Paint in Black (sin editar)
Este capitulo esta corregido pero no editado, si quieres seguir leyendo, te advierto de que puede tener fallos.
***
El silencio recorría los pasillos oscuros de la fortaleza, la mayoría de los residentes dormían tranquilamente en sus camas. Un pequeño sirviente se adentraba en la habitación del Rey para revisar como estaba, para poco después salir de ahí con paso apresurado.
Alyssa se encontraba sentada en la cama, el vestido corto había sido subido por encima de los muslos, dejando a la vista su ropa interior. El príncipe Aemond se encontraba desnudo a sus pies, con manos hábiles ataba sus botas de caña alta mientras con la nariz rozaba la cara interna de su muslo. Desde que estaba embarazada, había comenzado a usar excusas como aquella para ayudarla a vestirse y sobre todo a desvestirse. Su tripa había crecido bastante para el poco tiempo de embarazo que tenía y se notaba bastante, aunque esta no le resultaba una molestia. Suspiro cuando el joven enterró la cara entre sus piernas, y rozaba aquel punto que hacía un rato había estado martirizando. Vio como este sonreía de lado ante su reacción, se habría quedado ahí, disfrutando de los placeres que le otorgaba la vida, si aquel no fuera un día tan importante. Hoy desmantelarían un local de apuestas bastante grande e importante en el Lecho de pulgas, el cual traficaba con niños, tanto para peleas como para otros menesteres. La imagen de aquel pequeño y greñudo rubio de ojos violetas la hizo volver en si, tenía que marchar por muy interesante que volviera a ponerse el asunto. Llevó las manos al cabello revuelto de Aemond y le dio un pequeño tirón de advertencia.
- Para... Tengo que marcharme ya se me hace tarde - dijo entre suspiros.
- No veo que quieras irte - Le contesto mientras reptaba hasta su rostro.
Rozó con parsimonia su nariz. Lanzó un gruñido gutural, cuando ella comenzó a subir sus cálidas manos por su abdomen. Las oscuras manos de la joven se enredaron en su nuca, antes de besarlo profundamente. El beso no duró mucho para decepción de Aemond. Ayudó a su mujer a levantarse de la cama, esta seguía agarrada a su cuello, por lo que tuvo que agacharse un poco para que hiciera pie. Alyssa pudo notar como posaba, una mano en su abultado vientre. Ambos sonrieron un poco, con cariño posó sus labios sobre la fría gema azul antes de separarse.
- Pórtate bien, intenta no escandalizar a nadie - Le dijo Alyssa entre risas.
- Lo intentaré - le contesto el mientras le daba un pequeño azote- Anda márchate, antes de que cambie de idea.
Cuando salió por la puerta, Fauces la siguió raudo. Recorrió los pasillos oscuros, con seguridad. Una sonrisa pintaba su cara, como cada vez que pasaba tiempo con su marido. No lo amaba, aquello no había cambiado. Pero se sorprendió haber encontrado un amigo en el. Un amigo muy atractivo, al que había cogido algo de cariño. Aemond se había convertido en un apoyo moral con todo aquello del embarazo. Él era quien aguantaba las horribles pesadillas cuando la acosaban por las noches, consolándola y dándole valentía para afrontar el parto que tan lejos quedaba todavía. Las uñas de Fauces traqueteaban en las escaleras de mármol mientras bajaban las escaleras. Al pie de estas vio como un niño se dirigía con paso rapido hacia las cocinas, pero no le dio mucha importancia.
Cuando llegó al puerto el cielo se había vuelto gris, dentro de poco amanecería. Se había entretenido tanto que había tenido que saltarse su chapuzón matutino. En cubierta la vida había comenzado, y los marineros comenzaban a prepararse para afrontar un nuevo día en tierra. Pero aquel no sería un día cualquiera, tenían trabajo que cumplir. Se encontró con Emma, Lobo y Robert en el castillo de popa. Fauces se acercó a ellos moviendo la cola feliz, mientras se dejaba mimar. Estos habían dispuesto una mesa con planos de la ciudad y el local. Junto a esta había un papiro sellado con lacre, Robert se lo pasó en cuanto la vio acercarse.
- Ha llegado a primera hora desde Tarth-.
Alyssa rompió el sello y leyó la carta con avidez, sabía que su padre estaba fuera de peligro. Pero tras las fuertes fiebres había quedado muy débil y todavía no había despertado. Se alegró al leer, eran muy buenas noticias. Se acercó a la barandilla y alzó la voz para que todos los que se encontraran en cubierta pudieran escucharla.
- Buenas noticias. El señor de Marcaderiva marcha a casa junto al resto de nuestros compañeros. Los Peldaños de piedra son nuestros.
Todos celebraron las buenas noticias, y lanzaron salvas hacia su señor. Emma se abrazó a Alyssa feliz, después de tanto tiempo habían ganado a la Triarquia.
- Tengo que llevarle inmediatamente esto a mi madre - Dijo la joven feliz- se alegrará al saber que padre vuelve a casa.
- Yo me encargo - le quitó la pelirroja la carta- En tu estado no es bueno que andes tanto.
Alyssa le miró mal, estaba harta de que usaran su embarazo como excusa para no dejarla hacer nada. Emma le sonrió con picardía, picándole aún más. Vio como Lobo se acercaba y le daba un beso en la mejilla.
- Deja que vaya, te necesitamos para ultimar los detalles del ataque- Le intentó convencer el norteño.
- Venga sabes que me encanta pasearme por la fortaleza- le puso ojitos Emma.
- A ti lo que te gusta es cotillear- La delató Roberte.
- No te retrases, nos vemos en el Lecho de pulgas, en el punto de encuentro.
Emma celebró con un bailecito que su capitana le dejara marchar. Pero esta le agarró del brazo y la miró con algo de preocupación.
- Ten cuidado, siento que la tormenta se acerca - le advirtió Alyssa.
Desde ayer que se fue a dormir, tenía un mal presentimiento del que no podía despegarse. Vio como su amiga, bajaba la rampa en dirección a la Fortaleza Roja. Se dio la vuelta seria y se acercó a los mapas. Ahí la esperaban Lobo y Robert. Fauces había aprovechado para tumbarse debajo del mueble, no sabia porque pero el corazón se le encogió. Algo iba a pasar, no sabía el qué, pero tenía que estar preparada.
- Bien - dijo mientras apoyaba las manos en la mesa- Repasemos el plan por última vez.
Emma caminaba a paso ligero por las calles de Desembarco del rey. Robert no había mentido, le encantaba cotillear la vida que llevaban los nobles y reírse de lo desgraciada que era. Sí podrían tener dinero y todo lo que quisieran, pero no eran libres y jamás lo serían. Los nobles aunque no quisieran darse cuenta, siempre estarían a merced del pueblo, y eran estos los que les permitían tener o no el poder. Siempre le habían parecido gente frívola e inservible, hasta que conoció a Alyssa. Esta parecía ser la única persona de sangre azul, que sabía donde estaba el verdadero poder, y ni siquiera lo buscaba. Le salía natural ser buena persona con el prójimo, no soportaba la injusticia, y siempre estaba dispuesta a ayudar. A la Vicealmirante le encantaba la libertad que le daba el pueblo, al tratarla como una persona normal.
Cuando entro en el patio de armas, todo estaba en silencio, le indico a los guardia que tenía una misiva de Lady Alyssa para la Princesa Rhaenys. La cual le había ordenado entregarla en persona. Estos le dejaron pasar sin mayor problema. Comenzó a recorrer los pasillos del lugar, se tomó su tiempo mientras se perdía por pasillos en los cuales no debería estar. No podía evitarlo estaba en su naturaleza cotillear. Se extrañó porque todo estuviera tan en silencio, incluso para aquellas horas. Por un momento recordó las palabras que le había dedicado Alyssa antes de marcharse. " La tormenta se acerca" la tensión se podía palpar por los pasillos. Estaba en la entrada de una ala conocida, cuando decidió dirigirse a la habitación de la princesa Rhaenys. Pero aquel hombre rubio el cual caminaba con prisa la distrajo, era el mismo que había intentado enfadar a su amiga. Al cual había acabado lanzando un cuchillo cuando intentó acercarse a Alyssa, el mechón que le recortó se rizaba graciosamente hacia arriba. Lo intentó con todas sus fuerzas, pero tras tres pasos de haberse alejado de ese hombre tan narcisista, se encontró siguiéndole entre las sombras.
Le vio entrar en una sala en la cual nunca había estado. Vio como el Lannister pasaba por el marco de la puerta. Y se apresuró a lanzar silenciosamente una fina cuchilla evitando que esta se cerrara por completo. Tenía tanta práctica en ello que apenas hizo ruido, con constancia había llegado a imitar, el sonido que indicaba que el pasador se había colocado en su sitio. Con cuidado se acercó, la luz del interior la cegó al mirar por la pequeña rendija que había quedado. No podía ver mucho, solo un lado de la sala. Parecía que el consejo real se estaba reuniendo. Solo podía alcanzar a ver a Lord Beesbury y el Gran maestre.
- ¿Qué es tan urgente que no puede esperar ?¿Nos ha invadido Dorm?- Reconoció la voz del rubio. Y vio parte de su figura mientras se sentaba.
- El rey ha muerto - Se quedó congelada ante las palabras de la mano- Lloramos a Viserys el pacifico. Nuestro soberano y amigo. Pero nos ha dejado un regalo. Con su último aliento expresó a la reina su última voluntad. Que su hijo Aegon lo sucediera, como señor de los siete reinos.
- Entonces podemos proceder sabiendo que daba bendición a nuestros planes. - Volvió a hablar el rubio.
- Si. Hay mucho que hacer, como ya habíamos anticipado.
¿Estaban locos? acaso pensaban usurpar el otro. Sinceramente le daba igual quien reinará. La princesa Rhaenyra, el príncipe Aegon, a sus ojos ambos eran iguales. No les había visto mover ni un dedo por el pueblo, si fuera por ella pondría a su mejor amiga en el trono. Pero aquella decisión que estaba tomando el consejo la preocupó. Los Velaryon eran gente de palabra, y apoyarían a la primogénita del Rey, eso ponía a Alyssa en peligro, ya que esta haría lo mismo y en estos momentos, parecía ser que estaba viviendo con el enemigo.
- Bien, hay dos capitanes de la Guardia de la ciudad que siguen siendo leales a Daemon. Habrá que reemplazarlos. ¿Lord Lannister? - El padre de la reina siguió con sus maquinaciones.
- El Tesoro está a buen recaudo. Dividiremos el oro para mayor protección.
Emma tomó nota mental de todo lo que decían, sabía que dentro de poco se encontraría enfrentándose a ellos. Lo mejor era estar bien informada. Por un momento maldijo a Robert por tener razón. A veces la curiosidad si que acababa matando al gato.
- He de suponer que los miembros del consejo habían planeado a mis espaldas, sentar a Aegon en el trono - se sorprendió al escuchar a la Reina enfadada y confundida.
- Mi reina, no había necesidad de ensuciarlos con nuestras maquinaciones.- dijo alguien que no conocía.
- Esto es intolerable. ¿Todos habíais conspirado para sustituir a la heredera elegida por el Rey, por un impostor - Pudo ver como Lord Beesbury se levantaba mientras el rojo comenzaba a subir por su cuello.
- Su primogénito varón, no es ningún impostor - Le rebatió el rubio.
- Cientos de señores y caballeros juraron lealtad a la princesa - siguió el viejo.
- Hace veinte años. Casi todos están muertos- se mofó de él.
- Ya habéis oído a la mano, con complot o sin él, el Rey cambió de parecer - dijo aquella voz desconocida
- Señores tengo 76 años. Conocía a Viserys desde hacía mucho más que cualquiera de los presentes. Y dudo que dijera tal cosa en su lecho de muerte con la única compañía de la madre del muchacho como testigo- Para ese momento el rojo de la ira teñía todo el rostro del consejero de la moneda- ¡Es un ultraje!¡Un robo!¡Una traición infame! Es un...
- Es mejor que os mantengáis Lyaman- le advirtió el Maestre.
- Anoche el Rey estaba bien, según he oído, alguno de los presentes puede asegurarme que murió sin ninguna ayuda - acusó el a los presentes.
- ¿A quién estáis acusando de regicidio?
- Tanto me da si fuisteis todos o uno solo. No puedo, no pienso ser parte de...- Emma vio como el caballero de la Reina se acercaba al hombre por detrás, vio las llamas de ira que recorrían aquellos ojos negros.
- ¡Sentaos! - Se llevó las manos a la boca, al ver como Sir Criston estampaba la cabeza del Lord Beesbury contra la mesa, matándolo en el acto.
Se quedó un momento en shock, parecía que el grupo de los verdes iba con todo. Las gotas de sangre que caían de la mesa la distrajeron, en serio se estaban matando por aquel trozo incómodo de metal. Cuando volvió en sí, se había perdido parte de la conversación. Estaba dispuesta a marcharse cuando nombraron el nombre de su amiga.
- Me preocupa Bastión de tormentas, no podemos dar por sentada la lealtad de Lord Boros, pero tiene cuatro hijas, ninguna de ellas desposada - Dijo el rubio- con la propuesta adecuada...
- Los príncipes están casados y Daeron es muy joven para tomar esposa- Habló el desconocido.
- ¿Qué estáis intentando decir? - habló la reina.
- Cuando Aegon sea Rey, podrá romper cualquier matrimonio que esté vigente. Estoy seguro que Lord Boros no se negara a una propuesta del príncipe Aemond - siguió el rubio explicando su plan.
- ¿Lady Alyssa está embarazada, estáis pensando hacer que ese niño nazca como un bastardo sin padre? - preguntó el gran maestre sorprendido.
- Estamos seguros de que ese bebe es hijo del príncipe Aemond, su vientre está bastante abultado para el tiempo que lleva en cinta - Dijo el desconocido.
- ¿Además quién nos asegura que ese niño sea suficiente para atar a la joven a nuestro bando? Siempre podríamos matarla y quedarse con su barco.- Propuso la mano
- ¿Qué hay de Rhaenyra? - corto aquel tema la Reina, por mucho que la joven Velaryon no le cayera en gracia, le parecía demasiado asesinarla. Más aún si llevaba en el vientre a su nieto.
Emma ya había escuchado todo lo que necesitaba, alarmada se marchó sigilosamente del lugar. El consejo dejó la habitación vacía cuando terminaron de maquinar sus planes. Jasón Lannister fue el último en salir por la puerta, con disgusto vio cómo se llevaban el cuerpo frío de Lord Beesbury. "Pobre y necio hombre" pensó. Suspirando antes de pasar por el marco de la puerta, un destello plateado lo cegó por un breve momento. En el suelo junto a la madera, se encontró una pequeña cuchilla decorada con intrincados dibujos. Todos la habrían pasado por alto menos él, que ya había sufrido bajo una de ellas. Con preocupación miró a su alrededor, buscando a la dueña entre las sombras pero no la encontró. Los sonidos de un bastón sobre el mármol le llamó la atención. Se disgustó al ver al tullido de Lord Strong y ver como este arrastraba su mal formada pierna. Pero no dudó en acercarse a él, y entregarle el arma arrojadiza. Corrían rumores sobre él en la fortaleza, si querían que cumplir su plan, esperaba que fueran reales.
Emma caminaba a toda prisa, había decidido su propio plan bajo la marcha. No podían quedarse allí, tenían que salir pitando. Por mucho que el marido de su amiga, pareciera decente, estaba claro que el resto de su familia no lo era. No dejaría a Alyssa en manos de esos lores, y si para ello tenía que llevársela a rastras de la capital lo haría. Pero primero tenía que sacar a la Princesa Rhaenys de allí, pues sabía que la chica de piel oscura jamás dejaría a su madre a merced de los verdes. Y estaba más que claro, que estos intentarían usarla para conseguir la flota de su marido, marineros que jamás se doblegarían a las amenazas. Reconoció el pasillo en el que se encontraba, y casi corrió hasta la puerta de su señora, con fuerza tocó la puerta alertando a la mujer que se encontraba dentro.
- Princesa Rhaenys soy Emma, tengo órdenes de su hija, para llevarla al puerto - mintió.
- ¿Emma, le ha ocurrido algo a Alyssa?- escucho la voz de la señora preocupada desde el otro lado de la puerta.
Pero esta no se habría, por mucho que la rubia lo intentara, ambas se sorprendieron al encontrarse la puerta cerrada con llave. Emma intentó buscar algo para intentar abrirla en todo su kit de cuchillos. Estaba claro que no querían que la mujer se fuera, supuso que no querrían que la información saliera de la fortaleza. Sacó unas pequeñas y alargadas agujas, más finas que un mondadientes y comenzó a trabajar en la cerradura. Pudo escuchar pasos que se acercaban por el pasillo hasta su posición. Suspiro evitando ponerse nerviosa, las armaduras sonaban cerca, seguidas de aquel hueco sonido golpeando las baldosas de mármol. Estaba apunto de conseguirlo, cuando los guardias giraron la esquina, solo tenía que empujar la puerta, sacar a la princesa y librarse de los guardias.
- ¿Qué está ocurriendo Emma, porque se llevan a los criados? - escucho a la princesa alarmada.
Una mano se posó en su hombro, y por inercia llevó la navaja que tenía agarrada a su cuello. Vio cómo el hombre caía al suelo sujetándose la garganta. Estaba claro que no podía salir de aquella sin luchar. Con cuidado y simulando sumisión, se agachó, apoyando una rodilla en el suelo. Con disimulo, pasó la misiva que había llegado desde Tarth por el quicio de la puerta. Cerró los ojos un momento llamando a la calma. Llevó una mano a sus pantorrilla con los dedos perfiló la corta y afilada cuchilla. Pudo ver cómo los guardias se acercaban poco a poco a ella pensando que habían ganado y que la joven pelirroja se había rendido. Pero se equivocaban, mataría a todos los guardias si hacía falta y llevaría a la princesa Rhaenys con su hija. Le contaría todo el plan a Alyssa y la convencería para dejar el lugar. Con su mano libre, agarró el mango frío envuelto en pulcro cuero, eso era lo que haría una amiga. Estaba segura de que Alyssa haría lo mismo por ella. Con rapidez lanzó la daga sobrante con la que había estado intentando abrir la puerta, y la lanzó hacia la pierna de uno de los soldados más alejados. Mientras sacaba la cuchilla corta que tenía en la pantorrilla y cortaba el muslo del que tenía más cerca. La sangre comenzó a manchar el suelo, mientras las cuchillas seguían volando, los guardias seguían llegando al lugar, y para cuando se quiso dar cuenta. Los cuerpos de los guardias heridos la rodeaban, se llevó la mano a su arnés, encontrando que ya no le quedaban más armas arrojadizas. Se alegró de portar todavía con ella su cuchilla corta, se limpió el sudor con el dorso de la mano libre. Hasta ahora no habían llegado a tocarla, su puntería y destreza a larga distancia era intachable, pero el cuerpo a cuerpo no era lo suyo. Aunque estaba dispuesta a enfrentarse a puño limpio con quien hiciera falta, por su libertad, por Alyssa, por su amor. La imagen del norteño vino a su mente, antes lanzarse al ataque.
Hicieron falta más de diez hombres para reducir por completo a la pelirroja. Rhaenys se asustó al escuchar la batalla al otro lado de su puerta, e intentó abrirla con todas sus fuerzas pero esta no quería ceder. Desesperada por saber lo que ocurría, se acabó agachando para mirar por debajo del resquicio que dejaba la puerta. Allí se encontró con el rostro ensangrentado de la pelirroja, que se revolvía con rabia. Pudo ver cómo los soldados se la llevaban del lugar. Seguidos de Larys Strong, aquel oportunista mequetrefe.
Se encontraba encerrada en una celda, cuando consiguió volver a hilar sus pensamientos. Tenía la cabeza apoyada en el regazo de una mujer, está limpiaba la sangre de su nariz. La reconoció al instante, era una de las orugas del Gusano Blanco. Desafiante vio al joven tullido que se acercó abollado en un bastón. La sonrisa sádica se reflejaba en el rostro del hombre.
- No te preocupes, dentro de poco haremos que te reencuentres con tu señora.
***
Bueno empezamos el arco final, esto se termina (Inserten lagrimita). Pero todavía hay salseo para haceros gritar como en una montaña rusa. Me odiareis, me amareis, eso habrá que verlo cuando termine esta historia.
Por otro lado me prometí a mi misma que después de Hate Me me lanzaría a escribir algo original, pero no me llega del todo la inspiración, así que he decidido ponerme con otro proyecto fanfic de los que tengo abiertos. Que os gustaría leer lo siguiente algo de Avatar (Tsu'tey), Crepusculo (Paul Lahote), Harry Potter (interés amoroso por definir), Peaky Blinders (Thomas Shelby), Short-fic de Caraval (Nigel)...
(Manifestaros por favor)
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