quien iniciara una conversación con el desconocido a su lado.

     El resto de la clase transcurrió de manera similar, rellenando el formato que le habían entregado, colocando la fecha y su nombre al borde de la hoja, terminando tan rápido como se la habían dado. Aburrido de revisar sus respuestas, levantó la vista y miró nuevamente a su alrededor. Cada uno de los estudiantes parecía confundido y sin saber qué responder, ansiosos por la próxima hora del almuerzo.

     —Carter.

     Al escuchar su apellido, levantó ligeramente la mano. El profesor lo observó, asintió y continuó con la lista, llamando al siguiente nombre.

     —Cullen.

     —Aquí.

     La voz del chico Cullen era fuerte, gélida y perfecta, acorde con su apariencia. Constantine la encontró deliciosa, casi como algo que querrías escuchar todo el tiempo. Ese pensamiento le hizo imaginar otros sonidos que podría hacer o provocar en él; acciones que le llevarían a eso.

     Como si fuera un premio agitándose frente a un perro, aquello hizo que Constantine girara a mirarlo nuevamente. El joven ya lo estaba mirando, visiblemente tenso, con las cejas fruncidas y un gesto molesto en la cara, casi como si pudiera leerle la mente; los pensamientos de su mente eran demasiado intensos.

     Observó que las manos del chico estaban alejadas de él, mejor dicho, todo su cuerpo parecía estar al borde de la silla, además de mantener la tensión y fingir respirar. Ignorando esa distancia, Constantine miró su propia hoja contestada y luego la del chico a su lado. Tomó la hoja del otro sin pedir permiso, observando las respuestas.

     Todo estaba correcto, casi como si el chico hubiera transcrito el libro entero y lo que el profesor había explicado; además de ser guapo escribía como un libro antiguo.
     Sin embargo, encontró un pequeño error de transcripción.

     Con su bolígrafo rojo, lo tachó y escribió la respuesta correcta debajo de la marca.

     Después de eso, dejó la hoja sobre la suya y esperó a que su compañero terminara de revisarla. Un gesto de irritación se instaló en el rostro del chico Cullen, quien tomó su hoja y lo miró, atónito.

     —Incorrecto.

     Como si hubiera sido una provocación, aquella palabra provocó que el joven lo mirara con odio. Constantine no pudo evitar sonreír de medio lado, con esa sonrisa que solía dirigir a los reclusos de la correccional.

     El chico de cabello cobrizo lo fulminó con la mirada, y justo en ese momento sonó la campana, provocando que se levantara rápidamente y saliera del aula, dejando atrás la hoja con el error sobre la mesa.

     Constantine tomó ambas hojas y, pasando por el escritorio del profesor, las dejó para la revisión. Al menos, pensó, el día estaba mejorando.

➥Nota de la autora📦📝

O1. Ya, ya podemos gritar jaja ¿les gusto? este capítulo ya inició la provocación de Constantine con Edward 😏❤️
O2. ¿Se dieron cuenta de quién es la rubia? Nuestra favorita 🥰💗
O3. ¿Constantine por qué creen que haya ido a la correccional? ¿Edward leerá todos sus pensamientos? 👀 ¡muchas preguntas que serán contestadas en los próximos capítulos! así que manténganse atentos a las actualizaciones 🤪🫶🏻
O4. Espero les haya gustado mucho, fue algo difícil regresar a escribir jaja, me pueden sugerir ideas para interacciones incluso jaja👀🥰 yo encantada
O5. Voten mucho y nos vemos en el próximo capítulo, los amo🧡

EDWARDCULLEN, 2024
© hate me slowly fanfic

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